enero 18, 2019

La Madurez de Nuestro Cerebro




A pesar de que los 18 años sean el límite de "la edad adulta", 
poseer un cerebro adulto no va ligado a la edad biológica, y la maduración cerebral tampoco


El cerebro es un órgano complejo que forma parte del Sistema Nervioso Central (SNC) y que constituye la parte más voluminosa y conocida del encéfalo. Está situado en la parte anterior y superior de la cavidad craneal y está presente en todos los vertebrados. Dentro del cráneo, el cerebro flota en un líquido transparente, llamado líquido cefalorraquídeo, que cumple funciones de protección, tanto físicas como inmunológicas.

Aunque haya que ejercitar el cerebro o sino se atrofia, como los músculos, sin embargo no es un músculo. No está compuesto por miocitos  las células musculares  sino que está formado por millones de neuronas, que interconectadas mediante axones y dendritas, permiten regular todas y cada una de las funciones del cuerpo y la mente. Desde respirar, pasando por comer o dormir, hasta la capacidad para razonar, para enamorarnos o discutir con alguien, todo pasa por el control del cerebro.

Plasticidad cerebral. Mientras experimentamos el mundo, practicamos hábitos y aprendemos nueva información, nuestro cerebro cambia, desarrolla nuevas conexiones y repara las que se han roto. A medida que nos hacemos mayores, nuestras experiencias y conocimientos mantienen nuestros cerebros activos, desarrollándose y aprendiendo.


El cerebro humano está en construcción hasta el final de la adolescencia

El pediatra Jay Giedd del Instituto Nacional de Salud Mental de Bethesda (Estados Unidos) en un estudio realizado en 2007, ha descubierto que el cerebro humano está en construcción hasta el final de la adolescencia, aunque en esta etapa las neuronas y conexiones nerviosas no crecen, sino que se van “podando” hasta que se alcanza el raciocinio propio de la edad adulta.

No todos los cerebros siguen el mismo ritmo de evolución de cara a su madurez. El estudio parece confirmar el hecho de que las chicas alcancen antes la madurez cerebral que los chicos. Aunque aún no están claros los factores que determinan este fenómeno.

Jay Giedd que condujo un estudio realizado durante 13 años a una amplia muestra de chicos y adolescentes de 4 a 26 años ha detectado que ésta ocurre antes en las chicas que en los chicos, así por ejemplo el volumen cerebral en los chicos alcanza su tope hacia los 15 años, mientras en las chicas sucede casi a los 12 años. En términos de madurez cerebral una joven llega a su plena madurez, según el desarrollo del cerebro, entre los 21 y 22 años de edad. En el caso de los chicos en cambio parece que el cerebro sigue desarrollándose y no alcanza su plena madurez, hasta los 30 años de edad.

También ha constatado que en los jóvenes más inteligentes (ya sean chicos o chicas) se produce una maduración cerebral a edades más tempranas. El hallazgo demuestra que la así llamada "edad de la razón" no se alcanza a los 18 años, como generalmente se cree, sino bastantes años después y suele depender del individuo en concreto y también de su sexo. Los resultados de la investigación pueden explicar científicamente, entre otras cosas, por qué hay cuatro veces más accidentes de tránsito protagonizados por jóvenes que por adultos.

Según Giedd al margen de la inteligencia y las características de género un entorno enriquecido y unas actividades estimulantes pueden favorecer la maduración de la corteza prefrontal y de las capacidades autorregulatorias, pero también habría que destacar el papel del afecto parental durante la infancia y la adolescencia.

Son numerosos los trabajos científicos, en los que se confirma la relación existente entre la negligencia parental y la falta de afecto en la infancia, y una mayor incidencia en etapas posteriores de problemas relacionados con el escaso autocontrol. Es bastante probable que las carencias afectivas impidan un desarrollo adecuado de la corteza prefrontal, lo que favorecería los comportamientos imprudentes, antisociales o las adicciones.


¿ A qué edad madura el cerebro humano ?

Un estudio del Instituto de Neurociencia Cognitiva de Londres, realizado en abril 2011, sugiere que el cerebro continúa desarrollándose después de la infancia y la pubertad y que no está totalmente maduro hasta que superamos los 30 años, e incluso no alcanza su plenitud hasta cumplir los 40. Los hallazgos contradicen teorías previas que apuntaban a una maduración cerebral mucho más temprana.


Los resultados de la investigación sugieren que el córtex prefrontal es la zona que experimenta un período de desarrollo más prolongado. Esta región cerebral es importante para funciones cognitivas superiores como la planificación y la toma de decisiones. Además, desempeña un papel clave en el comportamiento social, la empatía y la interacción con otros individuos, y en él residen algunos rasgos de la personalidad.

Las imágenes de resonancia magnética tomadas a participantes de diversos estudios muestran que la zona del córtex continúa cambiando hasta que las personas alcanzan los 30 años de edad y, en algunos casos, incluso los 40 años. En opinión de los científicos, esta región comienza a cambiar durante la primera infancia, luego se reestructura al final de la adolescencia y tras esto no se detiene sino que sigue cambiando.

El cortex prefrontal

Los mamíferos modernos, los primates, y algunos cetáceos tienen un cerebro mucho más desarrollado que los mamíferos primitivos, por lo cual, además de los sentimientos, manejan un proceso de mayor entendimiento, que está directamente relacionado con el desarrollo de la corteza cerebral, donde se encuentra uno de los mayores desarrollos del cerebro dentro de la escala evolutiva.


El Sistema Neocortical o neo-corteza, específicamente su región frontal, es el lugar donde se llevan a cabo esos procesos intelectuales superiores y nos capacita para adquirir conocimientos, desarrollar sociedades, culturas y tecnologías. La mayor parte de la corteza cerebral de los animales está comprometida con las funciones sensoriales y motoras, en el hombre sucede lo contrario: la mayor parte de su cerebro no está comprometida, sino que está disponible para la realización de un futuro no programado. La neocorteza se convierte en el foco principal de atención en las lecciones que requieren generación o resolución de problemas, análisis y síntesis de información, del uso del razonamiento, el pensamiento crítico y creativo.

Los estudios nos demuestran que esta zona cerebral tan ligada al razonamiento resulta ser la última en madurar.

No todos los cerebros maduran al mismo ritmo

Cuando se habla de madurez en términos absolutos, el tiempo desempeña un papel fundamental porque, al nacer, el ser humano no posee tantas neuronas ni conexiones sinápticas como al llegar a la edad adulta. Tampoco posee la experiencia vital necesaria para rellenar con información esas neuronas y modelar las sinapsis que le permiten pensar sobre ese entorno que ha conocido a través de la experiencia vital. La madurez psicológica es un proceso continuo, la persona no alcanza la madurez en un momento dado, es un proceso gradual.

Sin embargo, la madurez, como la inteligencia, puede variar mucho de un individuo a otro y eso hace que a veces una persona más joven tenga un comportamiento más maduro que otra de mayor edad. Nadie nace maduro. Nuestras experiencias, nuestra inteligencia, nuestra condición sexual y la manera como nuestros padres nos criaron contribuyen en la forma en que se configura nuestro carácter y desarrollo emocional.

Una persona madura emocionalmente es un sujeto estable, que tolera la frustración, acepta la responsabilidad de sus propios actos sin escudarse en excusas o que tiene la suficiente amplitud mental para escuchar reflexivamente la opinión de otros. Para disponer de esa madurez emocional es imprescindible que nuestro neocortex cerebral tenga un adecuado grado de desarrollo.

Todas estas evidencias que nos ofrece la neurociencia nos confirman por tanto que nuestro cerebro continúa desarrollándose después de la infancia y pubertad, y no está 100% "hecho" hasta que uno supera ampliamente los 30 años. Y de momento todas estas evidencias ya han propiciado, por poner solo un ejemplo, que los psicólogos del Reino Unido hayan "retrasado" la edad de finalización de la adolescencia a los 25 años de edad, a efectos de determinar la manera de administrar tratamientos a los jóvenes.

Los últimos hallazgos podrían explicar por qué algunos adultos a veces actúan como adolescentes, sufriendo rabietas o cambios de ánimo bruscos cuando no logran salirse con la suya. También explicaría por qué algunas personas tienen dificultades para decidir, planificar y perseverar en las tareas que inician. Estas habilidades se conseguirían una vez que el cerebro se encuentre completamente maduro.


El cerebro madura tras los 30

Leah Somerville, neuróloga de la Universidad de Harvard en un artículo publicado en la revista Neuron de diciembre 2016, explica de manera detallada este enigma: ¿cuándo el cerebro ya es algo definitivo?, ¿cuándo está terminado su desarrollo?

Sucede que el cerebro humano alcanza su volumen "adulto" a los 10 años, pero las neuronas que lo componen siguen cambiando durante años, el desarrollo continúa. Las conexiones entre las neuronas vecinas se reacomodan, a medida que nuevos vínculos emergen entre las áreas más ampliamente separadas del cerebro.

Eventualmente, esta reorganización se ralentiza, una señal de que el cerebro está madurando. Pero sucede a diferentes ritmos en diferentes partes del cerebro y a distintas edades. El desarrollo en el lóbulo occipital, en la parte posterior del cerebro, disminuye a los 20 años. En el lóbulo frontal, en la parte frontal del cerebro, se están formando nuevos vínculos a los 30 años, o incluso más. Esto desafía la noción de lo que un cerebro 'terminado' realmente significa.

Si nuestro cerebro cambia a nivel anatómico, su actividad también cambia. En los niños, las regiones cerebrales vecinas suelen trabajar a la vez. Pero en la edad adulta, son las regiones más separadas las que acaban sincronizándose. Según los neurocientíficos, esta armonía “a larga distancia” permitiría que el cerebro adulto trabaje de forma más eficiente y sea capaz de procesar más información.

Las diferencias entre el cerebro adolescente y el cerebro adulto

A pesar de todo, el desarrollo de estas redes neuronales a larga distancia siguen siendo un misterio, y no se sabe cómo influyen en el comportamiento humano. De hecho, algunos niños poseen ya este tipo de redes neuronales propias del cerebro adulto, pero siguen siendo niños.

Por su parte, el cerebro adolescente es capaz de llevar a cabo pruebas de cognición tan bien como el cerebro adulto. Asimismo, las emociones de un adolescente son demasiado intensas, y pueden conllevar una caída en dichas pruebas. El problema, sugieren los investigadores, es que el cerebro adolescente aún no posee un sistema cerebral fuerte para mantener las emociones a raya.

Pero eso no es todo, y es que se sabe que existen adultos jóvenes (entre 18 y 25 años) que siguen sin poseer un sistema cerebral propio del cerebro adulto capaz de mantener las emociones a raya, lo que les convierte en “adolescentes” a nivel cerebral.

La desconocida maduración del cerebro humano

La maduración cerebral puede ser un problema debido a su largo proceso, y su diversidad según cada persona. A nivel político, por ejemplo, se ha propuesto reducir la edad de voto a los 16 años. Sí, es cierto que a nivel de razonamiento lógico a dicha edad el cerebro adolescente y el cerebro adulto son similares, pero en política las emociones tienen una potente influencia (incluso en los adultos).

Somerville sugiere que se necesita más investigación acerca de la maduración y desarrollo del cerebro adulto, con estudios de seguimiento a gran escala hasta los 20 años o más. No es suficiente hacer comparaciones puntuales entre diferentes personas mediante pruebas de imagen cerebral, se necesitan ver esos cambios con el tiempo.

Como demuestran los datos científicos más recientes, el cerebro es un sistema muy complejo y su maduración no se da igual en todas las personas.


El cerebro puede seguir fabricando neuronas durante toda la vida

Según un artículo de investigadores de la Universidad Princeton, publicado en la revista Trends in Cognitive Sciences de febrero 2015, se descubrió que el cerebro adulto sigue fabricando neuronas en el hipocampo, región cerebral relacionada con el aprendizaje y la memoria, hasta la muerte del individuo. Lo que todavía no se sabe exactamente es cómo y por qué nacen esas nuevas células nerviosas.

De acuerdo a las investigaciones realizadas con ratones de laboratorio está cada vez más claro que las experiencias estresantes, como la falta de sueño, el rechazo social o la exposición a los olores de depredadores, disminuyen el crecimiento de células nerviosas en el cerebro de los mamíferos. Y al contrario, las vivencias agradables, como el apareamiento o el ejercicio físico, estimulan la neurogénesis.

Esta disminución en la producción de neuronas puede llegar a manifestarse en diversos trastornos como son la dificultad para recordar o aprender a moverse por diferentes entornos, tal como sucede con el Alzheimer en los humanos.

En realidad, el freno a la neurogénesis por el estrés incrementa las opciones de supervivencia, ya que se inhibe la conducta exploratoria en aras de la seguridad del individuo. Por su parte, el aumento de número de células nerviosas por gratificación reduciría la ansiedad y mejoraría la capacidad de aprendizaje y exploración, factores imprescindibles para alcanzar el éxito reproductivo. Sin embargo, cuando los niveles de tensión emocional son demasiado elevados y continuados, se produce una respuesta contraproducente: la interrupción de la fábrica de neuronas puede producir trastornos de ansiedad y depresión.

El aumento de número de células nerviosas por gratificación reduce la ansiedad y mejora la capacidad de aprendizaje y exploración, ambos, factores imprescindibles para la reproducción de la especie.

Otro hallazgo de los experimentos es que los ratones con mayor estatus social producen más células nerviosas que los subordinados, lo que puede ser extrapolado a las relaciones sociales entre humanos.

El ritmo de producción de las nuevas neuronas ha creado puntos de discusión entre los científicos sobre si estas neuronas que se generan durante la vejez son fabricadas continuamente en caso de ser necesarias en el futuro o solo bajo ciertas circunstancias como las mencionadas con anterioridad.

A pesar de que estos experimentos fueron hechos con ratones, los resultados encontrados nos muestran que los humanos tienden a responder del mismo modo ante estímulos similares a lo largo de su vida.


Cada día nacen 1.400 nuevas neuronas en el cerebro

Un equipo de científicos del Instituto Médico Karolinska (Suecia), cuyo estudio fue publicado en la revista Cell de junio 2013, ha diseñado una técnica basada en la medición de carbono 14 para determinar cuántas células se generan al día en el cerebro humano.

Para llevar a cabo su estudio, los investigadores han desarrollado un curioso método. Durante los años 50, en plena Guerra Fría, las pruebas nucleares produjeron un incremento de carbono 14 en la atmósfera. A través de la fotosíntesis, este carbono se incorporó a los vegetales y de ahí se extendió por toda la cadena trófica. Años después, las pruebas nucleares cesaron y los niveles de carbono 14 volvieron a ser más bajos. Cuando las células duplican sus cromosomas, este carbono 14 queda integrado en el genoma, y por tanto constituye un marcador único que indica la edad de dichas células.

Los investigadores analizaron por espectrometría de masas el carbono 14 de células del hipocampo adulto, y llegaron a la conclusión de que cada día se producen unas 1.400 neuronas nuevas en nuestro cerebro, y esta tasa va disminuyendo a medida que se envejece.

Durante mucho tiempo se pensaba que nacemos con un número determinado de células cerebrales, y que es imposible generar nuevas neuronas después de nacer, después se empezó a pensar que existe cierta tasa de renuevo, pero no se sabía en qué cantidad, ni su importancia para la función cerebral.

En este estudio los científicos han proporcionado pruebas de que existe neurogénesis en el hipocampo durante toda la vida, lo que sugiere que las nuevas neuronas pueden contribuir a la función del cerebro humano.


El cerebro nunca deja de crecer

Un equipo de neurólogos de la Universidad de Columbia (EE. UU.) en un estudio, publicado en la revista Cell Stem de abril 2018, ha descubierto que el cerebro no deja de crecer, un hallazgo que podría ayudar a tratar enfermedades degenerativas como el Alzheimer.

Anteriormente, los investigadores creían que el cerebro no desarrollaba ninguna célula nueva después de la infancia, por lo que es mucho más difícil para los adultos adquirir nuevas habilidades o aprender un idioma extranjero, por ejemplo.

Estudios más recientes sugirieron que si se hiper-estimulaban zonas específicas del cerebro, se podían formar nuevas células. Sin embargo, en este estudio se ha concluido que se forman miles de nuevas células cerebrales o neuronas todo el tiempo, incluso cuando las personas son muy mayores. En el cerebro de un adolescente se encuentran tantas neuronas nuevas como en el de un anciano. Es decir, nunca se dejan de fabricar.

Hasta hace no mucho se creía que el alcohol y otras sustancias mataban las neuronas. Los nuevos estudios han demostrado que las pueden dañar, pero no acaban con ellas. De hecho, ahora se sabe que nuestro cerebro nunca deja de crecer y de fabricar neuronas nuevas. Estas neuronas se estarían creando en todo momento, incluso ahora mismo en nuestro propio cerebro.

Las sinapsis del cerebro

Según estos resultados, las capacidades perdidas según la edad no estarían relacionadas con la falta de neuronas que mueren, sino con los fallos de estas células cerebrales para comunicarse entre sí.

Es decir, que las neuronas del hipocampo humano están naciendo siempre, tanto si somos más jóvenes como si somos muy mayores. Sin embargo, la mala vascularización de los organismos ancianos impide que las neuronas nuevas establezcan buenas conexiones.

Y ahí radica la importancia de este descubrimiento. Ahora, puede ser más fácil descubrir las causas que provocan las demencias, de manera que será mucho más sencillo evitar que ocurran. Este avance llega en buen momento, puesto que el progreso de las enfermedades neurodegenerativas no deja de aumentar.

Por eso, este experimento, que observó el hipocampo en individuos entre 14 y 79 años de edad muertos de forma repentina es tan importante. Entre los individuos, no había episodios de depresión o deterioro cognitivo. En todos sus cerebros se observó que la formación de neuronas no se había detenido, de hecho, se habían fabricado nuevas hasta el último momento. La única diferencia era que en los ancianos los vasos sanguíneos nuevos eran menos numerosos entre las estructuras cerebrales, y tenían muchas menos células progenitoras, es decir, células madre que se terminan por convertir en neuronas jóvenes.

Obviamente, este nuevo descubrimiento tiene unas implicaciones fantásticas en la medicina. Ahora se podrían tratar con mucha más eficacia enfermedades neurodegenerativas como el temido Alzhéimer.


La parte del cerebro que no madura hasta los 36 años

Un equipo de la Universidad McMaster (Hamilton, Canadá), en un estudio publicado en The Journal of Neuroscience de mayo 2017, ha descubierto que la corteza visual primaria no finaliza su madurez cuando tenemos cinco o seis años, como se pensaba, sino que está evolucionando hasta los 36 años de vida, aproximadamente. Esta corteza primaria es la primera región cerebral que procesa la información visual, y que luego la deriva a una veintena de zonas más especializadas.

Corteza visual primaria
no madura hasta los 36 años
La corteza visual primaria (o V1) es una región cerebral tan amplia como una mano. Recibe y procesa la información visual que llega desde las retinas, en los ojos, y que previamente ha atravesado el tronco y el tálamo. Con un total de alrededor de 280 millones de neuronas, la V1 procesa información relacionada con objetos estáticos y en movimiento y con el reconocimiento de patrones. Además, envía información a otras partes de la corteza visual especializadas en funciones concretas, como reconocer caras, palabras o gestos.

La importancia de la plasticidad

En la investigación se analizaron muestras de cerebro de 30 personas fallecidas entre las horas de vida y los ochenta años. Los investigadores descubrieron que un grupo de proteínas  llamadas glutamatérgicas  está activo durante una buena parte de la vida, y que no se “apagan” en la infancia. Una de sus funciones es regular el fenómeno de la plasticidad sináptica, puesto que son capaces de reforzar o debilitar las sinapsis (conexiones) entre neuronas. Gracias a esto, los millones de células de esa zona del cerebro pueden cambiar el modo como están “cableadas”. Al menos hasta los 36 años de vida, con un margen, por arriba y por abajo, de cuatro años y medio.

Incluso una zona sensorial primaria, que es la primera parte de la corteza que procesa la información visual, está cambiando y desarrollándose durante toda la vida. Sufre una serie de cambios orquestados, que probablemente responden a cambios que ocurren en la percepción visual.

Todo esto quiere decir que, incluso una zona cerebral con una función básica, y no muy especializada, es flexible y está en desarrollo durante décadas, lo que se traduce, a su vez, en que la visión humana no deja de evolucionar hasta bien entrada la tercera década de vida.

Tratamientos específicos para cada persona

Tal como averiguaron los investigadores, los niveles de activación de las proteínas glutamatérgicas van cambiando con el paso de los años. Esto tiene importancia a la hora de buscar tratamientos para dolencias relacionadas con la visión. Por ejemplo, los autores han recordado que los tratamientos para la vista cansada siempre se han diseñado teniendo en cuenta que solo los niños pueden beneficiarse de terapias correctivas, porque se considera que el cerebro de los adultos ya no puede responder. Pero sus avances podrían llevar a que esto se reconsiderase.

Otras dolencias podrían beneficiarse de esta investigación: Desórdenes visuales relacionados con el envejecimiento o la diabetes, el glaucoma o la degeneración macular quizás podrían tener un mejor tratamiento teniendo en cuenta este descubrimiento. El reto es poder traducir este conocimiento en tratamientos efectivos para cada persona y dirigidos a un blanco concreto.

El siguiente paso que tomará el equipo será analizar el desarrollo de regiones relacionadas con en el reconocimiento de caras o emociones, para tratar de comprender su desarrollo y su forma de especializarse con el paso de los años.

Los científicos cada vez están más seguros de que el cerebro es un órgano plástico en constante evolución. De hecho, poco a poco van constatando que esta flexibilidad no está reservada para los niños ni los jóvenes: el cerebro adulto también es capaz de adaptarse a grandes cambios, como puede ser aprender a leer o descubrir un nuevo idioma.


El epigenoma del cerebro cambia del nacimiento a la adolescencia

Investigadores del Programa de Epigenética y Biología del Cáncer del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Barcelona), en un artículo publicado en Science de julio 2013, descubren que el córtex frontal  la parte del cerebro responsable de la conducta y la adquisición de nueva información de las personas  experimenta un importante cambio desde el nacimiento hasta la finalización de la adolescencia: su epigenoma  conjunto de señales químicas que se encarga de encender o apagar los genes del ADN  se transforma.


El estudio se ha basado en el análisis del epigenoma de recién nacidos, jóvenes de 16 años y adultos de 25 y 50 años en Estados Unidos y en Cataluña. El descubrimiento demuestra que una de estas señales epigenéticas, denominada metilación del material genético, se incrementa progresivamente hasta llegar al final de la adolescencia y la entrada a la etapa adulta. De ahí que se produzcan cambios de comportamiento desde que somos bebés hasta la adolescencia.

Los resultados del estudio revelan que esta metilación del ADN es clave en la formación de los espacios de comunicación entre neuronas (sinapsis). La metilación del ADN en las neuronas es diferente a la del resto de las células de nuestro cuerpo. Los investigadores explican que si la normal se llama 5-mCG, ésta se llama 5-MCH: esto es como poner un acento abierto o cerrado a una palabra, en este caso a un gen, para cambiarle su significado.

Este descubrimiento podría tener una importancia profunda en el conocimiento de la biología del cerebro porque además de explicar la plasticidad de este órgano ante el aprendizaje y las experiencias vitales, puede ser decisivo para entender las causas de las alteraciones de la conducta y de las enfermedades psiquiátricas.

Ahora, hay que investigar si pequeñas alteraciones en el programa de metilación del ADN en el desarrollo postnatal podrían estar relacionadas con desórdenes de neurodesarrollo como el autismo o la esquizofrenia.


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Cuidar el cerebro en las diferentes etapas de la vida para prevenir su deterioro

En la infancia

En esta etapa es cuando se produce un mayor crecimiento de células cerebrales y se desarrollan más sinapsis, por esto los niños tienen una gran capacidad de aprendizaje. Es la etapa ideal para aprender una lengua nueva, por ejemplo. No obstante durante estos años también puede haber un mayor riesgo de epilepsia y autismo, posiblemente, debido a una “sobrecarga” de sinapsis activas.

Es importante enseñar a los niños a adquirir buenos hábitos que contribuirán a proteger su cerebro durante el resto de sus vidas: desayunar bien, incorporar a la dieta frutas y alimentos que contengan colina  un nutriente fundamental para el desarrollo del cerebro, la memoria y la transmisión del impulso nervioso ; dormir las horas necesarias para fortalecer las conexiones entre los hemisferios, lo que ayuda al cerebro a madurar; aprender música; hacer ejercicio y utilizar un casco para proteger la cabeza cuando realicen actividades que pueden provocar una caída.

En la adolescencia

Esta etapa es una de las más importantes para el desarrollo del cerebro: por un lado, produce mucha mielina  una proteína esencial que envuelve y protege los axones de ciertas células nerviosas y cuya función principal es la de aumentar la velocidad de transmisión del impulso nervioso  pero, por otro, las vías de mielina se desarrollan más hacia las áreas cerebrales que desencadenan la toma de riesgos, la emoción y la sexualidad que hacia las áreas de funciones como el razonamiento, el juicio y el control de los impulsos. El riesgo de una adicción es alta. Igualmente, el consumo reiterado de alcohol durante estos años tiene efectos duraderos en la parte del cerebro relacionada con la memoria y el aprendizaje.

Los neurólogos recomiendan que las familias incorporen un hábito que parece muy simple pero que tiene un efecto muy positivo en los adolescentes: comer todos juntos, al menos, cinco veces a la semana. Según los estudios realizados, este hábito disminuye la probabilidad de que los chicos prueben el tabaco y consuman marihuana y/o alcohol.

También es fundamental vacunarse contra la meningitis y evitar cualquier conmoción cerebral, ya que una lesión en la cabeza, producida, por ejemplo, al realizar deporte, puede causar cambios en el pensamiento, la memoria y el lenguaje, así como conducir a epilepsia, enfermedad de Parkinson y otras enfermedades neurológicas.


En la edad adulta

Las diferentes áreas del cerebro se interconectan todavía más y se alcanza la velocidad máxima de comunicación del cerebro. Aunque es una etapa de estabilidad para su desarrollo, también se trata de una etapa en la que solemos enfrentarnos a mucho estrés. El estrés crónico puede afectar al cerebro aumentando el riesgo de demencia, también puede ocasionar el envejecimiento de nuestras células y muchas toxinas en el cerebro, incluyendo las que conducen a la enfermedad de Alzheimer.

Hacer ejercicio (sobre todo, aeróbico y varias veces a la semana) también activa una molécula que favorece la supervivencia de las neuronas y reduce el riesgo de los accidentes cerebro-vasculares. Es recomendable hacerlo al aire libre: nos ayudará a mantener los niveles adecuados de vitamina D y, por tanto, a evitar la depresión y mejorar la calidad del sueño.

Fumar no solo aumenta el riesgo de un accidente cerebrovascular, sino que puede causar adelgazamiento de la corteza cerebral, adelgazamiento que afecta al lenguaje, la percepción y la memoria.

La dieta mediterránea es fundamental para disfrutar de una buena salud. Hay algunos alimentos que parece que tienen un efecto protector: los que son ricos en polifenoles, vitamina K y Omega 3.

Las relaciones sociales positivas contribuyen a generar neurotransmisores, además de fortalecer nuestro sistema inmunitario y disminuir la ansiedad, el riesgo de depresión y de problemas cardíacos. Además, las relaciones familiares y de amistad de calidad (apoyo social) también contribuyen a proteger nuestro cerebro de la demencia.

La estimulación intelectual es otra forma de proteger nuestro cerebro contra el deterioro cognitivo: incorporar lecturas, estudiar un idioma nuevo, hacer algo diferente con cierta frecuencia, etc. Lo importante es que suponga un reto para nuestro cerebro.

Ser maduro depende en gran medida de nuestro desarrollo cerebral

Una persona madura es capaz de auto gestionarse, responsabilizarse de sus actos, adoptar 
diferentes perspectivas, ser crítico tanto con el mundo como consigo mismo y ser capaz de 
adaptarse a las situaciones y responder a las demandas de la realidad. A la madurez se 
llega en gran medida gracias a las vivencias que cada persona tiene a lo largo de su desarrollo, 
a la vez que dicho desarrollo depende también en gran medida de aspectos biológicos que lo permiten.

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