A pesar de que los 18 años sean el límite de
"la edad adulta",
poseer un cerebro adulto no va ligado a la edad biológica, y la maduración cerebral tampoco
poseer un cerebro adulto no va ligado a la edad biológica, y la maduración cerebral tampoco
El cerebro es un órgano complejo que forma parte del Sistema Nervioso Central (SNC) y que constituye la parte más voluminosa y conocida del encéfalo. Está situado en la parte anterior y superior de la cavidad craneal y está presente en todos los vertebrados. Dentro del cráneo, el cerebro flota en un líquido transparente, llamado líquido cefalorraquídeo, que cumple funciones de protección, tanto físicas como inmunológicas.
Aunque haya que ejercitar el cerebro o
sino se atrofia, como los músculos, sin embargo no es un músculo. No está compuesto por miocitos – las células
musculares – sino que está formado por millones de neuronas, que
interconectadas mediante axones y dendritas, permiten regular todas y cada una
de las funciones del cuerpo y la mente. Desde respirar, pasando por comer o
dormir, hasta la capacidad para razonar, para enamorarnos o discutir con
alguien, todo pasa por el control del cerebro.
Plasticidad cerebral. Mientras experimentamos el mundo,
practicamos hábitos y aprendemos nueva información, nuestro cerebro cambia,
desarrolla nuevas conexiones y repara las que se han roto. A medida que nos
hacemos mayores, nuestras experiencias y conocimientos mantienen nuestros
cerebros activos, desarrollándose y aprendiendo.
El cerebro humano está en construcción hasta el
final de la adolescencia
El pediatra Jay Giedd del Instituto Nacional de
Salud Mental de Bethesda (Estados Unidos) en un estudio realizado en 2007, ha
descubierto que el cerebro humano está en construcción hasta el final de la
adolescencia, aunque en esta etapa las neuronas y conexiones nerviosas no
crecen, sino que se van “podando” hasta que se alcanza el raciocinio propio de
la edad adulta.
No todos los cerebros siguen el mismo ritmo de
evolución de cara a su madurez. El estudio parece confirmar el hecho de que las
chicas alcancen antes la madurez cerebral que los chicos. Aunque aún no están
claros los factores que determinan este fenómeno.
Jay Giedd que condujo un estudio realizado
durante 13 años a una amplia muestra de chicos y adolescentes de 4 a 26 años ha
detectado que ésta ocurre antes en las chicas que en los chicos, así por
ejemplo el volumen cerebral en los chicos alcanza su tope hacia los 15 años,
mientras en las chicas sucede casi a los 12 años. En términos de madurez
cerebral una joven llega a su plena madurez, según el desarrollo del cerebro,
entre los 21 y 22 años de edad. En el caso de los chicos en cambio parece que
el cerebro sigue desarrollándose y no alcanza su plena madurez, hasta los 30
años de edad.
También ha constatado que en los jóvenes más
inteligentes (ya sean chicos o chicas) se produce una maduración cerebral a
edades más tempranas. El hallazgo demuestra que la así llamada "edad de la
razón" no se alcanza a los 18 años, como generalmente se cree, sino
bastantes años después y suele depender del individuo en concreto y también de
su sexo. Los resultados de la investigación pueden explicar científicamente,
entre otras cosas, por qué hay cuatro veces más accidentes de tránsito
protagonizados por jóvenes que por adultos.
Según Giedd al margen de la inteligencia y las
características de género un entorno enriquecido y unas actividades
estimulantes pueden favorecer la maduración de la corteza prefrontal y de las
capacidades autorregulatorias, pero también habría que destacar el papel del
afecto parental durante la infancia y la adolescencia.
Son numerosos los trabajos científicos, en los
que se confirma la relación existente entre la negligencia parental y la falta
de afecto en la infancia, y una mayor incidencia en etapas posteriores de
problemas relacionados con el escaso autocontrol. Es bastante probable que las
carencias afectivas impidan un desarrollo adecuado de la corteza prefrontal, lo
que favorecería los comportamientos imprudentes, antisociales o las adicciones.
¿ A qué edad madura el cerebro humano ?
Un estudio
del Instituto de Neurociencia Cognitiva de Londres, realizado en abril 2011, sugiere
que el cerebro continúa desarrollándose después de
la infancia y la pubertad y que no está totalmente maduro hasta que superamos los 30 años, e
incluso no alcanza su
plenitud hasta cumplir los 40. Los hallazgos contradicen teorías
previas que apuntaban a una maduración cerebral mucho más temprana.
Los resultados de la investigación sugieren que el córtex prefrontal es la zona que experimenta un período de desarrollo más prolongado. Esta región cerebral es importante para funciones cognitivas superiores como la planificación y la toma de decisiones. Además, desempeña un papel clave en el comportamiento social, la empatía y la interacción con otros individuos, y en él residen algunos rasgos de la personalidad.
Las imágenes de resonancia magnética tomadas a
participantes de diversos estudios muestran que la zona del córtex continúa
cambiando hasta que las personas alcanzan los 30 años de edad y, en algunos
casos, incluso los 40 años. En opinión de los científicos, esta región comienza
a cambiar durante la primera infancia, luego se reestructura al final de la
adolescencia y tras esto no se detiene sino que sigue cambiando.
El cortex prefrontal
Los mamíferos modernos, los primates, y algunos
cetáceos tienen un cerebro mucho más desarrollado que los mamíferos primitivos,
por lo cual, además de los sentimientos, manejan un proceso de mayor
entendimiento, que está directamente relacionado con el desarrollo de la
corteza cerebral, donde se encuentra uno de los mayores desarrollos del cerebro
dentro de la escala evolutiva.
El Sistema Neocortical o neo-corteza, específicamente su región frontal, es el lugar donde se llevan a cabo esos procesos intelectuales superiores y nos capacita para adquirir conocimientos, desarrollar sociedades, culturas y tecnologías. La mayor parte de la corteza cerebral de los animales está comprometida con las funciones sensoriales y motoras, en el hombre sucede lo contrario: la mayor parte de su cerebro no está comprometida, sino que está disponible para la realización de un futuro no programado. La neocorteza se convierte en el foco principal de atención en las lecciones que requieren generación o resolución de problemas, análisis y síntesis de información, del uso del razonamiento, el pensamiento crítico y creativo.
Los estudios nos demuestran que esta zona
cerebral tan ligada al razonamiento resulta ser la última en madurar.
No todos los cerebros maduran al mismo ritmo
Cuando se habla de madurez en términos
absolutos, el tiempo desempeña un papel fundamental porque, al nacer, el ser
humano no posee tantas neuronas ni conexiones sinápticas como al llegar a la
edad adulta. Tampoco posee la experiencia vital necesaria para rellenar con
información esas neuronas y modelar las sinapsis que le permiten pensar sobre
ese entorno que ha conocido a través de la experiencia vital. La madurez
psicológica es un proceso continuo, la persona no alcanza la madurez en un
momento dado, es un proceso gradual.
Sin embargo, la madurez, como la inteligencia,
puede variar mucho de un individuo a otro y eso hace que a veces una persona
más joven tenga un comportamiento más maduro que otra de mayor edad. Nadie nace
maduro. Nuestras experiencias, nuestra inteligencia, nuestra condición sexual y
la manera como nuestros padres nos criaron contribuyen en la forma en que se
configura nuestro carácter y desarrollo emocional.
Una persona madura emocionalmente es un sujeto
estable, que tolera la frustración, acepta la responsabilidad de sus propios
actos sin escudarse en excusas o que tiene la suficiente amplitud mental para
escuchar reflexivamente la opinión de otros. Para disponer de esa madurez
emocional es imprescindible que nuestro neocortex cerebral tenga un adecuado
grado de desarrollo.
Todas estas evidencias que nos ofrece la neurociencia
nos confirman por tanto que nuestro cerebro continúa desarrollándose después de
la infancia y pubertad, y no está 100% "hecho" hasta que uno supera
ampliamente los 30 años. Y de momento todas estas evidencias ya han propiciado,
por poner solo un ejemplo, que los psicólogos del Reino Unido hayan
"retrasado" la edad de finalización de la adolescencia a los 25 años
de edad, a efectos de determinar la manera de administrar tratamientos a los
jóvenes.
Los últimos hallazgos podrían explicar por qué algunos
adultos a veces actúan como adolescentes, sufriendo rabietas o cambios de ánimo
bruscos cuando no logran salirse con la suya. También explicaría por qué
algunas personas tienen dificultades para decidir, planificar y perseverar en
las tareas que inician. Estas habilidades se conseguirían una vez que el
cerebro se encuentre completamente maduro.
El cerebro madura tras los 30
Leah Somerville, neuróloga de la Universidad
de Harvard en un artículo publicado
en la revista Neuron de diciembre
2016, explica de manera
detallada este enigma: ¿cuándo el cerebro ya es algo definitivo?, ¿cuándo está
terminado su desarrollo?

Eventualmente, esta reorganización se
ralentiza, una señal de que el cerebro está madurando. Pero sucede a diferentes
ritmos en diferentes partes del cerebro y a distintas edades. El desarrollo en
el lóbulo occipital, en la parte posterior del cerebro, disminuye a los 20
años. En el lóbulo frontal, en la parte frontal del cerebro, se están formando
nuevos vínculos a los 30 años, o incluso más. Esto desafía la noción de lo que
un cerebro 'terminado' realmente significa.
Si nuestro cerebro cambia a nivel anatómico, su
actividad también cambia. En
los niños, las regiones cerebrales vecinas suelen trabajar a la vez.
Pero en la edad adulta, son las regiones más separadas las que acaban
sincronizándose. Según los neurocientíficos, esta armonía “a larga
distancia” permitiría que el cerebro adulto trabaje de forma más eficiente y
sea capaz de procesar más información.
Las diferencias entre el cerebro adolescente y
el cerebro adulto
A pesar de todo, el desarrollo de estas redes
neuronales a larga distancia siguen siendo un misterio, y no se sabe cómo influyen en el comportamiento
humano. De hecho, algunos niños poseen ya este tipo de redes neuronales propias
del cerebro adulto, pero siguen siendo niños.
Por su parte, el cerebro adolescente es capaz
de llevar a cabo pruebas de cognición tan bien como el cerebro adulto.
Asimismo, las emociones de un adolescente son demasiado intensas, y pueden
conllevar una caída en dichas pruebas. El problema, sugieren los
investigadores, es que el cerebro
adolescente aún no posee un sistema cerebral fuerte para mantener las emociones
a raya.
Pero eso no es todo, y es que se sabe que
existen adultos jóvenes (entre 18 y 25 años) que siguen sin poseer un sistema
cerebral propio del cerebro adulto capaz de mantener las emociones a raya, lo
que les convierte en “adolescentes” a nivel cerebral.
La desconocida maduración del cerebro humano
La
maduración cerebral puede ser un problema debido a su largo proceso, y
su diversidad según cada persona. A nivel político, por ejemplo, se ha
propuesto reducir la edad de voto a los 16 años. Sí, es cierto que a nivel de
razonamiento lógico a dicha edad el cerebro adolescente y el cerebro adulto son
similares, pero en política las emociones tienen una potente influencia
(incluso en los adultos).
Somerville sugiere que se necesita más investigación acerca de la maduración y desarrollo
del cerebro adulto, con estudios de seguimiento a gran escala hasta los 20 años
o más. No es suficiente hacer comparaciones puntuales entre diferentes personas
mediante pruebas de imagen cerebral, se necesitan ver esos cambios con el
tiempo.
Como demuestran los datos científicos más
recientes, el cerebro es un sistema muy complejo y su maduración no se da igual
en todas las personas.
El cerebro puede seguir fabricando neuronas
durante toda la vida
Según un artículo de investigadores de la
Universidad Princeton, publicado en la revista Trends in Cognitive Sciences
de febrero 2015, se descubrió
que el cerebro adulto sigue fabricando neuronas en el hipocampo, región
cerebral relacionada con el aprendizaje y la memoria, hasta la muerte del
individuo. Lo que todavía no se sabe exactamente es cómo y por qué nacen esas
nuevas células nerviosas.
De acuerdo a las investigaciones realizadas con
ratones de laboratorio está cada vez más claro que las experiencias
estresantes, como la falta de sueño, el rechazo social o la exposición a los
olores de depredadores, disminuyen el crecimiento de células nerviosas en el cerebro
de los mamíferos. Y al contrario, las vivencias agradables, como el
apareamiento o el ejercicio físico, estimulan la neurogénesis.
Esta disminución en la producción de neuronas puede llegar a manifestarse en diversos
trastornos como son la dificultad para recordar o aprender a moverse por
diferentes entornos, tal como sucede con el Alzheimer en los humanos.
En realidad, el freno a la neurogénesis por el
estrés incrementa las opciones de supervivencia, ya que se inhibe la conducta
exploratoria en aras de la seguridad del individuo. Por su parte, el aumento de
número de células nerviosas por gratificación reduciría la ansiedad y mejoraría
la capacidad de aprendizaje y exploración, factores imprescindibles para
alcanzar el éxito reproductivo. Sin embargo, cuando los niveles de tensión
emocional son demasiado elevados y continuados, se produce una respuesta contraproducente:
la interrupción de la fábrica de
neuronas puede producir trastornos de ansiedad y depresión.
El aumento de número de células nerviosas por
gratificación reduce la ansiedad y mejora
la capacidad de aprendizaje y exploración, ambos, factores imprescindibles
para la reproducción de la especie.
Otro hallazgo de los experimentos es que los
ratones con mayor estatus social producen más células nerviosas que los
subordinados, lo que puede ser extrapolado a las relaciones sociales entre
humanos.
El ritmo de producción de las nuevas neuronas
ha creado puntos de discusión entre los científicos sobre si estas neuronas que
se generan durante la vejez son fabricadas continuamente en caso de ser
necesarias en el futuro o solo bajo ciertas circunstancias como las mencionadas
con anterioridad.
A pesar de que estos experimentos fueron hechos
con ratones, los resultados encontrados nos muestran que los humanos tienden a
responder del mismo modo ante estímulos similares a lo largo de su vida.
Cada día nacen 1.400 nuevas neuronas en el
cerebro
Un equipo de científicos del Instituto Médico
Karolinska (Suecia), cuyo estudio fue publicado en la revista Cell de junio 2013, ha diseñado una
técnica basada en la medición de carbono
14 para determinar cuántas células se generan al día en el cerebro
humano.
Para llevar a cabo su estudio, los
investigadores han desarrollado un curioso método. Durante los años 50, en
plena Guerra Fría, las pruebas nucleares produjeron un incremento de carbono 14
en la atmósfera. A través de la fotosíntesis, este carbono se incorporó a los vegetales y de ahí se extendió por toda
la cadena trófica. Años después, las pruebas nucleares cesaron y los
niveles de carbono 14 volvieron a ser más bajos. Cuando las células duplican
sus cromosomas, este carbono 14 queda integrado en el genoma, y por tanto
constituye un marcador único que indica la edad de dichas células.
Los investigadores analizaron por
espectrometría de masas el carbono 14 de células del hipocampo adulto, y
llegaron a la conclusión de que cada día se producen unas 1.400 neuronas nuevas
en nuestro cerebro, y esta tasa va disminuyendo a medida que se envejece.
Durante mucho tiempo se pensaba que nacemos con
un número determinado de células cerebrales, y que es imposible generar nuevas neuronas
después de nacer, después se empezó a pensar que existe cierta tasa de renuevo,
pero no se sabía en qué cantidad, ni su importancia para la función cerebral.
En este estudio los científicos han
proporcionado pruebas de que existe
neurogénesis en el hipocampo durante toda la vida, lo que sugiere que
las nuevas neuronas pueden contribuir a la función del cerebro humano.
El cerebro nunca deja de crecer
Un equipo de neurólogos de la Universidad de
Columbia (EE. UU.) en un estudio, publicado en la revista Cell Stem de abril 2018,
ha descubierto que el cerebro no deja de crecer, un hallazgo que podría ayudar
a tratar enfermedades degenerativas como el Alzheimer.
Anteriormente, los investigadores creían que el
cerebro no desarrollaba ninguna célula nueva después de la infancia, por lo que
es mucho más difícil para los adultos adquirir nuevas habilidades o aprender un
idioma extranjero, por ejemplo.
Estudios más recientes sugirieron que si se
hiper-estimulaban zonas específicas del cerebro, se podían formar nuevas
células. Sin embargo, en este estudio se ha concluido que se forman miles de
nuevas células cerebrales o neuronas todo el tiempo, incluso cuando las
personas son muy mayores. En el cerebro de un adolescente se
encuentran tantas neuronas nuevas como en el de un anciano. Es decir, nunca se
dejan de fabricar.
Hasta hace no mucho se creía que el alcohol y otras sustancias mataban las
neuronas. Los nuevos estudios han demostrado que las pueden dañar, pero no
acaban con ellas. De hecho, ahora se sabe que nuestro cerebro nunca deja de crecer y de fabricar neuronas
nuevas. Estas neuronas se estarían creando en todo momento, incluso ahora mismo
en nuestro propio cerebro.
Las sinapsis del cerebro
Según estos resultados, las capacidades perdidas según la edad no estarían
relacionadas con la falta de neuronas que mueren, sino con los fallos de estas
células cerebrales para comunicarse entre sí.
Es decir, que las neuronas del hipocampo humano están naciendo siempre,
tanto si somos más jóvenes como si somos muy mayores. Sin embargo, la mala vascularización de los organismos
ancianos impide que las neuronas nuevas establezcan buenas conexiones.
Y ahí radica la importancia de este descubrimiento. Ahora, puede ser más
fácil descubrir las causas que provocan las demencias, de manera que será mucho
más sencillo evitar que ocurran. Este avance llega en buen momento, puesto que
el progreso de las enfermedades neurodegenerativas no deja de aumentar.
Por eso, este experimento, que observó el hipocampo en individuos entre 14
y 79 años de edad muertos de forma repentina es tan importante. Entre los
individuos, no había episodios de depresión o deterioro cognitivo. En todos sus
cerebros se observó que la formación de neuronas no se había detenido, de
hecho, se habían fabricado nuevas hasta el último momento. La única diferencia
era que en los ancianos los vasos sanguíneos nuevos eran menos numerosos entre
las estructuras cerebrales, y tenían muchas menos células progenitoras, es
decir, células madre que se terminan por convertir en neuronas jóvenes.
Obviamente, este nuevo descubrimiento tiene unas implicaciones fantásticas
en la medicina. Ahora se podrían tratar con mucha más eficacia enfermedades
neurodegenerativas como el temido Alzhéimer.
La parte del cerebro que no madura hasta los 36
años
Un equipo de la Universidad McMaster (Hamilton,
Canadá), en un estudio publicado en The
Journal of Neuroscience de mayo 2017, ha descubierto que la corteza visual
primaria no finaliza su madurez cuando tenemos cinco o seis años, como se
pensaba, sino que está evolucionando hasta los 36 años de vida,
aproximadamente. Esta corteza primaria es la primera región cerebral que procesa la información visual, y que
luego la deriva a una veintena de zonas más especializadas.
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Corteza visual primaria no madura hasta los 36 años |
La importancia de la plasticidad
En la investigación se analizaron muestras de
cerebro de 30 personas fallecidas entre las horas de vida y los ochenta años. Los
investigadores descubrieron que un grupo de proteínas – llamadas
glutamatérgicas – está activo durante una buena parte de la vida, y que no se “apagan”
en la infancia. Una de sus funciones es regular el fenómeno de la plasticidad
sináptica, puesto que son capaces de reforzar o debilitar las sinapsis
(conexiones) entre neuronas. Gracias a esto, los millones de células de esa
zona del cerebro pueden cambiar el modo como están “cableadas”. Al menos hasta
los 36 años de vida, con un margen, por arriba y por abajo, de cuatro años y
medio.
Incluso una zona sensorial primaria, que es la
primera parte de la corteza que procesa la información visual, está cambiando y desarrollándose durante toda
la vida. Sufre una serie de cambios orquestados, que probablemente
responden a cambios que ocurren en la percepción visual.
Todo esto quiere decir que, incluso una zona cerebral
con una función básica, y no muy especializada, es flexible y está en
desarrollo durante décadas, lo que se traduce, a su vez, en que la visión
humana no deja de evolucionar hasta bien entrada la tercera década de vida.
Tratamientos específicos para cada persona
Tal como averiguaron los investigadores, los
niveles de activación de las proteínas glutamatérgicas van cambiando con el
paso de los años. Esto tiene importancia a la hora de buscar tratamientos para
dolencias relacionadas con la visión. Por ejemplo, los autores han recordado
que los tratamientos para la vista cansada siempre se han diseñado teniendo en
cuenta que solo los niños pueden beneficiarse de terapias correctivas, porque
se considera que el cerebro de los adultos ya no puede responder. Pero sus
avances podrían llevar a que esto se reconsiderase.
Otras dolencias podrían beneficiarse de esta
investigación: Desórdenes visuales relacionados con el envejecimiento o la
diabetes, el glaucoma o la degeneración macular quizás podrían tener un mejor
tratamiento teniendo en cuenta este descubrimiento. El reto es poder traducir
este conocimiento en tratamientos
efectivos para cada persona y dirigidos a un blanco concreto.
El siguiente paso que tomará el equipo será
analizar el desarrollo de regiones relacionadas con en el reconocimiento de
caras o emociones, para tratar de comprender su desarrollo y su forma de
especializarse con el paso de los años.
Los científicos cada vez están más seguros de que
el cerebro es un órgano plástico en
constante evolución. De hecho, poco a poco van constatando que esta
flexibilidad no está reservada para los niños ni los jóvenes: el cerebro adulto
también es capaz de adaptarse a grandes cambios, como puede ser aprender a leer o
descubrir un nuevo idioma.
El epigenoma del cerebro cambia del nacimiento
a la adolescencia
Investigadores del Programa de Epigenética y
Biología del Cáncer del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Barcelona),
en un artículo publicado en Science de
julio 2013, descubren que el córtex frontal – la parte del cerebro responsable
de la conducta y la adquisición de nueva información de las personas – experimenta un importante cambio desde el nacimiento hasta la finalización de
la adolescencia: su epigenoma – conjunto de señales químicas que se encarga de
encender o apagar los genes del ADN – se transforma.
El estudio se ha basado en el análisis del epigenoma de recién nacidos, jóvenes de 16 años y adultos de 25 y 50 años en Estados Unidos y en Cataluña. El descubrimiento demuestra que una de estas señales epigenéticas, denominada metilación del material genético, se incrementa progresivamente hasta llegar al final de la adolescencia y la entrada a la etapa adulta. De ahí que se produzcan cambios de comportamiento desde que somos bebés hasta la adolescencia.
Los resultados del estudio revelan que esta
metilación del ADN es clave en la formación de los espacios de comunicación
entre neuronas (sinapsis). La metilación del ADN en las neuronas es diferente a
la del resto de las células de nuestro cuerpo. Los investigadores explican que
si la normal se llama 5-mCG, ésta se llama 5-MCH: esto es como poner un acento
abierto o cerrado a una palabra, en este caso a un gen, para cambiarle su
significado.
Este descubrimiento podría tener una
importancia profunda en el conocimiento de la biología del cerebro porque
además de explicar la plasticidad de este órgano ante el aprendizaje y las
experiencias vitales, puede ser decisivo para entender las causas de las
alteraciones de la conducta y de las enfermedades psiquiátricas.
Ahora, hay que investigar si pequeñas
alteraciones en el programa de metilación del ADN en el desarrollo postnatal
podrían estar relacionadas con desórdenes de neurodesarrollo como el autismo o
la esquizofrenia.
* *
*
Cuidar el cerebro en
las diferentes etapas de la vida para prevenir su deterioro
En esta etapa es cuando se produce un mayor
crecimiento de células cerebrales y se desarrollan más sinapsis, por esto los
niños tienen una gran capacidad de aprendizaje. Es la etapa ideal para aprender
una lengua nueva, por ejemplo. No obstante durante estos años también puede
haber un mayor riesgo de epilepsia y autismo, posiblemente, debido a una
“sobrecarga” de sinapsis activas.
Es importante enseñar a los niños a adquirir
buenos hábitos que contribuirán a proteger su cerebro durante el resto de sus
vidas: desayunar bien, incorporar a la dieta frutas y alimentos que contengan
colina – un nutriente fundamental para el desarrollo del cerebro, la memoria y
la transmisión del impulso nervioso –; dormir las horas necesarias para
fortalecer las conexiones entre los hemisferios, lo que ayuda al cerebro a
madurar; aprender música; hacer ejercicio y utilizar un casco para proteger la
cabeza cuando realicen actividades que pueden provocar una caída.
En la adolescencia
Esta etapa es una de las más importantes para
el desarrollo del cerebro: por un lado, produce mucha mielina – una proteína
esencial que envuelve y protege los axones de ciertas células nerviosas y cuya
función principal es la de aumentar la velocidad de transmisión del impulso
nervioso – pero, por otro, las vías de mielina se desarrollan más hacia las
áreas cerebrales que desencadenan la toma de riesgos, la emoción y la
sexualidad que hacia las áreas de funciones como el razonamiento, el juicio y
el control de los impulsos. El riesgo de una adicción es alta. Igualmente, el
consumo reiterado de alcohol durante estos años tiene efectos duraderos en la
parte del cerebro relacionada con la memoria y el aprendizaje.

También es fundamental vacunarse contra la
meningitis y evitar cualquier conmoción cerebral, ya que una lesión en la
cabeza, producida, por ejemplo, al realizar deporte, puede causar cambios en el
pensamiento, la memoria y el lenguaje, así como conducir a epilepsia,
enfermedad de Parkinson y otras enfermedades neurológicas.
En la edad adulta
Las diferentes áreas del cerebro se
interconectan todavía más y se alcanza la velocidad máxima de comunicación del
cerebro. Aunque es una etapa de estabilidad para su desarrollo, también se
trata de una etapa en la que solemos enfrentarnos a mucho estrés. El estrés
crónico puede afectar al cerebro aumentando el riesgo de demencia, también
puede ocasionar el envejecimiento de nuestras células y muchas toxinas en el
cerebro, incluyendo las que conducen a la enfermedad de Alzheimer.
Hacer ejercicio (sobre todo, aeróbico y varias
veces a la semana) también activa una molécula que favorece la supervivencia de
las neuronas y reduce el riesgo de los accidentes cerebro-vasculares. Es
recomendable hacerlo al aire libre: nos ayudará a mantener los niveles
adecuados de vitamina D y, por tanto, a evitar la depresión y mejorar la
calidad del sueño.
Fumar no solo aumenta el riesgo de un accidente
cerebrovascular, sino que puede causar adelgazamiento de la corteza cerebral,
adelgazamiento que afecta al lenguaje, la percepción y la memoria.
La dieta mediterránea es fundamental para
disfrutar de una buena salud. Hay algunos alimentos que parece que tienen un
efecto protector: los que son ricos en polifenoles, vitamina K y Omega 3.
Las relaciones sociales positivas contribuyen a
generar neurotransmisores, además de fortalecer nuestro sistema inmunitario y
disminuir la ansiedad, el riesgo de depresión y de problemas cardíacos. Además,
las relaciones familiares y de amistad de calidad (apoyo social) también
contribuyen a proteger nuestro cerebro de la demencia.
La estimulación intelectual es otra forma de
proteger nuestro cerebro contra el deterioro cognitivo: incorporar lecturas,
estudiar un idioma nuevo, hacer algo diferente con cierta frecuencia, etc. Lo
importante es que suponga un reto para nuestro cerebro.
Una persona madura es
capaz de auto gestionarse, responsabilizarse de sus actos, adoptar
diferentes perspectivas,
ser crítico tanto con el mundo como consigo mismo y ser capaz de
adaptarse a
las situaciones y responder a las demandas de la realidad. A la madurez se
llega en gran medida gracias a las vivencias que cada persona tiene a lo largo
de su desarrollo,
a la vez que dicho desarrollo depende también en gran medida
de aspectos biológicos que lo permiten.
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