septiembre 29, 2024

El Covid-19 Afecta el Cerebro y el Cociente Intelectual de las Personas que Fueron Infectadas



El COVID se convierte en otro factor de riesgo en la aparición de la demencia


En los primeros días de la pandemia Covid-19 causada por el coronavirus SARS-CoV-2, las personas que aparentemente se habían recuperado de la fase aguda de la infección se quejaron de estar afectadas por una especie de “niebla cerebral”. Descrita por los pacientes como una sensación de lentitud mental, confusión o falta de claridad intelectual, esta afección no tardó en revelarse como un importante problema de salud.

Cuatro años después, está científicamente demostrado que la infección por el SRAS-CoV-2 puede afectar a la salud de nuestro cerebro de diversas maneras. Además de la niebla cerebral, la enfermedad puede provocar otros muchos trastornos: dolores de cabeza, convulsiones, derrames cerebrales, trastornos del sueño, hormigueos y parálisis, así como diversos problemas de salud mental.


Cómo el Covid-19 deja huella en el cerebro




A conyinuación es lo que saben los investigadores sobre cómo puede afectar al cerebro la infección por el coronavirus SARS-CoV-2, basándose en los trabajos científicos más sólidos publicados hasta la fecha sobre el tema:

* Análisis epidemiológicos a gran escala han demostrado que las personas que han padecido Covid-19 tienen un mayor riesgo de sufrir déficits cognitivos como problemas de memoria;

* Estudios de imagen realizados en personas antes y después de la infección por SARS-CoV-2 revelan una reducción del volumen cerebral y una alteración de la estructura cerebral tras la infección;

* Un estudio de personas con Covid-19 de leve a moderada mostró una inflamación cerebral prolongada y cambios que se estima corresponden a siete años de envejecimiento cerebral normal;

* En los casos en que la infección por SARS-CoV-2 conduce a una forma grave de la enfermedad que requiere hospitalización o cuidados intensivos, el resultado puede ser mucho más grave: los déficits cognitivos y otros daños cerebrales pueden ser equivalentes a 20 años de envejecimiento normal;

* Experimentos de laboratorio realizados en organoides cerebrales humanos o murinos (ratones) – conjuntos de células diseñados para emular ciertos aspectos de la función cerebral – han revelado que la infección por el SARS-CoV-2 desencadena la fusión de células cerebrales. Estos cambios cortocircuitan la actividad eléctrica del cerebro, comprometiendo ciertas funciones cerebrales;

* Las autopsias de personas que habían sufrido una forma grave de Covid-19 pero fallecieron posteriormente por otra causa han demostrado que el virus seguía presente en el tejido cerebral meses después de la infección. Esto demuestra que el SARS-CoV-2 no es sólo un virus respiratorio. Lejos de atacar únicamente las vías respiratorias, también puede penetrar en otros órganos, incluido el cerebro en algunos individuos. Sin embargo, los científicos aún no saben si la persistencia del virus en el cerebro es directamente responsable de algunos de los problemas observados en las personas que han padecido la enfermedad;

* Otros estudios han demostrado que incluso cuando la infección es benigna” y el virus permanece confinado principalmente en los pulmones, puede causar inflamación en el cerebro y alterar la capacidad de regeneración de las células cerebrales.

* Covid-19 también puede alterar la barrera hematoencefálica, haciéndola porosa. Se trata del escudo que protege el sistema nervioso central – el cerebro y la médula espinal –. En los pacientes hospitalizados tras la administración de Covid-19 y que sufrían niebla cerebral, los análisis de imágenes han puesto de manifiesto estos problemas;

* Un análisis preliminar a gran escala en el que se combinaron datos de 11 estudios diferentes – con un total de datos de casi un millón de personas que habían recibido Covid-19 y más de 6 millones de individuos no infectados – mostró que Covid-19 aumentaba el riesgo de desarrollar demencia en personas mayores de 60 años.

Pérdida del cociente intelectual

Más recientemente, investigadores evaluaron diversas capacidades cognitivas, como la memoria, la capacidad de planificación y el razonamiento espacial, en casi 113.000 personas que habían padecido Covid-19. Sus resultados, publicados en el New England Journal of Medicine, revelaron que estos pacientes mostraban déficits significativos en la memoria y el rendimiento en tareas ejecutivas.

Este deterioro se observó no sólo entre las personas infectadas al inicio de la pandemia, sino también entre las que enfermaron cuando circulaban las variantes delta y omicron. Esto último indica que el riesgo de deterioro cognitivo no disminuyó a medida que el virus pandémico inicial evolucionó de la cepa ancestral a la variante omicron.

Se demostró un deterioro cognitivo equivalente a una pérdida de tres puntos del cociente intelectual (CI) en personas que habían contraído formas leves de Covid-19 y en las que la enfermedad se había curado sin complicaciones. En comparación, los pacientes con síntomas no resueltos, como disnea persistente o agotamiento, perdieron seis puntos de CI. Los individuos que habían sido ingresados en una unidad de cuidados intensivos perdieron nueve puntos de CI. La reinfección por el virus contribuyó a una pérdida adicional de dos puntos de CI, en comparación con las personas que no se habían reinfectado.

Cociente intelectual. Para poner en perspectiva los resultados de estos estudios, el CI medio ronda los 100 puntos. Las personas superdotadas suelen tener un CI superior a 130, mientras que un CI inferior a 70 indica la existencia de una discapacidad intelectual que justifica un apoyo social importante. Según estas cifras, un cambio de tres puntos a la baja en el CI aumentaría el número de adultos estadounidenses con un CI inferior a 70 de 4,7 millones a 7,5 millones. En otras palabras, el número de adultos con un nivel de deterioro cognitivo que se considera que requiere un apoyo social significativo podría aumentar en 2,8 millones.

Posibles implicaciones graves

En conjunto, los resultados de estos estudios indican que el Covid-19 supone un grave riesgo para la salud cerebral, incluso cuando la enfermedad se encuentra en una forma “leve”. Parece que las consecuencias de esta situación empiezan a notarse a nivel poblacional.

En Estados Unidos, por ejemplo, se ha evaluado la capacidad de recordar, concentrarse o tomar decisiones en el marco de la Current Population Survey (CPS), una encuesta mensual de hogares estadounidenses realizada por la Oficina del Censo. El resultado: en comparación con los 15 años anteriores a la aparición del SRAS-CoV-2, desde la pandemia un número considerable de encuestados ha declarado tener serias dificultades en estos ámbitos. Nada menos que un millón de estadounidenses en edad laboral están afectados, y lo más preocupante es que esta situación afecta sobre todo a adultos jóvenes, de entre 18 y 44 años.

Los datos de la Unión Europea revelan una tendencia similar: en 2022, el 15% de los encuestados que vivían en la UE afirmaron tener problemas de memoria y concentración.


Niebla mental post COVID-19 en niños y adolescentes – Impacto en su aprendizaje



Las secuelas del COVID-19 se han descrito, mayoritariamente, en adultos. Sin embargo, con las nuevas olas de contagio, los niños y los adolescentes empezaron a mostrar que las consecuencias de la enfermedad también los afectan. Recientemente, en las aulas europeas han comenzado a detectar que los chicos también padecen “niebla mental”. con lo cual su aprendizaje se posiciona como un desafío para los docentes.

Según los expertos aún no existen datos certeros sobre cuál es su incidencia en los más jóvenes, aunque advirtieron que esta patología se suma a las consecuencias del aislamiento decretado por la pandemia en varias naciones. Incluso, destacaron que esta situación podría convertirse en un punto de inflexión para que las escuelas evalúen cómo captar la atención de los chicos en medio de un mundo cambiante.

¿Cómo detectar la niebla mental en los niños y adolescentes?

Cada día un nuevo síntoma o secuela se suma a la larga lista con la que cuenta el COVID-19. Algunas se había centrado casi exclusivamente en los adultos, una de ellas era la denominada “mental fog“ (niebla mental). Esta patología está descrita, principalmente, en los casos de long COVID o COVID prolongado. Es decir cuando los síntomas de la enfermedad persisten, entre uno y tres meses, después de la infección.


Niebla mental


Es un término que se usa para describir un conjunto de síntomas relacionados con secuelas producidas por el COVID-19 y que, fundamentalmente, están vinculadas a la parte cognitiva, a la dificultad para concentrarse y a los trastornos en la memoria, los cuales se combinan con secuelas orgánicas y físicas.

La niebla mental, que es esa sensación de confusión mental, está descrita sobre todo en adolescentes y se puede expresar como una falta de concentración, una afectación de la memoria a corto plazo, que también puede presentarse junto a la fatiga, el cansancio, la ausencia de ganas, los cambios del humor, falta de apetito o inclusive insomnio, con lo cual pueden estar asociados a esta sintomatología; ya que todos estos síntomas repercuten también en la capacidad de concentración.

Es un término que también se asocia algunas otras patologías, no solo al post COVID-19. No hay un porcentaje o una incidencia en pacientes pediátricos, pero se sabe que viene afectando a una gran parte de la población.

Esta patología, según los científicos, generalmente se detecta en pacientes de mediana edad, aunque también se registran casos en niños y adolescentes. No está muy clara la causa. A veces se especula con la persistencia del virus, aunque si ocurre después del síndrome inflamatorio multisistémico, esta tormenta inflamatoria que se presenta en algunos adolescentes, se estima que puede ser responsable de la persistencia de los síntomas.

El diagnóstico es clínico y para detectarlo el médico clínico o el pediatra de cabecera deben revisar a los chicos y, mediante pruebas de laboratorio, descartar, por ejemplo, anemia porque muchos de estos síntomas también pueden asociarse con esa enfermedad.

Cuando se trabaja con chicos con problemas de atención o de memoria, el pediatra está muy atento a su etapa de aprendizaje y rápidamente busca aliarse con una psico-pedagoga o un psicólogo para poder actuar sobre esa alteración. Generalmente, el comienzo de la consulta es por un dato familiar, alguna alteración en el comportamiento o algún comentario desde el colegio, en ese momento se hace una evaluación neuro-psicológica o neuro-cognitiva para conocer el tipo de alteración y ayudarlo.

La atención, la memoria y la concentración como construcciones del desarrollo

Los expertos advierten que la atención, la memoria y la concentración son factores cognitivos que se desarrollan desde el nacimiento. Se construyen en el crecimiento y las relaciones sociales.

En el desarrollo cognitivo, fundamentalmente la formación de neuronas y las conexiones neuronales, tienen mucha incidencia los primeros tres años de vida, los famosos primeros 1000 días. Por la gran cantidad de patologías que pueden aparecer en los niños pequeños, se puede confundir un deterioro en la concentración, la atención o la memoria con eventos fisiológicos propios y secundarios al COVID-19.

Las funciones de la atención y la memoria se van desplegando a lo largo de la vida. Son sistemas funcionales que se van armando en función de estímulos, del trabajo, el contexto y las relaciones.

La niebla mental post COVID también puede estar influenciada por muchas circunstancias, como son, por ejemplo, los temores que se vivieron mientras la enfermedad estaba presente. Entonces no es tan fácil decir si es una consecuencia directa o si es la única causa.

Hablar de disfunción implica hablar de un mal funcionamiento, pero con la pandemia hubo un cambio en la sistematicidad escolar. En 2020 hubo una escuela online o virtual y luego progresivamente se fue a la presencialidad, pero se han modificado tanto la forma como las propuestas. Se hizo una selección de contenidos, se priorizaron formas y maneras de abordarlos y esto influyó, también, en la atención o la memoria.

La pandemia, como “evento inesperado e inexplicable”, también se posicionó como una alteración para estas funciones cognitivas. ‘Estar ‘encerrados’ durante meses era impensado y esto generó temor al entorno y a volver a una vida hacia el exterior. Con lo cual se afecta la atención y la concentración porque ese niño o adolescente piensa en cómo defenderse y no en aquello que el docente le está ofreciendo. Para poder aprender tienen que estar tranquilos.


Tratamiento o acompañamiento: un nuevo desafío frente a la niebla mental post COVID-19

Los especialistas advirtieron que esta patología no cuenta con un tratamiento farmacológico, sino que es necesario desplegar un fuerte acompañamiento por parte de los expertos, las familias y la escuela. Una vez hecho un diagnóstico por pruebas formales, uno puede buscar especialista idóneos.

La niebla mental puede afectar el aprendizaje, porque para aprender hay que estar atento, con ganas y motivado. Por eso los pediatras deben estar atentos para detectar este comportamiento, además de los padres y los docentes, para trabajar multidisciplinariamente.

No hay un tratamiento específico efectivo. Se pueden registrar mejoras cuando se fomenta una vida sana: un descanso de al menos 8 horas diarias; una alimentación saludable; hacer actividad física y limitar las pantallas.

En tanto, las alteraciones en la memoria y la atención no se centran solamente en una patología, sino que también están relacionadas con el sistema de educación que se brinda en las escuelas, más aún luego de que las aulas se mudaron a las pantallas hogareñas.

La pandemia generó un antes y un después. Pareciera que hay que volver a lo anterior, pero antes también había situaciones que no eran acordes a la niñez y la adolescencia. La escuela tiene que reflexionar sobre la calidad educativa y la cantidad de conocimiento que se brinda a los niños. La escuela, muchas veces, está muy apurada en dar contenido y pierde de vista que un contenido puede revisarse en distintos años porque es un proceso que se extiende en el tiempo.

Los especialistas afirmaron, además, que no se debe evaluar a la niebla mental o la disfunción de atención como un eje central sin ubicarlo en un contexto porque quedarían soluciones parciales. Padres y docentes deben estar atentos no solo para ver esta situación, sino también para acompañarlos y conectar con ellos. No de un punto de vista patológico, que tiene que ver con medicación, sino de un punto de escucha y  acompañamiento, porque sino a esta situación se les suma la angustia.

Hoy los niños no son similares a los de hace 30 o 40 años y no todos los niños pueden tener esta patología, por eso se debe hablar de un problema que abre preguntas y nos involucra como sociedad porque se han modificado las rutas cognitivas y cuando uno presta atención necesita que el otro le devuelva esa atención. No solo en las escuelas, sino también en la vida familiar y social.

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Sin embargo, aunque ahora existen numerosas pruebas de que el SRAS-CoV-2 deja su huella indeleble en nuestro cerebro, aún no se han determinado las vías específicas por las que lo hace, y todavía no se han desarrollado tratamientos curativos. Pero la investigación científica continúa, y recientemente dos nuevos estudios publicados en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine explican los profundos efectos del Covid-19 en la salud cognitiva.


Cognición y memoria después del covid-19 en una gran muestra comunitaria



Investigadores del Imperial College de Londres (ICL) en un estudio, publicado en la revista New England Journal of Medicine en febrero 2024, decidieron evaluar el funcionamiento cognitivo entre adultos que experimentaron COVID-19.

Según señalan los autores, desde 2020 se comenzaron a reportar ciertos déficits cognitivos asociados al COVID-19. En estos primeros casos se hablaba de “niebla mental”, con síntomas como mala memoria, concentración alterada y dificultad para pensar. No obstante, aunque este fenómeno hoy en día está confirmado, aún falta información sobre su persistencia en el tiempo y las áreas de funcionamiento cognitivo que se pueden ver más afectadas.

Los investigadores analizaron la relación entre los déficits cognitivos observados y otras variables como la gravedad y duración de la enfermedad. Para ello, realizaron un estudio de cohorte rastreando la prevalencia de la infección por SARS-CoV-2 entre 3.099.386 individuos mayores de 18 años. La muestra final quedó constituida por 141.583 participantes, de los cuales 112.964 completaron la batería de 8 pruebas cognitivas. Estos individuos fueron comparados con personas que no habían experimentado COVID-19.

Los resultados muestran que el COVID-19 está asociado con déficits cognitivos medibles, los cuales pueden persistir a largo plazo. Asimismo, los datos avalan la hipótesis formulada por los autores que sostiene que las personas con síntomas prolongados de COVID-19 muestran un deterioro de la memoria y la función ejecutiva más evidente, incluida la niebla mental y la mala memoria.

Los autores señalan que la cepa parece influir en el deterioro cognitivo asociado, al no disponer de tratamientos eficaces en los momentos iniciales. Asimismo, las reinfecciones no parecen tener ningún efecto, mientras que la vacunación (particularmente dos o más dosis) puede mitigar el impacto del deterioro cognitivo.

Debido a posibles limitaciones en el sesgo de la muestra, los autores animan a la comunidad científica a realizar estudios adicionales para proporcionar información sobre las implicaciones a más largo plazo de estos hallazgos.

En conclusión, el estudio proporciona información crucial sobre los posibles efectos a largo plazo del COVID-19 en la función cognitiva de los pacientes. Comprender estos efectos resulta fundamental para proporcionar una atención adecuada y desarrollar estrategias de intervención para aquellos que experimentan síntomas cognitivos persistentes después de la recuperación de COVID.


El deterioro cognitivo que genera el COVID prolongado puede medirse




Investigadores del Imperial College de Londres (ICL) en un estudio, publicado en la revista New England Journal of Medicine en febrero 2024, encontraron en una investigación que las personas con COVID persistente obtuvieron menos puntaje en los tests de coeficiente intelectual respecto a quienes nunca se habían infectado.

En el estudio, casi 113.000 completaron una prueba cognitiva en línea durante los últimos cinco meses de 2022. La prueba consistió en ocho tareas diseñadas para evaluar habilidades como la planificación espacial, el razonamiento verbal, la definición de palabras y la memoria. El estudio midió el rendimiento en un solo momento, por lo que era imposible saber si otras tensiones en la vida de las personas habían desempeñado un papel en el resultado de las pruebas.

Se encontró que las personas con COVID persistente obtuvieron 6 puntos de coeficiente intelectual más bajos que las personas que nunca se habían infectado con el virus. Incluso las personas que no sufrieron síntomas persistentes después de un episodio de COVID obtuvieron puntuaciones ligeramente más bajas que las personas que nunca se habían infectado, en este caso, por 3 puntos de coeficiente intelectual.

Aun así, las diferencias en las puntuaciones fueron pequeñas, y los expertos enfatizaron que los hallazgos no significan que COVID provoque déficits profundos en el pensamiento y la memoria. Estos hallazgos emergentes y coalescentes en general resaltan que sí hay un deterioro cognitivo en los supervivientes de COVID prolongado.

Afortunadamente, el estudio sugiere que si los síntomas de COVID prolongado de las personas se resuelven por sí solos, los trastornos del pensamiento relacionados también podrían aliviarse. Los voluntarios del estudio que tuvieron COVID prolongado durante meses antes de recuperarse, finalmente tuvieron puntuaciones de prueba similares a las de los que habían experimentado una recuperación rápida.

Es importante destacar que la variación estándar en una puntuación de CI es de unos 15 puntos, por lo que un cambio de 3, o incluso 6 puntos por lo general no se considera significativo.

En general, las puntuaciones más bajas se observaron en personas que tuvieron infecciones al principio de la pandemia, antes de que las vacunas y los tratamientos antivirales estuvieran disponibles. Mientras tanto, las personas que habían sido vacunadas tuvieron un desempeño algo mejor que las no vacunadas.


El COVID puede provocar cambios en el cerebro incluso en los casos leves




Investigadores del Departamento Nuffield de Neurociencias Clínicas de la Universidad de Oxford en un estudio, publicado en Nature de marzo 2022, detectaron que la infección causa efectos a largo plazo, como mayor deterioro cognitivo. Además, observaron alteraciones en las áreas relacionadas con el olfato y una reducción en el tamaño del órgano cerebral.

Los estudios anteriores que analizaron el impacto del COVID-19 en el cerebro en su mayoría se han centrado en pacientes hospitalizados con enfermedad grave y se han limitado a datos posteriores a la infección. Hasta ahora se desconocían los efectos del SARS-CoV-2 en el cerebro en los pacientes más leves y más comunes, y la investigación de estos casos podría revelar posibles mecanismos que contribuyen a la enfermedad o al daño cerebral.

Los científicos investigaron los cambios en los cerebros de 785 participantes en UK Biobank, una base de datos biomédica y recurso de investigación a gran escala. Los participantes tenían entre 51 y 81 años y se sometieron a dos escáneres cerebrales, con un promedio de 38 meses de diferencia, así como a pruebas cognitivas.

El estudio identificó en los participantes infectados con SARS-CoV-2 una serie de efectos, en promedio 4,5 meses después de la infección, incluida una mayor reducción en el grosor de la materia gris en las regiones del cerebro asociadas con el olfato.

Los participantes mostraron evidencia de un mayor daño tisular en las regiones conectadas con la corteza olfativa primaria, un área relacionada con el olfato, y una reducción en el tamaño del cerebro completo.

En promedio, los participantes también mostraron un mayor deterioro cognitivo entre sus dos escaneos, asociado con la atrofia de una parte específica del cerebelo, una estructura cerebral relacionada con la cognición.

Los investigadores detectaron para el 96% de los participantes una mayor pérdida de volumen de materia gris y un mayor daño tisular. También mostraron una mayor disminución de sus capacidades mentales para realizar tareas complejas, y este empeoramiento mental estaba relacionado en parte con estas anomalías cerebrales. Todos estos efectos negativos fueron más marcados a edades más avanzadas.

Estos hallazgos pueden permitir comprender las características de la propagación degenerativa de COVID-19, ya sea a través de vías relacionadas con el sentido del olfato, la inflamación o la respuesta inmunitaria del sistema nervioso, o la falta de información sensorial debido a la pérdida del olfato. La futura vulnerabilidad de las regiones cerebrales afectadas en estos participantes requiere más investigación.

Esta nueva visión de los efectos dañinos de COVID-19 contribuirá a la comprensión general de cómo se propaga la enfermedad a través del sistema nervioso central. Si estos efectos persisten a largo plazo o se revierten parcialmente son dos temas que requieren más investigación.


Un consorcio internacional para descubrir cómo el virus COVID-19 consigue afectar al cerebro


Investigadores de la Asociación de Alzheimer de Estados Unidos estudian la aparición de signos de demencia en determinados pacientes mayores de 60 años.

La ansiedad, así como los signos de psicosis y demencia, forman parte de una larga lista de patologías y síntomas que persisten en las personas con síndrome post-COVID-19. Estos efectos ponen de manifiesto la naturaleza compleja del coronavirus, que no ataca simplemente a las vías respiratorias.

Los datos actuales muestran que alrededor del 20% de los pacientes mayores de 60 años que han padecido COVID han experimentado síntomas de demencia, como pérdida de memoria o confusión.

Este organismo estadounidense sin ánimo de lucro ha unido en 2023, sus competencias a las de investigadores de más de 30 países – con el apoyo técnico de la Organización Mundial de la Salud – para crear un consorcio internacional. El objetivo de este imponente esfuerzo científico es comprender cómo el virus COVID logra penetrar en el cerebro, pero sobre todo evaluar el riesgo de que cause daños duraderos a medio o largo plazo, en particular enfermedades neuro-degenerativas como el Alzheimer.

El Dr. Gabriel de Erausquin, neurólogo, psiquiatra e investigador en enfermedades neuro-degenerativas de la Universidad de Texas, dirige el consorcio, creado por él mismo. Cree que el COVID se convertirá en otro factor de riesgo en la aparición de la demencia.

Desde el inicio de la pandemia, los investigadores han confirmado mediante autopsias que el virus penetra en la cavidad nasal y se infiltra en las neuronas hasta el bulbo olfatorio, situado en el cerebro, puerta de entrada al resto de estructuras. Se ha demostrado que también puede pasar de la sangre al sistema nervioso, ya que ataca la barrera hematoencefálica. Esta barrera natural bloquea la entrada de toxinas y agentes patógenos de la sangre a las células cerebrales. Se cree que el virus COVID provoca una reacción inflamatoria que hace que la barrera sea menos impermeable.

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La pandemia de SARS-CoV-2 produjo a su paso millones de personas afectadas por COVID persistente, algunas de las cuales han tenido o tienen actualmente problemas cognitivos. Una comprensión más profunda de la biología de la disfunción cognitiva después de la infección por SARS-CoV-2 y la mejor manera de prevenirla y tratarla es fundamental para abordar las necesidades de las personas afectadas y preservar la salud cognitiva de las poblaciones.

Por lo tanto, en el futuro será crucial identificar qué individuos corren más riesgo. También será crucial comprender mejor cómo podría afectar esta situación al rendimiento educativo de niños y jóvenes, así como a la productividad económica de los adultos en edad laboral. También hay que tener en cuenta que la epidemiología de la enfermedad de Alzheimer u otras enfermedades que conducen a la demencia podría verse afectada, aunque todavía no se sabe en qué medida.

Una cosa es cierta: un número creciente de investigaciones confirma ahora que el Covid-19 debe considerarse un virus con un impacto significativo en el cerebro. Esto tiene implicaciones de gran alcance, no sólo para la salud de los individuos, sino también para las poblaciones y las sociedades en su conjunto, con su potencial impacto en la economía.




Desentrañar las causas de estos trastornos cognitivos, y en particular
 el origen de la niebla cerebral, requerirá años, si no décadas, 
de esfuerzos concertados, en los que participarán investigadores 
de todo el mundo. Por desgracia, ante esta situación sin precedentes, 
mientras el virus siga circulando, todos seremos conejillos de indias.





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agosto 31, 2024

El Zinc Es Esencial para el Cerebro – Un Oligo-elemento para Envejecer Bien



Un oligo elemento esencial en nuestra vida cotidiana 
Mineral esencial para envejecer bien y mantener una buena memoria


E
l zinc es un oligo elemento: una sal mineral presente en pequeñas cantidades en nuestro organismo. Sin embargo, es un micro-nutriente esencial que desempeña un papel vital en muchos de los procesos biológicos de nuestro cuerpo. Aunque a menudo no se le toma en cuenta, el zinc es esencial para la buena salud y el funcionamiento óptimo del organismo.



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El zinc es esencial en la formación de la corteza cerebral



Investigadores del Instituto de Investigación Interdisciplinaria de Grenoble (Irig) en un estudio, publicado en la revista Molecular Neurobiology en abril de 2019, observaron el número de átomos de este metal contenido en el cuerpo celular de una célula nerviosa de ratón: alrededor de 200 millones.

El zinc es un elemento metálico vital para todas las células del mundo eucariota – que incluye todos los organismos, unicelulares o pluricelulares, caracterizados por la presencia de un núcleo diferenciado rodeado de una envoltura nuclear y que contienen su material genético en forma de cromosomas lineales –, especialmente en las células cerebrales. La corteza cerebral del ratón se forma durante la embriogénesis, entre los días 11 y 17 de gestación.

El objetivo de los investigadores era comprender mejor cómo las células generadas durante la formación de la corteza adquieren y almacenan el zinc que necesitan para llevar a cabo sus funciones biológicas. Para ello, llevaron a cabo un análisis transcriptómico de alto rendimiento para describir la expresión de los genes implicados en el transporte y almacenamiento de zinc. También estudiaron el tamaño de los depósitos intracelulares de zinc en neuronas corticales cultivadas mediante microscopía de fluorescencia. Se pudo determinar el número de átomos de zinc contenidos en el cuerpo celular de una célula nerviosa: unos 200 millones.

La imagen "neuronas corticales" de ratones obtenidos por fluorescencia de rayos X que muestran la distribución intracelular de potasio y zinc. El diagrama de la derecha resume las principales etapas observadas durante la corticogénesis en ratones: hay un agotamiento progresivo en la corteza cerebral entre los días 11 y 17 de gestación.

Todos estos trabajos han permitido conocer mejor la cantidad y distribución del zinc a nivel celular y en todo el órgano, así como los actores moleculares implicados en su homeostasis. Los datos obtenidos permitirán analizar el metalotranscriptoma completo del ratón durante la formación del córtex.


El papel emergente del zinc en la depresión y la psicosis



Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York en un estudio, publicado en National Library of Medicine (NIH) en junio de 2017, constatan que la participación de zinc es esencial para todos los sistemas fisiológicos, incluyendo la función neuronal, donde está involucrado en una miríada de procesos celulares.

Los hallazgos clínicos, moleculares y genéticos convergentes aclaran las funciones clave para la homeostasis del zinc en asociación con la depresión clínica y la psicosis que aún no se aprecian bien en la interfaz clínica.



Capacidad del zinc para actuar como neuromodulador. Con la disminución del zinc disponible, se incrementa la actividad de los receptores metabotrópicos de glutamato y aumentan las reservas neuronales de calcio, lo que provoca alteraciones en la neurotransmisión glutamatérgica. Al mismo tiempo, la reducción del zinc disponible merma su capacidad para actuar directamente sobre el receptor de glutamato de tipo NMDA, lo que conduce a una sobreactivación.

La deficiencia intracelular puede deberse a niveles bajos de cinc circulante debido a una deficiencia dietética o a una absorción deficiente debida al envejecimiento o a afecciones médicas, incluido el alcoholismo. Una serie de fármacos administrados habitualmente a pacientes psiquiátricos, como los anticonvulsivantes, los medicamentos orales para la diabetes, las hormonas, los antiácidos, los antiinflamatorios y otros, también influyen en la absorción del zinc.

Además, las variantes genéticas ineficaces en las moléculas de transporte de zinc que transportan el ion a través de las membranas celulares dificultan su acción incluso cuando las concentraciones circulantes de zinc se encuentran dentro del rango normal.


Los estudios clínicos han demostrado los efectos beneficiosos de los suplementos de zinc en la depresión y es importante seguir investigando el uso del zinc como posible opción terapéutica también para la psicosis. Este estudio revisa la bioquímica y la base de pruebas sobre los posibles mecanismos moleculares del zinc como tratamiento psiquiátrico.

Dado que la investigación actual apoya el papel plausible del zinc en la reducción de los síntomas depresivos y psicóticos, la administración de suplementos de zinc puede reducir la cantidad de medicación psicotrópica necesaria, lo que llevaría a una mayor adherencia, menores costes y resultados más favorables. Debido a la heterogeneidad de las enfermedades mentales, es necesario afinar más el estudio de ciertos subconjuntos que se beneficiarían más de la suplementación con zinc. Está claro que se necesita más investigación para dilucidar el impacto del zinc en las afecciones neuropsiquiátricas.


Relación entre niveles bajos de zinc y depresión



Investigadores de la Universidad de Toronto en un estudio, publicado en la revista Biological Psychiatry en enero de 2014, afirman que las personas que sufren depresión tienen, en promedio, niveles más bajos de zinc en sangre que las que no están deprimidas.

Los estudios en animales muestran que la deficiencia de zinc puede inducir un comportamiento depresivo, que puede revertirse mediante la administración de suplementos de zinc. Por otra parte, ensayos clínicos preliminares han sugerido que la carencia de zinc puede provocar comportamientos depresivos y que la adición de zinc al tratamiento antidepresivo podría conducir a una mejora más rápida o eficaz de los síntomas depresivos.

Varios estudios (pero no todos) que han medido las concentraciones de zinc en sangre de personas con y sin depresión han sugerido que la depresión puede estar asociada a concentraciones más bajas en diversas muestras de población.

Para comprobar si los datos clínicos disponibles respaldan esta hipótesis, los investigadores llevaron a cabo un meta análisis de 17 estudios en los que participaron un total de 1.643 personas con depresión y 804 personas sin depresión. La edad media era de 37 años.

Las concentraciones de zinc eran, por término medio, 1,85 micromoles por litro más bajas en las personas con depresión que en los participantes de los grupos de control. Cuanto más grave era la depresión, mayores eran las diferencias en los niveles de zinc en comparación con los grupos de control.

Una relación causal entre los niveles de zinc y la depresión es biológicamente plausible, subrayan los autores. Aunque este tipo de estudio observacional no puede determinar el sentido de la causalidad. El zinc tiene propiedades antioxidantes, ayuda a mantener la homeostasis endocrina y la función inmunitaria, y desempeña múltiples papeles en la regulación de los circuitos cerebrales y la función cognitiva.

Por tanto, los cambios en el equilibrio del zinc podrían comprometer la neuroplasticidad y contribuir al deterioro neuropsicológico y psiquiátrico a largo plazo.

El zinc es muy importante para la función inmunitaria. Los niveles bajos en sangre también se han asociado a anomalías en el metabolismo de los ácidos grasos y los niveles de lípidos en sangre – colesterol, triglicéridos –, que podrían afectar a la función cerebral y los vasos sanguíneos. Los niveles bajos de zinc también se han asociado a enfermedades cardiovasculares, una comorbilidad frecuente de la depresión mayor.

Según los investigadores, a pesar de las limitaciones inherentes a los meta análisis – heterogeneidad, tamaño de los grupos – este estudio confirma la relación entre depresión y carencia de zinc. Las relaciones fisiopatológicas entre los niveles de zinc y la depresión, el valor potencial del zinc y los marcadores de depresión grave, y los posibles beneficios de la administración de suplementos de zinc en personas con depresión merecen un estudio más profundo.


El zinc es parte integrante de los canales de comunicación del cerebro



Investigadores del Instituto Salk de Estudios Biológicos de La Jolla, California, en un estudio, publicado en Structural Biology of Nature en enero de 1999, demuestran que el zinc es parte integrante de los canales iónicos, estructuras que regulan la comunicación entre las células nerviosas. Explican por qué la carencia de zinc se ha relacionado con trastornos cognitivos.

Los canales iónicos son importantes "guardianes" que regulan la entrada y salida en las células de iones como el calcio y el potasio. Su flujo es necesario para importantes procesos neuronales. El calcio circula por las células cerebrales y ayuda a iniciar los cambios que acompañan al aprendizaje. Se han detectado anomalías de los canales de potasio en algunos epilépticos y en personas con resistencia a la insulina y trastornos de la movilidad.

Los investigadores utilizaron cristalografía de rayos X para resolver las estructuras de cuatro canales de potasio de la babosa marina Aplysia. Los canales, denominados Shaw, Shab, Shal y Shaker, representan las cuatro clases de canales de potasio presentes en todos los organismos superiores, incluido el ser humano. A excepción del Shaker, todos los canales contenían cuatro átomos de zinc en posiciones similares.

Los neurocientíficos saben desde hace décadas que los colorantes que se unen al zinc tiñen las células cerebrales con patrones únicos, lo que indica que el zinc debe desempeñar un papel en la función cerebral, y los estudios han demostrado que el zinc puede mejorar el aprendizaje en niños desnutridos. Sin embargo, la naturaleza de la organización del zinc en el cerebro no era clara.



Los investigadores saben ahora que el zinc está integrado en estructuras absolutamente esenciales para la actividad de las células nerviosas. Es más, los aminoácidos que acunan los átomos de zinc se conservan completamente entre las tres clases de canales, lo que indica que durante la evolución ha habido una presión selectiva para mantener este zinc en su sitio.

Los cuatro tipos de canales de potasio de Aplysia estudiados tienen análogos en el sistema nervioso humano, por lo que los investigadores creen que sus estudios sobre el papel del zinc en la función de los canales de Aplysia son directamente relevantes para comprender su función en el cerebro humano.

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¿Cómo afecta al sueño una carencia de zinc?




El periodo de sueño se refiere al intervalo entre dos periodos de vigilia, cuando nuestro estado de conciencia es menos activo. Es una forma de descanso extremo, durante el cual todo nuestro cuerpo se encuentra en estado de vigilia: los músculos, el cerebro y, por tanto, el estado de alerta, e incluso los sentidos están parcialmente dormidos.

La función del sueño es, sobre todo, recargar las baterías de nuestro cuerpo, tanto físicas como mentales, para que pueda iniciar un nuevo ciclo de actividad cada día. Al reducir el ritmo metabólico, conserva la energía para vivir, sencillamente.

¿Cómo funciona el sueño?

Un sueño de buena calidad consiste en una sucesión de ciclos de unas dos horas de duración:

* El sueño de ondas lentas o no paradójico se compone de dos fases de sueño ligero, durante el cual seguimos siendo sensibles cuando nos despertamos y durante el cual la actividad cerebral disminuye progresivamente, y dos fases de sueño profundo, durante el cual nuestro metabolismo está completamente en reposo;

* El sueño REM corresponde al periodo de ensoñación, en el que la actividad cerebral y ocular se acelera.

Durante estas fases del sueño, nuestra temperatura corporal desciende, lo que ralentiza nuestro sistema digestivo y los neurotransmisores responsables de nuestros impulsos nerviosos.

Sin un sueño reparador, debilitamos nuestras defensas inmunitarias. Por suerte para nosotros, podemos tomar medidas gracias a una serie de nutrientes, como el zinc.

El zinc y el sueño


El magnesio, el hierro y las vitaminas, así como el zinc, son nutrientes que ayudan a regular el metabolismo. Como es durante el sueño cuando el cerebro se regenera, es en este momento cuando el zinc está más solicitado. Por consiguiente, la falta de zinc puede repercutir en la calidad del sueño.

Al igual que el magnesio, el zinc contribuye de alguna manera a la transformación de la melatonina, la hormona del sueño. Esta hormona se sintetiza principalmente por la noche, lo que la convierte en el centro de regulación de los ritmos cronobiológicos. Es secretada directamente en el cerebro, por la glándula pineal, cuando ya no hay luz. Así es como la melatonina desencadena el sueño. Por ello, se utiliza a menudo para tratar las dificultades del sueño.



Beneficios del zinc para la salud



El zinc y la salud inmunitaria

Una de las virtudes más reconocidas del zinc es su impacto positivo en el sistema inmunitario. El zinc es un elemento clave en el desarrollo y funcionamiento de las células inmunitarias. Estimula la producción de anticuerpos y linfocitos T, los guardianes de nuestro sistema inmunitario, potenciando así nuestra capacidad para combatir las infecciones.

El zinc y el crecimiento y desarrollo infantil


El zinc es especialmente crucial para el crecimiento y el desarrollo, sobre todo en niños y adolescentes. Desempeña un papel esencial en la síntesis de ADN, ARN y proteínas. Estos procesos son vitales para el crecimiento celular y la formación de nuevos tejidos. La carencia de zinc durante el crecimiento puede provocar retraso del crecimiento, problemas en el desarrollo sexual y retrasos cognitivos. Por eso es importante asegurarse de que los niños ingieren suficiente zinc en su dieta.


Zinc y salud mental

El zinc también está relacionado con la salud mental. Los estudios han sugerido que el zinc puede influir en la regulación del estado de ánimo y en la prevención de la depresión. Las investigaciones demuestran que las personas que sufren depresión suelen tener niveles de zinc inferiores a la media. Incluyendo alimentos ricos en zinc en su dieta o tomando suplementos bajo supervisión médica, podría mantener o mejorar su equilibrio psicológico.

El zinc y la salud ocular

El zinc también es beneficioso para la salud ocular. Se concentra en la retina, la parte del ojo responsable de percibir la luz y formar imágenes. El zinc desempeña un papel esencial en la prevención de enfermedades como la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), que es una de las principales causas de ceguera en las personas mayores. Los estudios han demostrado que una ingesta adecuada de zinc puede reducir el riesgo de DMAE y otros problemas oculares relacionados con la edad. Además, el zinc favorece una visión nocturna óptima al mejorar la producción de melanina en las células de la retina.

El zinc y la salud de la piel

El zinc también influye en la salud de la piel. Este mineral desempeña un papel crucial en la regulación de la producción de sebo, la grasa natural de la piel. Una producción excesiva de sebo puede provocar problemas cutáneos como el acné. El zinc tiene propiedades antiinflamatorias y antibacterianas que ayudan a reducir la inflamación de la piel y previenen la aparición de granos.

Interviene en el proceso de división celular. Dado que nuestro cuerpo se regenera en parte mientras dormimos, el zinc interviene más en la fabricación de nuevas células durante la fase de sueño.

El zinc y la salud cardiovascular

Es un hecho poco conocido, pero el zinc también desempeña un papel en el área vital de la salud cardiovascular. En primer lugar, el zinc ayuda a mantener un equilibrio saludable entre el colesterol bueno (HDL) y el colesterol malo (LDL) en la sangre, lo que reduce el riesgo de enfermedades cardiacas. Un meta análisis demostró que la suplementación con zinc reduce considerablemente el colesterol total, el colesterol LDL y los triglicéridos. Además, el zinc contribuye a la salud de los vasos sanguíneos, en particular a la inflamación y la acumulación de placas en las arterias. Esto puede ayudar a prevenir la hipertensión arterial y reducir el riesgo de infartos de miocardio y accidentes cerebro-vasculares.

Zinc y salud ósea

Los huesos son la columna vertebral de nuestro cuerpo. El zinc desempeña un papel crucial en el mantenimiento de su salud. El 20% del zinc de nuestro cuerpo se encuentra en los huesos. El zinc estimula la mineralización ósea favoreciendo el depósito de calcio en los huesos.

En pacientes con reumatismo, se ha observado un descenso significativo de los niveles de zinc en los huesos y en la sangre, y existe una correlación entre este descenso de los niveles de zinc y la densidad ósea. La carencia de zinc puede provocar una disminución de la densidad ósea, lo que aumenta el riesgo de fracturas y osteoporosis.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que el zinc debe combinarse con otros nutrientes esenciales como el calcio, la vitamina D y el magnesio para garantizar unos huesos fuertes y sanos.


Causas de la carencia de zinc


Aunque las carencias graves son raras, hay que señalar que las carencias benignas de zinc son frecuentes y afectan hasta a un tercio de la población mundial. Estas carencias suelen ser el resultado de una dieta desequilibrada. Las dietas que abogan por evitar totalmente la carne y los productos lácteos, si se aplican mal, provocan ligeras carencias de zinc en los países occidentales. Lo mismo puede ocurrir con el consumo excesivo de cereales. Los cereales contienen sales de ácido fítico (fitatos) que reducen la absorción del zinc de los alimentos. Los fitatos están presentes de forma natural en las menestras, las semillas, las oleaginosas y, por supuesto, los cereales. Se encuentran en la cáscara de las semillas y contribuyen a su germinación. Por tanto, las semillas germinadas no contienen fitatos. Y una dieta vegana bien llevada no parece provocar carencias de zinc.

El tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y los alimentos muy procesados también pueden contribuir a la carencia de zinc.

Las personas mayores tienen dificultades para asimilar el zinc y son más propensos a la carencia de zinc que el resto de la población.

Por último, algunos medicamentos – cortisona e inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina – y ciertas enfermedades como la diabetes o las enfermedades intestinales crónicas – enfermedad de Crohn – limitan la asimilación del zinc alimentario.

El zinc se ingiere a través de la dieta, y el organismo necesita reponerlo constantemente para satisfacer todas sus necesidades.

Algunas personas son más propensas a desarrollar una carencia de zinc debido a una menor ingesta dietética, como los vegetarianos estrictos y los veganos, por ejemplo.

La mejor solución es empezar por reequilibrar la dieta. Tomar suplementos dietéticos ricos en zinc y altamente absorbibles por el organismo ayudará al cuerpo a reponer este oligo elemento, con el fin de reducir lo antes posible los signos de alerta de la carencia de zinc.

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Zinc, el oligo elemento para envejecer bien



Una población mayor con carencia crónica de zinc

Los intestinos de las personas mayores sólo absorben entre el 17 y el 20% del zinc de la dieta, frente al 30% de las personas más jóvenes; el 44% de las personas mayores de 65 años, que reciben menos del 50% de la ingesta de zinc recomendada, presentan carencias de este elemento.

Otra causa de deficiencia en las personas mayores es el uso prolongado de ciertos medicamentos que pueden interferir en la absorción del zinc, en particular los inhibidores de la bomba de protones (IBP) prescritos para las úlceras gástricas o la enfermedad por reflujo gastroesofágico.

El zinc, protagonista esencial en el funcionamiento de más de 300 enzimas, interviene en la mayoría de los metabolismos: proteínas, azúcares, grasas, equilibrio ácido-base, etc. Sus funciones fisiológicas son muy variadas. El zinc es un oligo elemento fundamental, cuya deficiencia, y más aún la carencia, tendrá consecuencias en numerosas funciones.

Las consecuencias de una carencia en las personas mayores y su suplementación


En el aparato digestivo

La carencia de zinc repercute en la integridad de la barrera intestinal, al alterar los enlaces entre las células, lo que puede provocar problemas gastrointestinales. Por ello, la suplementación con este elemento tiene un efecto protector.

En términos de inmunidad

Con la edad, el zinc disminuye progresivamente – lo que se conoce como inmunosenescencia, – un cambio relacionado en parte con la carencia de zinc. Los estudios demuestran que los suplementos de zinc para las personas mayores pueden reducir la incidencia de infecciones en casi un 66%.

El estrés oxidativo y sus consecuencias

El zinc tiene una potente acción antioxidante. Su carencia conlleva una mayor susceptibilidad al daño oxidativo de las membranas celulares y los tejidos; es un componente importante de las patologías relacionadas con la edad, en particular cardiovasculares. Al administrar suplementos a personas de edad avanzada durante varios meses, los investigadores han confirmado la reducción del estrés oxidativo, sobre todo en los vasos sanguíneos, y el efecto ateroprotector del zinc.

La degeneración macular o DMAE afecta a casi el 25% de las personas mayores de 65 años. Esta enfermedad también está relacionada con el estrés oxidativo en la retina.

Metabolismo óseo

El zinc es un cofactor esencial de las enzimas que intervienen en la síntesis de diversos componentes óseos y en la mineralización; también desempeña un papel estructural en la matriz ósea. La deficiencia de zinc se observa en personas con osteoporosis.

Funciones psicológicas, gusto y apetito

Presente en el hipocampo – sede de la memoria –, la amígdala – dedicada a las emociones – y en ciertas neuronas, el zinc es un elemento muy importante para el funcionamiento cerebral. En sujetos de edad avanzada, existen correlaciones entre concentraciones séricas más bajas y trastornos del humor e incluso depresión.

La carencia de zinc también provoca una pérdida del gusto, lo que puede conducir a una pérdida de apetito y a una reducción de la ingesta de alimentos en las personas mayores. Se establece un círculo vicioso: la ingesta de zinc es cada vez menos importante. Los suplementos de zinc estimulan el apetito y mejoran la pérdida de gusto, lo que permite contrarrestar estos efectos que comprometen la salud.

Piel y cicatrización de heridas

La piel contiene el 6% del zinc total del organismo, que es esencial para la síntesis de colágeno, el componente básico de todo tejido conjuntivo, y para el proceso de cicatrización, que tarda más con la edad. Se han realizado pocos estudios que demuestren la relación entre la administración de suplementos de zinc por vía oral y la aceleración de la cicatrización de las heridas en las personas mayores.

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Fuentes dietéticas de zinc


Los niveles de zinc son más elevados en productos animales como el queso, la leche, la carne, el pescado y los huevos, pero también hay fuentes vegetales de zinc: verduras frescas y menestras, semillas oleaginosas y cereales integrales.

Marisco: las ostras, los cangrejos y los mejillones están entre las mejores fuentes de zinc.

Carnes rojas (res) y menudencias: el hígado (ternera, cerdo o res) son ricos en zinc.

Frutos secos y semillas: las semillas de calabaza, sésamo y nuez de caju son buenas fuentes vegetales de zinc.

Menestras como las lentejas y los garbanzos.

Quesos duros y blandos (Gouda, Edam) y los huevos también son buenas fuentes de zinc absorbible.

El chocolate negro contiene el 35% de las Ingestas Dietéticas de Referencia Recomendadas.

Aunque se encuentra de forma natural en nuestra dieta, existen suplementos de zinc en forma de comprimidos para proporcionar al organismo los niveles que necesita. Como está presente principalmente como oligo elemento, siendo la cantidad en el organismo de unos 3 gramos, la suplementación con zinc es popular y a menudo se recomienda a vegetarianos y deportistas, aficionados al ZMB (Zinc, Magnesio y vitamina B6).


Signos de carencia de zinc

Una carencia leve de zinc puede no presentar síntomas evidentes o dar lugar a síntomas sutiles que no siempre son fácilmente atribuibles a la carencia. Unos niveles adecuados de zinc en el organismo pueden reducir la duración y la gravedad de los resfriados, la gripe y otras infecciones virales comunes. No obstante, he aquí algunos signos que pueden indicar una carencia leve de zinc:

Se siente cansado

El cansancio es un primer signo bastante común. No es específico de la carencia de zinc, pero debe tenerse en cuenta. Todos los signos enumerados anteriormente sugieren una carencia de zinc. Los afectados se sienten muy cansados. Su actividad cerebral se ralentiza, lo que a veces provoca fallos de memoria.

Su inmunidad está a media asta

¿Mala salud? ¿Se resfría con rapidez? Una carencia de zinc hace que el organismo sea más sensible. Una carencia de micronutrientes reduce las respuestas inmunitarias innatas, por lo que ya no son adecuadas. Esto debilita. El zinc actúa como antioxidante: ayuda a proteger las células contra el estrés oxidativo.

Pérdida de apetito

La pérdida de apetito es uno de los signos reveladores de una carencia de zinc para la que todavía no se ha encontrado una explicación real. Se han propuesto varias hipótesis para explicarlo. Una de ellas es que esta carencia aumenta la masa de alimentos no digeridos en el intestino, lo que es responsable de la pérdida de apetito. Se produce un círculo vicioso: cuanto menos comemos, mayor es la carencia de zinc, menor nuestro apetito, y así sucesivamente. Además, el zinc es una coenzima esencial para la producción de proteínas. Contribuye a la síntesis normal de proteínas. La gustin es la proteína de las papilas gustativas y también depende del zinc.

Se le cae el pelo, tiene las uñas quebradizas o la piel descamada

El zinc es un oligo elemento que ayuda a mantener en condiciones normales los huesos, la piel, las uñas y el cabello. El pelo y las uñas comparten una composición común, que incluye una proteína llamada queratina. El zinc está presente en altas concentraciones en la epidermis, ya que es útil para la diferenciación de los queratinocitos. La carencia de zinc hace que el pelo sea fino y quebradizo, y es una de las causas de la caída del cabello. Del mismo modo, una carencia de este oligo elemento hará que las uñas se vuelvan quebradizas o estriadas. También pueden aparecer manchas blancas en las uñas. En la piel, y más concretamente en la epidermis, puede producirse una descamación importante: la piel se pela. La calidad de la piel se ve afectada, a veces con acné.

No está de buen humor y su estado de ánimo le juega malas pasadas

Las personas con una carencia de zinc son más propensas a experimentar una bajada de ánimo, cambios de humor, etc. Aún no se sabe hasta qué punto esa carencia repercute en el estado de ánimo y la moral. Las últimas hipótesis están relacionadas con la actividad antioxidante del zinc. Se cree que este mineral interviene en las funciones emocionales y cognitivas. El zinc contribuye a una función cognitiva normal. Actúa sobre los circuitos del glutamato, un neurotransmisor que interviene en los circuitos de recompensa del cerebro.

Tiene dificultades para concebir

El zinc interviene en numerosos procesos biológicos y desempeña un papel fundamental en el buen funcionamiento del organismo. En particular, interviene en la fertilidad de la pareja. El zinc es un oligoelemento que contribuye a:

* la fertilidad y la reproducción normales

* el mantenimiento de niveles normales de testosterona en la sangre.

Mala cicatrización

Cuando se hace daño, las heridas tardan más en cicatrizar. Una carencia de zinc debilita el proceso de cicatrización. El zinc interviene en el proceso de división celular y contribuye a la síntesis normal de proteínas. Y es gracias a la división celular que nuestros tejidos (piel, mucosas, etc.) se desarrollan y renuevan, pero también se reparan y cicatrizan mejor.


Necesidades diarias de zinc


El cuerpo contiene entre dos y cuatro gramos de zinc, la mayor parte del cual se encuentra en los huesos, la piel y el pelo. Sin embargo, el cuerpo no puede producir zinc por sí mismo; debe ingerirse con los alimentos.

La dosis diaria recomendada de zinc es de 11 mg para los hombres y las mujeres embarazadas, y de 8 mg para las mujeres, incluida la contenida en los alimentos. Una persona que goce de buena salud y siga una dieta equilibrada no suele tener problemas para cubrir sus necesidades de zinc a través de los alimentos. Los alimentos que contienen cafeína reducen la absorción de zinc por el intestino. En cambio, la vitamina C aumenta la absorción de zinc.

Los suplementos de 15 mg/día para los adultos y de 7,5 mg/día para los niños mayores de 10 años no presentan riesgos. La dosis máxima diaria que no debe superarse es de 40 mg para un adulto.

El zinc se propone para mejorar las defensas naturales, aumentar la fertilidad, prevenir la degeneración retiniana asociada a la edad (DMAE) y tratar el acné y los resfriados. Resulta que el zinc es aún más eficaz cuando se combina con probióticos, que ayudan a mantener una buena salud reforzando el sistema inmunitario.

Precauciones al tomar suplementos de zinc

Paradójicamente, tomar suplementos de zinc durante un periodo prolongado (más de 3 meses seguidos) puede provocar un descenso de la inmunidad y una carencia de cobre. Los efectos indeseables pueden incluir dolores de cabeza, sabor metálico en la boca o dolor intestinal.

Los suplementos de zinc deben tomarse al menos dos horas antes o después de los complementos alimenticios que contengan hierro, antibióticos de la familia de las ciclinas y quinolonas, tratamientos contra la osteoporosis (calcio) y medicamentos destinados a neutralizar la acidez estomacal.




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