mayo 31, 2023

Neurociencia del Placer




El neurocientífico de Oxford Morten Kringelbach presentó su investigación en julio 2021, realizada con el fin de investigar lo que sucede en el cerebro cuando se experimenta uno de los constituyentes más apreciados del bienestar: el placer.

El placer opera en un ciclo de tres etapas: deseo, gusto y aprendizaje. Pero las conclusiones indican que una buena vida implica involucrarse en actividades significativas.

Para descubrir por qué el sistema cerebral tiene que pasar por este ciclo de cambios de manera ordenada significó ir directamente a la fuente: el cerebro. Durante dos décadas, el científico ha invitado a los participantes a escáneres de imágenes cerebrales para investigar lo que sucede en el cerebro. Por ahora, ha estudiado la neuroanatomía de la mayoría de los placeres: alimentos, drogas, música, mirar bebés lindos, incluso el sexo, a pesar de los desafíos obvios.

Resulta que hay mucho que podemos aprender sobre la condición humana estudiando el placer en el cerebro. Por ejemplo, los neurocientíficos pueden crear esquemas, o modelos cerebrales, de la actividad neuronal subyacente de diferentes regiones cerebrales en varios estados, a medida que miles de millones de neuronas y células gliales se comunican entre sí.

Estas percepciones, a su vez, se pueden aplicar en el tratamiento de condiciones que afectan el funcionamiento del circuito de placer, incluidos los trastornos neurosiquiátricos y las adicciones. En última instancia, desentrañar los mecanismos cerebrales involucrados en la experiencia del placer, la felicidad y varios estados significativos podría señalar lo que realmente significa disfrutar, y ayudar a las personas a experimentar más de ello. Esta búsqueda ha sido la motivación principal de su investigación. En sus propias palabras, esto es lo que nos revela sobre la neuroanatomía del placer.

No solo sensación

El placer es una forma de experimentar el mundo sensorial. Al ver, oír, oler o saborear algo que se considera como placentero, la información pasa a través de las cortezas sensoriales del cerebro. Pero ahí no es donde está codificado el placer. Gracias a la participación de varias regiones cerebrales, es algo que se añade más adelante como un brillo hedónico.

Así, el placer no es simplemente una sensación o un pensamiento. El placer consiste en ciclos de deseo, gusto y aprendizaje. Una buena vida depende de un sistema cerebral que pueda pasar por este ciclo de cambios de manera ordenada.


¿Qué sucede en el cerebro al experimentar placer?

Para el bebedor de café, el ciclo del placer comienza incluso antes de que ingiera su primer sorbo. Comienza con la expectativa y la anticipación del evento. Ninguna información – por ejemplo, vista, olfato, gusto – ha entrado hasta ahora a través de los órganos sensoriales. Sin embargo, se detecta que el café está ahí afuera, y basado en las experiencias anteriores, se tiene un deseo.

En esta etapa, una gran parte del cerebro se dedica a tratar de encontrar maneras de llegar al objetivo. Es como si el cerebro dijera que hay algo importante en el entorno que necesita atención. A medida que pasa el tiempo, el sujeto se sentirá cada vez más motivado para atenderlo, hasta que finalmente se levanta y se haga un café. Una vez que las experiencias sensoriales de ver, oler y saborear se activan, los puntos calientes hedónicos en el cerebro también lo hacen y el placer se intensifica. Se inicia la etapa del gusto.

A medida que se bebe el café, las expectativas se actualizan constantemente. La etapa de aprendizaje incluye cumplir las expectativas. Cuando algo sale mal y lo que se espera no se cumple – por ejemplo, cuando el café sabe mal –, eso es un obstáculo para el placer. Si la red funciona sin problemas, después de un tiempo se saciará. El cerebro aprenderá de la experiencia actualizando las asociaciones y haciendo predicciones futuras. Entonces el ciclo se detendrá y se pasará a otras cosas.

Si el placer funciona mal


En lugar de pasar por el circuito de desear-gustar-aprender donde las cosas naturalmente se reducen y uno puede seguir adelante con su día, las personas adictas están atrapadas en un bucle de repetición. Por ejemplo, pueden experimentar una motivación extrema – desear – sin la recompensa – gustar – y seguir volviendo al deseo, porque no parece ser suficiente para permitirles proceder a la etapa de disfrute y saciedad.

Anhedonia

Es la incapacidad para experimentar placer, la pérdida de interés o satisfacción en casi todas las actividades de la vida con las que antes se solía disfrutar, desde el hecho de comer, escuchar música o practicar deporte hasta las relaciones sociales como quedar con amigos y familiares, charlar, pasear o ir al cine, una fiesta o un concierto.

Esta condición es un síntoma clave de los trastornos neurosiquiátricos. Una persona deprimida, por ejemplo, todavía puede estar motivada para tomar café, pero cuando lo hace, puede que no sienta placer por ello. Esto puede empeorar las cosas, ya que puede sentir que debería estar experimentando alegría, pero no lo hace.


Intervención de las regiones cerebrales

La corteza orbito-frontal – la parte del cerebro detrás de los ojos – es un jugador principal en la sala de máquinas del placer. Otras regiones, incluidas las nucleus accumbens y pálido ventral, también son importantes. Si se eliminan algunas de estas regiones de los cerebros de ratas, ya no mostrarán la reacción de placer con sus bocas cuando se les administre agua dulce. Casi como un sistema de votación, todas estas regiones necesitan estar comprometidas entre sí para que el placer se perciba. Afortunadamente, el sistema está hecho de muchas partes, por lo que cuando una región funciona mal, las otras partes pueden trabajar juntas y compensar.


A medida que el ciclo de placer se inicia, las neuronas de estas regiones comienzan a “hablar” entre sí en formas de sincronización y desincronización. Las señales eléctricas se convierten en señales químicas en la unión sináptica, antes de convertirse en señales eléctricas de nuevo y seguir adelante.

Es un paisaje dinámico, con una miríada de rutas por las que viajan las señales. Lo que facilita este movimiento constante son los neurotransmisores en la unión sináptica. Hacen que sea más fácil o más difícil que las señales pasen a través de varias regiones. Por ejemplo, durante un orgasmo, debido a la liberación de neurotransmisores, de repente puede ser mucho más fácil para las señales viajar entre la corteza orbito-frontal y otras regiones que normalmente no pueden estar directamente vinculadas.

El cerebro es una máquina que está funcionando todo el tiempo. Hay muchas rutas que pueden encenderla. Algunas son hedónicas, que tienen que ver con el placer y el afecto positivo, como el café o el sexo. Otras son más eudaimónicas, que tienen que ver con significado, compromiso y auto-realización, como ser voluntario o expresar gratitud. Frecuentemente, las actividades eudaimónicas no se sienten placenteras en el momento. De hecho, incluso pueden sentirse difíciles. Es solo después, en retrospectiva y cuando se interpreta la experiencia como significativa, que se puede deducir placer de ellas.


El dolor y el placer

Uno de los descubrimientos neurocientíficos más fascinantes es el estrecho vínculo entre el dolor y el placer. Se considera el ejemplo del dolor fantasma de las extremidades, que es reportado inicialmente por alrededor del 80% de las personas que tuvieron amputaciones. Con el tiempo, entre el 10-25% de los pacientes, el dolor fantasma de las extremidades puede provocar dolor crónico, que es muy difícil de tratar.

Cuando los neurocirujanos toman electrodos y realizan estimulación cerebral profunda en estos pacientes con 20 Hz – la región objetivo recibe 20 pulsos eléctricos por segundo –, los pacientes reportan un alivio casi instantáneo. Pero cuando se estimulan las mismas regiones con 50 o 100 Hz, el dolor empeora. Es la misma red la que provoca el alivio – placer – y dolor insoportable, y la que se activa con la intensa incomodidad durante una maratón se convierte repentinamente en el impulso para un corredor.

Más que acumular placeres



Es un mito que los hedonistas sean más felices que otras personas. Aquellos que se encuentran en una persecución interminable de placer por el placer mismo a menudo son infelices, advierte Sendaia Laiol, neurocientífica abocada a la investigación del placer en la Universidad de California. Tener un sentido  y un objetivo general es esencial para que las personas florezcan. El sentido puede derivarse de relaciones, de poner esfuerzo en varias actividades, e incluso de superar dificultades. La afinidad neurobiológica entre el dolor y el placer en nuestros cerebros puede ser paralela al vínculo conmovedor entre el sufrimiento y el florecimiento en nuestras vidas, indica la especialista.

La dopamina es parte de la danza del placer. Es lo que motivará a levantarse y tomar el café en el que se sigue pensando. Pero la dopamina no es lo que da la recompensa cuando se bebe el café, son los opioides. El placer no se trata tanto de la dopamina y los opioides en sí, sino de cómo el cerebro se comunica entre varias regiones. Los neurotransmisores cambian el cableado de las regiones y cómo se relacionan entre sí.

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El cerebro busca el placer



Investigadores del Instituto Zuckerman de la Universidad de Columbia, la Universidad de California en Berkeley y el Centro Champalimaud para lo Desconocido, en Portugal, en un estudio publicado en Science de marzo 2018, han observado en ratones cómo el cerebro aprende a repetir patrones de actividad neuronal que provocan la importante sensación de sentirse bien.

Esta investigación ofrece información clave sobre cómo se forma y refina la actividad cerebral a medida que los animales aprenden a repetir comportamientos que evocan una sensación de placer.

Los hallazgos también apuntan a nuevas estrategias para detectar trastornos caracterizados por comportamientos repetitivos anormales, como la adicción y el trastorno obsesivo compulsivo (TOC).


Los resultados revelan que el cerebro aprende qué patrones de actividad conducen a sensaciones de sentirse bien y se reestructura para reproducir de manera más eficiente esos patrones.

Este descubrimiento puede ayudar a explicar cómo aprendemos por repetición, y también puede aportar información a la hora de estudiar trastornos como la adicción y el TOC, en el que se desbarata el circuito de retroalimentación que vincula una acción a una recompensa.

Normalmente, hacer algo agradable provoca que las neuronas liberen una sustancia química llamada dopamina. Este lanzamiento provoca esa sensación de sentirse bien, evoca el deseo de repetir una acción una y otra vez. Un buen ejemplo de esto son los videojuegos.

Cuando se mueve el control del juego exactamente de la manera correcta para obtener esa puntuación alta, el cerebro recuerda cómo ejecutó esa acción: qué neuronas se encienden y en qué patrón, para que el cerebro pueda recrear ese mismo movimiento al jugar la próxima vez. Después de repetidos intentos, el cerebro mejora al recrear ese patrón de actividad neuronal y se mejora en el juego.

Para el equipo, este hecho supuso la pregunta: ¿se podría entrenar al cerebro para aprender el patrón correcto de actividad neuronal normalmente involucrado en experimentar algo agradable, y luego reproducir ese patrón a voluntad para desencadenar una liberación de dopamina?

Implicaciones para la adicción y el trastorno obsesivo compulsivo

En una serie de experimentos en ratones, los científicos desarrollaron un programa de computadora que conectaba la actividad neuronal en el cerebro de los animales con notas musicales, de modo que cuando un grupo de neuronas se encendía, se reproducía una nota musical correspondiente. Diferentes patrones de actividad neuronal produjeron distintas combinaciones de notas. Y cuando los patrones de actividad neuronal activaron la disposición correcta de las notas musicales, los científicos liberaron manualmente la dopamina en los cerebros de los animales.

Los animales aprendieron rápidamente qué arreglo musical, cuando se tocaba, causaba una liberación de dopamina y una sensación de sentirse bien. Sus cerebros luego comenzaron a re-conectarse para escuchar esa canción más a menudo, lo que desencadena el golpe de placer de la dopamina. En esencia, los ratones aprendieron a repetir el mismo patrón de actividad cerebral que se había evocado anteriormente al escuchar esas notas musicales.

Los investigadores observaron que estos hallazgos son un ejemplo sorprendente de la Ley de Thorndike: un principio de psicología que establece que las acciones que conducen al refuerzo positivo se repiten con mayor frecuencia. Sin embargo, estos descubrimientos probablemente representan la primera vez que se ha observado este principio directamente en el cerebro. Hasta ahora, los mecanismos cerebrales que guían este tipo de aprendizaje no se habían medido directamente.

Esta investigación también tiene implicaciones importantes para la adicción y el TOC. Si los patrones de actividad neuronal del cerebro están a toda máquina, como suele ser el caso para las personas con adicción o TOC, los investigadores se preguntan si podrían crear un programa de computadora que pueda ayudar a entrenar a sus cerebros y reducir esta actividad. Lo están explorando activamente.


Estudio sobre la actuación de la experiencia religiosa en el cerebro

Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Utah, en un estudio publicado en la revista Social Neuroscience de noviembre 2016, han comprobado que las zonas cerebrales asociadas con gratificaciones, como el núcleo accumbens, actúan cuando una persona siente un acercamiento a Dios.

Este estudio es la primera iniciativa del Religious Brain Project, un proyecto orientado a entender cómo funciona el cerebro en personas con creencias religiosas o espirituales profundas.

Al igual que el amor, el sexo, el juego, las drogas y la música encienden el circuito de recompensa del cerebro, las experiencias religiosas también lo pueden activar. El circuito de recompensa es un grupo de estructuras neuronales de nuestro cerebro, relacionado con el deseo, el placer y el refuerzo positivo.

Los investigadores explican que en los últimos años las tecnologías de imagen cerebral han avanzado de tal forma que se pueden acercar a interrogantes que existen desde hace milenios.

En concreto, se propusieron determinar qué redes neuronales intervienen en la representación de los sentimientos espirituales, y para ello eligieron a un grupo de devotos mormones a los que se sometió a una serie de estímulos religiosos.

Cada sujeto había sido entrenado entre 1,5 y 2 años para poder identificar su ‘sentimiento del Espíritu’ en sí mismo y enseñar esto a otros. En la práctica y la teología mormonas, esos sentimientos tienen gran importancia, ya que son el medio primario para comunicarse con Dios, una parte fundamental en la toma de decisiones vitales y un refuerzo para su fe.

Se seleccionó un total de 19 sujetos – siete mujeres y 12 hombres –, cuyo cerebro fue monitorizado mientras realizaban diversas tareas, como visualizar videos sobre su iglesia, escuchar las citas de diversos líderes religiosos, rezar, leer pasajes bíblicos o recibir otros estímulos audiovisuales.

Durante las pruebas, los participantes eran interrogados para ver si ‘sentían el espíritu’. Podían responder a través de una escala que iba desde ‘no sentirlo’ hasta ‘sentirlo fuertemente’, e incluso tenían un botón para marcar cuando sentían un pico de intensidad espiritual.

Un pico de intensidad espiritual

Diversas áreas del cerebro, 
activas durante la experiencia 
religiosa de los participantes
El pico de intensidad, acompañado de un mayor ritmo cardíaco y respiratorio, ocurría entre uno y tres segundos antes de apretar el botón y este patrón se repetía para las diversas tareas.

Basándose en las exploraciones, los científicos descubrieron que los sentimientos espirituales intensos se asocian con la activación del núcleo accumbens. Conformado por un grupo de neuronas y componente del denominado estriado ventral, dicho núcleo forma parte del cuerpo estriado y es fundamental para el sistema de recompensa.

Aparte de las redes neuronales ligadas al sistema de recompensa, también se descubrió que los sentimientos espirituales se asocian a la corteza prefrontal media – una zona cerebral que se activa por acciones relacionadas con valoraciones, juicios y razonamiento moral – y otras regiones del cerebro asociadas a la atención focalizada.


La experiencia religiosa es quizá la parte que más influye sobre cómo la gente toma decisiones que nos afectan a todos, para bien y para mal. Entender lo que sucede en el cerebro para contribuir a estas decisiones es realmente importante, aunque todavía no se sabe si los creyentes de otras religiones responderían de la misma manera.

Investigaciones realizadas por otros expertos muestran que el cerebro responde de manera diferente ante prácticas contemplativas y de meditación, características de algunas religiones orientales, pero hasta ahora se tenía pocos conocimientos neurocientíficos sobre la espiritualidad en Occidente.

Hay diferencias y similitudes entre estos resultados y los estudios sobre meditación, pero en ambos casos muestran el papel que tienen las regiones cerebrales asociadas con la atención, aunque la activación del sistema de recompensa es mucho más importante en este estudio.

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Neurotransmisores protagonistas del placer


Somos cuerpo, mente y espíritu. Es por eso que para cuidar la salud de manera integral y conservar una buena calidad de vida, no solo debemos prestar atención a nuestro bienestar físico, sino también a nuestro componente emocional.

El cerebro humano tiene la capacidad de producir cuatro sustancias naturales relacionadas con la felicidad, el placer, la relajación y el alivio del dolor físico y emocional.

Endorfinas

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Constituyen un tipo de neurotransmisor que se producen principalmente en el hipotálamo y la glándula pituitaria.

* Son un potente estimulante natural que no tiene efectos secundarios y que posee la capacidad de cambiar nuestro estado de ánimo.

* Actúan como analgésicos y activan los centros de placer, creando situaciones satisfactorias que contribuyen a eliminar el malestar.

¿Cómo se estimula su producción?

Básicamente, todas las actividades que nos resultan placenteras las convocan: reír, cumplir con objetivos, realizar rutinas de ejercicio, relajarse, escuchar música, bailar, leer por gusto y meditar. Estas actividades facilitan la memoria y la atención, y provocan cambios positivos en nuestra actitud.

La risa tiene una notoria influencia sobre la química del cerebro y por eso es la mejor fuente de endorfinas. Numerosos estudios demostraron que reírse disminuye el dolor físico y fortalece el sistema inmunitario.

Las caricias, los besos y los abrazos también estimulan la descarga de endorfinas.

Serotonina

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 Es un neurotransmisor cerebral que además actúa regulando la función gastrointestinal. Casi el 90% presente en nuestro cuerpo se produce en el intestino, pero también se puede encontrar en las plaquetas y en el cerebro.

* Controla las emociones y las funciones cognitivas.

* Es conocida como la hormona del bienestar, ya que genera sensaciones de relajación y satisfacción, y aumenta la concentración y la autoestima.

* En el sistema digestivo, favorece la sensación de satisfacción después de haber comido y, en el cerebro, influye en el estado de ánimo. También ayuda a disfrutar de un sueño reparador y pone en marcha el reloj interno del cuerpo.

¿Cómo se estimula su producción?

Para producirla, es necesario contar con triptófano, un aminoácido fundamental en la nutrición que se encuentra en los siguientes alimentos: huevos, pastas, arroz, lácteos, cereales, pollo, pavo y leguminosas, entre otros.

Además, podemos aumentar la cantidad de serotonina del cerebro realizando ejercicio físico y buscando lugares con sol y mucha luz.

Si el organismo no la produce en cantidad suficiente, se podría experimentar una sensación de desánimo e insomnio.

Por otra parte, un exceso de serotonina puede resultar peligroso. Algunas drogas ilegales hacen que el cerebro descargue de una sola vez en la sinapsis toda su reserva de serotonina, lo que puede ocasionar paranoia, deteriorar el juicio e impactar negativamente la memoria.

Dopamina

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 Es otro de los neurotransmisores que está presente en diversas áreas del cerebro y que es especialmente importante para la función motora del organismo.

* Inunda la sinapsis entre neuronas cuando sucede algo gratificante; es responsable de ese torrente de alegría cuando se alcanza un objetivo o una tarea resulta exitosa. La dopamina anima al cerebro y produce sensaciones placenteras.

* Tiene muchos aspectos positivos, como favorecer el estado de alerta o ayudar al páncreas a liberar la cantidad adecuada de insulina después de comer.

* Por otra parte, la dopamina coordina el cerebro y el cuerpo para producir movimientos voluntarios. Algunas actividades como escribir tu nombre, y conducir un auto son posibles gracias a ella.

¿Cómo se estimula su producción?

Este químico se dispara tanto cuando uno da el primer paso rumbo a un objetivo como cuando lo cumple.

La mejor forma de elevar la dopamina, por ende, es establecerse objetivos a corto plazo o dividir en pequeñas metas aquellos objetivos que son a más largo plazo, y celebrar cuando uno los cumple.

La deficiencia de esta sustancia química se encuentra relacionada con la enfermedad de Parkinson.

Para estimular la secreción de este neurotransmisor e incrementar sus niveles, es necesario consumir alimentos ricos en tirosina: chocolate, sandía, almendras, carne, té verde, lácteos, arándanos, soja.

Oxitocina

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 Se produce en el hipotálamo cerebral, se almacena en la neurohipófisis y se libera al torrente sanguíneo para alcanzar varios órganos donde ejerce sus funciones.

* Desencadena y sostiene las contracciones en el parto y dilata el cuello uterino. Desempeña un papel fundamental en la lactancia al generar el vínculo materno-infantil, nuestra primera experiencia de amor puro y confianza plena.

* Aumenta la empatía y la confianza, regula la frecuencia cardíaca, disminuye la presión arterial, el estrés y la predisposición a adicciones (alimentos, drogas, alcohol, juego, etc.).

¿Cómo se estimula su producción?

La oxitocina, conocida como la “hormona del amor”, se libera ante momentos placenteros de la vida, como cuando disfrutamos de una reunión con amigos, y ante simples contactos físicos (masajes, abrazos) que establecen lazos de apego.

Consejos para mantener los niveles de oxitocina

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 Mantener la sexualidad activa en la pareja.
* Abrazar a nuestros seres queridos.
* Reír a diario.
* Realizarse masajes.
* Disfrutar momentos de ocio y de desconexión.
* Eliminar de tu vida relaciones tóxicas.
* Generar menos vínculos, pero más profundos y duraderos.


Relación entre el placer y el cerebro

El hedonismo en el cerebro

Varias partes del cerebro intervienen en la sensación de placer que experimentamos. Entre las más relacionadas con el placer son la corteza prefrontal, la orbito-frontal, la insular y la cinglada, y como regiones subcorticales, entre otras, el núcleo accumbens, el núcleo pálido central y la amígdala.


Hace tiempo que sabemos que en cualquier circunstancia que implique placer – sea natural – como al ingerir una comida apetitosa, – o de manera artificial – como cuando se estimula eléctricamente el cerebro o se consume una droga adictiva, se libera el neurotransmisor dopamina. Por ello, durante algún tiempo, fue considerada el neurotransmisor o sustancia química de la recompensa y el placer en el cerebro.

Sin embargo, según nuevos estudios eso no es cierto. Lo que ahora se sabe es que la dopamina liberada en el sistema meso-límbico dopaminérgico incrementa los componentes motivacionales del refuerzo, su valor incentivo, y produce deseo sin causar gusto ni tener un verdadero impacto hedónico. Es decir: la dopamina, más que causar directamente placer, lo que hace es aumentar nuestro deseo de sentirlo.

Sustancias químicas activan las regiones que hacen posible el placer



Se trata de las encefalinas y las endorfinas, también denominadas opiáceos endógenos. Son sustancias producidas y ubicuas en gran parte del cerebro. Su función natural es generar placer, del mismo modo que lo hacen la morfina y otras sustancias derivadas del opio cuando son consumidas. Es decir, las encefalinas y las endorfinas facilitan la activación de las estructuras cerebrales generadoras de las percepciones placenteras.

Se ha comprobado que su estimulación artificial mediante la inyección de sustancias que reproducen sus efectos, los llamados agonistas opiáceos, en regiones específicas del cerebro, como el núcleo accumbens, incrementan, y llegan incluso a doblar, el impacto hedónico que sentimos al consumir el dulce de la sacarosa, medido por las reacciones ante su consumo. Así el placer se asimila al hedonismo, la palabra griega para placer que, a su vez, deriva de la usada para dulce.

Usar el placer para potenciar nuestro cerebro

Los humanos somos buscadores permanentes del placer. Al igual que otras especies animales, podemos conseguirlo de muchas maneras: bebiendo, comiendo, descansando, calentando o enfriando nuestro cuerpo, con masajes y caricias, aliviando cualquier dolor o malestar somático y satisfaciendo motivaciones sexuales.

Pero, a diferencia de otras especies, podemos obtenerlo también de modo cognitivo, es decir, mental e intelectualmente. El desarrollo de la corteza cerebral humana nos permite disfrutar del amor y la compañía de nuestros familiares y amigos; de creaciones y descubrimientos artísticos, literarios o científicos; del éxito en nuestras relaciones sociales; de logros en el trabajo o la economía; de competiciones deportivas, de las actividades divertidas y de los juegos en general.

Todo eso puede producir también mucho placer. Pero ahí no acaba todo. Los humanos podemos disfrutar en el presente incluso imaginando lo bueno que puede ocurrir en el futuro.

Disfrutando con la mente

La capacidad del cerebro y la mente humana para imaginar las consecuencias positivas de nuestro comportamiento nos permite asimismo gozar activamente del ahora y por esa razón también podemos disfrutar avanzadamente en el presente de lo bueno que puede ocurrir en el futuro.

Eso es lo que hace que también podamos sentir placer imaginando lo bien que nos sentiremos cuando estemos de vacaciones en una playa, cuando hayamos conseguido el puesto de trabajo al que aspiramos, si nos tocara un gran premio con la lotería o imaginando una fuente de agua fresca cuando estamos sedientos.

La activación natural de los sistemas cerebrales de motivación y placer forma parte de la regulación homeostática del organismo. Disfrutar y sentir el placer de comer cuando las exigencias energéticas del cuerpo lo requieren es algo necesario y biológicamente establecido.

Muchos placeres incentivos, como los de naturaleza intelectual, pueden tener también un papel beneficioso para el bienestar somático y mental de las personas, pues disminuyen el estrés y están en el origen de las motivaciones que nos impulsan a comportarnos de un modo conveniente para no dañar nuestro organismo.

Y eso es un problema para quienes, por herencia, enfermedad o envejecimiento, tienen menos capacidad de sentir placer. Necesitamos sentir placer para encontrarnos bien y alcanzar bienestar. Su influencia es asimismo muy importante para que el organismo se adapte al medio en el control de la conducta motivada, la toma de decisiones, el aprendizaje y la memoria.

Lo que ocurre es que las decisiones que tomamos a diario con frecuencia no son siempre, aunque lo parezca, un ejercicio de pura racionalidad. En la mayoría de ellas, sin que apenas lo notemos, hay una importante influencia emocional no exenta de sensaciones placenteras.

Usar el placer para tomar mejores decisiones

Pensemos, por ejemplo, en la anticipación mental de la emoción y el placer de llegar a sentirse más delgado o de tener mejor aspecto y forma física. Esta anticipación de placer puede influir en la decisión de restringir el consumo de calorías. No menos cierta es la influencia que puede tener en la decisión de ahorrar la sensación anticipada de placer que produce disfrutar de un nuevo automóvil o de unas vacaciones en un lugar soñado.

Como vemos con estos ejemplos y en otros posibles, el placer guía nuestras decisiones cotidianas. Y lo hace mucho más de lo que pensamos.

La experiencia común nos dice que tendemos a repetir aquellos comportamientos que tienen consecuencias positivas. Si nos gustó un determinado plato en un restaurante, lo volveremos a pedir en nuevas ocasiones.

La administración de estímulos placenteros tras aquellas conductas que queremos potenciar es un poderoso medio de conseguir modular o cambiar el comportamiento de las personas. Es lo que hace un padre cuando regala un balón o una computadora a su hijo tras sacar una buena nota en un examen.


Ningún estímulo logra tantos efectos sobre las neuronas como escuchar música

La música algo tan natural para la gente, es el resultado de complejos mecanismos neuronales que terminan por comprometer a casi todo el cerebro en producirla, escucharla, interpretarla y sentirla.

Estudios sugieren que la influencia de la música sobre el cerebro humano surgió por la capacidad que tienen los ritmos y la sonoridad de involucrarse de manera íntima con áreas destinadas a las emociones, el lenguaje y el movimiento, al punto de que logra ponerlas a actuar simultáneamente.

La música es uno de los factores que produce más placer, condicionado por un circuito cerebral que gestiona respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales, medidos por dopamina, hormona ligada a las llamadas recompensas cerebrales.

El ritmo actúa sobre las cortezas frontal izquierda y parietal izquierda, y en el cerebelo derecho; el tono impactaría en la corteza prefrontal, el cerebelo y el lóbulo temporal; y la letra, en las áreas de Broca y de Wernicke (del lenguaje), los núcleos caudado y accumbens, y en el área prefrontal, todos ligados con las emociones.

Todo comienza en el oído al escuchar una canción, el estímulo se transmite por el tronco cerebral, llega a la corteza auditiva y, desde allí, se reparte a las áreas antes descritas y a las zonas de almacenamiento musical, porque la respuesta cerebral a los sonidos está condicionada por lo escuchado anteriormente. Es como si existiera una gran base de datos con todas las melodías recibidas y conocidas.

Ordena y sana

Los efectos de la música sobre diferentes áreas del cerebro de manera simultánea también han permitido que dichos estímulos sirvan para mejorar funciones deterioradas en el campo neuronal, a partir de procesos fisiológicos y emocionales.

Algunas imágenes cerebrales han demostrado que la activación múltiple de las regiones cerebrales favorece la plasticidad neuronal que puede compensar deficiencias después de algún daño. Por esta razón, la música es una buena ayuda en los procesos de rehabilitación, pues induce estados de ánimo positivos y favorece la génesis de movimientos.

Con el uso de la música de manera terapéutica, se han observado mejoras en personas con problemas de movimiento, dificultades de habla, demencias, etc.

Emociones, comunicación y atención

Es tranquilizante. Se ha demostrado que escuchar música actúa directamente sobre el hipotálamo y otros centros responsables de estimular las áreas de recompensa y de placer a nivel del cerebro, y que, también, eleva la producción de óxido nítrico que abre los vasos sanguíneos y mejora la circulación cerebral, además de liberar serotonina y reducir los niveles de cortisol. Todo esto tiene como resultado una disminución importante de la ansiedad y efectos relajantes casi inmediatos.

Es una tristeza que consuela. La música triste produce una sensación agradable y de disfrute en algunas personas porque, diversos estudios han demostrado que, al escucharla, el cerebro libera prolactina, una hormona que en realidad produce sentimientos de alivio y desahogo.

Comunicación. Ya se constató que la música es capaz de producir reacciones similares en grupos de personas que se encuentran en las mismas condiciones, lo que permite conexiones emocionales entre ellas, por esta razón la gente baila, asiste a conciertos o realiza ejercicios sincronizados. Además de que es un elemento de fusión convergente para la defensa y el ataque. Por lo anterior, se habla de tambores de guerra o de música marcial, utilizadas por los ejércitos. Con base en esto se dice que la música es un lenguaje universal.

Planificación de movimientos. Se ha demostrado que el cerebro, de manera natural, hace que la música active los centros de movimiento para producir acciones rítmicas traducidas en baile o desplazamientos armónicos de algunas partes del cuerpo, aun estando aparentemente quietos: la cabeza, las manos o un zapateo.



Siglos después de que los más grandes filósofos del mundo reflexionaran sobre los secretos de una buena vida, la ciencia moderna ha hecho enormes avances interdisciplinarios en la comprensión del florecimiento humano.

El placer es un sentimiento agradable, positivo, cuyo rango comprende desde el bienestar – como la satisfacción de una necesidad básica: hambre, sed – hasta sensaciones eufóricas de realización individual o júbilo, dependiendo de su razón de ser, su intensidad y su duración en el tiempo.




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