mayo 28, 2022

Neurociencia – ¿Qué Aportes para la Sociedad?




La neurociencia corresponde al estudio del funcionamiento del sistema nervioso, desde los aspectos más fundamentales, biológicos y químicos, hasta los más funcionales: personalidad, comportamientos, pensamientos. Durante los últimos veinte años, la neurociencia ha experimentado avances e innovaciones sin precedentes. Ahora nos permite comprender mejor las muchas señales que nos envía nuestro cerebro y comprender cómo funciona el sistema nervioso. Gracias a la neuroimagen o imagen cerebral, ahora es posible observar el cerebro de un individuo realizando una tarea cognitiva -hablar, contar, recordar...- y así identificar zonas y estímulos.

La neurociencia constituye un vasto conjunto de especialidades. Concierne a diversas disciplinas, como la psicología, y en particular la psicología cognitiva que explica los procesos que operan en el cerebro para aprender, pero también la neurología, la cronobiología, la filosofía, la antropología o incluso la informática, que ofrece modelos basados en los datos recopilados.

La disfunción cerebral es una de las principales causas de enfermedad o discapacidad. Afecta a un número creciente de personas, en particular debido al envejecimiento de la población. Sus repercusiones afectan directa o indirectamente a toda la sociedad. La neurociencia permite concebir nuevos tratamientos, en particular para la enfermedad de Alzheimer o la enfermedad de Parkinson.

Existen muchas otras áreas de aplicación para las técnicas de exploración o modificación del cerebro. En el campo de la justicia, la imagen cerebral podría usarse para modificar el cerebro de los delincuentes, en el campo del marketing, podría ser un medio para influir en el consumidor (neuromarketing). La neuroimagen también podría ser de interés para la gestión de recursos humanos (capacitar a los individuos para determinadas tareas), el ejército (mejorar el rendimiento militar o degradar el de los enemigos, etc.).

Múltiples campos de aplicación

Con la explosión contemporánea de la neurociencia, el cerebro se ha convertido en la metáfora de referencia para describir al ser humano en su individualidad, su subjetividad, sus acciones, su vida privada y social. La velocidad con la que la ciencia del cerebro se está infiltrando en la sociedad es sorprendente. En los últimos diez años, la neurociencia ha invadido gradualmente todas las esferas de nuestra vida cotidiana. Solo podemos ver el impacto creciente de la neurociencia en las representaciones culturales, la educación, los medios de comunicación, pero también en los círculos industriales, financieros, políticos, militares. El “neuro” está en todas partes: neuropedagogía, neuroeducación, neuronutrición, neuropsicología, neuroeconomía, neuromarketing, neurofilosofía, neurogimnasia… e incluso neuropolítica.


Hacia una neurosociedad – ¿Se puede explicar todo con imágenes cerebrales?

Este auge de la neurociencia está estrechamente relacionado con la aparición de tecnologías de imágenes cerebrales como la resonancia magnética.

Las técnicas de neuroimagen están en gran parte detrás del renacimiento de la neurociencia cognitiva: ver el funcionamiento normal del cerebro casi en tiempo real, registrar la actividad cognitiva en su estado más puro, sin necesidad de que el sujeto dé pistas sobre esta actividad – como sucedía en psicología –, son tantos avances decisivos. La posibilidad de ver funcionar al cerebro vivo abriría el camino a descifrar pensamientos, emociones, motivaciones, con la posibilidad de controlar los procesos de toma de decisiones que guían nuestras elecciones y nuestras acciones. La RM también interesa a sectores a priori alejados de la neurobiología: recursos humanos, seguros, publicidad, inteligencia, justicia, etc. Estos temas conciernen la democracia y exigen una reflexión ética.

Además, estas técnicas revelaron al neurocientífico un nuevo principio de funcionamiento cerebral: el funcionamiento en red. Las ubicaciones ya no son lo que solían ser. Se incluyen en redes que van y vienen según la tarea cognitiva en la que está involucrado el sujeto. Aún más novedoso, las mismas áreas del cerebro cumplen varias funciones y pueden ser parte, sucesivamente, de varias redes funcionales diferentes. En otras palabras, un área cerebral dada no tiene una sola función: sus recursos se utilizan para diferentes estrategias cognitivas.

Una gran contribución de la resonancia magnética es haber revelado las propiedades de plasticidad del cerebro, que se moldea de acuerdo con la historia vivida por cada persona. Por ejemplo, en los pianistas se produce un engrosamiento de las regiones de la corteza cerebral especializadas en la motricidad de los dedos y la audición. Este fenómeno se debe a la producción de conexiones adicionales entre las neuronas. Además, estos cambios en la corteza son directamente proporcionales al tiempo dedicado al aprendizaje del piano durante la infancia.

La plasticidad cerebral también interviene durante la vida adulta. Así, practicar malabares conduce después de solo tres meses de práctica a un engrosamiento de las áreas de la corteza que controlan la coordinación del brazo y la visión. Y si el entrenamiento se detiene, las áreas que estaban engrosadas se encogen.

Estos ejemplos, y muchos otros resultados, demuestran cómo los acontecimientos de la vida modifican el funcionamiento cerebral, lo que se traduce concretamente en la reestructuración de los circuitos neuronales en la corteza. Nunca nada se congela en nuestro cerebro. Esta es una noción fundamental a considerar para la interpretación de imágenes de resonancia magnética. La presencia de particularidades anatómicas o funcionales en un cerebro no significa que hayan existido desde el nacimiento, ni que vayan a quedar grabadas allí. De hecho, la resonancia magnética ofrece una instantánea del estado del cerebro de una persona en un momento dado. Ella no proporciona ninguna información sobre su pasado. Tampoco tiene valor predictivo para el comportamiento futuro. Otro sesgo de la resonancia magnética es el poder de fascinación de las imágenes en color del cerebro que pueden aparecer como prueba científica objetiva para un público desinformado.

Neuropolítica

Según investigadores del Instituto de Ciencias Cognitivas de Londres, las opiniones políticas estarían inscritas en nuestras neuronas. Su experimento consistió en recopilar las orientaciones políticas de 90 estudiantes y estudiar la estructura de sus cerebros mediante imágenes de resonancia magnética.

Resultado: la corteza cingulada anterior, que desempeña un papel en la detección de contradicciones, es más grande en los liberales – la izquierda, en los países anglosajones –, mientras que la región de la amígdala, involucrada en las emociones ligadas al miedo, está más desarrollada entre los conservadores – la derecha –.

Según los investigadores, sus resultados revelan un sustrato neuronal para los análisis psicológicos que muestran que el miedo a las situaciones de conflicto y de riesgo diferencia a los conservadores de los liberales.

La “psicología política” es una disciplina en auge desde hace 10 años, particularmente en los Estados Unidos. Su objetivo es comprender por qué algunas personas tienen creencias liberales y progresistas, mientras que otras se inclinan hacia ideas conservadoras y reaccionarias. La división ideológica vendría desde la primera infancia. Según un estudio realizado en niños de 3 años seguidos hasta la edad adulta, los descritos como temerosos, indecisos, testarudos e inhibidos se convierten en adultos conservadores. Por otro lado, los niños enérgicos, expresivos, dominantes y sociables adoptan luego ideas progresistas y liberales.

Toda esta investigación fue objeto de un artículo de John Jost publicado en 2011 (Political Neuroscience: The Beginning of a Beautiful Friendship), que anuncia el surgimiento de una nueva disciplina, la neuropolítica, que permitirá comprender y reducir las fuentes de la acrimonia ideológica que fomenta la incivilidad y obstaculiza la política y el progreso social.

Neurojusticia

En el siglo XIX, Cesare Lombroso fundó la criminología científica. Afirmó detectar a los delincuentes en función de las características anatómicas de la cara y el cráneo. La ciencia vino en ayuda de la justicia.

En el siglo XXI, la misma búsqueda sigue impulsando a algunos investigadores, particularmente en los Estados Unidos, donde la lucha contra el crimen y el terrorismo es una prioridad nacional. Es cierto que el vocabulario y los métodos han cambiado. Ya no se habla de criminalidad sino de psicopatía antisocial, mientras que la imagen cerebral ha sustituido al análisis de facciones y protuberancias en el cráneo.

Hasta la fecha, se han registrado más de 600 casos en los Estados Unidos en los que las imágenes obtenidas por resonancia magnética se han ingresado a nivel penal como “evidencia”. El tema de las aplicaciones jurídicas de la neurociencia se ha convertido en un tema de investigación por derecho propio denominado “Neuroderecho” (Neurolaw). Es objeto de importantes programas de financiación en los que participan universidades y la administración estadounidense.

En busca de las áreas cerebrales del crimen

Violencia, agresividad, ataque al orden moral, criminalidad, terrorismo… ¿Todos estos comportamientos desviados podrían tener su origen en el cerebro? Para averiguarlo, el método de elección es la resonancia magnética. El laboratorio dirigido por Adrian Raine en la Universidad de California se especializa en el campo. Su objetivo es estudiar las bases neuronales de las conductas antisociales, agresivas y delictivas para desarrollar nuevos tratamientos y programas de prevención de estas enfermedades tan costosas para la sociedad.

Varios estudios de resonancia magnética han mostrado una ligera reducción en el grosor de la corteza cerebral en las regiones prefrontal y temporal. Cabe señalar que este fenómeno no es específico de los delincuentes.

También se la ha observado en alcohólicos, drogadictos y en algunos pacientes epilépticos. El problema de su interpretación permanece intacto. De hecho, hasta ahora, ninguna demostración científica ha permitido establecer una relación causal entre una reducción del grosor de la corteza y el comportamiento desviado. Debido a las propiedades de plasticidad del cerebro, no se puede determinar el origen de las variaciones en la estructura de la corteza. Finalmente, es importante tener en cuenta que la mayoría de las conductas antisociales ocurren en individuos con cerebros normales.

El modelo estadounidense corre el riesgo de imponerse con la perspectiva de ver a la neurociencia remplazar al médico clínico en la evaluación de la responsabilidad y la peligrosidad de un acusado.

Neuroética

En el siglo XIX, la forma del cráneo y el tamaño del cerebro se utilizaron para justificar la jerarquía entre sexos, razas y clases sociales. Hoy en día, los métodos de investigación han avanzado de forma espectacular con la imagen cerebral y el descubrimiento de la plasticidad cerebral.

En este contexto, se debe realizar una reflexión ética sobre el impacto de la neurociencia en la sociedad, la economía y las políticas públicas. En Francia, la ley de bioética incluye desde 2011 una misión de seguimiento de la investigación y las aplicaciones de las técnicas de imagen cerebral, confiada al comité consultivo nacional de ética.

Esta misión tiene como objetivo defender la ética en la producción de conocimiento en neurociencia, despertar la responsabilidad de los investigadores sobre el impacto de su trabajo en el campo social y alertar sobre las derivas en el uso e interpretación de la RM.

Dictar un texto con el pensamiento, aumentar la memoria con implantes cerebrales, crear recuerdos en el cerebro de un ratón: estos avances, aún experimentales, ya no son ciencia ficción. Los avances en el conocimiento de los mecanismos del cerebro hacen ahora posible lo que ayer parecía impensable. Muy prometedores para el tratamiento de ciertas patologías, estos avances también plantean importantes cuestiones éticas.

Neuroeconomía




La neuroeconomía es una rama de la investigación en la encrucijada de la economía y la neurociencia cognitiva que estudia la influencia de los factores cognitivos y emocionales en la toma de decisiones, ya sea de inversión, compra, asunción de riesgos o consumo. Abarca, entre otras cosas, bajo el nombre de neurofinanzas, la toma de decisiones en términos de inversiones y préstamos y también el neuromarketing, que también utiliza herramientas de neuroimagen para la investigación de mercado y el comportamiento de los consumidores.

Se acerca a la economía del comportamiento, con la diferencia de que ésta última se interesa más por los comportamientos individuales y colectivos de los agentes económicos, mientras que la neuroeconomía examina las bases neurobiológicas de estos comportamientos, en particular gracias a las técnicas de imagen cerebral.

Sin embargo, la neuroeconomía no debe confundirse con el neuromarketing, que pretende sobre todo mejorar las estrategias comerciales y de comunicación de las empresas de forma práctica, en particular en lo que respecta a la publicidad. El neuromarketing es objeto de más críticas que la neuroeconomía, cuyo objetivo no es apuntar directamente a mejorar las prácticas comerciales.

Neurociencia en la empresa

Los especialistas en funciones cerebrales están ingresando al mundo laboral. Quieren formar gerentes “neuro-friendly” que estén más atentos a las nuevas generaciones de empleados.

La neurociencia no solo permite desarrollar la inteligencia emocional de cada actor en las empresas, gestionar mejor la motivación e implicación de los empleados, sino también fomentar la inteligencia colectiva. Ofrece la oportunidad de comprender mejor cómo trabajan todos, individualmente y en equipo.

Dominar las emociones y los mecanismos cerebrales brinda a los gerentes las herramientas adecuadas para desarrollar talentos, aumentar el desempeño colectivo, reducir el estrés improductivo y aumentar la motivación.

¿Cómo? Integrando en su estilo de gestión la comunicación no violenta, la inteligencia emocional y el feedback positivo, dejando que los equipos participen en la toma de decisiones durante las reuniones o aceptando que se equivoquen.

Neuroliderazgo

Gracias a los avances en imagen, la neurociencia ha experimentado recientemente un rápido desarrollo revelando los mecanismos de aprendizaje, memoria, motivación, compromiso, atención, toma de decisiones y liderazgo, de interés para el mundo empresarial. Arroja luz sobre los parámetros que el cerebro necesita para desarrollarse plenamente.

Pierre-Marie Lledo, director del departamento de neurociencias del Instituto Pasteur, cuyo trabajo sobre la neuroplasticidad, las neuronas espejo, el cerebro social, lo convenció de que la ciencia puede formar "mánagers neuroamigables" capaces de organizar su trabajo y el de su equipo para reducir el estrés y estimular su creatividad. Se trata de adaptar el mundo del trabajo al funcionamiento del cerebro y no al revés.

El neurocientífico estadounidense David Rock dio origen a este concepto conocido como “neuroliderazgo” en 2006, en su libro “Neuroliderazgo: El cerebro frente a la decisión y el cambio”.

Con la llegada de las nuevas generaciones, todos los modelos tradicionales de gestión del desempeño quedan en entredicho. Uno de los principales problemas es la forma en que se clasifican según los resultados de las baterías de pruebas realizadas durante la fase de reclutamiento. Sin embargo, sus estados cognitivos, afectivos y neurofisiológicos están en constante evolución. Es por eso que sus condiciones de trabajo deben estar basadas en evidencia y adaptarse dinámicamente a sus sentimientos.

El reconocimiento es clave, sobre todo porque tiene una realidad fisiológica, subrayan los investigadores: activa los circuitos neurológicos de recompensa en los que se basan la motivación, la confianza y la cohesión social. Nada mejor para estimularlo que un ambiente de trabajo “neuro-favorable”: otorgar autonomía, delegar, acompañar sin seguir… Los líderes exitosos tienen un alto nivel de inteligencia emocional.


La filantropía vista por la neurociencia del comportamiento

La filantropía se caracteriza por una tensión entre la promoción de los valores morales destinados a mejorar la calidad de vida de la humanidad y el costo material en que se incurre para lograr este objetivo, pero aún sabemos poco sobre lo que sucede en nuestro cerebro cuando tomamos decisiones morales complejas que involucran la vida de otros humanos.

Desde un punto de vista neurocientífico, se trata de comprender cómo se representan en el cerebro dos elementos, a saber, los valores morales y materiales, y cómo se combinan para determinar la elección de participar en la filantropía.

La investigación conductual y neuroeconómica ha desarrollado modelos informáticos destinados a estimar con precisión las preferencias individuales por los bienes materiales. Por el contrario, se sabe muy poco sobre cómo se representan las preferencias morales en el cerebro. Sin embargo, es esencial, en muchas áreas prácticas, comprender con precisión cómo los seres humanos toman decisiones morales. Sabemos lo suficientemente bien qué puede influir en las decisiones morales, pero no sabemos cómo se forman las preferencias que guían esas decisiones.

Estudios recientes han planteado la hipótesis de que las representaciones neuronales comparables pueden ser la base de las decisiones morales. Por lo tanto, podríamos explicar plausiblemente las diferencias entre las preferencias morales estimando la forma en que los individuos calculan el valor de las opciones morales que consideran.

Los investigadores encuentran que las preferencias morales están representadas por la actividad neuronal en una variedad de regiones del cerebro asociadas con el procesamiento de elementos sociales, como la empatía, la renuencia a dañar a otros y la atribución de estados mentales a otros (como las creencias), particularmente en la ínsula anterior -región del cerebro implicada en la gestión de las emociones – y en la unión temporo-parietal derecha, región implicada en la gestión de la empatía. Estos hallazgos sugieren que existe una interpretación mecanicista de las diferencias individuales en la moralidad: las personas con más empatía y/o sensibilidad al daño causado a otros verán el sacrificio de una vida como moralmente inadmisible, incluso si ese sacrificio salva más vidas; por el contrario, las personas que son más sensibles a los resultados y que tratan las decisiones morales como valores de peso tienen más probabilidades de adherirse a las preferencias morales que empujan a salvar a quienes tienen más probabilidades de sobrevivir.

Dos sistemas neurales antagónicos

Según el investigador Giuseppe Ugazio, profesor asistente de filantropía conductual en la Universidad de Ginebra, las diferencias individuales en las preferencias morales pueden explicarse por una participación diferenciada de dos sistemas neuronales antagónicos que determinan el valor moral de nuestras elecciones.

La preferencia moral por el hecho de salvar el mayor número estaría basada en los mecanismos de evaluación a nivel neural encargados de comparar la importancia de las opciones presentes, reflejadas en la actividad cerebral localizada en el lóbulo parietal inferior izquierdo y en la ínsula anterior.

Por el contrario, la preferencia moral opuesta, de negarse a sacrificar una vida incluso para salvar más, se apoyaría en mecanismos evaluativos encargados de gestionar la renuencia a dañar a los demás y la empatía, reflejada en la actividad cerebral ubicada en la unión temporo-parietal derecha.

El cerebro representa las preferencias morales en un grupo diferente de regiones que las involucradas en la representación de las preferencias relacionadas con los bienes materiales, como las preferencias financieras. Éstas están representadas en regiones que gestionan la apreciación de los bienes materiales, como el dinero o la comida, incluido el cuerpo estriado ventral y la corteza prefrontal ventromedial.

En conclusión, el valor de la vida humana y el del dinero se estiman según distintos valores neuronales. El comportamiento moral humano estaría guiado por procesos distintos de aquellos comportamientos subyacentes motivados por beneficios personales materiales.

Por lo tanto, desde la perspectiva de la neurociencia, estamos logrando una mejor comprensión de las decisiones filantrópicas al resaltar la forma en que el cerebro domina e integra las preocupaciones morales y materiales, particularmente en situaciones donde estos dos tipos de preocupaciones pueden competir o interactuar, como es el caso. con la filantropía, pero también con las finanzas sostenibles.



A nuestra época le apasiona cómo funciona nuestro cerebro. Un órgano calificado durante mucho tiempo como 
el "continente oscuro" hasta el advenimiento de las imágenes cerebrales. Esta tecnología revolucionaria hizo posible 
mostrar no solo el interior del cerebro sino también resaltar la actividad que se lleva a cabo constantemente. La fascinación
 que ejercían estas imágenes salió de los laboratorios y pronto se extendió por toda la sociedad. Pensábamos que por fin 
íbamos a desentrañar los misterios del cerebro, explicando con detalle los mecanismos de la memoria, la toma de decisiones, 
el aprendizaje, etc. y así potenciar nuestro rendimiento cognitivo. Una verdadera “neuromanía” se ha apoderado de nosotros,
 irrigando todos los sectores de la sociedad, desde la escuela hasta la empresa, pasando por la economía y la política.




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