Mediante las relaciones de amistad, aprenden a establecer normas, sopesar alternativas y tomar decisiones.
Los seres humanos somos seres sociales. Venimos al mundo programados para responder y relacionarnos con los demás. Incluso los niños más pequeños giran la cabeza como respuesta al sonido de una voz humana. Ya en los primeros años de vida, los niños comienzan a interactuar con otros niños fuera del ámbito familiar.
La amistad entre los pequeños es diferente a la amistad que establecen con los padres y con otros familiares. Las relaciones familiares proporcionan un sentido de intimidad más profundo y cercano, pero no sustituyen a las otras relaciones.
Desde la infancia hasta la adultez, pasando por la adolescencia, la amistad es uno de los aspectos más importantes de la vida.
Del cerebro dependen no sólo las funciones motoras y otras más básicas del organismo humano sino además el aspecto espiritual y emocional.
El cerebro social consiste en el conjunto de los mecanismos neuronales que orquestan nuestras interacciones, la suma de los pensamientos y sentimientos que tenemos acerca de las personas con las que nos relacionamos.
La neurociencia ha descubierto que nuestro sistema neuronal está programado para conectarse con los demás. Incluso los encuentros mas rutinarios actúan como reveladores cerebrales que prefiguran en un sentido tanto positivo como negativo nuestra respuesta emocional. El diseño mismo del cerebro humano lo hace sociable e inexorablemente atraído a un íntimo enlace cerebro a cerebro cada vez que nos relacionamos con otra persona.
Los circuitos neuronales operan mientras estamos relacionándonos. Hay una clase de neuronas recientemente descubiertas: la neurona fusiforme, que funciona con mayor rapidez que las demás, guiándonos en decisiones sociales inmediatas, A su vez, las neuronas espejo, perciben la acción que otra persona está a punto de realizar e instantáneamente nos preparan para imitar ese movimiento y en consecuencia a sentir lo mismo.
El cerebro del niño al nacer es una página en blanco, su cerebro social será el resultado de las relaciones positivas que genere a lo largo de su vida.
Las conexiones sociales positivas aumentan el buen humor y acotan el malo, aumentando la función inmunológica en situaciones de estrés.
La soledad socava la salud y
puede ser tan perjudicial como fumar. El cerebro se alimenta de glucosa, oxígeno,
pero también de amor y de vínculos sociales.
Reunirse
con sus cuatro mejores amigos, dos veces por semana beneficia a la salud
El objetivo del estudio, realizado por un
grupo de investigadores dirigidos por el psicólogo Robin Dunbar, del área
social y evolutiva de neurociencia de la Universidad de Oxford, era desentrañar
los secretos que se deben conocer para lograr que un hombre sea feliz con su
entorno, vida y familia. Descubrieron que era en tener la libertad para
poder salir con los amigos dos veces a la semana.
La salud de un hombre y su bienestar, mejoran
si se junta con sus cuatro mejores amigos, dos veces por semana en reuniones
donde hagan cosas como practicar algún deporte de roce y equipo, donde en forma
exclusiva pueden socializar, beber y reír juntos.
Los beneficios en la salud de estos
comportamientos estarían en que en caso de enfermedad sus tiempos de
recuperación son más rápidos y que a la vez, incrementan sus niveles de
generosidad.
Los investigadores también descubrieron que
sólo dos de cada cinco hombres, logra esas reuniones con sus amigos una vez por
semana y una tercera parte de los encuestados, a penas se pone al día con los
amigos.
La investigación además indagó en la calidad
de las interacciones con los amigos de acuerdo al número de personas y el
tiempo que les dedican. Los hombres en promedio reservan un poco menos de la
mitad de su tiempo en alimentar sus amistades cercanas.
Los hombres ocupan una quinta parte de su
tiempo interactuando socialmente con las personas de su redes sociales a través
de chat en línea, mensajes de texto y conversaciones telefónicas.
Cuando el grupo sobrepasa las cinco personas
es un número grande y se ha demostrado que es poco probable que ocurran
situaciones divertidas que generen la producción de endorfinas necesarias para
causar bienestar y felicidad.
Por este motivo, la indicación es que la
reunión social sea entre un grupo máximo de sólo cuatro amigos.
De todas maneras, la investigación no
recomienda dejar a la familia de lado, sino que considera que el pasar tiempo
con el núcleo familiar disminuye los niveles de estrés que causan las preocupaciones
laborales y económicas.
El volumen y el grado de conectividad de ciertas regiones del cerebro dependen del tamaño de la red social
Mary Ann Noonan, investigadora de la universidad de Oxford (Reino Unido) et al, presentó el resultado de sus trabajos en el congreso Neuroscience 2013 realizado en San Diego. Muestra que, como en muchos otros aspectos de la biología, el tamaño influye. Y mientras más amplia sea la red social de una persona, más grandes son ciertas zonas de su cerebro.
La idea consiste también en determinar visualmente a los individuos que disponen de aptitudes sociales, y los que, al contrario, viven un poco al margen de la sociedad y encuentran dificultades para insertarse, como las personas autistas o los esquizofrénicos.
Mediante sistemas precisos de imagen cerebral, se puede estimar la importancia de un círculo de amigos. E identificar los sujetos solitarios y a los que tienen una conducta marginal.
Los investigadores reclutaron a 18 voluntarios para observar la estructura de su cerebro. Los conejillos de india indicaron el número y la frecuencia de sus interacciones sociales amistosas en los últimos meses, lo que sirvió para establecer el nivel de sociabilidad de cada uno.
Ciertas regiones cerebrales son más grandes y mejor conectadas en las personas que disponen de redes sociales más vastas, en comparación con sus homólogos más hogareños. Se trata de la unión temporoparietal – relacionada con la empatía –, del cortex del cíngulo anterior o del cortex prefrontal rostral, que son las zonas implicadas en la aptitud para atribuir los estados mentales, pensamientos e intenciones al ser humano.
Los autores comprobaron también que estas regiones estaban mejor interconectadas por fibras nerviosas si los participantes tenían numerosos amigos. Como si fueran autopistas de la información nerviosa.
Un mejor amigo ayuda a niños a afrontar experiencias negativas
Un estudio de la Universidad de Concordia, en Montreal publicado en la revista Developmental Psychology en 2012, reveló que tener un mejor amigo ayuda a un niño para superar de mejor manera las experiencias negativas en su vida.
De acuerdo con esta investigación, cuando un niño está solo y se enfrenta a una experiencia desagradable, se registran aumentos de cortisol, y un descenso en los sentimientos de autoestima. Tener a un mejor amigo presente durante un evento desagradable tiene un impacto inmediato sobre el cuerpo y la mente de un niño.
El estudio, demostró que cuando el niño experimentaba una situación desagradable, pero contaba con la presencia de un amigo, los niveles de cortisol y autoestima no variaban significativamente.
Los investigadores también descubrieron que este fenómeno puede determinar la calidad de la autoestima en la adultez.
El volumen y el grado de conectividad de ciertas regiones del cerebro dependen del tamaño de la red social
Mary Ann Noonan, investigadora de la universidad de Oxford (Reino Unido) et al, presentó el resultado de sus trabajos en el congreso Neuroscience 2013 realizado en San Diego. Muestra que, como en muchos otros aspectos de la biología, el tamaño influye. Y mientras más amplia sea la red social de una persona, más grandes son ciertas zonas de su cerebro.
La idea consiste también en determinar visualmente a los individuos que disponen de aptitudes sociales, y los que, al contrario, viven un poco al margen de la sociedad y encuentran dificultades para insertarse, como las personas autistas o los esquizofrénicos.
Los investigadores reclutaron a 18 voluntarios para observar la estructura de su cerebro. Los conejillos de india indicaron el número y la frecuencia de sus interacciones sociales amistosas en los últimos meses, lo que sirvió para establecer el nivel de sociabilidad de cada uno.
Ciertas regiones cerebrales son más grandes y mejor conectadas en las personas que disponen de redes sociales más vastas, en comparación con sus homólogos más hogareños. Se trata de la unión temporoparietal – relacionada con la empatía –, del cortex del cíngulo anterior o del cortex prefrontal rostral, que son las zonas implicadas en la aptitud para atribuir los estados mentales, pensamientos e intenciones al ser humano.
Los autores comprobaron también que estas regiones estaban mejor interconectadas por fibras nerviosas si los participantes tenían numerosos amigos. Como si fueran autopistas de la información nerviosa.
Un mejor amigo ayuda a niños a afrontar experiencias negativas
Un estudio de la Universidad de Concordia, en Montreal publicado en la revista Developmental Psychology en 2012, reveló que tener un mejor amigo ayuda a un niño para superar de mejor manera las experiencias negativas en su vida.
Eje hipotalámico-hipofisario-adrenal Eje del estrés |
De acuerdo con esta investigación, cuando un niño está solo y se enfrenta a una experiencia desagradable, se registran aumentos de cortisol, y un descenso en los sentimientos de autoestima. Tener a un mejor amigo presente durante un evento desagradable tiene un impacto inmediato sobre el cuerpo y la mente de un niño.
El estudio, demostró que cuando el niño experimentaba una situación desagradable, pero contaba con la presencia de un amigo, los niveles de cortisol y autoestima no variaban significativamente.
Los investigadores también descubrieron que este fenómeno puede determinar la calidad de la autoestima en la adultez.
Los niños necesitan tener amigos y aprender a
ser un buen amigo
Las amistades son importantes para ayudar a
los niños a desarrollarse emocional y socialmente. Proporcionan un campo de
entrenamiento para probar diferentes maneras de relacionarse con los demás. A través de la interacción con los amigos,
los niños aprenden a establecer normas, sopesar alternativas y tomar decisiones.
Experimentan miedo, enojo, agresión y rechazo, aprenden a ganar y a perder y
entienden lo que es apropiado y lo que no.
También adquieren conocimientos sobre el posicionamiento social y las clases de poder: quién está dentro, quién está fuera, cómo dirigir y cómo seguir, qué es justo y qué no, etc. Los niños aprenden que diferentes personas y diferentes situaciones requieren diferentes comportamientos, y llegan a comprender los puntos de vista de otras personas.
También adquieren conocimientos sobre el posicionamiento social y las clases de poder: quién está dentro, quién está fuera, cómo dirigir y cómo seguir, qué es justo y qué no, etc. Los niños aprenden que diferentes personas y diferentes situaciones requieren diferentes comportamientos, y llegan a comprender los puntos de vista de otras personas.
Los amigos proporcionan compañerismo y los
niños descubren quiénes son al compararse con otros niños: quién es más grande,
quién es más rápido, etc. Aprenden que son similares a otros niños, pero que
cada uno tiene sus particularidades. En los pequeños, la amistad y el hecho de
formar parte de un grupo mejora el sentimiento de autoestima.
El consuelo y el apoyo que dan los amigos
ayudan a los niños a afrontar momentos difíciles o periodos de transición, como
el cambio a una nueva escuela, el comienzo de la adolescencia, asuntos
familiares complicados, decepciones, etc.
Las amistades no son un lujo, son una
necesidad para un desarrollo psicosocial sano. Estudios previos demuestran que los niños
con amigos disfrutan de un estado de bienestar óptimo, de una mejor autoestima
y tienen menos problemas sociales en la edad adulta que los niños que no tienen
amistades. Por otro lado, los niños con problemas para hacer amigos tienen más
posibilidades de sentirse solos, de recibir burlas de los compañeros, de tener
problemas académicos y de adquirir malas conductas.
Hacer amigos no es siempre una tarea fácil para los
niños. Depende mucho de la estimulación que los hijos reciben de su familia y
de su entorno cuando aún son pequeños.
Los primeros amigos de los niños, cuando aún son bebés, serán los peluches o algún otro juguete. Querrá estar con su amigo, cogerle, tirarle y jugar con él. Pero, el tiempo pasa, y el bebé sentirá la necesidad de compartir su experiencia no solo con su mamá, su papá, o con sus hermanos (si los tiene). Le encantará estar, aunque inconscientemente, con otros iguales.
El desarrollo del sentido de la amistad en
los niños
El momento en que los bebés empiezan a querer
relacionarse suele ocurrir a los seis meses, cuando muchas familias optan
por llevar al bebé a una guardería para socializarse, y así conocer
y hacer sus primeros amiguitos.
Otros papás prefieren salir más de casa con su bebé, durante los fines de
semana, llevándolo más al parque, bajándolo más al patio de casa o
visitando y contactando con otras familias. Se trata de crear el clima ideal
para que el bebé tenga más trato con otras personas, y evitar así que
tenga miedo a los desconocidos.
Los primeros años de vida son fundamentales
para la socialización de los bebés, pues es cuando ellos aprenden a abrirse a
los demás y a ser amigo.
Cuanto más pequeños sean los niños a la hora
de empezar a tener amigos, más probable será que tengan amistades en edades
posteriores. Un 75 % de niños en edad
preescolar tienen amistades, y en la adolescencia, entre un 80 % y un 90 %
afirman tener amigos, normalmente indicando que uno o dos son los
mejores amigos y los demás buenos amigos.
Niños y adolescentes de todas las edades
piensan en la amistad en términos de reciprocidad, es decir, lo que uno hace
por el otro, pero las relaciones de amistad cambian con la edad. El niño
pequeño ayudará a un compañero a reconstruir una torre de bloques, el niño en
edad escolar ayudará al amigo a hacer los deberes, y el adolescente dará
consejo a un amigo sobre un tema que éste no quiere hablar con los padres.
Aunque los términos de la reciprocidad se mantienen constantes, el concepto de
amistad y del comportamiento asociado a esta cambia a medida que el niño crece.
Etapas de las amistades de los bebés y los
niños
El bebé que juega poco o que juega solo
puede desarrollar problemas de adaptación durante su crecimiento. Por eso,
es muy importante que la familia estimule a su hijo para establecer relaciones
con otros iguales. La habilidad de los niños para hacer amigos dependerá
muchísimo de la postura que tengan sus padres. Los padres deben fomentar y estimular a su bebé para que
comparta algunos momentos del día con otros de su misma edad.
Cuando tenga un año, el bebé disfrutará jugando con otros bebés. Querrá "investigarlos", tocar su pelo, su cara, e incluso le llamará más la atención el juguete que tiene él que los suyos propios. Durante esta etapa, los bebés suelen estar preocupados por caminar y explorar todo a su alrededor.
A los dos años de edad. Llegará el primer
amigo del niño. Jugará en la guardería, en el parque, en el patio, con otros
iguales, y en casa probablemente tenga
un "amigo imaginario". En ese caso, los padres no deben
preocuparse, es la forma que muchos niños tienen de satisfacer sus imaginaciones
e ilusiones. A esta edad, ellos ejercitan libremente su creatividad, voluntad y
autoridad. A esta edad, los niños se comunicarán expresando lo que han vivido y
aprendido de los demás.
A los 3 ó 4 años de edad, el amigo imaginario
dará lugar a un amigo de verdad, cuando el niño vaya por primera vez a la escuela.
Allí, su mundo social doblará de tamaño. El niño no sólo conocerá a otros
niños, sino que también compartirá su tiempo con otros adultos. Tendrá que
compartir las reglas y las normas de una escuela y empezará a socializar de
verdad. Será todo un mundo a descubrir y su independencia tendrá límites más duros.
A partir de los 5 ó 6 años, los niños no
solamente comparten juguetes con sus amigos. Empezarán a compartir sus
experiencias, sus conocimientos, además de cariño y afecto. A esas edades, el
niño estará listo para aceptar reglas
de convivencia. Podrá hacer amigos de verdad. Y en esta etapa, los
límites serán exigidos por sus propios amigos.
A los 7 u 8 años, los niños aprenderán a
cooperar y ayudar a los demás. Todavía podrán disputar por algún juguete o juego,
pero tendrán más capacidad para ceder alguna vez. Serán más comprensivos e
intentarán mediar algunos conflictos ellos solos.
Durante la etapa escolar, los niños, generalmente, eligen amigos que presentan alguna similitud con ellos y con los que comparten intereses. A esta edad, los niños se suelen orientar a un grupo determinado de amigos. Los grupos reflejan muchos de los problemas que existen en cualquier relación social: inclusión, exclusión, conformidad, independencia, miedo o rechazo. También reflejan diferencias de género.
Cuanta más edad, los grupos se vuelven cada
vez más determinados por el sexo: las chicas suelen manifestar relaciones más íntimas y de apoyo con
las amigas. Los chicos tienden a formar grandes grupos de amigos, centrados
sobre todo en el deporte, mientras que las chicas, en general, prefieren formar
grupos más pequeños y mantener conversaciones más personales.
Los grupos de
niñas suelen ser más pequeños y exclusivos que los de niños durante la
infancia, pero en la adolescencia la situación se revierte.
La formación de grupos es un fenómeno
natural. Pertenecer a un grupo, ya sea de deporte, político, etc. proporciona
un sentimiento de pertenencia.
Entre los 10 y los 12 años se empiezan a formar los grupos, y a medida que los
niños crecen, se apoyan más en los amigos, y los toman como guía a seguir, en
detrimento de los padres. Los grupos se pueden formar en base a la apariencia,
a las habilidades atléticas, a los resultados académicos, al estatus económico
o social, al talento, a la habilidad para atraer al sexo opuesto, etc. Para
algunos niños, no pertenecer a ningún grupo es un motivo de preocupación.
Algunos de ellos pueden sufrir sentimientos de rechazo si no son incluidos e,
incluso, pueden ser motivo de burlas y bullying.
La cantidad de tiempo que los niños pasan con
los amigos es mayor durante la escuela primaria, la secundaria y la
adolescencia. Los jóvenes pasan casi un tercio de su tiempo en compañía. La
mayoría de adolescentes tiende a alejarse de los padres y de otros familiares
y, en cambio, desarrolla unos vínculos más estrechos con los compañeros.
Mientras que la amistad entre los niños
pequeños se basa, generalmente, en el compañerismo, los mayores prefieren
compartir inquietudes, pensamientos y sentimientos personales. Las
características de la amistad en la pre-adolescencia, como el compañerismo, la
ayuda, la validación, el cuidado de los amigos y la confianza son
determinantes, pero, además, las amistades adolescentes se vuelven
significativamente más íntimas. Los adolescentes reconocen y valoran la
complejidad de las relaciones humanas: consideran la amistad un fuerte vínculo
perdurable en el tiempo.
La importancia de la amistad en la adolescencia
La aparición de fuertes relaciones de amistad es una de las características más importantes de la adolescencia.
Los adolescentes empiezan a buscar su propia identidad. Necesitan salir al exterior, establecer nuevos contactos, crear redes de amigos, descubrir el mundo y su lugar en él. Y para eso es fundamental el grupo de amigos.
Suelen construir su grupo de amigos con chicos y chicas parecidos a ellos. Con las mismas aficiones, el mismo gusto por cierta ropa, iguales intereses, etc. Como el grupo se forma entre iguales, todos ellos siguen lo que hacen los demás. están aprovechando su pertenencia al grupo para crear su identidad propia.
Las amistades proporcionan a los adolescentes oportunidades para desarrollar habilidades para resolver conflictos. Los amigos proveen diversión y emoción a los adolescentes con su compañía y recreación. Los amigos también se dan consejos entres sí. Los adolescentes hablan de muchos temas y problemas con sus compañeros adolescentes.
La lealtad es un aspecto valioso cuando se trata de amistad. Los adolescentes están siempre buscando aliados leales que puedan ayudarles en la escuela o en su vecindario.
La importancia de la amistad en la adolescencia
La aparición de fuertes relaciones de amistad es una de las características más importantes de la adolescencia.
Los adolescentes empiezan a buscar su propia identidad. Necesitan salir al exterior, establecer nuevos contactos, crear redes de amigos, descubrir el mundo y su lugar en él. Y para eso es fundamental el grupo de amigos.
Suelen construir su grupo de amigos con chicos y chicas parecidos a ellos. Con las mismas aficiones, el mismo gusto por cierta ropa, iguales intereses, etc. Como el grupo se forma entre iguales, todos ellos siguen lo que hacen los demás. están aprovechando su pertenencia al grupo para crear su identidad propia.
Las amistades proporcionan a los adolescentes oportunidades para desarrollar habilidades para resolver conflictos. Los amigos proveen diversión y emoción a los adolescentes con su compañía y recreación. Los amigos también se dan consejos entres sí. Los adolescentes hablan de muchos temas y problemas con sus compañeros adolescentes.
La lealtad es un aspecto valioso cuando se trata de amistad. Los adolescentes están siempre buscando aliados leales que puedan ayudarles en la escuela o en su vecindario.
Los amigos y los resultados académicos
Parece lógico que tener amigos en la escuela
potencie el progreso académico de los niños. La escuela puede convertirse en
una fuente de experiencias gratificantes y en un espacio natural de
reforzamiento de comunidades. Los amigos pueden ayudarse mutuamente con las
tareas escolares y los deberes, y lo que es más importante, hacen que la
escuela sea más divertida.
Diversos estudios
demuestran que los niños que tienen amigos y cambian de grado escolar, tienen
mejores resultados escolares y
les es más fácil conservar y hacer nuevos amigos. Paralelamente, los
adolescentes que tienen amigos experimentan menos problemas psicológicos a la
hora de cambiar de curso o de instituto.
Cuando la amistad no ayuda
La calidad de la amistad es importante. La
conocida expresión "presión de grupo", que comienza en la
adolescencia, aunque positiva para muchos, puede comportar también
consecuencias negativas. Los niños que se relacionan con compañeros que
muestran conductas antisociales corren el riesgo de seguir este mismo patrón de
comportamiento. Los amigos antisociales no son un buen modelo a seguir.
Especialmente durante la adolescencia, los
jóvenes que tienen un historial de comportamiento difícil y unas relaciones
pobres con los compañeros tienen más riesgo de involucrarse en conductas
delictivas. Por el contrario, los adolescentes que tienen un historial de
buenas relaciones y son socialmente maduros tienen más capacidad de resiliencia
(capacidad para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones
adversas) y mejores aptitudes para hacer frente a los cambios y al estrés.
Fomentar la amistad entre los niños
La escuela
Para los niños que necesitan ayuda
individualizada :
* Enseñar a los niños habilidades sociales a
través de un coach o de un asesor, y practicar con ellos las nuevas
estrategias.
* Terapia en pareja: 2 niños con dificultad
interactúan el uno con el otro mientras reciben consejos de un adulto.
Intervenciones de grupo en la clase :
* Realizar programas de resolución de conflictos que enseñen a los niños a encontrar alternativas para gestionar los problemas.
* Trabajar en tareas de cooperación,
organizar juegos, etc. que fomenten la interacción y fortalezcan las alianzas
entre los compañeros.
Mediante un refuerzo de las habilidades
sociales adecuadas se puede mejorar la sociabilidad del niño.
Los padres
* Explicar al niño qué representa la amistad.
Esta transmisión es importante y hay que dedicarle esfuerzo.
* Respetar el estilo de sociabilidad del niño.
Algunos niños se desarrollan mejor con muchos amigos, otros con menos pero más
íntimos, etc. Algunos hacen amistades de manera más rápida mientras que otros necesitan
más tiempo.
* Ayudar al niño a
que dedique tiempo a hacer amigos. Esto es especialmente importante si el niño es tímido o reticente a
mantener interacciones con otros niños. Por ejemplo, ofrece la casa para que el
niño pueda invitar a compañeros de clase, quedar con otras familias con niños o
sugerirle directamente que invite a algún amigo.
Aunque, a menudo, muchos padres sienten que
pueden estar forzando demasiado estas estrategias, estudios recientes indican
que los niños que fueron reconducidos socialmente tenían padres que estaban
involucrados en sus actividades sociales.
Si el niño tiene problemas con algún amigo,
fomentar que hable con él o ella y piensen de qué manera pueden gestionar
situaciones similares si vuelven a aparecer. Es importante ayudar al niño a manejar la situación de forma positiva y a
entender sus reacciones y sentimientos.
Las amistades enseñan, educan y nos hacen
crecer dentro de nosotros mismos. Para que una amistad se mantenga sana,
es
necesario que los padres intervengan siempre. Deben empezar dentro de casa, a
aplicar reglas de convivencia, donde
no haya espacio para la discriminación, la
agresividad, las diferencias, el egoísmo, la intolerancia, ni represiones.
La
relación de los padres es y será siempre el ejemplo que ellos van a seguir en
sus relaciones personales.
Ponerse en el lugar de la otra persona, muchas
veces, suele evitar conflictos y problemas.
Ver :
La neurogénesis en la infancia y la adolescencia determina la sociabilidad
Desórdenes en la conduta alimentaria
Estrés y ansiedad
Importancia de la risa en el ser humano
Neurociencia de la felicidad y el bienestar – el cerebro feliz
Cómo estimular las funciones cerebrales
Las emociones y el funcionamiento del cerebro
Neurociencia de la empatía
El sistema nervioso para-simpático
La reserva cognitiva protege nuestro cerebro
La madurez de nuestro cerebro
El cerebro y la nueva longevidad
Prevenir la pérdida de memoria
Deterioro cognitivo leve
Burnout o síndrome de desgaste profesional
El confinamiento afecta a nuestro cerebro
Desórdenes en la conduta alimentaria
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Importancia de la risa en el ser humano
Neurociencia de la felicidad y el bienestar – el cerebro feliz
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Neurociencia de la empatía
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La madurez de nuestro cerebro
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Deterioro cognitivo leve
Burnout o síndrome de desgaste profesional
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