febrero 14, 2015

Cerebro Social – El Cerebro Necesita Amistades para Funcionar Bien




 Las amistades son importantes para ayudar a los niños a desarrollarse emocional y socialmente.
Mediante las relaciones de amistad, aprenden a establecer normas, sopesar alternativas y tomar decisiones.


Los seres humanos somos seres sociales. Venimos al mundo programados para responder y relacionarnos con los demás. Incluso los niños más pequeños giran la cabeza como respuesta al sonido de una voz humana. Ya en los primeros años de vida, los niños comienzan a interactuar con otros niños fuera del ámbito familiar.


La amistad entre los pequeños es diferente a la amistad que establecen con los padres y con otros familiares. Las relaciones familiares proporcionan un sentido de intimidad más profundo y cercano, pero no sustituyen a las otras relaciones.

Desde la infancia hasta la adultez, pasando por la adolescencia, la amistad es uno de los aspectos más importantes de la vida.


Del cerebro dependen no sólo las funciones motoras y otras más básicas del organismo humano sino además el aspecto espiritual y emocional.


Cerebro social

El cerebro social consiste en el conjunto de los mecanismos neuronales que orquestan nuestras interacciones, la suma de los pensamientos y sentimientos que tenemos acerca de las personas con las que nos relacionamos.

La neurociencia ha descubierto que nuestro sistema neuronal está programado para conectarse con los demás. Incluso los encuentros mas rutinarios actúan como reveladores cerebrales que prefiguran en un sentido tanto positivo como negativo nuestra respuesta emocional. El diseño mismo del cerebro humano lo hace sociable e inexorablemente atraído a un íntimo enlace cerebro a cerebro cada vez que nos relacionamos con otra persona.

Los circuitos neuronales operan mientras estamos relacionándonos. Hay una clase de neuronas recientemente descubiertas: la neurona fusiforme, que funciona con mayor rapidez que las demás, guiándonos en decisiones sociales inmediatas, A su vez, las neuronas espejo, perciben la acción que otra persona está a punto de realizar e instantáneamente nos preparan para imitar ese movimiento y en consecuencia a sentir lo mismo.

El cerebro del niño al nacer es una página en blanco, su cerebro social será el resultado de las relaciones positivas que genere a lo largo de su vida.


Las conexiones sociales positivas aumentan el buen humor y acotan el malo, aumentando la función inmunológica en situaciones de estrés.

La soledad socava la salud y puede ser tan perjudicial como fumar. El cerebro se alimenta de glucosa, oxígeno, pero también de amor y de vínculos sociales.


Reunirse con sus cuatro mejores amigos, dos veces por semana beneficia a la salud

El objetivo del estudio, realizado por un grupo de investigadores dirigidos por el psicólogo Robin Dunbar, del área social y evolutiva de neurociencia de la Universidad de Oxford, era desentrañar los secretos que se deben conocer para lograr que un hombre sea feliz con su entorno, vida y familia. Descubrieron que era en tener la libertad para poder salir con los amigos dos veces a la semana.

La salud de un hombre y su bienestar, mejoran si se junta con sus cuatro mejores amigos, dos veces por semana en reuniones donde hagan cosas como practicar algún deporte de roce y equipo, donde en forma exclusiva pueden socializar, beber y reír juntos.

Los beneficios en la salud de estos comportamientos estarían en que en caso de enfermedad sus tiempos de recuperación son más rápidos y que a la vez, incrementan sus niveles de generosidad.

Los investigadores también descubrieron que sólo dos de cada cinco hombres, logra esas reuniones con sus amigos una vez por semana y una tercera parte de los encuestados, a penas se pone al día con los amigos.

La investigación además indagó en la calidad de las interacciones con los amigos de acuerdo al número de personas y el tiempo que les dedican. Los hombres en promedio reservan un poco menos de la mitad de su tiempo en alimentar sus amistades cercanas.

Los hombres ocupan una quinta parte de su tiempo interactuando socialmente con las personas de su redes sociales a través de chat en línea, mensajes de texto y conversaciones telefónicas.

Cuando el grupo sobrepasa las cinco personas es un número grande y se ha demostrado que es poco probable que ocurran situaciones divertidas que generen la producción de endorfinas necesarias para causar bienestar y felicidad.

Por este motivo, la indicación es que la reunión social sea entre un grupo máximo de sólo cuatro amigos.

De todas maneras, la investigación no recomienda dejar a la familia de lado, sino que considera que el pasar tiempo con el núcleo familiar disminuye los niveles de estrés que causan las preocupaciones laborales y económicas.



El volumen y el grado de conectividad de ciertas regiones del cerebro dependen del tamaño de la red social

Mary Ann Noonan, investigadora de la universidad de Oxford (Reino Unido) et al, presentó el resultado de sus trabajos en el congreso Neuroscience 2013 realizado en San Diego. Muestra que, como en muchos otros aspectos de la biología, el tamaño influye. Y mientras más amplia sea la red social de una persona, más grandes son ciertas zonas de su cerebro.

La idea consiste también en determinar visualmente a los individuos que disponen de aptitudes sociales, y los que, al contrario, viven un poco al margen de la sociedad y encuentran dificultades para insertarse, como las personas autistas o los esquizofrénicos. 


Mediante sistemas precisos de imagen cerebral, se puede estimar la importancia de un círculo de amigos. E identificar los sujetos solitarios y a los que tienen una conducta marginal.

Los investigadores reclutaron a 18 voluntarios para observar la estructura de su cerebro. Los conejillos de india indicaron el número y la frecuencia de sus interacciones sociales amistosas en los últimos meses, lo que sirvió para establecer el nivel de sociabilidad de cada uno.

Ciertas regiones cerebrales son más grandes y mejor conectadas en las personas que disponen de redes sociales más vastas, en comparación con sus homólogos más hogareños. Se trata de la unión temporoparietal  relacionada con la empatía , del cortex del cíngulo anterior o del cortex prefrontal rostral, que son las zonas implicadas en la aptitud para atribuir los estados mentales, pensamientos e intenciones al ser humano.

Los autores comprobaron también que estas regiones estaban mejor interconectadas por fibras nerviosas si los participantes tenían numerosos amigos. Como si fueran autopistas de la información nerviosa.



Un mejor amigo ayuda a niños a afrontar experiencias negativas

Un estudio de la Universidad de Concordia, en Montreal publicado en la revista Developmental Psychology en 2012, reveló que tener un mejor amigo ayuda a un niño para superar de mejor manera las experiencias negativas en su vida.


Eje hipotalámico-hipofisario-adrenal
Eje del estrés
    

De acuerdo con esta investigación, cuando un niño está solo y se enfrenta a una experiencia desagradable, se registran aumentos de cortisol, y un descenso en los sentimientos de autoestima. Tener a un mejor amigo presente durante un evento desagradable tiene un impacto inmediato sobre el cuerpo y la mente de un niño.

El estudio, demostró que cuando el niño experimentaba una situación desagradable, pero contaba con la presencia de un amigo, los niveles de cortisol y autoestima no variaban significativamente.

Los investigadores también descubrieron que este fenómeno puede determinar la calidad de la autoestima en la adultez.





Los niños necesitan tener amigos y aprender a ser un buen amigo


Las amistades son importantes para ayudar a los niños a desarrollarse emocional y socialmente. Proporcionan un campo de entrenamiento para probar diferentes maneras de relacionarse con los demás. A través de la interacción con los amigos, los niños aprenden a establecer normas, sopesar alternativas y tomar decisiones. Experimentan miedo, enojo, agresión y rechazo, aprenden a ganar y a perder y entienden lo que es apropiado y lo que no.

También adquieren conocimientos sobre el posicionamiento social y las clases de poder: quién está dentro, quién está fuera, cómo dirigir y cómo seguir, qué es justo y qué no, etc. Los niños aprenden que diferentes personas y diferentes situaciones requieren diferentes comportamientos, y llegan a comprender los puntos de vista de otras personas.

Los amigos proporcionan compañerismo y los niños descubren quiénes son al compararse con otros niños: quién es más grande, quién es más rápido, etc. Aprenden que son similares a otros niños, pero que cada uno tiene sus particularidades. En los pequeños, la amistad y el hecho de formar parte de un grupo mejora el sentimiento de autoestima.

El consuelo y el apoyo que dan los amigos ayudan a los niños a afrontar momentos difíciles o periodos de transición, como el cambio a una nueva escuela, el comienzo de la adolescencia, asuntos familiares complicados, decepciones, etc.

Las amistades no son un lujo, son una necesidad para un desarrollo psicosocial sano. Estudios previos demuestran que los niños con amigos disfrutan de un estado de bienestar óptimo, de una mejor autoestima y tienen menos problemas sociales en la edad adulta que los niños que no tienen amistades. Por otro lado, los niños con problemas para hacer amigos tienen más posibilidades de sentirse solos, de recibir burlas de los compañeros, de tener problemas académicos y de adquirir malas conductas.

Hacer amigos no es siempre una tarea fácil para los niños. Depende mucho de la estimulación que los hijos reciben de su familia y de su entorno cuando aún son pequeños.



Los primeros amigos de los niños, cuando aún son bebés, serán los peluches o algún otro juguete. Querrá estar con su amigo, cogerle, tirarle y jugar con él. Pero, el tiempo pasa, y el bebé sentirá la necesidad de compartir su experiencia no solo con su mamá, su papá, o con sus hermanos (si los tiene). Le encantará estar, aunque inconscientemente, con otros iguales.



El desarrollo del sentido de la amistad en los niños

El momento en que los bebés empiezan a querer relacionarse suele ocurrir a los seis meses, cuando muchas familias optan por llevar al bebé a una guardería para socializarse, y así conocer y hacer sus primeros amiguitos. Otros papás prefieren salir más de casa con su bebé, durante los fines de semana, llevándolo más al parque, bajándolo más al patio de casa o visitando y contactando con otras familias. Se trata de crear el clima ideal para que el bebé tenga más trato con otras personas, y evitar así que tenga miedo a los desconocidos.

Los primeros años de vida son fundamentales para la socialización de los bebés, pues es cuando ellos aprenden a abrirse a los demás y a ser amigo.

Cuanto más pequeños sean los niños a la hora de empezar a tener amigos, más probable será que tengan amistades en edades posteriores. Un 75 % de niños en edad preescolar tienen amistades, y en la adolescencia, entre un 80 % y un 90 % afirman tener amigos, normalmente indicando que uno o dos son los mejores amigos y los demás buenos amigos.

Niños y adolescentes de todas las edades piensan en la amistad en términos de reciprocidad, es decir, lo que uno hace por el otro, pero las relaciones de amistad cambian con la edad. El niño pequeño ayudará a un compañero a reconstruir una torre de bloques, el niño en edad escolar ayudará al amigo a hacer los deberes, y el adolescente dará consejo a un amigo sobre un tema que éste no quiere hablar con los padres. Aunque los términos de la reciprocidad se mantienen constantes, el concepto de amistad y del comportamiento asociado a esta cambia a medida que el niño crece.

Etapas de las amistades de los bebés y los niños

El bebé que juega poco o que juega solo puede desarrollar problemas de adaptación durante su crecimiento. Por eso, es muy importante que la familia estimule a su hijo para establecer relaciones con otros iguales. La habilidad de los niños para hacer amigos dependerá muchísimo de la postura que tengan sus padres. Los padres deben fomentar y estimular a su bebé para que comparta algunos momentos del día con otros de su misma edad.




Cuando tenga un año, el bebé disfrutará jugando con otros bebés. Querrá "investigarlos", tocar su pelo, su cara, e incluso le llamará más la atención el juguete que tiene él que los suyos propios. Durante esta etapa, los bebés suelen estar preocupados por caminar y explorar todo a su alrededor.

A los dos años de edad. Llegará el primer amigo del niño. Jugará en la guardería, en el parque, en el patio, con otros iguales, y en casa probablemente tenga un "amigo imaginario". En ese caso, los padres no deben preocuparse, es la forma que muchos niños tienen de satisfacer sus imaginaciones e ilusiones. A esta edad, ellos ejercitan libremente su creatividad, voluntad y autoridad. A esta edad, los niños se comunicarán expresando lo que han vivido y aprendido de los demás.

A los 3 ó 4 años de edad, el amigo imaginario dará lugar a un amigo de verdad, cuando el niño vaya por primera vez a la escuela. Allí, su mundo social doblará de tamaño. El niño no sólo conocerá a otros niños, sino que también compartirá su tiempo con otros adultos. Tendrá que compartir las reglas y las normas de una escuela y empezará a socializar de verdad. Será todo un mundo a descubrir y su independencia tendrá límites más duros.

A partir de los 5 ó 6 años, los niños no solamente comparten juguetes con sus amigos. Empezarán a compartir sus experiencias, sus conocimientos, además de cariño y afecto. A esas edades, el niño estará listo para aceptar reglas de convivencia. Podrá hacer amigos de verdad. Y en esta etapa, los límites serán exigidos por sus propios amigos.

A los 7 u 8 años, los niños aprenderán a cooperar y ayudar a los demás. Todavía podrán disputar por algún juguete o juego, pero tendrán más capacidad para ceder alguna vez. Serán más comprensivos e intentarán mediar algunos conflictos ellos solos.



Durante la etapa escolar, los niños, generalmente, eligen amigos que presentan alguna similitud con ellos y con los que comparten intereses. A esta edad, los niños se suelen orientar a un grupo determinado de amigos. Los grupos reflejan muchos de los problemas que existen en cualquier relación social: inclusión, exclusión, conformidad, independencia, miedo o rechazo. También reflejan diferencias de género.

Cuanta más edad, los grupos se vuelven cada vez más determinados por el sexo: las chicas suelen manifestar relaciones más íntimas y de apoyo con las amigas. Los chicos tienden a formar grandes grupos de amigos, centrados sobre todo en el deporte, mientras que las chicas, en general, prefieren formar grupos más pequeños y mantener conversaciones más personales.

Los grupos de niñas suelen ser más pequeños y exclusivos que los de niños durante la infancia, pero en la adolescencia la situación se revierte.

La formación de grupos es un fenómeno natural. Pertenecer a un grupo, ya sea de deporte, político, etc. proporciona un sentimiento de pertenencia. Entre los 10 y los 12 años se empiezan a formar los grupos, y a medida que los niños crecen, se apoyan más en los amigos, y los toman como guía a seguir, en detrimento de los padres. Los grupos se pueden formar en base a la apariencia, a las habilidades atléticas, a los resultados académicos, al estatus económico o social, al talento, a la habilidad para atraer al sexo opuesto, etc. Para algunos niños, no pertenecer a ningún grupo es un motivo de preocupación. Algunos de ellos pueden sufrir sentimientos de rechazo si no son incluidos e, incluso, pueden ser motivo de burlas y bullying.

La cantidad de tiempo que los niños pasan con los amigos es mayor durante la escuela primaria, la secundaria y la adolescencia. Los jóvenes pasan casi un tercio de su tiempo en compañía. La mayoría de adolescentes tiende a alejarse de los padres y de otros familiares y, en cambio, desarrolla unos vínculos más estrechos con los compañeros.

Mientras que la amistad entre los niños pequeños se basa, generalmente, en el compañerismo, los mayores prefieren compartir inquietudes, pensamientos y sentimientos personales. Las características de la amistad en la pre-adolescencia, como el compañerismo, la ayuda, la validación, el cuidado de los amigos y la confianza son determinantes, pero, además, las amistades adolescentes se vuelven significativamente más íntimas. Los adolescentes reconocen y valoran la complejidad de las relaciones humanas: consideran la amistad un fuerte vínculo perdurable en el tiempo.

La importancia de la amistad en la adolescencia

La aparición de fuertes relaciones de amistad es una de las características más importantes de la adolescencia.

Los adolescentes empiezan a buscar su propia identidad. Necesitan salir al exterior, establecer nuevos contactos, crear redes de amigos, descubrir el mundo y su lugar en él. Y para eso es fundamental el grupo de amigos.

Suelen construir su grupo de amigos con chicos y chicas parecidos a ellos. Con las mismas aficiones, el mismo gusto por cierta ropa, iguales intereses, etc. Como el grupo se forma entre iguales, todos ellos siguen lo que hacen los demás. están aprovechando su pertenencia al grupo para crear su identidad propia.

Las amistades proporcionan a los adolescentes oportunidades para desarrollar habilidades para resolver conflictos. Los amigos proveen diversión y emoción a los adolescentes con su compañía y recreación. Los amigos también se dan consejos entres sí. Los adolescentes hablan de muchos temas y problemas con sus compañeros adolescentes.

La lealtad es un aspecto valioso cuando se trata de amistad. Los adolescentes están siempre buscando aliados leales que puedan ayudarles en la escuela o en su vecindario.


Los amigos y los resultados académicos

Parece lógico que tener amigos en la escuela potencie el progreso académico de los niños. La escuela puede convertirse en una fuente de experiencias gratificantes y en un espacio natural de reforzamiento de comunidades. Los amigos pueden ayudarse mutuamente con las tareas escolares y los deberes, y lo que es más importante, hacen que la escuela sea más divertida.

Diversos estudios demuestran que los niños que tienen amigos y cambian de grado escolar, tienen mejores resultados escolares y les es más fácil conservar y hacer nuevos amigos. Paralelamente, los adolescentes que tienen amigos experimentan menos problemas psicológicos a la hora de cambiar de curso o de instituto.

Cuando la amistad no ayuda

La calidad de la amistad es importante. La conocida expresión "presión de grupo", que comienza en la adolescencia, aunque positiva para muchos, puede comportar también consecuencias negativas. Los niños que se relacionan con compañeros que muestran conductas antisociales corren el riesgo de seguir este mismo patrón de comportamiento. Los amigos antisociales no son un buen modelo a seguir.

Especialmente durante la adolescencia, los jóvenes que tienen un historial de comportamiento difícil y unas relaciones pobres con los compañeros tienen más riesgo de involucrarse en conductas delictivas. Por el contrario, los adolescentes que tienen un historial de buenas relaciones y son socialmente maduros tienen más capacidad de resiliencia (capacidad para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas) y mejores aptitudes para hacer frente a los cambios y al estrés.


Fomentar la amistad entre los niños

La escuela

Para los niños que necesitan ayuda individualizada :

* Enseñar a los niños habilidades sociales a través de un coach o de un asesor, y practicar con ellos las nuevas estrategias.
* Terapia en pareja: 2 niños con dificultad interactúan el uno con el otro mientras reciben consejos de un adulto.

Intervenciones de grupo en la clase :


* Realizar programas de resolución de conflictos que enseñen a los niños a encontrar alternativas para gestionar los problemas.
* Trabajar en tareas de cooperación, organizar juegos, etc. que fomenten la interacción y fortalezcan las alianzas entre los compañeros.

Mediante un refuerzo de las habilidades sociales adecuadas se puede mejorar la sociabilidad del niño.

Los padres

* Explicar al niño qué representa la amistad. Esta transmisión es importante y hay que dedicarle esfuerzo.

* Respetar el estilo de sociabilidad del niño. Algunos niños se desarrollan mejor con muchos amigos, otros con menos pero más íntimos, etc. Algunos hacen amistades de manera más rápida mientras que otros necesitan más tiempo.

* Ayudar al niño a que dedique tiempo a hacer amigos. Esto es especialmente importante si el niño es tímido o reticente a mantener interacciones con otros niños. Por ejemplo, ofrece la casa para que el niño pueda invitar a compañeros de clase, quedar con otras familias con niños o sugerirle directamente que invite a algún amigo.

Aunque, a menudo, muchos padres sienten que pueden estar forzando demasiado estas estrategias, estudios recientes indican que los niños que fueron reconducidos socialmente tenían padres que estaban involucrados en sus actividades sociales.

Si el niño tiene problemas con algún amigo, fomentar que hable con él o ella y piensen de qué manera pueden gestionar situaciones similares si vuelven a aparecer. Es importante ayudar al niño a manejar la situación de forma positiva y a entender sus reacciones y sentimientos.




Las amistades enseñan, educan y nos hacen crecer dentro de nosotros mismos. Para que una amistad se mantenga sana, 
es necesario que los padres intervengan siempre. Deben empezar dentro de casa, a aplicar reglas de convivencia, donde 
no haya espacio para la discriminación, la agresividad, las diferencias, el egoísmo, la intolerancia, ni represiones. 
La relación de los padres es y será siempre el ejemplo que ellos van a seguir en sus relaciones personales. 
Ponerse en el lugar de la otra persona, muchas veces, suele evitar conflictos y problemas.

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