julio 14, 2018

La Reserva Cognitiva Protege Nuestro Cerebro




Con una buena reserva cognitiva, el cerebro es capaz de realizar nuevas conexiones 
entre las neuronas, para reemplazar aquellas que pudieran estar dañadas o deterioradas.


A medida que envejecemos, inevitablemente vamos experimentando cambios en nuestro cuerpo y nuestra mente, incluyendo la pérdida o el deterioro de ciertas capacidades, como la fuerza física o la agudeza visual. El cerebro no es ajeno a este proceso y funciones como la memoria y la capacidad de atención también se van mermando, e incluso a veces sufre accidentes o enfermedades que comprometen su funcionamiento (ictus, traumatismos, Enfermedad de Alzheimer…). No obstante no todo el mundo sufrirá las consecuencias de igual forma: mientras que algunos tendrán problemas significativos, otros sufrirán menores pérdidas frente a estas adversidades y tendrán una mayor resistencia. Esta resistencia viene determinada por lo que se llama reserva cognitiva.

La reserva cognitiva es la capacidad que tiene nuestro cerebro para hacer frente a las diferentes agresiones que puede sufrir  pérdida de capacidades cerebrales o transformaciones negativas en ese órgano .

Realizar actividades que ejerciten nuestras capacidades cognitivas  como aquellas en las que están implicadas la lectura o el cálculo  de manera habitual puede protegernos del envejecimiento y las demencias, aumentando nuestra plasticidad cerebral y estableciendo nuevas conexiones sinápticas cuando otras se deterioran.

La acumulación de la experiencia y la estimulación de las capacidades mentales a lo largo de la vida se refleja en la reserva cognitiva. Es como un capital mental que, cuanto mayor sea, más ayudará a compensar los efectos en la eficiencia de nuestras capacidades cognitivas, tanto del envejecimiento o de alteraciones cerebrales como las causadas por el Alzheimer.

La reserva cognitiva no actúa como un antídoto para prevenir enfermedades cerebrales ni evitar el envejecimiento neuronal, pero sí es un factor que contribuye a retrasar el posible deterioro cognitivo, promoviendo una red neuronal más resistente.

Una elevada reserva cognitiva consigue en algunos casos que el cerebro vuelva a funcionar con normalidad después de una enfermedad. También mantiene plenamente activo ese funcionamiento, incluso con el deterioro natural por la edad. Se trata de una capacidad muy importante, que vale la pena cultivar y mantener.


El origen de la reserva cognitiva

La reserva cognitiva comienza a formarse desde el mismo momento en el que empieza a desarrollarse el cerebro dentro del vientre materno. Esta reserva se inicia en la infancia, pero se puede incrementar a lo largo de toda la vida.

Se sabe que las experiencias de los primeros años de vida son determinantes. Estas definen en gran medida el rumbo que tomará el proceso de desarrollo de la inteligencia.

Hay razones para pensar que el factor genético influye en la formación de una reserva cognitiva. Sin embargo, este aspecto no es definitivo. Existen maneras de estimular el cerebro para aumentar esta capacidad a lo largo de la vida. De hecho, se puede incrementar incluso en un cerebro dañado.

A lo largo de nuestra vida vamos adquiriendo conocimientos sobre el mundo que nos rodea. Este es un proceso continuo, que nos va a permitir adaptarnos a un mundo cambiante. Nuestro cerebro está compuesto por millones de células que se llaman neuronas. Tienen la capacidad de conectarse unas con otras y estas conexiones van aumentando y modificándose conforme vamos adquiriendo conocimientos. Puede decirse que el aprendizaje cambia la forma de nuestro cerebro, lo hace más complejo, aumentando la calidad y complejidad del “cableado cerebral” y por tanto el cerebro se vuelve más resistente ante situaciones adversas como el desarrollo de Alzheimer o daño cerebral.

Las actividades intelectuales, lúdicas y deportivas se han mostrado eficaces para aumentar la reserva cognitiva. Particularmente la lectura, los juegos mentales, el aprendizaje de idiomas, el baile, el deporte y toda actividad intelectualmente estimulante ayuda a que se eleve esta capacidad.

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El estudio de las monjas (Nun Study)

Uno de los referentes dentro de la investigación de reserva cognitiva fue un famoso experimento que realizó el neurólogo David Snowdon de la Universidad de Kentucky en 1986, que él mismo llamó “el estudio de las monjas”. El experimento consistía en estudiar a un grupo de monjas de un convento y observar la evolución de sus funciones cognitivas, como la memoria.

Tomó como grupo de investigación a 678 monjas católicas de la orden de School Sisters of Notre Dame, una comunidad donde la edad promedio es de 85 y donde muchas hermanas tienen más de 90 años. Se trataba de un grupo muy uniforme.

Se realizó un seguimiento de su reserva cognitiva durante 17 años. Durante ese lapso se les realizaron pruebas regulares, de tipo genético, intelectual o psicológico. Todas ellas aceptaron que al morir sus cerebros fueran estudiados para complementar las informaciones del experimento.

Lo más sorprende fue el caso de la Hermana Bernadette. Esta religiosa murió a los 85 años. Su cerebro fue estudiado y se detectó entonces que padecía de la enfermedad de Alzheimer. Sin embargo, nunca durante su vida había mostrado síntomas de padecerla. Los investigadores concluyeron que la reserva cognitiva de la religiosa había compensado claramente sus deficiencias.

Los investigadores lograron comprobar también otro dato interesante. Las religiosas con un vocabulario más rico acusaban un menor deterioro cognitivo con el paso de los años. Y ese vocabulario, a su vez, se derivaba de que ellas habían sido buenas lectoras durante la infancia. Este experimento es una de las evidencias más contundentes a favor del ejercicio intelectual, social y físico como formas válidas de retrasar la decadencia natural de nuestras funciones cognitivas.

La conclusión más relevante del Estudio de las Monjas fue que el Alzheimer no es una consecuencia inevitable de la vejez. Por el contrario, la existencia de una sólida reserva cognitiva protege de tan devastadora enfermedad.

En estas monjas, que llevan una vida sana, tienen una buena dieta y poco estrés, la tasa de la enfermedad de Alzheimer es significativamente menor que la de la población general. Significativamente, muchas de ellas son altamente educadas y llevan a cabo actividades intelectuales que son muy exigentes para su edad.

A lo largo de años de investigación se ha observado que la misma lesión cerebral no tiene siempre el mismo impacto. Muchas terapias que se aplican en enfermos de Alzheimer están fundamentadas en el hecho de que el cerebro es plástico y puede beneficiarse de la actividad intelectual incluso en edades muy avanzadas o cuando está dañado.

A raíz de los resultados en este estudio surgieron otras investigaciones que apoyaban la teoría de que realizar actividades intelectualmente exigentes puede paliar los efectos de las lesiones cerebrales provocadas por el Alzheimer y promover, a su vez, la plasticidad cerebral.


Una buena reserva cognitiva favorece el envejecimiento saludable

Investigadores de la Universidad Internacional de La Rioja, la Universidad Politécnica de Madrid, la Universidad Complutense y la Universidad de La Laguna (Tenerife), en un estudio publicado en la revista Frontiers in Aging Neuroscience, junio 2014, han comprobado que mantener el cerebro activo a lo largo de los años ayuda a tener una vejez más sana.

En la reserva cognitiva intervienen factores como el volumen cerebral o el número de sinapsis (conexiones neuronales). Estudios previos han revelado que, cuando empieza el deterioro cognitivo asociado a la edad, esta reserva favorece el uso más eficiente de las redes neuronales para realizar diferentes tareas.

Seleccionaron a 21 personas de entre 65 y 85 años de la Unidad de Geriatría del Hospital Universitario San Carlos en Madrid. Los participantes de la investigación fueron divididos en dos grupos en función de la puntuación obtenida en el índice de reserva cognitiva (CRI, por sus siglas en inglés), calculado a partir de su nivel educativo y calificación laboral. Así, aquellos con puntuaciones entre 1 y 5 formaron el grupo de CRI bajo, mientras que los que tenían entre 6 y 10 se clasificaron en el CRI alto.

Los dos grupos realizaron una tarea de memoria cuya actividad neuronal se registró a través de una magneto-encefalografía (MEG), una técnica de neuroimagen usada por primera vez en este tipo de estudio que permite registrar unos 1.000 valores de la actividad cerebral por segundo. Mientras se medían sus señales neuronales, los sujetos llevaron a cabo una tarea de memorización de 5 letras aparecidas en una pantalla.

Posteriormente se fueron mostrando letras, de una en una, durante un segundo, y se les pidió que contestaran  pulsando un botón con su mano derecha  ‘sí’ o ‘no’ si era una de las memorizadas. En total se enseñaron 250 grafías, la mitad, aprendidas de memoria.

Mayor eficiencia neuronal. Los resultados del estudio indican que, para conseguir el mismo resultado, los participantes con bajos niveles de reserva cognitiva necesitaron un mayor esfuerzo cerebral que aquellos que tenían un nivel más alto. Este esfuerzo extra se asocia con una peor eficiencia cognitiva ya que la persona en cuestión utiliza más energía y más conexiones cerebrales de las necesarias.

De esta forma, los participantes con CRI bajo presentaron una mayor conectividad neuronal en las regiones cerebrales anterior (prefrontal) y posterior (temporal, parietal y occipital), en comparación con aquellos con CRI alto.

Las personas con bajos índices de reserva cognitiva necesitan utilizar más redes corticales, mostrando una menor eficiencia del funcionamiento cerebral para lograr el mismo nivel de rendimiento cognitivo que individuos con índices más altos.

El trabajo supone un primer paso para confirmar la relación entre reserva cognitiva y envejecimiento saludable.


El bilingüismo favorecería una reserva cognitiva ante la enfermedad de Alzheimer

Un equipo de científicos de la Facultad de Psicología de la Universidad Vita-Salute San Raffaele, Milán, en un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) de febrero  2017, comprobó que el entrenamiento cognitivo y en especial hablar más de un idioma nos ayuda a cuidar nuestro cerebro de la pérdida de memoria y del Alzheimer, una de las demencias que más afecta a las personas.


Los investigadores realizaron escáneres cerebrales y pruebas de memoria a 85 personas mayores con síntomas característicos del Alzheimer. De ellas, 45 dominaban tanto alemán como italiano y 40 sólo hablaban un idioma. Las personas bilingües rindieron mucho mejor que las monolingües en las pruebas de memoria a corto y a largo plazo, con puntuaciones entre tres y ocho veces elevadas de media. Las personas bilingües lograron estas puntuaciones aunque las pruebas de imagen revelaran más señales de hipo-metabolismo cerebral, una característica de la EA en que el cerebro se vuelve menos eficiente a la hora de convertir la glucosa en energía.

Los análisis de la conectividad del metabolismo demostraron que las personas bilingües tenían uno de los signos característicos del Alzheimer: el hipo-metabolismo cerebral, lo que significa que el cerebro va perdiendo la capacidad de convertir la glucosa en energía. Pero a su vez, sus cerebros contaban con mayor conectividad en las redes neuronales de las regiones frontales, las cuales están relacionadas con el control ejecutivo y también obtuvieron puntuaciones más altas que sus pares monolingües en las pruebas de memoria a corto y largo plazo.

Estas personas parecían tener una mejor conectividad funcional en las regiones frontales del cerebro en comparación con los sujetos monolingües, lo que les permitía mantener una mejor función cognitiva a pesar de la EA. Estudios previos han mostrado que el bilingüismo puede retrasar el inicio de la demencia hasta cinco años, ya que se crea una ‘reserva neural’ que hace que el cerebro bilingüe sea más resistente al envejecimiento.


PESCO : Programa de EStimulación COgnitiva

Científicos de la Universidad de Granada, Santiago-Ramajo describen en un estudio, publicado por la revista Journal of Neuroengineering and Rehabilitation en mayo 2014, la aplicación informática que potencia las habilidades cognitivas de las personas mayores a través de ejercicios de memoria, atención y razonamiento. Se trata del Programa de Estimulación Cognitiva (PESCO).

En un estudio con 70 personas de la tercera edad  quienes, en su mayoría, no habían usado nunca una computadora , los autores comprobaron que aquellas que se entrenaron con la herramienta mejoraron en lo que se refiere a atención, memoria y planificación. Los participantes fueron capaces de superar su miedo a la tecnología porque pensaron que PESCO podía mejorar sus habilidades cognitivas.

El objetivo principal de PESCO es realizar la evaluación y estimulación cognitiva de personas, principalmente mayores, con el fin de prevenir e intervenir sobre el deterioro cognitivo para retrasar la dependencia, trabajando desde sus estadios iniciales. La principal funcionalidad de la herramienta consiste en proporcionar pruebas o ejercicios para la rehabilitación neuropsicológica y funcional de memoria, atención, razonamiento y planificación.

El programa de estimulación sistemática conlleva el desarrollo de ejercicios para que el usuario los realice en 12 sesiones, con una duración mínima de 40 minutos cada una, dos veces en semana. Durante estas sesiones se realizan distintas tareas.

Primero se realiza el registro y el screening pre-estimulación cognitiva. A continuación se lleva a cabo las sesiones de estimulación cognitiva, que se estructuran de modo que cada ejercicio se repita de una forma equilibrada, teniendo en cuenta la función cognitiva a rehabilitar. Al finalizar el programa se dedica una sesión a realizar la evaluación post-estimulación, para valorar la efectividad del programa de estimulación aplicado.

Pesco
Plataforma de Estimulación Cognitiva.


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Factores que influyen en la reserva cognitiva

Cuando se tiene una buena reserva cognitiva, el cerebro es capaz de realizar nuevas conexiones entre las neuronas, para reemplazar aquellas que pudieran estar dañadas o deterioradas. Ese proceso es mucho más fácil para quienes previamente han realizado algunas de estas actividades o tienen alguna de estas características.

Mayor nivel cultural. Por nivel cultural se entiende el conjunto de estudios acumulado, la lectura y las actividades de tipo intelectual que se realicen. Un nivel más elevado protege al cerebro del deterioro cognitivo leve, o sea, del que se produce por la edad.

Relaciones sociales. Está comprobado que aquellos que cuentan con el apoyo de un buen círculo social, con el que se relacionan de manera frecuente, tienen un 38% menos de posibilidades de sufrir una demencia.

Ejercicio físico. Favorece el riego sanguíneo en el cerebro, protege del estrés oxidativo y de otros factores de deterioro asociados a la vejez.

Ejercicio mental. Es definitivo para incrementar la reserva cognitiva. Incluye actividades como tocar un instrumento musical, realizar pasatiempos intelectuales, etc.

Una dieta saludable también contribuye a mantener la fortaleza en el cerebro. Se debe evitar el consumo de tabaco, alcohol u otros psicoactivos. Las caminatas, los paseos y los viajes también se incluyen dentro de los factores favorables.


Actividades diarias para aumentar la reserva cognitiva

No existe ninguna actividad concreta ni ejercicios específicamente recomendados para evitar o reducir el riesgo de sufrir demencia, pero sí una serie de prácticas muy recomendables para mantener activo el cerebro y favorecer la reserva cognitiva. En general, debemos procurar abrirnos a actividades que sean nuevas para nosotros o plantearnos pequeños retos diarios que nos obliguen a realizar cierto esfuerzo mental.

Es aconsejable seleccionar actividades que nos resulten atractivas y evitar aquellas que no despierten nuestro interés o que nos parezcan aburridas. Si disfrutamos con ellas, les dedicaremos tiempo y será menos posible que las acabemos abandonando. Hemos de intentar que sean variadas, así estimularemos diferentes capacidades cognitivas. Hay que tener presente que el cerebro y las funciones cognitivas funcionan en red y, por eso, para mejorar en una función determinada, hay que trabajarlas todas en conjunto. Por ejemplo, para mejorar la memoria, también hay que estimular la atención o las capacidades perceptivas.

Leer. Es una de las actividades más reconocidas para favorecer la estimulación cognitiva. Además de aportarnos conocimientos, la lectura es una actividad estupenda para favorecer la concentración, ejercitar la memoria y alimentar la imaginación.

Jugar. Aparte de ser una excusa perfecta para disfrutar con familia y amigos, los juegos de mesa son una buena herramienta para entrenar distintas habilidades cognitivas. Así, en función de las características del juego, se estimulará el cálculo, la memoria reciente, la lógica, la capacidad de planificación, el vocabulario o la creatividad, entre otras capacidades.

Aprender. Aprender cosas nuevas a la edad que sea favorecerá nuestra actividad cognitiva. Aprender un nuevo idioma, a tocar un instrumento musical, asistir a clases o charlas de cultura general o perfeccionar nuestras dotes en la cocina son algunos ejemplos.

Ponerse a prueba. Todos los días podemos proponerle un reto a nuestro cerebro. Algo que requiera un poco de esfuerzo, como por ejemplo resolver un crucigrama, hacer un sudoku o montar un puzle. Debemos tener en cuenta, eso sí, que las actividades demasiado sencillas o, por el contrario, en las que ya seamos grandes expertos y podamos resolver de manera mecánica, no nos servirán de mucho en lo que a estimulación cognitiva se refiere, aunque quizás las queramos mantener porque nos resultan placenteras. Recordemos, no obstante, dejar siempre un margen a la variedad de actividades.

Cambiar las rutinas. Añadir rutinas nuevas al día a día, o variar las habituales, contribuye a crear nuevas conexiones neuronales. Por ejemplo elegir otra ruta para ir al trabajo, cambiar la organización de los cajones o utilizar los cubiertos con la mano contraria.


Para el ser humano nunca es tarde para aprender


Aunque la infancia es el momento en el que nuestro cerebro es capaz de absorber mayor cantidad de información, lo cierto es que somos capaces de seguir aumentando nuestra capacidades. El volumen de nuestra reserva cognitiva no es constante y gran parte del valor de sus dimensiones lo condicionaremos a una edad temprana, para seguir moldeándola con el paso de los años.

El aprendizaje es un herramienta que puede servir para fortalecer nuestro cerebro y hacerlo más resistente a la demencia. La reserva cognitiva no se mantiene siempre constante; ha de ser cuidada, ejercitando la mente habitualmente. Se trata de un proceso que permanece constante a lo largo de todo el ciclo vital. Tan extraordinaria condición invita a mantener la mente activa y favorecer así un buen funcionamiento cerebral.

Leer estimula el cerebro y aumenta la reserva cognitiva

La lectura estimula la actividad cerebral, ya que obliga al cerebro a ordenar e interrelacionar ideas y conceptos, ejercitando la memoria y la imaginación, y mejorando así la capacidad intelectual.

Las demencias, que se caracterizan por un deterioro progresivo y persistente de las funciones superiores del cerebro como la memoria, el lenguaje, el cálculo, la percepción espacial, etcétera, son las enfermedades neurológicas que más se han asociado a la reserva cognitiva, y se espera que aumenten significativamente su incidencia en los próximos años a causa del envejecimiento de la población.

Por ello, cualquier medida encaminada a retrasar o prevenir la aparición de estas patologías contribuirá a mejorar la calidad de vida de la población y a facilitar la atención a los afectados. A este respecto, los expertos recomiendan la lectura porque es una actividad que estimula la actividad cerebral.

Además de este efecto protector, leer aporta otros beneficios a la salud, ya que contribuye a controlar el estrés, origen a su vez de otras afecciones como las cefaleas o los trastornos del sueño. Los especialistas animan a fomentar la lectura a cualquier edad, aunque señalan que es especialmente importante en niños y personas mayores. En los primeros porque es necesario inculcarles este hábito durante la infancia, mientras el cerebro todavía se está desarrollando; y en los mayores porque leer constituye un estímulo clave para mantener el cerebro activo.

Reserva cognitiva y reserva cerebral

En el cerebro humano existen dos tipos de reservas que ayudan al buen funcionamiento del mismo y que nos permiten desenvolvernos en la vida diaria: la reserva cognitiva y la reserva cerebral.

La reserva cerebral se refiere a las capacidades de reserva cognitiva provenientes de la estructura y / o composición fisiológica de nuestro cerebro. Son diferencias individuales en el propio cerebro humano que permiten que algunos individuos se recuperen mejor de diversas patologías cognitivas (Alzheimer y otras) o cerebrales (Ictus, etc.).

La reserva cerebral es de carácter cuantitativo y se ha sugerido que características como el tamaño del cerebro mismo (volumen intracraneal), un número mayor de neuronas mielinizadas, mayor cantidad de sinapsis y neuronas piramidales más grandes, suponen un factor protector contra las decadencia cognitiva de la edad y diversas patologías relacionadas con ella. De igual manera las experiencias vividas pueden influir en la neuroanatomía del cerebro humano, contribuyendo a la neurogénesis y la angiogénesis, haciendo al cerebro más resistente a la muerte neuronal y regulando la plasticidad neuronal.

La reserva cognitiva se refiere a una mejora funcional y se ha asociado con una amplia variedad de factores intelectuales, sociales y físicos que se presentan en la vida diaria de un individuo a lo largo de su ciclo vital. Este concepto se relaciona con la forma en que los individuos manejan las informaciones de su medio y las procesan para la realización de una tarea.

La reserva cerebral y la reserva cognitiva pueden generarse si practicamos hábitos cardio-saludables y hacemos un uso adecuado de nuestro cerebro y sus capacidades cognitivas. Y que cuanto más reservas tenemos, disfrutamos de más capacidad para retrasar, y quizá evitar, la disminución importante de nuestras capacidades cognitivas por la edad y las enfermedades neurodegenerativas.

Se estima que un individuo con mayores índices de reserva cerebral y reserva cognitiva tiene más chances de sostener el rendimiento eficiente e independiente, dentro de parámetros normales.

El deterioro cognitivo aparece cuando el volumen cerebral total cae por debajo de un umbral crítico, es decir que las personas con mayor volumen cerebral pueden soportar mejor la carga de la enfermedad  atrofia cerebral  antes de llegar al umbral y presentar la signo-sintomatología clínica. Los ancianos con mayor volumen cerebral tienen menos riesgo de déficit cognitivo y de demencia.

Efecto de la reserva cognitiva

Todos estos factores podrían favorecer la eficiencia de las redes neuronales y la compensación mediante redes neuronales alternativas. De esta manera, nos protegemos contra las alteraciones sufridas en las funciones cerebrales que se lesionan más habitualmente en los accidentes.

Además de protegernos de diversas enfermedades como el Alzheimer, ralentizando su progresión o incluso retrasando su aparición, el aprendizaje es beneficioso también para la recuperación tras un traumatismo craneoencefálico causado por un accidente.

A pesar del riesgo que existe de padecer demencia en la vejez, la ciencia ha abierto una puerta a una posible solución preventiva, que puede hacernos menos vulnerables a enfermedades que aparecen con más frecuencia a medida que envejecemos.

Al igual que la actividad física es beneficiosa para nuestro cuerpo, la reserva cognitiva se adquiere entrenando el cerebro, así como practicando actividades que supongan un esfuerzo mental e intelectual. Su cerebro, y su mente, se lo agradecerán enormemente.

El cerebro es un músculo y como todo músculo sino lo ejercitas se atrofia  Algunos recursos para entrenar neuronas


Nuevas neuronas en el
cerebro – envejeciendo
normalmente – gracias
al ejercicio aeróbico












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