El consumo de películas, videojuegos o contenidos
en Internet es cada vez más frecuente en los niños. Los padres ven en los
dispositivos móviles mecanismos de recreación y evolución del infante.
Por estar expuestos desde temprana edad a los
cambios constantes, lo niños no logran discernir las consecuencias de su apego
a los dispositivos. Resultan ser los más afectados, pero continúan usándolos de
día e inclusive de noche, sumando el trastorno del sueño a los efectos
adversos. De allí la importancia de establecer reglas para el manejo de celulares,
tablets y otros dispositivos móviles. Además de ejercitar el cerebro de los
niños.
Cambios en el cerebro de los niños que pasan
demasiado tiempo ante las pantallas de dispositivos móviles
El Instituto Nacional de la Salud (NIH) de Estados Unidos estudió el comportamiento de niños usuarios de la
tecnología y detectó significativos cambios. Es el mayor estudio a largo
plazo sobre el desarrollo cerebral y la salud de los jóvenes en los Estados
Unidos – Estudio del Desarrollo Cognitivo del Cerebro Adolescente (ABCD, por
sus siglas en inglés) –. Los primeros resultados fueron publicados en 2019.
En total, más de 11.000 niños fueron monitoreados durante una década para
evaluar cómo las distintas experiencias y entornos de la infancia afectaban en
su desarrollo cerebral y salud psicológica. Tal como se pensaba hace cinco o seis años, la exposición prolongada a la
pantalla del smartphone o la tableta afecta la estructura del cerebro en
desarrollo.
Según el estudio, los niños que pasan más de seis
horas al día frente a los dispositivos sufren un adelgazamiento prematuro de la
corteza cerebral o córtex. El córtex es la estructura del cerebro encargada de
procesar la información suministrada por los sentidos. De allí la necesidad de
detectar las implicaciones de esta práctica.
La modificación del cerebro a temprana edad
indica una especie de envejecimiento prematuro que podría incidir en las
funciones físicas y psicomotoras del pequeño. El trabajo desarrollado en 21
centros de investigación señala el cambio en la estructura del órgano cerebral.
Más no las consecuencias del mismo.
Según otras investigaciones y teorías referentes
al impacto que produce el uso cotidiano del celular, entre los efectos
estudiados están la adicción a la tecnología, al Internet y a estar conectados.
Se destaca también la ausencia de creatividad y el descontrol de las emociones.
Niños, jóvenes y adultos se enfadan con frecuencia cuando no pueden acceder al
dispositivo o a la aplicación deseada. No desarrollan la atención y toma de
decisiones como es debido.
¿ Se debe permitir el uso de dispositivos móviles ?
La respuesta es el uso con moderación y
autocontrol. Los padres pueden recurrir a videojuegos, aplicaciones y programas
como recursos para la educación y/o recreación de sus hijos. Estimular su uso
en la escuela e inclusive en casa, siempre bajo supervisión y en períodos no
muy alargados, de 30 a 45 minutos por día.
Lo ideal es que el uso de los aparatos
tecnológicos en los pequeños esté regulado y no interfiera con sus deberes
escolares. Tampoco con el desarrollo de la lectura, el deporte y otras formas
de interacción social. Los contenidos a ser visitados y compartidos deben ser
supervisados por los padres o adultos significativos. Y re-orientados de ser
necesario.
El estudio desarrollado por el Instituto de Salud
estadounidense observó que el lenguaje y razonamiento de los niños también se
ve alterado. Los pequeños no expuestos a los dispositivos respondieron mejor a
las pruebas hechas en la materia. Para sacar conclusiones deben ser aplicados
nuevos instrumentos en el mismo grupo de niños analizados.
Los smartphones pueden tener un efecto adictivo
porque el tiempo que se pasa frente a una pantalla estimula la liberación de
dopamina, la hormona del placer.
Como señalaron los investigadores, los datos proporcionarán un recurso de
magnitud y profundidad sin precedentes para estudiar el desarrollo típico y
atípico.
A los 11.000 niños se les
hará un seguimiento durante varios años
para estudiar el impacto de las pantallas en su desarrollo intelectual y social,
así como sobre su salud.
Exposición a pantallas
afecta desarrollo del lenguaje en niños
Un nuevo estudio realizado por investigadores del Centro del Descubrimiento de la Lectura y la Alfabetización en el
Hospital Infantil de Cincinnati, publicado en la revista médica JAMA
Pediatrics de noviembre 2019, mediante escáneres cerebrales sofisticados halló
un vínculo entre el uso de pantallas y el desarrollo cerebral de los niños
pequeños, sobre todo en áreas relacionadas con el desarrollo del lenguaje.
El estudio, que incluyó a 47 niños sanos, 27 niñas y 20 niños, de entre 3 y
5 años, consistió en someter a los menores a pruebas cognitivas estándar
seguidas de resonancia magnética con tensor de difusión para calcular un
estimado de la integridad de la sustancia blanca en el cerebro.
Los resultados mostraron la relación entre el tiempo que los niños pasan
frente a una pantalla y el desarrollo cerebral, quienes dedican más rato tienen
menor integridad estructural de la sustancia blanca – parte del sistema
nervioso central – en regiones del cerebro con un papel importante en el
lenguaje.
Como parte de la investigación, a los padres se les entregó una herramienta
de medición llamada ScreenQ, la cual fue comparada por los científicos con los
escáneres cerebrales de los niños para medir el grado de mielinización de las
neuronas – sustancia que recubre las conexiones entre las células nerviosas y
hace que la materia blanca sea blanca –.
La cantidad de mielina alrededor de una fibra nerviosa, detallaron los
investigadores, está relacionada con la frecuencia con la que se estimula, es
decir, con la que se usa; los niños alcanzan el más alto nivel de desarrollo
cuando los tractos relevantes en su cerebro están mielinizados.
Cuando la conexión está completamente mielinizada entre la parte del
cerebro conocida como el área de Wernicke – comprensión de las palabras – y la
de Broca – producción del habla –, los niños pasan de comprender las palabras a
decirlas.
Por su parte, los niños con mayor exposición a la pantalla tenían un
lenguaje expresivo más pobre y resultados peores en las pruebas de velocidad de
procesamiento del lenguaje, como, por ejemplo, nombrar objetos rápidamente. Se
encontró que tenían medidas más bajas de integridad estructural y
mielinización, especialmente en las áreas involucradas con las habilidades de
lenguaje y alfabetización.
El estudio encontró que la conexión en los cerebros de los niños cuyas
familias practicaban hábitos de pantalla que se alineaban con las
recomendaciones de la AAP estaban mejor desarrollados. En otras palabras, las
conexiones eran más fuertes entre las diferentes redes en los cerebros de esos
niños.
Si bien los cerebros se pueden volver a
reconectar, los pequeños son mucho más receptivos, por eso se dice que son
esponjas, porque resultan mucho más fáciles de estimular. La preocupación es que los niños con cerebros poco
estimulados en la primera infancia podrían desarrollar conexiones menos
eficientes y eso resulta más difícil de corregir a lo largo de los años.
Este es el primer estudio que documenta una
relación entre un mayor tiempo frente a las pantallas y la estructura cerebral,
y las habilidades relacionadas.
Es un estudio transversal – una imagen de estos
cerebros en desarrollo en un momento determinado – que por definición muestra
la asociación, no la causalidad. Si hay un vínculo directo, quizá tenga menos
que ver con las pantallas en sí y más con lo que el tiempo en pantalla pueda
estar remplazando en la vida de los niños.
Según los investigadores, desde el punto de vista
de la ciencia cerebral, lo que necesitan los niños pequeños son
experiencias que refuercen esas redes de manera más sólida. Si las
pantallas están remplazando la interacción con sus cuidadores, o actividades
relacionadas con el habla y el juego, los niños quizá no estén aprovechando al
máximo la sorprendente plasticidad neuronal y el potencial de esos primeros
años.
Todo se trata de la experiencia. Hay que
preguntarse si el tiempo en pantalla interfirió con algo que habría sido
constructivo, como la lectura, el juego o el habla.
Lo mejor del cerebro – y sobre todo de los
cerebros jóvenes – es la plasticidad. Este es un estudio transversal, una
imagen congelada de cerebros en movimiento. Las tendencias en cualquier niño
podrían revertirse y cambiar. Esto no quiere decir que algunos niños estarán en
desventaja para siempre, sino que hay más evidencia que sugiere que durante los
primeros años de vida nada debería detener nuestras interacciones, relaciones y
participación. Lo preocupante es que el poder seductor de las pantallas quizá
tenga precisamente el efecto opuesto.
Consecuencias del uso – y abuso – antes de los 2
años
Hablan mal, con un lenguaje más pobre y más tarde.
Un
exposición excesiva a estos dispositivos puede provocar que el niño tenga un
lenguaje mucho más pobre de lo que le corresponde y que tarde más tiempo en
desarrollarse en este sentido.
Su cerebro "organiza" mal y progresan
menos. Este órgano funciona como un director de orquesta que nos permite
organizar las tareas que hacemos, insistir en aquello que no nos sale tan
bien... Es lo que los médicos llaman funciones ejecutivas y ayudan al niño a
aprender y a madurar. Pero si se abusa de las pantallas, estas funciones se ven
mermadas y afectan al desarrollo cognitivo del niño y también a su rendimiento
escolar en un futuro.
Les afecta a la conducta. Pueden provocar una
baja tolerancia a la frustración e incluso favorecer problemas de atención e
hiperactividad.
En niños un poco más mayores, también aumenta:
El riesgo de obesidad, obviamente porque el
uso de estos dispositivos es sinónimo de sedentarismo.
Y favorece trastornos del sueño. Exponerse a la
luz de las pantallas antes de dormir es perjudicial por partida doble:
dificulta la liberación de melatonina, la hormona que favorece el sueño, y
además hace que el cerebro esté en estado de alerta impidiendo el descanso.
¿Por qué provoca este efecto la exposición a las
pantallas?
Le "roba" tiempo para desarrollarse
correctamente. Mientras el niño está mirando una pantalla,
no está haciendo "otras cosas" que sí son clave para su desarrollo en
una edad tan temprana. Es una cuestión de "coste de oportunidades":
la televisión o el móvil le quita tiempo para jugar, inter accionar con sus
padres, hermanos, abuelos…
Favorece la falta de atención. Si nos fijamos en los dibujos animados, que
es lo que más miran los niños, observaremos que los cambios de secuencia son
muy rápidos. Sin embargo, su cerebro no es lo suficientemente maduro para
asimilar esta rapidez secuencial y se sospecha que eso puede favorecer un
déficit de atención.
Pierden el interés por el lenguaje. Para que un niño pequeño aprenda, lo que se le enseña tiene que estar
próximo a él. Por eso, cuando nos dirigimos a un menor de 2 años solemos
señalar el objeto del que le estamos hablando (lo que el niño no ve no existe),
se lo repetimos si observamos que nos nos entiende... Nos amoldamos a él. Ese
feedback no existe en los dibujos animados porque el lenguaje está
descontextualizado: no tiene en cuenta el nivel del pequeño o si lo ha
entendido. Por tanto, si un niño consume muchos dibujos, el lenguaje acaba perdiendo
interés para él porque, directamente, no le acaba de encontrar un sentido útil.
Resumiendo, problemas que puede ocasionar el uso
de pantallas en estas edades tan tempranas:
* Retraso en el desarrollo del lenguaje
* Reducción de las formas naturales de
aprendizaje
* Alteraciones del hábito del sueño
* Salud ocular
* Sobrepeso
* Bajo rendimiento escolar
* Inadecuado desarrollo socio-emocional.
Estimulación o sobre-estimulación temprana: el
efecto de las pantallas en la infancia
En los primeros 3 años de vida existe un solo código cerebral fundamental:
el código emocional. Es en este contexto donde se desarrolla el lenguaje emocional que
lleva a la comunicación a través de gestos, sonidos… construyendo poco a poco
el lenguaje.
El segundo código cerebral es la imitación, la manera más perfecta de
aprender. Es el vehículo que ancla la emoción, puesto que lo primero que se
imita son los seres queridos.
El tercer código cerebral es el juego, el disfraz donde se oculta el
aprendizaje y la memoria. Jugar no es perder el tiempo.
Nacemos con pocas neuronas y pocas conexiones neuronales. Gracias a la
estimulación ambiental, sensorial, cognitiva y de movimiento, se producen la
multiplicación de las neuronas y sus conexiones, imprescindibles en educación
infantil. En 3 años se triplican y se forman árboles sinápticos gracias a la
estimulación; a los 4 poseemos 1.000 billones de conexiones neuronales. El
movimiento es fundamental en estas edades, el desarrollo infantil debe tener un
sustrato motor y, si es al aire libre, mejor.
Nuestros cerebros están diseñados para desarrollarse en los primeros años
mediante la exploración del entorno físico y la interacción social.
De aquí se desprende la importancia del correcto desarrollo sensorial y
perceptivo, y la importancia de jugar. Si queremos que los niños y niñas tengan
ideas, pensamientos a partir de los 6 o 7 años, es necesario que tengan
aprendizajes adquiridos previamente por la percepción y las emociones
positivas. La información sensorial llega al cerebro y luego al sistema
límbico, donde se impregna de significado. A partir de esa información con
significado nuestro cerebro construirá nuestras ideas y pensamientos. Este
proceso sólo puede llevarse a cabo a través de sus vivencias, de la propia
experiencia vital, que desde que nacemos conforma nuestro bagaje personal.
El sistema sensorial de los niños – que se produce hasta los 11 o 12 años –,
se desarrolla estando en contacto con la realidad para construirlo. De ahí la
importancia de no exponerlos a las pantallas demasiado pronto, y nunca antes de
los 3 años.
A partir de esta edad, la exposición a pantallas, de más de 2 horas de
navegación, deteriora la atención ejecutiva, que es la que necesitamos para el
aprendizaje y el estudio. Los niños y niñas que exceden este tiempo maduran más
lentamente y son mucho más inquietos, debido a que esta exposición activa el
sistema de neurotransmisores de recompensa y placer, por eso roba toda la
atención incluso sólo con su presencia. Al producirse esta activación se
generan serotoninas, motivo fundamental de la “adicción” al dispositivo. Se
alteran las redes atencionales por sobre-estimulación.
* *
*
Consultar el móvil es algo que se considera social y está más que
normalizado. Y no es solo que se usan cada vez más, sino que también debutan en
el mundo de las pantallas cada vez a edades más tempranas.
El cerebro de un recién nacido es un cerebro en construcción. A pesar de
que tenga más del doble de las neuronas que necesita, es un cerebro cuyas
células nerviosas no están conectadas. El ambiente en el que se desarrolle el
niño hará que estas neuronas comiencen a conectarse y comunicarse entre ellas.
En esencia, son los padres y sus valores, los que determinarán, en un primer
momento, la manera de aprender del niño. Los cuidadores principales y el
ambiente en el que viva el niño serán los que determinen en qué sentido se
desarrollará el cerebro del menor. Por lo tanto, los padres y profesores son
imprescindibles en este proceso de aprendizaje y evolución.
Hoy en día, los dispositivos electrónicos que tenemos en casa y en los
colegios (computadoras portátiles, teléfonos móviles, tabletas, consolas,
etcétera) también intervienen, tanto para bien como para mal.
Hay estudios que ponen de manifiesto que aquellos niños que dedican
demasiadas horas al día a estar en contacto con tabletas, móviles o televisión
tienen niveles más bajos de mielina. La mielina es la sustancia que recubre los
axones de las neuronas, lo que permite que la conectividad neuronal y su
velocidad sean adecuadas. En niños que emplean más tiempo del debido a los
dispositivos electrónicos se ha encontrado una disminución de la mielina, lo
que hace que la velocidad de procesamiento cerebral sea significativamente más
lenta.
Los niños no deberían tener contacto frecuente con dispositivos con
pantalla hasta los seis años, puesto que durante los seis primeros años de vida
se están desarrollando las funciones ejecutivas en una parte concreta del
cerebro: la corteza prefrontal. Las funciones ejecutivas son las que nos
diferencian del resto de las especies: concentración, inhibición de impulsos,
memoria operativa, planificación, autorregulación emocional, etcétera. En estos
seis o siete primeros años de vida, los niños desarrollan los rudimentos
básicos de las funciones ejecutivas. Si los niños están expuestos a demasiados
contenidos en pantallas, es más que probable, que se encuentren con
dificultades en procesos ejecutivos.
La capacidad de
concentración es afectada
A mayor número de horas que un niño ve la televisión, mayor probabilidad de
que en el futuro tenga dificultades de concentración. La concentración es un
proceso ejecutivo que requiere de voluntariedad, consciencia y perseverancia.
Si la estimulación repetida a contenidos televisivos o a dispositivos
tecnológicos aumenta la probabilidad de que los niños tengan dificultades en la
concentración, para mejorar su capacidad de concentración se comprobó que los
padres que estimulan cognitivamente a sus hijos, no solo los protegen de dichas
dificultades, sino que también potencian y refuerzan su concentración.
Actividades como jugar con bloques de madera, rompecabezas, leer cuentos, juegos
simbólicos, son muy efectivas para fomentar la iniciativa activa y voluntaria de
los niños.
Cuando los niños ven contenidos agresivos o no adecuados para su edad en
televisión, les provoca hiperactividad. En cambio, estar en contacto y
disfrutar de la naturaleza tiene como consecuencia todo lo contrario. Los
entornos naturales les enseñan a esperar, a ser pacientes y a retrasar la
gratificación.
La capacidad de concentración debuta en torno a los dos años, mientras que hacia
los cuatro años proliferan en el cerebro las neuronas inhibitorias, cuya acción
permitirán a los niños inhibir sus impulsos y no distraerse – mantenerse
focalizados en una tarea concreta –. El correcto equilibrio entre la capacidad
de concentración y la inhibición de impulsos se establece sobre los 6 años de
edad, motivo por el cual los dispositivos electrónicos y el uso de pantallas
con exceso no favorecen al desarrollo del cerebro y sus funciones ejecutivas.
La comunidad médica desaconseja todo tipo de
pantallas antes de los 2 años, pero el móvil y la tableta es más perjudicial
porque el adulto pierde totalmente el control de lo que está viendo el niño,
mientras que en el caso de la televisión es más fácil controlarlo y, sobre
todo, interactuar con el niño, comentar lo que está viendo, reír con él...
Cuando los niños pequeños están observando
pantallas, pueden perder oportunidades importantes para practicar y dominar las
habilidades interpersonales, motoras y de comunicación.
Ver la televisión, el juego con consolas,
tabletas o móviles inhibe la curiosidad y la atención hacia el entorno porque
se acostumbran a centrarlas en el dispositivo, no permite el movimiento ni
transferir aprendizajes, no produce vivencias ni experiencias personales que
motiven el desarrollo del lenguaje y del pensamiento.
Recomendaciones para las
familias
* No utilizar pantallas antes de los 2 años.
* Jugar y relacionarse con otros niños y niñas, desarrollando los distintos
patrones de juego que corresponden a cada edad.
* Fomentar el contacto con la naturaleza: salir de entornos cerrados
siempre que sea posible, para construir experiencias ricas y saludables que
formarán parte de su bagaje personal.
* Realizar actividades lúdicas y diversas como jugar con juguetes de
verdad, pintar, salir al parque, ver y escuchar cuentos…
* Buscar alternativas diferentes al uso de las pantallas para dar respuesta
a los momentos o situaciones en las que los adultos necesitan calma.
* Aprovechar las comidas como momento comunicativo y de educación
alimentaria.
* Reducir nuestro uso de las pantallas para ofrecer un modelo correcto y,
siempre que sea posible, evitarlas en su presencia.
* Favorecer momentos de interacción con los niños.
Recomendaciones de hábitos
que NO deben realizar las familias
* Que los niños tengan dispositivos propios como tabletas, teléfonos y computadoras,
y tampoco utilizar los de familiares y otros adultos.
* Utilizar el tiempo de ocio que las familias tienen con los niños para
jugar con consolas o cualquier otro dispositivo.
* Utilizar pantallas para tranquilizarlos, para que coman mejor…
* Usar pantallas como premio.
* Tener la televisión puesta cuando nadie la está mirando.
La Organización Mundial de la Salud (OMS)
estableció nuevas limitaciones al uso de pantallas en la primera infancia
La OMS difundió en abril 2019 sus primeras
recomendaciones que se basan en que los niños de menos de un año no deben
ser expuestos a ningún tipo de dispositivo electrónico. Además, asegura que los
niños de dos a cuatro años tampoco deberían tener más de una hora por día de lo
que llaman "tiempo de pantalla sedentario", que incluye juegos de
computadora o televisión.
En un momento en que la obesidad representa una
amenaza creciente para la salud pública y que el 80% de los adolescentes no son
lo suficientemente activos físicamente, la OMS estimó necesario difundir una
lista de buenos hábitos para menores de cinco años, un período crucial para el
desarrollo de un estilo de vida.
El documento también enfatiza que en esa etapa,
los niños necesitan estar físicamente activos y dormir lo suficiente, hábitos
que ayudan a prevenir la obesidad y otras enfermedades que pueden desarrollarse
más adelante en la vida. Leerles un cuento, cantar o armar rompecabezas son
algunas de las actividades que son preferibles para los pequeños, antes que la
exposición a la tecnología.
Los consejos
Para recién nacidos
* Mantenerlos físicamente activos varias veces al
día, incluyendo al menos 30 minutos de tiempo "boca abajo",
recostados sobre su vientre.
* No pasar tiempo sedentario frente a una
pantalla
* Cumplir de 14 a 17 horas de sueño al día, incluidas
las siestas, para recién nacidos; y 12 a 16 horas de sueño para bebés de entre
4 y 11 meses.
* No mantenerlos atados a un asiento o
coche más de una hora seguida.
* Realizar al menos tres horas de actividad física
al día.
* Menos de una hora de tiempo sedentario para
niños de dos años.
* Cumplir entre 11 y 14 horas de sueño al día,
incluidas las siestas.
* No sentarlos por más de una hora seguida o
largos períodos de tiempo.
Para niños de 3 y 4
años
* Realizar al menos tres horas de actividad
física al día, incluyendo al menos una de intensidad moderada o vigorosa.
* Limitar el tiempo sedentario frente a una
pantalla a una hora y si es menos, mejor.
* Cumplir entre 10 y 13 horas de sueño al día,
que pueden incluir una siesta.
* No sentarlos por largos períodos de tiempo.
El uso de pantallas debe ser consciente y regulado y siempre supervisado
por un adulto
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