A medida que se acerca a los 18 meses: es la fase de afirmación con «¡NO!»
Proceso de desarrollo del cerebro
A medida que los bebés se acercan a esta fatídica edad, en su cerebro empiezan a suceder infinidad de cosas. Su comportamiento es diferente al de los meses anteriores. Se vuelven más testarudos y empiezan a afirmar una cierta personalidad. Pero también es la edad en que los bebés entienden el «no» y empiezan a utilizarlo una y otra vez.
¿Qué es el Terrible Two?
El Terrible Two no es en absoluto un periodo de rabietas por el que pasan los niños, sino una fase por la que tiene que pasar el cerebro para madurar. En realidad, se trata de una inmadurez del córtex prefrontal – donde se desarrollan las funciones ejecutivas –, que se traduce en una incapacidad para gestionar las emociones y la impulsividad que ello conlleva. El niño experimentará frustración vinculada a los límites y normas impuestos por los adultos que le rodean y, al no saber aún gestionar sus emociones, expresará lo que siente con desobediencia.
¿Cuánto tiempo dura el Terrible Two?
¿Su hijo de 2 años le hace la vida imposible? ¿Tiene rabietas, le desobedece y se niega a escucharla? Acaba de entrar en la sonada crisis de los dos años, también conocida como el Terrible Two. Este fenómeno, que afecta a muchos niños a partir de los 18 meses y puede durar hasta los 4 ó 5 años, es un periodo que puede desestabilizar a los padres, por muy pacientes que sean.
La crisis de los Terrible Two, un paso casi obligado para los niños
La transición de bebé a niño es una etapa importante en la vida de un pequeño ser. A los dos años, los niños empiezan a hablar con más seguridad. También entienden mucho mejor la negación y empiezan a utilizarla constantemente.
Pero ésta puede ser una edad difícil de gestionar para los padres. A menudo, los niños se oponen totalmente a sus padres. Esta delicada posición puede hacer que cada momento de la vida cotidiana sea mucho más complicado que en los meses anteriores. Los niños tienden a negarse a todo, cueste lo que cueste. Pueden decidir no vestirse, no comer, no visitar a sus queridos abuelos, simplemente porque se han dado cuenta de que es posible.
La fase preescolar, entre los 3 y los 6 años, se define como el mejor periodo para estimular las funciones ejecutivas y enseñar a los niños a auto-regularse. Los padres deben entender que se trata de un periodo algo más complicado de gestionar, por lo que es importante saber qué es qué. El mejor consejo para ayudar a un niño en plena crisis de los dos años es poner límites.
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Entender y aprender a gestionar este periodo de crisis
El Terrible Two es quizá uno de los periodos más temidos por los padres. A medida que se acerca a los 18 meses, su hijo empezará a enfrentarse a usted con frecuencia, negándose a escucharle, haciendo lo contrario de lo que le pide o enfadándose cuando rechaza una petición.
Tenga la seguridad de que todo esto es completamente normal y forma parte del proceso de desarrollo del cerebro.
¿Por qué el niño pasa por una fase de Terrible Two?
Según los profesionales de la salud si los niños de 2 años son turbulentos, a veces se enfadan y desobedecen, en parte es porque su cerebro es inmaduro. Sin embargo, el cerebro irá madurando cada vez más, lo que permitirá al niño desarrollar estrategias eficaces para aprender a gestionar las frustraciones. Sin embargo, cuando algunos niños muestran estas rabietas a una edad más avanzada, puede ser aconsejable consultar a un profesional para descartar auténticos problemas de comportamiento.
¿Cómo se manifiesta el Terrible Two?
El Terrible Two es una fase normal del desarrollo cerebral que puede resultar muy difícil para los padres, pero que es necesaria para que el cerebro del niño madure. En algunos casos, también permite al niño empezar a expresar una faceta de su personalidad. Sin embargo, que un niño pase por un Terrible Two extremadamente virulento no significa que vaya a convertirse de mayor en un niño o adolescente problemático.
En primer lugar, es importante comprender que cada niño es único. El dominio de cada niño de las siguientes habilidades socio-emocionales es diferente:
La capacidad de tolerar la frustración. Algunos niños afrontan las molestias con bastante calma, mientras que otros reaccionan al menor acontecimiento que no sale según lo previsto o en cuanto se les niega una petición.
La capacidad de identificar y nombrar las emociones. Muchos niños son incapaces de expresar con claridad si están tristes o enojados. A otros incluso les cuesta entender cómo se sienten: ¿cólera, decepción, pena? Para ellos no es tan sencillo.
La capacidad de auto-control. Antes de los 4 años, muy pocos niños son capaces de regular sus reacciones ante las emociones que experimentan, ya sean alegres o más difíciles. Lo viven todo intensamente, desde la alegría hasta la cólera. Les cuesta un esfuerzo considerable calmarse y recuperar la compostura.
¿Cómo tratar al Terrible Two?
Para madurar, los niños necesitan un marco y amabilidad. Los padres deben fijar objetivos y cumplirlos, juntos, para ayudar al necesario desarrollo cognitivo asociado a este periodo. Un niño que nunca tiene límites corre el riesgo de convertirse en un Niño Rey. Por eso es importante establecer normas y atenerse a ellas a pesar de las dificultades, siendo amables. Sus hijos se lo agradecerán algún día.
Este puede ser un momento difícil, dependiendo del niño. Conviene mantener la calma, aunque su hijo tienda a negarse a todo. Explíquele las cosas con calma, pero no ceda a sus caprichos.
Es importante mantenerse firme sin ser demasiado estricto. Así su hijo entenderá que ciertas cosas están permitidas y otras no. Y por razones claras y concretas. No pierda la esperanza, este periodo también anuncia una gran etapa de desarrollo para su hijo.
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Enseñar a los niños a gestionar sus emociones
Alegría, tristeza, cólera, miedo: su hijo experimenta emociones diferentes cada día. No le es fácil comprender y gestionar lo que siente. Necesita su ayuda para aprender a reconocer, decir y gestionar sus emociones.
El desarrollo de las emociones
Las emociones son reacciones espontáneas ante distintas situaciones. No aparecen todas al mismo tiempo.
Las emociones primarias son las primeras emociones que siente su hijo. Aparecen durante el primer año de vida. Son la alegría, la tristeza, la ira, el miedo, el asco y la sorpresa.
Las emociones secundarias o mixtas aparecen entre los 15 y los 24 meses, cuando su hijo toma conciencia de que es diferente de los demás y de que es una persona por derecho propio. Este descubrimiento le lleva a sentir emociones ligadas al conocimiento de sí mismo, como la vergüenza y los celos.
Poco a poco, su hijo también experimentará otras emociones secundarias que requieren la comprensión de reglas, normas y objetivos que alcanzar. Entre ellas están la culpa, la vergüenza y el orgullo.
Por ejemplo, si su hijo sabe que no debe dibujar en las paredes y desobedece la norma, puede sentirse culpable. Si consigue hacer un gran puzzle después de mucho esfuerzo, también puede sentirse orgulloso de sí mismo.
Los beneficios de una buena gestión emocional
Es importante enseñar a su hijo a reconocer sus emociones y a poner palabras a lo que está experimentando. Esto le ayudará a gestionar mejor sus emociones. Poco a poco, aprenderá a reaccionar o a adaptar su comportamiento cuando experimente una emoción. Por ejemplo, podrá calmarse cuando estén enfadado en lugar de gritar o pegar.
Un niño que controla sus emociones reacciona mejor ante las distintas situaciones de la vida. Una buena gestión emocional también está asociada a unas buenas relaciones con los demás, una mejor gestión de los conflictos y el éxito escolar.
Por otro lado, un niño que tiene dificultades para gestionar sus emociones tendrá más dificultades para enfrentarse a las situaciones cotidianas. La acumulación de pena, ira, miedo y frustración también puede provocar comportamientos agresivos y reacciones de ansiedad, e interferir en las relaciones con los demás.
Cómo ayudar a su hijo a reconocer sus emociones
Reconocer cómo se siente es el primer paso para que su hijo aprenda a gestionar sus emociones. Descubra cómo puede ayudarlo.
Empezar a hablar de emociones con su hijo desde que es un bebé. Puede nombrar las emociones que observa en su hijo, como alegría, tristeza, cólera y miedo. Por ejemplo, dígale: “¿Estás llorando, estás triste porque mamá se va?”
Hablarle de emociones más complejas a medida que crezca. Puede hablarle de decepción, culpa y celos a partir de los 2 ó 3 años. Por ejemplo, decirle: “Antes has pegado a tu hermano. Ahora no te sientes bien. Es porque has visto que le has hecho daño, ¿verdad?”. Decirle que esta emoción se llama culpa.
Señalar el lenguaje corporal asociado a las emociones. Utilizar libros, carteles o juegos para mostrarle personajes o caras que experimentan emociones. Por ejemplo, señalar que fruncimos el ceño cuando estamos enfadados, sonreímos cuando estamos contentos, lloramos cuando estamos tristes, abrimos mucho los ojos cuando tenemos miedo, etc.
Diviértanse juntos frente al espejo imitando distintas emociones. Esto ayudará a su hijo a conocerse mejor a la hora de expresar sus emociones. También puede crear un álbum de emociones con su hijo recortando distintas caras de revistas.
Enseñarle a reconocer lo que ocurre en su cuerpo cuando experimenta una emoción. Nombrar los signos físicos que vea en él. Por ejemplo: “Gritabas y apretabas los puños cuando viste a tu hermana romper tu torre de bloques. Estabas enfadado” o “Temblabas y me abrazaste cuando viste al perro correr hacia ti. Tenías miedo”.
Preguntarle cómo se sintió después de un momento emotivo. Dependiendo de su edad, es probable que su respuesta no esté muy desarrollada, pero preguntarle cómo sintió el corazón o el estómago. Puede que diga que le duele el corazón o que siente la barriga apretada, lo cual es un muy buen comienzo.
Ayudar a su hijo a reconocer y nombrar la emoción que está experimentando. Nombrar la emoción que observa, por ejemplo: “Estás contento de ir al zoo con la abuela” o “Te enfadaste cuando tu hermano cogió tu juguete sin preguntar”. A continuación, animarlo a nombrar su emoción utilizando el “YO”, por ejemplo: “Estoy triste por no poder ir al parque” o “Me da miedo el perro grande”.
Hablar con su hijo sobre las emociones que explican algunas de sus reacciones. Por ejemplo, si se impacientó al preparar la cena, hablar de ello con su hijo más tarde. Explicarle que se sentía impaciente e intente explicar qué influyó en su comportamiento. Por ejemplo: “Hoy tenía mucho trabajo y me sentía cansada. Mi receta no salía rápido y todos tenían hambre. Estaba estresada”.
¿Cómo enseñarle a controlar sus emociones?
Antes de los 5 años, los niños no pueden gestionar sus emociones por sí solos. Son impulsivos y les cuesta controlar sus reacciones. Su hijo puede romper cosas, pegar a alguien o saltar sin mirar lo que hace porque está enfadado o excitado. Incluso después de los 5 años, no les resulta fácil comprender cómo se sienten y reaccionar adecuadamente.
Su papel es permitir que su hijo experimente y exprese sus emociones, y enseñarle a gestionarlas. He aquí algunos consejos para ayudarle:
Aceptar sus emociones sin juzgarlas. Por ejemplo, si tiene una rabieta, mantener la calma a su lado. Si está muy enfadado, agitado o llora mucho, no es el momento de hablar. Puede consolarlo, darle un abrazo y esperar a que se calme antes de preguntarle qué le pasa.
Ayudar a su hijo a expresar sus emociones con palabras. Por ejemplo: “¿Te hace ilusión ir a casa de tu primo?” o “¿Estás triste porque la abuela se ha ido?” Hacerle preguntas para averiguar qué desencadenó su reacción. Una reacción de enfado podría, por ejemplo, estar enmascarando sentimientos de rechazo o incompetencia en un juego.
Decirle que lo que siente es normal y entiende por qué él está contento, triste o enfadado. Así se sentirá más tranquilo, comprendido y reconfortado.
Tómese el tiempo necesario para escuchar a su hijo, aunque tenga prisa o esté preocupada y quiera resolver las cosas rápidamente. Un niño que se siente escuchado y comprendido se recupera más rápidamente.
Fomente las conversaciones en familia sobre las emociones. Por ejemplo, durante la cena, hable de las situaciones que le hacen feliz o le enfadan. Luego pregúntele a su hijo qué le pone contento o triste. De este modo, su hijo adquirirá el hábito de hablar sobre lo que está experimentando.
Hable de las emociones que usted experimentó de niña. Por ejemplo: “Cuando yo tenía tu edad, mi hermana pequeña también me quitaba los juguetes. Me enfadaba y a veces le tiraba del pelo. Con el tiempo, aprendí otras formas de reaccionar, porque no servía de nada cuando hacía eso, y discutíamos aún más.”
Sugiérale estrategias para gestionar las emociones. Háblele de ellas cuando esté tranquilo para que pueda recordarlas y utilizarlas si se pone muy emotivo. Puede enseñarle a respirar hondo e imaginar que apaga una vela. Esto le ayudará a calmarse y a controlar sus emociones.
Anime a su hijo a encontrar sus propias estrategias para controlar sus emociones. Por ejemplo, escriba una lista de estrategias que podría utilizar cuando se sienta enfadado (por ejemplo, dibujar, abrazar a un perrito, correr). Dejar que proponga todo tipo de ideas. Después, decidir juntos qué estrategias son las más adecuadas. Decirle que puede mirar su hoja de papel para utilizar una estrategia cuando se sienta enfadado.
Intente restar importancia a la situación si su hijo reacciona de forma exagerada. Por ejemplo, si llora intensamente porque su figurita no se tiene en pie, mantener una actitud positiva y decirle que eso se puede solucionar. Ayudarle a calmarse y a seguir adelante, por ejemplo trabajando con él para encontrar una solución que haga que su figurita se ponga mejor de pie.
Sea un modelo a seguir y hable de sus emociones. Por ejemplo, decir “Me alegro de volver a ver a mi buena amiga” o “Estoy triste porque el abuelo está en el hospital”. Hablarle también de lo que hace para calmarse: “Estoy decepcionada porque Sonia no viene a cenar, pero en vez de eso voy a ver una buena película”.
Reconozca si reacciona de forma exagerada ante una emoción. Puede decirle a su hijo: “No debería haber dado un portazo. Estaba enfadada, pero no fue una buena forma de demostrarlo”. Decir lo que va a hacer la próxima vez. Esto demuestra a su hijo que puede aprender y que tiene derecho a equivocarse.
Buscar ayuda profesional (por ejemplo, un psicólogo o un trabajador social) si tiene problemas para gestionar sus propias emociones. Esto también le dará herramientas para apoyar a su hijo.
Estrategias para expresar emociones
Hay varias estrategias para expresar una emoción, y la misma estrategia puede aplicarse a varias emociones. Su hijo tendrá que probar varias antes de encontrar las que mejor le sienten. A continuación algunas estrategias para sugerirle:
Para expresar alegría, su hijo puede colorear, salir a correr y saltar al aire libre o llamar por teléfono a un abuelo para contarle lo que le hace feliz.
Para expresar tristeza, su hijo puede pegar a su perrito favorito, aislarse en su habitación o hablarle de su pena. Llorar también es una forma normal de expresar la tristeza.
Cuando su hijo tenga miedo, sugerirle que se acurruque a su lado y buscar la forma de que el miedo cese, tanto si la causa es real (por ejemplo, el perro) como imaginaria (por ejemplo, el lobo feroz).
Si su hijo está enfadado, puede respirar lenta y profundamente, golpear una almohada, lanzar bolas de papel o dibujar con energía en una hoja de papel.
Cuando su hijo empiece a escribir, puede escribir en un diario cómo se siente. Animarlo aunque escriba con faltas de fonética, gramática u ortografía. Decirle que puede escribir lo que quiera en ese cuaderno y que nadie más lo leerá. Aceptar que pueda escribir palabras duras (por ejemplo, palabras duras sobre su hermana porque está celoso).
A medida que hable y crezca, su hijo aprenderá a gestionar mejor sus emociones. No obstante, si cree que la dificultad de su hijo para gestionar sus emociones o su impulsividad está afectando a su funcionamiento en casa, en la guardería o en el colegio, o si a menudo le provoca conflictos con los demás o una gran infelicidad, hable con su médico. También puedes ponerse en contacto con un centro de servicios a la Comunidad para que la deriven a los servicios profesionales adecuados.
Estrategias para ayudar a su hijo
Aún hoy, incluso de mayor, sigue teniendo dificultades cuando las cosas no salen como él imaginaba. Esto demuestra lo innato que es el temperamento de un niño. Y tenemos que encontrar maneras de lidiar con esta intensidad en nuestros hijos. He aquí algunas de ellas:
Ofrecer opciones. Por ejemplo, en lugar de decirle que se ponga la ropa prevista, dejar que elija entre dos conjuntos ya escogidos.
Centrar la atención en otra cosa. La rutina matutina puede ser difícil para los niños. Por eso, en lugar de decirle simplemente que es hora de ir a la guardería, preguntarle qué perrito o libro quiere llevarse en el auto. Así centrará su atención en el objeto que se va a llevar y no en la salida.
Planificar transiciones entre dos momentos rutinarios. Por ejemplo, podría decirle que le quedan 5 minutos para jugar antes de ordenar y bañarse, y poner un minutero. Puede que al cabo de 5 minutos, haga una rabieta pero esta será menos intensa.
Validar las emociones. Cuando su hijo esté disgustado por una situación inesperada, y si todas las soluciones propuestas no funcionan en absoluto, hay que centrarse en sus emociones. Así que, primero decirle “¡Lo entiendo! Esto no es lo que querías y estás decepcionado”. Eso realmente cambia las cosas. Cuando se calme, podrán explorar mejor posibles soluciones juntos.
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Terrible Two, Threenager, F*cking Four, Fantastic Five y muchos otros
A pesar de lo que sugiere su nombre, el Terrible Two no sólo afecta a los niños de 2 años, sino todo lo contrario. De hecho, es alrededor de los 18 meses cuando suelen aparecer las primeras crisis, que pueden durar... mucho tiempo. Aunque se trate de la misma fase, cada edad recibe un pequeño apodo para marcar el paso de los años: Terrible Two da paso a Threenager, que a su vez es sustituido por F*cking Four. Sin embargo, mientras que el Terrible Two es una etapa completamente normal del desarrollo, los otros nombres no se refieren a etapas por las que pasan todos los niños.
Crisis de los 3 ó 4 años: ¿existe?
Alrededor de los 3 ó 4 años, algunos niños tienen una especie de “pequeña crisis adolescente”. Esta etapa del desarrollo está menos definida y documentada que la crisis de los 2 años, pero está presente en muchos niños. El niño puede empezar a discutir y a cuestionar las normas de la vida cotidiana.
Estos comportamientos pueden explicarse por el hecho de que su hijo habla mucho mejor que antes. Es capaz de expresar con palabras sus gustos, preferencias y deseos. Y cada vez es más hábil negociando para conseguir lo que quiere o desea.
Ejemplos de comportamiento en torno a los 3 o 4 años
Quiere hacer las cosas por sí mismo
Sin embargo, sigue siendo torpe cuando se trata de ciertas tareas y a menudo necesita su ayuda (por ejemplo, para vestirse). Esto puede provocar frustración, ya que su deseo de ser independiente es mayor de lo que es capaz.
¿Cómo debe reaccionar? Dele pequeñas responsabilidades que pueda asumir. Por ejemplo, pídale que elija entre dos conjuntos de ropa por la mañana o que la ayude a poner la mesa. De este modo, fomentará su creciente independencia y hará que se sienta orgulloso de sí mismo.
Entiende las normas y las instrucciones, pero no siempre las sigue
A veces quiere cambiar las reglas de un juego, sobre todo cuando va perdiendo. O puede seguir jugando aunque se le haya pedido que recoja todo. A los 3 y 4 años, su hijo sigue necesitando su ayuda para aprender a imponerse, seguir las normas y gestionar sus emociones.
¿Cómo debe reaccionar? Repita las normas tantas veces como sea necesario. A su hijo aún le cuesta controlar sus impulsos y es posible que también quiera demostrar su independencia. Cuando cuestione las normas de un juego o de la casa, dígale por qué son necesarias. Así comprenderá las razones que las justifican. Por ejemplo, explíquele que si no quiere que corra detrás de su pelota por la calle, es para que esté seguro.
Él negocia o pone a prueba los límites cuando le hace una petición
Por ejemplo, pude negarse a guardar sus juguetes diciendo que ya jugará con ellos más tarde. O incluso ponerse de mal humor y negarse a bañarse cuando se lo pide.
¿Cómo debe reaccionar? No ceda ante su comportamiento y mantenga los límites con coherencia. Esto ayudará a su pequeño a entender que son importantes para usted. Además, el hecho de que las normas no cambien le tranquilizará. Para llamar la atención de su hijo, póngase a su altura y mírele a los ojos para hablarle.
Estos comportamientos suelen disminuir hacia los 5 ó 6 años, cuando su hijo comprende un poco mejor que las normas son necesarias para convivir mejor, ya sea en familia, en la guardería o en la escuela.
Aprendizaje útil
La forma en que responde al comportamiento de su hijo puede ayudarle mucho a desarrollar sus habilidades sociales. Alrededor de los 3 o 4 años, a su hijo le gustará aprender de usted y ser un modelo para él.
* Comprende que las normas son esenciales para que todos se sientan respetados.
* Respeta mejor las peticiones de los adultos y contribuye al buen funcionamiento de la vida familiar o en grupo.
* Se vuelve más independiente y hace cada vez más cosas por sí mismo.
* Habla con calma en lugar de gritar cuando expresa una necesidad o un deseo.
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No al castigo corporal. Aunque el niño se porte mal, los castigos corporales (golpes, sacudidas, empujones, etc.) no son una forma eficaz de disciplina. Al contrario, tienen efectos negativos en el desarrollo psicológico y social del niño.
Educar a un hijo no es una ciencia exacta y no existe una fórmula mágica para convertirse en un padre perfecto. Hay que estar preparado para cometer errores y, sobre todo, recordar que todos los niños son diferentes: lo que funcionó con un niño no funcionará necesariamente con otro.
Mantener la calma, poner límites y buscar la manera de que su hijo le obedezca. Un truco es hacer una pregunta con varias opciones posibles. ¿Tiene que ir de compras y su hijo no quiere ponerse los zapatos? Pregúntele si los prefiere rojos o azules. Para cenar esta noche, ¿quiere macarrones o espaguetis? Dele la sensación de que puede opinar y se sentirá responsable.
Otro consejo para superar este periodo es jugar con su hijo a juegos que estimulen las funciones ejecutivas y las emociones, para ayudarle a desarrollar el córtex prefrontal y enseñarle a gestionar sus frustraciones.
El Terrible Two es una fase esencial en el desarrollo del niño. A pesar de su deseo de libertad,
también es el periodo en el que los niños más necesitan un marco que les permita aprender a gestionar
sus frustraciones en sus relaciones e interacciones sociales. Como padres, es importante mantenerse firmes.
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