La obesidad o el exceso de peso se asocia con una alta actividad del sistema de recompensa del cerebro después de comer alimentos altos en calorías, lo que llevaría a comer en exceso y, alimentos poco saludables, pero se puede revertir este efecto y enfocarlo hacia los alimentos sanos.
Hasta la fecha, los científicos sospechaban que, una vez que los
circuitos cerebrales que sostienen la adicción a la comida poco saludable están
establecidos, es difícil o casi imposible acabar con ellos. Al igual que ocurre
con la mayoría de ex fumadores, las personas acostumbradas a llevar una dieta
hipercalórica, por mucho que logren ponerse a dieta, están tentados de por vida
por los alimentos que consumían antes.
Es posible reeducar al
cerebro para que prefiera las opciones más saludables
Investigadores de las Universidades de Harvard y Tufts, en EEUU en
un estudio piloto publicado en la revista Nutrition
& Diabetes en setiembre 2014, han intentado eso mismo y después de
llevar a cabo un programa de reeducación alimentaria en el que los
participantes disponían de sesiones de apoyo y se les facilitaba menús, recetas
y soluciones a los problemas diarios de la dieta, se ha visto que sus cerebros
dejaban de tener tanta preferencia por los alimentos muy calóricos y empezaban
a presentar una mayor sensibilidad ante alimentos sanos.
Para averiguar de qué manera el cerebro puede ser reeducado
para preferir las comidas saludables, los investigadores han estudiado el sistema de recompensa
cerebral en trece hombres y mujeres con obesidad o sobrepeso. Ocho
de ellos siguieron un nuevo programa de pérdida de peso diseñado por el equipo,
los cinco restantes actuaron como grupo de control.
Eligieron este programa porque se basaba en alcanzar un cambio de
comportamientos en el paciente y en tratar de romper los lazos existentes con
la comida poco saludable. Además de sesiones
de grupo y el apoyo de expertos en nutrición, los pacientes habían
recibido trucos para el día a día, como menús específicos, recetas y
platos que sacien pero bajos en calorías.
Ambos grupos se sometieron a escáneres de resonancia magnética
(IRM) al empezar y finalizar el experimento, que duró seis meses. La prueba reveló que se había producido un
cambio en las áreas de cerebro relacionadas con el aprendizaje y la adicción,
pero sólo en las personas que participaron en el programa de pérdida de peso.
Después de seis meses de dieta, esta área cerebral tenía una mayor
sensibilidad hacia los alimentos saludables y bajos en calorías, lo que indica
que las personas experimentaban un mayor placer al consumir estos del que
sentían antes. Además, también se observó una disminución de la
sensibilidad hacia los alimentos con más calorías y menos saludables.
Los datos muestran que es
posible cambiar las preferencias de la comida no saludable a la saludable.
Los investigadores reconocen que su estudio se ha limitado a muy pocos
pacientes, por lo que reclaman nuevos estudios que ratifiquen sus conclusiones.
Desde hace años, los especialistas en nutrición recuerdan que,
aunque complejo de lograr, el cambio de hábitos y el re-aprendizaje
dietético es una estrategia mucho más efectiva en la lucha contra la obesidad
que optar por una de las muchas dietas que se popularizan periódicamente.
Estudios anteriores ya
demostraron los cambios bioquímicos cerebrales producidos por un consumo
adecuado de micro-nutrientes, y como determinadas vitaminas y minerales y la
baja concentración de azúcares en sangre incrementan la sensación de placer y
bienestar.
Consumo de alimentos ancestrales frenaría epidemia de obesidad
La Organización Panamericana de
la Salud (OPS) en el III Curso de Obesidad y Hábitos de Vida Saludable
realizado en Medellín, Colombia en setiembre 2015, recomienda volver a
alimentación ancestral para frenar la epidemia de obesidad.
La OPS reveló que los alimentos
procesados industrialmente, las bebidas azucaradas y la comida rápida están
causando efectos negativos en la salud.
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Quínua |
Insistió en la importancia de
complementar estos programas de prácticas nutricionales saludables con medidas
que controlen a la industria de comida ultra procesada.
América Latina debe llevar a
cabo un plan regional para reducir el acceso a alimentos poco saludables y
fomentar prácticas que contribuyan a disminuir el riesgo, como mejorar las merienda
escolares, mejorar las políticas de control al acceso a comidas ultra procesadas
y poner al alcance de la población la comida saludable.
Comida chatarra organizada
Nuestro organismo es atacado diariamente por una alimentación que es en un 80% de origen industrial. Los lobbies poderosos agro-alimentarios nos pusieron en la mente falsas ideas, perjudiciales para nuestra salud. Es cierto que nuestra salud pesa muy poco ante el enorme beneficio que realizan las grandes marcas de alimentos.
Los fabricantes han desarrollado estrategias para hacernos adictos a la comida chatarra y que debemos evitar absolutamente. Especialmente entre los jóvenes. Durante la adolescencia, se crea el capital de salud que servirá toda la vida.
Además, esta comida basura, si es adictiva, es un verdadero círculo vicioso. Comer más azucarado desencadena la hipoglucemia reaccional. Frente a una afluencia de azúcar rápida en la sangre, el cerebro activa la bomba de insulina del páncreas para bajar el nivel de azúcar. Ahora bien, el cerebro es un gran consumidor de azúcar, por lo que va a reclamarla.
El intestino es el punto de partida de muchas patologías. No es por nada que a menudo se le llama "el segundo cerebro". Por lo tanto, hay que cuidar su microbiota. Y es aquí donde interviene la reeducación alimentaria.
El exceso de acidez

Nuestra alimentación tiene un impacto en el grado de acidez de nuestro medio ambiente interior. Nuestro cuerpo está compuesto de casi 70% de agua. Está presente dentro de nuestras células, pero también en el líquido intersticial donde ellas se bañan y en nuestros fluidos corporales (sangre, linfa). Cuando estos líquidos se convierten en demasiado ácidos, esto resulta en un estado de micro-inflamación latente que favorece el almacenamiento de grasa y acúmulos de celulitis.
El exceso de acidez tiene otros efectos negativos. Promueve el envejecimiento celular, dolor en las articulaciones y fatiga. Por eso, es necesario privilegiar en la dieta diaria los alimentos alcalinizantes y reducir alimentos acidificantes.
* Alimentos alcalinizantes : frutas y verduras frescas.
* Alimentos acidificantes : proteínas animales (especialmente carne roja), cereales y azúcares (especialmente refinado).
* Alimentos neutrales : productos lácteos frescos y materia grasa.é
Comida chatarra organizada
Nuestro organismo es atacado diariamente por una alimentación que es en un 80% de origen industrial. Los lobbies poderosos agro-alimentarios nos pusieron en la mente falsas ideas, perjudiciales para nuestra salud. Es cierto que nuestra salud pesa muy poco ante el enorme beneficio que realizan las grandes marcas de alimentos.
Los fabricantes han desarrollado estrategias para hacernos adictos a la comida chatarra y que debemos evitar absolutamente. Especialmente entre los jóvenes. Durante la adolescencia, se crea el capital de salud que servirá toda la vida.
Además, esta comida basura, si es adictiva, es un verdadero círculo vicioso. Comer más azucarado desencadena la hipoglucemia reaccional. Frente a una afluencia de azúcar rápida en la sangre, el cerebro activa la bomba de insulina del páncreas para bajar el nivel de azúcar. Ahora bien, el cerebro es un gran consumidor de azúcar, por lo que va a reclamarla.
El intestino es el punto de partida de muchas patologías. No es por nada que a menudo se le llama "el segundo cerebro". Por lo tanto, hay que cuidar su microbiota. Y es aquí donde interviene la reeducación alimentaria.
El exceso de acidez

Nuestra alimentación tiene un impacto en el grado de acidez de nuestro medio ambiente interior. Nuestro cuerpo está compuesto de casi 70% de agua. Está presente dentro de nuestras células, pero también en el líquido intersticial donde ellas se bañan y en nuestros fluidos corporales (sangre, linfa). Cuando estos líquidos se convierten en demasiado ácidos, esto resulta en un estado de micro-inflamación latente que favorece el almacenamiento de grasa y acúmulos de celulitis.
El exceso de acidez tiene otros efectos negativos. Promueve el envejecimiento celular, dolor en las articulaciones y fatiga. Por eso, es necesario privilegiar en la dieta diaria los alimentos alcalinizantes y reducir alimentos acidificantes.
* Alimentos alcalinizantes : frutas y verduras frescas.
* Alimentos acidificantes : proteínas animales (especialmente carne roja), cereales y azúcares (especialmente refinado).
* Alimentos neutrales : productos lácteos frescos y materia grasa.é
Aprendiendo a desear alimentos
más saludables
Un cerebro normal recibe claramente las señales de que el cuerpo
tiene hambre. Una vez que el cuerpo recibe sustento, avisa al cerebro que el
combustible calórico consumido es suficiente y este le envía esa sensación agradable
y cómoda de plenitud.
El cerebro de un individuo obeso no es un lugar feliz y funcional,
al menos no en lo que respecta a la alimentación. Eso se debe a que los seres
humanos son criaturas extremadamente emocionales y las emociones tienen el
poder de afectar fuertemente los procesos corporales.

Para la mayoría de los cerebros los alimentos ricos en azúcares, carbohidratos refinados, sal y
grasas son tremendamente seductores, tanto que se llega a desearlos y necesitarlos con intensidades de
drogo-dependencia. Esta es una de las razones por las que cuidarse y
llevar una dieta sana se convierte en ocasiones en un camino arduo y tenebroso
que generalmente acaba en fracaso.
La gente llama dieta a una forma de comer durante un periodo de
tiempo, con el fin de alcanzar el peso deseado, pero casi siempre pensado en
volver a comer lo que más les apetece, les llena y satisface: comida nada saludable que les hace volver a
engordar y así entran en una espiral de dietas, efecto yo-yo y descompensación
metabólica.
Empezar por comer sano
Cuando se empieza a comer bien,
a cuidarse y a elegir alimentos saludables, el cerebro deja de desear los
alimentos por los que antes se dejaba seducir – alimentos llenos de grasas, sal, colorantes, azúcares y saborizantes – y
comienza a desear la opción sana y nutritiva de los alimentos naturales, puros,
integrales y ricos en sustancias bio-activas beneficiosas para la salud.
Estableciendo nuevos hábitos se está ayudando a condicionar el
cerebro hacia este tipo de acciones y es que, al final, el evitar alimentos
poco saludables y el disfrutar de una nueva manera de alimentarse va a ser la
mejor manera de convertirse a si mismos en “adictos” a comer sano.
Comemos como nos han enseñado, como aprendimos de nuestras madres, abuelas y familiares. En
nuestro entorno se gestó la dimensión afectiva, social y moral de lo que nos
metemos en la boca, etiquetando los alimentos como buenos o malos, placenteros
o nefastos, suculentos o raros.
Nuestro sistema de creencias y gustos está trenzado de
innumerables hábitos adquiridos desde que nacemos. Esas costumbres heredadas
demarcan nuestra forma de ser y estilo de vida, esculpiendo la actitud que
tendremos ante la vida y, obviamente, frente a la comida.
Si la comida saludable también nos produce placer podríamos cambiar el concepto de dieta, y empezar a
llamarlo «cambio en la forma de comer»: un cambio que además sea para
siempre. La comida sana no solo es el elemento clave para el control del peso,
también lo es para conseguir una mejor salud y la prevención de numerosas
enfermedades asociadas a la obesidad y a algunos malos hábitos alimentarios.
Una de las claves para alcanzar
un equilibrio alimentario pasa por anular los vínculos con la comida
poco sana y proveerse de hábitos saludables que se perpetúen en el día a día, aunque
sea a costa de cambiar prácticas que consideramos familiares o tradicionales.
poco sana y proveerse de hábitos saludables que se perpetúen en el día a día, aunque
sea a costa de cambiar prácticas que consideramos familiares o tradicionales.
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