Cuanta más diversidad bacteriana más saludable es una persona, es
decir,
a mayor número de especies bacterianas que alberga el tracto intestinal,
mejor es.
Tenemos 10 veces más microbios en nuestro organismo que células. Se trata de billones de seres vivos que han convivido con nuestro cuerpo a lo largo de la evolución y que son fundamentales para la vida y la salud humana. De hecho, no hay modo de que los humanos podamos vivir saludablemente si no es en simbiosis con las bacterias benéficas. Dicho equilibrio recibe el nombre de eubiótica.
A pesar de ser tantos, estos huéspedes no ocupan mucho
espacio pues son mucho más pequeños que nuestras células. Los encontramos
alojados en la piel, en todas la mucosas y sobre todo en el tubo intestinal
humano, con una clara preponderancia en el intestino grueso.
Se considera que nos habitan más de 40 mil especies diferentes de
bacterias, agrupadas principalmente en dos géneros: Firmicutes y Bacteroidetes.
El término microbioma se refiere al número total de
microorganismos y su material genético y se usa en contraposición al término microbiota,
que es la población microbiana presente en los diferentes ecosistemas del
cuerpo.
Microbioma
El microbioma humano es el conjunto de genomas de todos los
microorganismos presentes en el cuerpo humano. Según el código genético de
estas bacterias, nos ayudan a mantenernos sanos, pero también nos pueden hacer
enfermar. Genes que, según los últimos estudios, superan en 150 veces el código
genético humano.
Microbiota
Microbiota o flora intestinal, es el conjunto de bacterias que
vive de manera habitual en el intestino de los seres humanos y de muchos
animales, manteniendo una relación simbiótica tanto de tipo comensal como de
mutualismo. La mayoría de este conjunto de bacterias no es dañina para la
salud, y muchas son beneficiosas participando en numerosos procesos
fisiológicos.
El consenso internacional de científicos prefieren atenerse a los
términos de microbiota intestinal: micro en el sentido microscópico y bios
significa vida.
La microbiota intestinal participa de manera principal en múltiples
funciones como el metabolismo de algunos carbohidratos, especialización y activación
del sistema inmunitario, regulación del crecimiento de células intestinales y
síntesis de ciertas vitaminas (K y B). Algunas bacterias de la microbiota
intestinal tienen enzimas que son capaces de digerir ciertos carbohidratos que
no pueden ser procesados de otra manera. Polisacáridos mas o menos complejos,
como los que componen la fibra alimentaria insoluble, sufren procesos de
fermentación que dan lugar a productos como los ácidos graso de cadena corta,
los cuales ejercen efectos beneficiosos sobre el metabolismo de los glúcidos y
del colesterol.
El papel de la microbiota intestinal es cada vez mejor conocido. Ahora se sabe que desempeña un papel en las funciones digestivas, metabólicas, inmunes y neurológicas. Como resultado, la disbiosis, es decir, la alteración cualitativa y funcional de la flora intestinal, es una pista seria para entender el origen de ciertas enfermedades, incluyendo aquellas respaldadas por mecanismos autoinmunes o inflamatorios. Este problema se ha convertido en un centro de investigación biológica y médica.
Como la huella digital, la microbiota intestinal es específica de
cada individuo: es único en términos cualitativos y cuantitativos. Entre las
160 especies de bacterias que tiene en promedio la microbiota de un individuo
sano, una mitad se encuentra comúnmente de un individuo a otro. Además
existiría una base común de 15 a 20 especies a cargo de las funciones básicas
de la microbiota. Aunque esto se discuta, parece que podemos distinguir grupos
homogéneos de población. Según la naturaleza de las especies que predominan en
su microbiota, distinguimos tres grupos – o enterotipos – principales:
bacteroides, prevotella y clostridiales.
Los virus bacterianos (que infectan las bacterias) son también muy
numerosos dentro de la microbiota. Pueden cambiar la genética de las bacterias
intestinales o de su expresión. Así, el viroma es probablemente otra pieza en
el rompecabezas de la pato-fisiología de la flora intestinal, así como la
microbiota fúngica que incluye levaduras y hongos.
El propio organismo ejerce un control de la proliferación de
las bacterias de la microbiota mediante mecanismos hepáticos que ejercen una
función de depuración y prevención.
La desaparición de especies como consecuencia de la
alimentación inadecuada o medicamentos o las alteraciones en la
composición de la microbiota intestinal pueden provocar numerosos trastornos
para el individuo, como la colitis, el síndrome de colon irritable,
alteraciones nutricionales, deficiencia de vitaminas, etc. Por ello, el
mantenimiento de una alimentación adecuada, carente de elementos tóxicos es una
condición que permite el equilibrio de muchas funciones del organismo.
Cada persona tiene una microbiota diferente, formada por miles de
especies de bacterias y una representación minoritaria de virus, arqueas y
células con núcleo. Dado que estos microorganismos se adaptan al entorno en que
viven y a los nutrientes de que disponen, la composición de la microbiota
evoluciona a lo largo de la vida en función de la dieta de cada persona, de los
fármacos que toma y de su estilo de vida.
Funciones de la
microbiota
Los microorganismos que constituyen el complejo ecosistema que
supone la microbiota intestinal, establecen con el organismo una estrecha
relación de mutuo beneficio – simbiosis –, y bien como microorganismos
específicos, pero fundamentalmente como grupos determinados o actuando todos en
conjunto, cumplen importantes funciones:
* Resistencia y control de la colonización por gérmenes patógenos
(patógenos facultativos endógenos o propiamente invasores externos).
* Digestión de los alimentos.
* Síntesis de vitaminas (K,
B12, B8) y absorción de oligoelementos.
* Estimulación, nutrición y estabilización de la integridad de la
barrera epitelial y de su capa mucosa protectora.
* Estimulación, maduración y diferenciación de linfocitos y
diferentes estructuras inmunitarias.
* Estimulación del peristaltismo con ayuda de ácidos grasos de
cadena corta.
Para una función intestinal normal, es imprescindible que los
diferentes géneros que constituyen la microbiota intestinal – Lactobacillus,
Bifidobacterium, Faecalibacterium, Enterococcus, Clostridium etc. – se
encuentren en una determinada cantidad, proporción y equilibrio dinámico.
Un desequilibrio cualitativo y/o cuantitativo de los
microorganismos integrantes de la microbiota saprofita normal, genera una disbiosis intestinal que da lugar a
disfunciones.
Ecosistema único desde
el nacimiento
La placenta. Se ha descubierto recientemente la presencia de un
microbioma en la placenta, el órgano que proporciona nutrición al feto durante
el embarazo. Se creía que en circunstancias normales, los tejidos que la
componen eran estériles, totalmente libres de la colonización bacteriana. Se
pensaba que si había bacterias después del alumbramiento (expulsión de la
placenta después del parto) era porque había sido contaminado al pasar por la
cavidad vaginal de la madre. La mayoría son bacterias típicas del intestino. No
son peligrosas y algunas fabrican incluso vitaminas.
La microbiota de un individuo se adquiere a partir del
nacimiento, en contacto con la flora vaginal durante el parto, o por contacto
con microorganismos del medio ambiente para los nacidos por cesárea. La
colonización bacteriana se lleva a cabo de manera progresiva, en un orden
específico: las primeras bacterias intestinales necesitan oxígeno para
multiplicarse – bacterias aerobias: enterococos, estafilococos –. Al consumir
el oxígeno presente en el intestino, promueven luego la implantación de las
bacterias que proliferan precisamente en ausencia de este gas – bacterias
anaerobias: bacteroides, bifidobacterium, clostridium –.
Bajo la influencia de la diversificación de alimentos, de la genética,
del nivel de higiene, de tratamientos médicos y del medio ambiente, la
composición de la microbiota intestinal evolucionará cualitativa y
cuantitativamente durante los primeros años de vida. A continuación la calidad
y cantidad de la composición de la microbiota permanece bastante estable. La
oscilación de las hormonas sexuales – testosterona y estrógenos – puede tener sin
embargo un impacto en su composición. Los tratamientos médicos, eventos o
cambios de estilo de vida también pueden cambiar la microbiota, de forma más o
menos durable. Por ejemplo, un tratamiento con antibióticos reduce la calidad y
cantidad de la microbiota de varios días a varias semanas. Las especies
iniciales son capaces de recuperarse en gran parte, pero pueden subsistir diferencias.
Las antibioterapias repetidas a lo largo de la vida podrían inducir a una
evolución progresiva y definitiva de la microbiota, potencialmente nociva. Sin
embargo, parece que no todos somos iguales frente a este riesgo: algunos tienen
una microbiota más estable que otros, ante el mismo evento perturbador.
*
* *
Investigación
La presencia de microorganismos en el intestino es conocida por
más de un siglo, y rápidamente se asumió que había una verdadera simbiosis
entre nuestro organismo y esta flora. Pero, hasta hace poco, los medios
técnicos para el estudio de los detalles de esta interacción eran limitados:
sólo una minoría de especies bacterianas de la microbiota podían ser cultivadas
in vitro. El desarrollo de las
técnicas de secuenciación de banda ancha del germoplasma (material genético) ha
dado un nuevo impulso a esta investigación y hoy en día existe un verdadero
entusiasmo en la investigación para describir la naturaleza de las
interacciones huésped-microbiota, las de microorganismos entre ellos y sus
implicaciones para la salud.
Estudios cada vez más numerosos sugieren una relación entre el microbioma intestinal y el
cerebro – y sus patologías neuro-degenerantes.
Los nuevos conocimientos sobre la relación bidireccional entre la
microbiota intestinal y el cerebro, conocida como “Eje
microbiota-intestino-cerebro”, han empezado a develar los mecanismos de esta
relación entre los procesos infecciosos y las enfermedades neurodegenerativas
del sistema nervioso central. Como en el caso de la enfermedad de Parkinson, el
autismo y el Alzheimer, entre otros, esta relación ya impacta en su diagnóstico
y su tratamiento.
Hallan una relación directa entre la flora intestinal y la salud
mental
Investigadores de las universidades de Zaragoza (España) y Exeter
(Reino Unido), según un estudio publicado en la revista científica Plos One en enero 2017, descubren que el
uso de antibióticos favorece la depresión.
Las TLR2 no solo contribuyen a regular el equilibrio bacteriano,
sino que su activación disminuye el transporte
de seratonina – un neurotransmisor importante en una amplia gama de
enfermedades, desde la depresión
a la enfermedad inflamatoria intestinal
– en el organismo y, por tanto, tiene una consecuencia directa en el
cerebro.
El hallazgo de este grupo de investigadores se produce en un
momento en el que científicos de todo el mundo están estudiando las
interacciones complicadas entre el "mundo
invisible" de la microbiota en el cuerpo humano y el impacto que
tienen en nuestra salud e incluso en nuestros estados de ánimo.
La microbiota intestinal podría influir en el desarrollo del
Alzheimer
Neurocientíficos de la
Universidad de Chicago, en una investigación publicada en Scientific Reports en julio 2016, sugieren que la composición y
diversidad de bacterias en el intestino desempeñan un papel importante en la
regulación de la actividad del sistema inmunológico que afecta a la progresión
de la enfermedad de Alzheimer. Modificando el microbioma intestinal, ciertos
antibióticos pueden detener la progresión de la enfermedad.
El tratamiento prolongado con
antibióticos de amplio espectro disminuye los niveles de placas de proteína
amiloide, característica de la enfermedad de Alzheimer, y además, parece
activar las células microgliales inflamatorias en el cerebro, según se ha
comprobado en un estudio con ratones. El trabajo también mostró cambios
significativos en el microbioma intestinal después del tratamiento con antibióticos.
Cómo influye la flora intestinal
en la salud del cerebro es un área que despierta cada vez más interés en
quienes trabajan con enfermedades neurodegenerativas, pues podría tener una
influencia en el camino hacia los tratamientos.
Para este estudio, el equipo
administró altas dosis de antibióticos de amplio espectro a ratones durante
cinco a seis meses. Al final de ese período, el análisis genético de las
bacterias de la microbiota de los ratones tratados con antibióticos reveló que
mientras que la masa total de microbios presentes era aproximadamente la misma
que en los controles, la diversidad había cambiado drásticamente. Los ratones
tratados con antibióticos también mostraron una clara disminución en placas de
amiloide beta en comparación con los controles, y una elevación significativa
en el estado inflamatorio de la microglía cerebral.
Los mecanismos que explicarían
estos cambios aún no se conocen, si bien el estudio apunta a que se encuentren
en una influencia del microbioma intestinal sobre el cerebro y el sistema
nervioso.
Los científicos señalan que probablemente
no habrá una cura para la enfermedad de Alzheimer en las próximas generaciones,
porque saben que los cambios que ocurren en el cerebro y el sistema nervioso
central se presentan de 15 a 20 años antes de los síntomas clínicos. Tienen que
encontrar formas de intervenir cuando un paciente comienza a mostrar esos
signos, y si aprenden cómo las bacterias intestinales afectan a la aparición o
progresión, o cómo las moléculas que producen interactúan con el sistema
nervioso, se podría utilizar eso para crear un nuevo tipo de medicina
personalizada.
Microbiota vinculada a Alzheimer
Un grupo de investigación del Food
for Health Science Center de la universidad de Lund en Suecia y de la École Polytechnique Fédérale de Lausanne
en Suiza, según un estudio publicado en la revista Nature en febrero
2017, han descubierto el vínculo entre las bacterias intestinales y la
aceleración en la enfermedad de Alzheimer.
Los científicos emplearon a ratones sanos y enfermos que padecen Alzheimer
y encontraron que estos tienen una microbiota distinta a la de los ratones
sanos. También estudiaron la enfermedad de Alzheimer en ratones que carecían
completamente de bacterias para probar aún más la relación entre las bacterias
intestinales y la enfermedad. Los ratones sin bacterias tenían una cantidad
significativamente menor de placa beta-amiloide en el cerebro. Las placas
beta-amiloides son los bultos que se forman en las fibras nerviosas en casos de
enfermedad de Alzheimer. Transfirieron bacterias intestinales de ratones
enfermos a ratones libres de bacterias y descubrieron que estos ratones
desarrollaron más placas beta-amiloides en el cerebro en comparación con los
que si habían recibido bacterias de ratones sanos.
El estudio muestra un vínculo causal directo entre las bacterias
intestinales y la enfermedad de Alzheimer. Fue sorprendente que los ratones que
carecen completamente de bacterias desarrollaron mucho menos placa en el
cerebro. Los resultados significan que ahora pueden comenzar a investigar
formas de prevenir la enfermedad y retrasar la aparición.
Por el momento los investigadores van a seguir intentando
descifrar el vínculo entre el Alzhéimer y la microbiota. También van a
orientarse a la búsqueda de estrategias terapéuticas que logren modular la
composición de la microbiota a través de la dieta y probióticos.
El origen del Parkinson puede estar en el intestino
Según un estudio en ratones realizado por un equipo de
investigadores del Instituto de Tecnología de California, publicado en la
revista Cell en diciembre
2016, se ha encontrado un vínculo entre las bacterias intestinales y la enfermedad
de Parkinson.
Los investigadores han comprobado en ratones genéticamente
predispuestos a la enfermedad de Parkinson, que los microbios intestinales
pueden desempeñar un papel esencial en los trastornos del movimiento.
En sus ensayos con roedores que sirven de modelo para la
enfermedad, el tratamiento con antibióticos redujo los déficits motores y las
características moleculares de la patología, mientras que el trasplante de
microbios intestinales de pacientes enfermos exacerbó sus síntomas.
De hecho, los roedores genéticamente normales no desarrollaron
síntomas motores después de recibir trasplantes fecales de pacientes.
Los resultados indican que ciertos microbios intestinales empeoran
los síntomas motores al crear un ambiente que podría favorecer la acumulación
de agregados de proteína mal plegados.
La enfermedad de Parkinson es causada por la acumulación en las
neuronas de proteínas α-sinucleína anormales, lo que ocasiona efectos
particularmente tóxicos en las células que liberan dopamina en las regiones
cerebrales que controlan el movimiento.
Como resultado, los pacientes experimentan temblores, rigidez
muscular, lentitud de movimiento y deterioro al caminar. Las terapias actuales
se centran en aumentar los niveles de dopamina en el cerebro, pero estos
tratamientos pueden causar efectos secundarios graves y a menudo pierden
efectividad con el tiempo.
Para abordar la necesidad de tratamientos más seguros y eficaces,
los investigadores empezaron a analizar la microbiota intestinal y observaron
que los pacientes poseen una flora alterada, con problemas gastrointestinales y
alteraciones como estreñimiento, que con frecuencia degeneran en déficits
motores en estos individuos.
Pero, aunque se ha demostrado que los microbios intestinales
influyen en el desarrollo neuronal, capacidades cognitivas, ansiedad, depresión
y autismo, hasta ahora la evidencia científica sobre su papel en las
enfermedades neurodegenerativas ha sido escasa.
La identificación de especies microbianas o metabolitos alterados
en la enfermedad de Parkinson puede servir como biomarcador o incluso diana de
posibles fármacos.
Parkinson y microbiota : la alfa-sinucleína viaja desde el cerebro
hasta el intestino
Investigadores del Centro Alemán de Enfermedades
Neurodegenerativas (DZNE) en Bonn confirman, en un estudio publicado en Acta
Neuropathologica en enero
2017, que la alfa-sinucleína es
capaz de viajar en la dirección opuesta, es decir del cerebro al intestino.
Alfa-sinucleína se encuentra de forma natural en el sistema nervioso, donde desempeña
un papel importante en la función sináptica. Sin embargo, en la enfermedad de
Parkinson, en la demencia con cuerpos de Lewy y otras enfermedades
neurodegenerativas llamadas "sinucleinopatías", la proteína se
acumula en las neuronas y agregados de forma patológica.
El equipo probó esta hipótesis cerebro-intestino utilizando un
vector viral para desencadenar la producción de alfa-sinucleína humana en
ratas. El virus fue transferido al modelo del gen de la alfa-sinucleína humana
específicamente en las neuronas del mesencéfalo, que luego comenzó a producir
grandes cantidades de la proteína, como en la enfermedad de Parkinson. El
análisis de tejidos reveló que, después de haberse expresado en el cerebro, la
proteína llega a las terminaciones nerviosas de la pared del estómago.
Alfa-sinucleína es capaz de viajar a lo largo del cuerpo, pasando de
una neurona a otra utilizando largas fibras nerviosas como guías. Sin embargo,
si bien ella es detectada fuera del cerebro, esto no significa necesariamente
que aquí es donde comenzó la enfermedad, dijeron los investigadores.
El segundo genoma del hombre
Descifrar el genoma y la funcionalidad de las bacterias que se
encuentran en el aparato intestinal permitirá establecer la
"normalidad" de la flora intestinal. Una vez sepamos qué es normal en
el intestino, podremos empezar a establecer las diferencias que hay en esta
flora intestinal en individuos enfermos. Podremos desarrollar herramientas
moleculares genéticas para medir el número de bacterias, sus funciones en el
intestino y las implicaciones para la salud y el desarrollo de enfermedades, y
nos facilitará el estudio de la variación de la flora del intestino humano.
Para caracterizar el conjunto de este “genoma-bis” en nuestro
cuerpo, dos proyectos han sido lanzados de ambos lados del Atlántico: en
Europa, es el proyecto MetaHIT (Metagenómica del tracto intestinal humano),
coordinado por Dusko Ehrlich, de la unidad de genética microbiana del INRA, y en
Estados Unidos, el proyecto se titula Proyecto del microbioma humano.
A través de estos instrumentos se establecerán criterios efectivos
para la búsqueda de correlaciones entre los genes presentes en la flora
intestinal, y numerosos condicionantes del entorno humano como edad, sexo,
contexto social, alimentación, medicación, etc. Igualmente, se podrá establecer
la relación de estos genes con ciertas patologías.
Proyecto del Microbioma Humano (HMP)
Este proyecto de cinco años fue lanzado en el 2008 por los
Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NIH) con el objetivo de
identificar y caracterizar las comunidades microbianas presentes en diferentes
cavidades del cuerpo humano y buscar las correlaciones entre los cambios en el
microbioma y la salud y la enfermedad humanas.
Este microbioma está casi inexplorado. Es esencial que los
científicos entiendan cómo los microorganismos interactúan con el cuerpo humano
al promover la salud o al provocar enfermedades. Este nuevo proyecto tiene el
potencial de transformar los enfoques con los que se entiende la salud humana,
así como la prevención, diagnóstico y tratamiento de una amplia gama de
enfermedades.
Los investigadores van a secuenciar inicialmente 600 genomas
microbianos, completando una colección que sumará unos mil genomas microbianos,
proveyendo un recurso fundamental para los investigadores interesados en
explorar el microbioma humano. Otros genomas microbianos están siendo recibidos
en la colección, provenientes de institutos individuales del grupo NIH y de
proyectos financiados internacionalmente.
Los investigadores utilizan tecnologías de laboratorio nuevas y de
gran eficacia para caracterizar las comunidades microbianas presentes en las
muestras tomadas de voluntarios humanos sanos, incluyendo microbios que no
pueden hacerse crecer en el laboratorio. Las muestras se recolectan en cinco
regiones del cuerpo que se sabe están habitadas por comunidades microbianas: el
tracto digestivo, la boca, la piel, la nariz y el tracto urogenital de las
mujeres.
Posteriormente se financiarán proyectos para tomar muestras de los
microbiomas de voluntarios con enfermedades específicas. Esto permitirá a los
investigadores asociar la relación entre los cambios en el microbioma presente
en un sitio particular del cuerpo, y una enfermedad específica.
Si bien la noción de la existencia de microorganismos viviendo en
nosotros no es reciente, siendo Anton van Leeuwenhoek uno de los primeros
científicos que hace más de 300 años observó la microbiota de su propia boca, es en nuestra era que la tecnología de secuenciación masiva ha
permitido su caracterización con base a su genoma.
Elie Metchnikoff fue uno de los primeros científicos en hablar
sobre la microbiota intestinal (flora intestinal) que define como un arreglo
complejo intestinal en un lugar de reproducción de los microbios tóxicos. En un
artículo publicado en enero de 1908, Metchnikoff indicó que era posible luchar
contra la podredumbre que se produce en este lugar, con alimentos o higiene y
aumentar así sus posibilidades para lograr una vejez sana y vigorosa. Lo que
está sucediendo en el intestino representa hoy, una zona próspera para la
ciencia en todo el mundo.
De esta manera ha sido posible caracterizar la diversidad de las
comunidades microbianas que habitan el cuerpo humano identificando sus
miembros, midiendo su abundancia y anotando sus genes, teniéndose por ejemplo
actualmente cerca de 10 millones de secuencias en la base de datos pública del
microbioma del tracto digestivo humano.
La microbiota y su microbioma son tan importantes para nuestro
funcionamiento, que un defecto o un mal funcionamiento en ellos se asocian a
padecimientos como afecciones de la piel, tumores del estómago, enfermedades
inflamatorias del colon, obesidad y artritis reumatoide, entre otras.
Es por esta razón, al completarse los objetivos iniciales de
descripción del microbioma humano, se tienen como metas inmediatas el
aprovechamiento de la microbiota y sus funciones. Si se quiere tomar ventaja de
sus microorganismos, más allá de caracterizar su riqueza y abundancia, es
necesario saber cómo responde nuestro cuerpo a ellos y cuáles son los factores
que mantienen nuestra relación mutua dentro de balance.
Estudios y documentación sobre estas preguntas permitirán aplicaciones
como el manejo de la microbiota para curar o prevenir enfermedades, además de
que la identificación de sus variantes genéticas asociadas a las enfermedades
serían de utilidad a fin de combatir invasiones de microorganismos no deseados.
Asimismo, ese conocimiento podría emplearse en la solución de problemas
diversos en animales, plantas, así como el ambiente.
Las aplicaciones de la microbiota y el microbioma resultan de tal
interés que tan sólo en el año 2016, según el Wall Street Journal, la iniciativa privada invirtió más de 600
millones de dólares en empresas relacionadas con su manejo, como Human
Longevity Inc., Indigo Agriculture Inc. o Seres Therapeutics Inc., lo que
representó un aumento del 400 por ciento con respecto a 2015.
Más importante es la aplicación de todo el conocimiento generado sobre el tema,
que ya se está empleando para la planeación de las misiones espaciales que
llevarán al género humano a otros planetas potencialmente habitables.
Mapa microbiano
Ahora disponemos del mayor mapa microbiano jamás realizado.
Gracias al HMP podemos entender mejor que no todos los gérmenes necesitan ser
eliminados, y que, al contrario, es importante cuidar de ellos.
En el mapa que los científicos han establecido, se detalla el tipo
de microbios que normalmente tenemos y donde residen: la piel, la nariz, los
intestinos, la vagina... Una persona saludable tiene aproximadamente 10,000
especies de microbios dentro y en ellos, pero lo que es interesante, es que si
bien todos tenemos bacterias, de un individuo a otro, no son todas del mismo
tipo. Lo que descubrieron es que diferentes personas tienen diferentes tipos de
bacterias en un lugar preciso del cuerpo, pero todas las variedades cumplen la misma función en
este lugar.
Unos 200 científicos y cerca de 800 centros de investigación han
trabajado juntos durante cinco años, en el primer censo para responder a estas
preguntas descifrando el ADN de estos microbios, con métodos similares a los
utilizados para decodificar la genética humana.
Ahora que los médicos tienen en este mapa lo que es
"normal", quieren empezar a utilizarlo para el estudio de lo que
cambia cuando estamos enfermos, lo que podría conducir a posibles tratamientos.
Se puede visitarlo en el siguiente enlace : mapa
interactivo del Microbioma Humano
Infografía
Una excelente infografía firmada por la periodista científica e
ilustradora Perrin Ireland ha sido publicada en Wags Revue. Este conjunto de imágenes permite aprender sobre los
principales temas abordados por el Proyecto de Microbioma Humano y
algunos de sus principales hallazgos.
Además de entender cómo se desarrolla el conjunto de comunidades
de bacterias que nos acompañan a partir del momento mismo de nacer, estas
excelentes y bonitas ilustraciones nos ofrecen datos curiosos como que la mitad
de las heces de un adulto no son residuos alimenticios sino biomasa microbiana.
Proyecto MetaHIT (Metagenomics
of the human intestinal tract)
Proyecto financiado por la Comisión Europea bajo su séptimo
programa marco entre 2008 y 2012. Su principal objetivo era establecer
correlaciones entre los genes de la microbiota intestinal humana y la salud (o
las enfermedades) del huésped de dicha microbiota. Para ello, los
investigadores se han centrado en dos enfermedades con una incidencia creciente
en Europa: la enfermedad inflamatoria intestinal (EII) y la obesidad.
Los investigadores han publicado, en la revista Nature en marzo
2010, la primera secuencia de todos los genes de las bacterias en el tracto
digestivo humano, o el metagenoma. El Proyecto MetaHIT ha cumplido su objetivo,
descifrar la caracterización y variabilidad genética de las comunidades
microbianas que viven en el tubo digestivo de los humanos: 10 millones de
millones de bacterias; 3.300.000 genes diferentes traducidos en 20.000
funciones diferentes, 5.000 de las cuales eran totalmente desconocidas hasta
ahora.
En un nuevo estudio, el consorcio de investigadores muestra que
los individuos se dividen en tres grupos distintos basados en los microbios en
sus intestinos, esto independientemente de la procedencia geográfica, del
estado de salud (sobrepeso o trastornos del tracto digestivo), sexo o edad de
estas personas. Esta clasificación, como la del tipo de sangre, es específica a
las personas, lo que conduce a los investigadores a utilizar la noción de
"enterotipos".
El primer paso, después de un año y medio del inicio del estudio,
ha sido conseguir trazar el mapa microbiano y después de estos primeros
resultados, el 98% de este mapa está completado. También se ha comenzado a
determinar la funcionalidad de los genes de las bacterias del aparato
intestinal.
El siguiente paso es establecer la funcionalidad de estos genes en
determinadas patologías en las que las bacterias influyen decisivamente por su
acción sobre la nutrición (obesidad) y sobre el sistema inmune (Enfermedad
Inflamatoria Intestinal). La interacción y la simbiosis entre humanos y su
comunidad bacteriana (flora intestinal) es muy amplia y tiene especial
importancia en varios aspectos de su fisiología, como la respuesta inmune,
el metabolismo de las grasas, la producción de nuevos vasos sanguíneos, etc.
Este estudio abre el camino en búsqueda de diferencias en la
composición bacteriana de la flora intestinal de individuos sanos y enfermos.
Ahora, el conocimiento de esta clasificación de los individuos permitirá formar
grupos homogéneos para análisis comparativos, incluyendo factores que promueven
la aparición de obesidad, diabetes, etc.
* *
*
La neuro-siquiatría bajo la influencia del eje
microbiota-intestino-cerebro
Existen
varias vías mediante las cuales la microbiota intestinal podría afectar las
funciones del sistema nervioso central a diferentes niveles. El estudio del eje
microbiota-intestino-cerebro ayuda a explicar cómo la microbiota modula el
sistema inmune, el sistema gastrointestinal y el sistema nervioso central.
El concepto de eje intestino-cerebro data de finales del siglo XIX
y principios del siglo XX, a partir de observaciones de científicos de la talla
de Darwin, Beaumont o Cannon. Recientemente, con el conocimiento de la
importancia de la microbiota en la promoción de la salud, el eje se ha ampliado
a microbiota-intestino-cerebro.
El sistema nervioso que regula
el intestino contiene él solo 200 millones de neuronas. Su función principal es
asegurar el motor intestinal; Sin embargo, el 80% de estas células nerviosas
está relacionado, lo que significa que transmiten información en el sentido de
intestino-cerebro. Por esta razón se califica el sistema nervioso entérico como
segundo cerebro.
La microbiota desempeña un papel
importante en el neuro-desarrollo cerebral en edades tempranas de la vida (tanto prenatal como postnatal), que puede tener sus
consecuencias en edades posteriores. De esta forma, se ha visto cómo
alteraciones de la microbiota pueden verse reflejadas en la percepción del dolor, la reacción al estrés,
la neuroquímica y otras alteraciones del eje gastro-cerebral.
Las últimas investigaciones han revelado que la colonización por
parte de la microbiota intestinal afecta al desarrollo cerebral de los
mamíferos y su comportamiento durante la etapa adulta. A través de mediciones
de la actividad motora y del comportamiento relacionado con la ansiedad, se ha
demostrado, en ratones, que el proceso de colonización microbiana desencadena
unos mecanismos de señalización que afectan a estos circuitos neuronales, por lo
que la microbiota intestinal puede influir en el desarrollo cerebral normal y
las funciones conductuales.
Asimismo, es posible que la microbiota intestinal sea capaz de
modificar la expresión de algunos genes de riesgo o que forme parte de
mecanismos que alteran las funciones cognitivas observadas en pacientes con
enfermedades gastrointestinales.
La alteración de este eje
microbiota-gastro-cerebral podría explicar mecanismos de la patogénesis
de ciertas enfermedades cerebrales como el autismo. En estudios de ratones se ha comprobado cómo las
alteraciones en la microbiota intestinal podrían ser responsables de
alteraciones del comportamiento social y que la suplementación con probióticos
como B. fragilis, administrados en etapas precoces de la adolescencia en
ratones, podría disminuir alteraciones en el comportamiento de los mismos.
La comunicación en el eje intestino-cerebro y su relación con las
enfermedades neurológicas
La moderna ciencia neurológica ha ido obteniendo pruebas que una
buena alimentación influye en la funcionalidad del Sistema Nervioso Central
(CNS). Enfermedades como la depresión, la ansiedad, el trastorno del espectro
autista o la esquizofrenia, dependen de varios factores genéticos y
ambientales. Las bacterias gastro-intestinales representan uno de estos
factores.
Un marcador típico de la esquizofrenia
es la disfunción del sistema inmune debida a un aumento de las citoquinas
inflamatorias. Normalmente, la microbiota regula la liberación de ambas
citoquinas pro- y anti-inflamatorias desde el intestino hacia el resto del
cuerpo en una manera equilibrada. En los sujetos esquizofrénicos hay un
desequilibrio favorable a las citoquinas pro-inflamatorias que, con un efecto
indirecto, afecta la función cerebral. Generalmente, una disminución de los
niveles de BDNF (Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro) está asociada con
problemas cognitivos, esquizofrenia y depresión.
La comunicación bioquímica a través del eje intestino-cerebro se
puede resumir, a grandes rasgos, en el siguiente ciclo: la población microbiana del intestino produce y libera
diversas sustancias químicas (neurotransmisores, ácidos grasos de cadena corta,
triptófano, etc.) que actúan a nivel del cerebro.
Terapéutica
Los científicos resaltan la importancia de la microbiota en la
regulación de algunos procesos del cerebro. A partir de aquí, parece de gran
importancia cuidar la alimentación, porque los alimentos ingeridos tienen un
efecto directo sobre la salud y la composición de nuestra microbiota
intestinal.
El diseño de una dieta personalizada como recurso complementario
en el tratamiento de enfermedades neurológicas es una idea difícilmente
alcanzable al día de hoy, debido a la gran complejidad de la microbiota, y al
patrón microbiano único de cada persona. Mientras tanto, el suplemento de probióticos (por ejemplo, cepas vivas
de Bifidobacterium) o de prebióticos
(azúcares solubles utilizados por la microbiota) pueden ayudar a mejorar la
composición de la microbiota, regulando así de mejor manera la transmisión de
las señales en el eje intestino-cerebro.
Las enfermedades originadas o mantenidas por una disbiosis pueden
ser curadas por seis medios terapéuticos diferentes:
* Un tratamiento antibiótico enfocado en las especies
perjudiciales implicadas en la fisiopatología de la enfermedad. Sin embargo,
esta opción no puede ser considerada como un tratamiento crónico debido a la
presión de selección que podría producir; podría así inducir nuevas patologías.
* El aporte oral de probióticos, microorganismos vivos, no
patógenos y demostrados como beneficiosos para la flora intestinal.
* El aporte de prebióticos, componentes alimentarios no
digeribles, útiles para el crecimiento o actividad de ciertas poblaciones
bacterianas intestinales.
* La simbiótica, que combina pre y probióticos.
* El trasplante fecal, que consiste en administrar una suspensión
bacteriana preparada de las heces de un individuo sano mediante una sonda nasogástrico
enteral o por enema. Permite implantar una microbiota normal en un paciente
enfermo.
La composición de la microbiota intestinal afecta a la salud de
los lactantes
La microbiota presente en la leche materna protege al bebé frente
a diversas enfermedades.
Durante un tiempo se pensó que la leche materna era estéril –
libre de microorganismos –. Pero estudios posteriores han demostrado que
contiene una gran cantidad de bacterias. Un bebé que tome unos 800 mililitros
de leche al día ingiere entre cien mil y diez millones de bacterias. Éstas
ayudan a proteger al bebé de infecciones y favorecen el desarrollo de su
sistema inmune. La exposición de los
lactantes a estos microorganismos disminuye el riesgo de desarrollar
enfermedades como diarrea, enfermedades respiratorias y metabólicas (diabetes,
obesidad…).
Los descubrimientos más recientes apuntan a que el intestino
materno es la fuente de algunas de estas bacterias que contiene la leche. Así,
determinadas células del sistema de defensas de la madre – células dendríticas
– recogen microorganismos presentes en el intestino de ésta y las trasladan a
las glándulas mamarias para añadirlas a la leche.
La leche materna contiene
diversos tipos de bacterias que actúan como probióticos y ejercen un efecto
anti-infeccioso, anti-inflamatorio, inmuno-modulador y metabólico sobre el
bebé. Los estudios se han centrado especialmente en
el asma y en la dermatitis atópica; las bacterias de la leche materna mejoran,
e incluso previenen, estas enfermedades.
El papel esencial de la
microbiota intestinal del recién nacido
La microbiota intestinal comienza a desarrollarse desde el
nacimiento por inhalación, contacto físico con el entorno, lactancia materna y
luego la alimentación, etc. De las microbiotas maternas (vaginal, intestinal,
cutánea) a los microorganismos del medio ambiente, el niño compone gradualmente
una microbiota diversificada que alcanza su forma adulta alrededor de 2 a 3
años de edad.
Hasta esa edad, nuevas colonias de microorganismos se instalan a
lo largo del tracto digestivo. La mayoría de estos microorganismos es esencial
para el tránsito y la digestión, pero también para el buen funcionamiento del
sistema inmune. Algunos pueden ser perjudiciales y participar en la aparición
de enfermedades diversas como sobrepeso, alergias, enfermedades inflamatorias
del intestino, etc.
Aunque generalmente se considere el tracto digestivo como siendo
estéril al nacer, estudios científicos recientes han sugerido que el tracto
digestivo del niño sería colonizado por microorganismos presentes en el
ambiente intrauterino. Este fenómeno se llama "colonización
prenatal".
Las causas que afectan a la flora intestinal
El consumo de antibióticos
Éstos provocan una disminución de la biodiversidad de la flora al actuar sobre las bacterias, moléculas y enzimas que la componen. Durante el tratamiento con antibióticos y tras finalizar éste, las bacterias que componen la flora intestinal ven alterados sus patrones metabólicos, conllevando que asimile menos hierro y produzca menos moléculas esenciales. Aunque el poder para alterar a la flora en mayor o menor grado depende del tipo de antibiótico, así como de la duración del tratamiento y de la vía de administración.
Malos hábitos alimenticios
Afectan a la flora intestinal ya que ingerimos una gran cantidad de comida rápida abusando de alimentos procesados y refinados, con exceso de grasa y proteínas animales, azúcares y mantenemos un gran déficit en productos frescos de origen vegetal. Además abusamos de los refrescos con gas.
Escasez de fibra en la dieta
No consumimos suficientes alimentos con fibra como son las verduras, las legumbres, las frutas, los cereales y los frutos secos. La fibra tiene carácter prebiótico y mantiene en equilibrio a los microorganismos beneficiosos de nuestro intestino mientras que una dieta pobre en ella ocasiona problemas de tránsito intestinal.
El estrés y los problemas emocionales
El estrés de la vida diaria se convierte en otra causa que afecta a la flora intestinal porque altera las relaciones entre las bacterias y la mucosa intestinal y agudiza dolencias relacionadas con el aparato digestivo como es la gastritis. Por ello se hace fundamental procurar no comer de pie o demasiado deprisa e intentar relajarse.
La falta de ejercicio
La ausencia de ejercicio físico afecta a la flora intestinal. Nos olvidamos que la práctica de ejercicio físico de forma habitual es una aliado para la calidad de nuestra flora intestinal. Bastaría ejercicio físico durante 30 minutos al día para favorecer el buen funcionamiento de la flora intestinal.
Las consecuencias de un
desequilibrio de la flora intestinal
Depresión, estrés y
flora intestinal
Los investigadores hoy en día se centran en posibles vínculos
entre el desequilibrio de la flora intestinal o disbiosis y algunos trastornos
psicológicos como el estrés o la depresión.
Estudios en animales sugieren la posibilidad de un papel moderador
de la microbiota intestinal sobre el estrés. Atenuación o exacerbación del
comportamiento ansioso frente a una situación de estrés, por ejemplo, ocurrió en
algunos animales carentes de microbiota.
Cambios en la composición de la microbiota intestinal también
fueron descubiertos entre roedores con comportamiento depresivo.
Además, estudios que comparan controladores de la microbiota
intestinal de los niños que sufren de un trastorno del espectro autista a los
de los niños testigos, informan diferencias significativas desde el punto de
vista bacteriológico.
Estos resultados abren la puerta a nuevas herramientas de
diagnóstico para identificar el autismo pero siguen siendo preliminares y deben
confirmarse.
Flora intestinal y
enfermedades neurodegenerativas
Un estudio reciente muestra una alteración intestinal morfológica
de la barrera epitelial y una disbiosis potencial en pacientes con enfermedad
de Parkinson.
Con respecto a la enfermedad de Alzheimer, un estudio muestra que
las bacterias de la microbiota intestinal tienen capacidad para producir
grandes cantidades de péptidos amiloides biológicamente similares a las
encontrados en el sistema nervioso central de los pacientes.
En esta enfermedad, un doble proceso de degeneración e inflamación
se desarrolla en el cerebro del paciente. Dos tipos de lesiones son
responsables de la pérdida de neuronas en el tejido cortical. La primera es la
acumulación de la proteína β-amiloide que provoca las placas seniles fuera de
las neuronas e induce su degradación. La segunda es la muerte de la célula del
nervio como resultado de la acumulación des proteínas llamadas neurofibrillas
tau.
Frente a estos procesos patológicos conocidos, los investigadores
ahora piensan que pueden existir otros mecanismos. Según ellos, la flora
intestinal, consistente en bacterias y otros microorganismos cubriendo
naturalmente nuestros órganos digestivos, podría tener un papel importante en
el desarrollo de las enfermedades neurodegenerativas. Si la teoría de la
influencia de la flora intestinal o microbiota resulta ser cierta, entonces
podemos imaginar que la inflamación se desarrolla antes del depósito de
proteínas neurotóxicas y que este es el factor que la desencadena, y no la
reacción del cerebro frente a estas proteínas perjudiciales. Ahora tenemos
suficiente evidencia que demuestra, por ejemplo, que en otra enfermedad neurodegenerativa,
la enfermedad de Parkinson, una alteración en el tracto digestivo es el primer
factor que puede conducir a la neurodegeneración.
La influencia de la
dieta en la microbiota intestinal
La dieta desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la
diversidad y el correcto funcionamiento de nuestra microbiota intestinal.
El proverbio “somos lo que comemos" puede aplicarse
perfectamente a la microbiota intestinal, ya que cuando nos alimentamos se
alimentan también los cientos de billones de bacterias que habitan nuestro
sistema digestivo. Por esta razón, es fundamental llevar una dieta variada y equilibrada.
Si nos alimentamos bien, el
intestino podrá hacerse él mismo sus medicinas naturales como butirato y
acetato para fomentar el desarrollo de las funciones inmunológicas, propionato
para ayudar a los pulmones a combatir la inflamación relacionada con las
alergias y el indol – asociado con el acetato, butirato y propionato – para
ayudar a regular el hambre y por lo tanto el peso. Una microbiota equilibrada
incluso lanzará los famosos polifenoles tan importantes para combatir la
oxidación.
Las bacterias buenas contribuyen
a la absorción, al nivel de la pared del colon, de las vitaminas de los grupos
B, B1, B2, B3, B5, D6, B8, B9 y B12, así como la vitamina k.
Los prebióticos y los
probióticos son dos de los elementos más estudiados en el ámbito de la
microbiota intestinal. Ambos comportan efectos
beneficiosos para la microbiota intestinal, la cual causa impacto en varias
funciones del cuerpo como la digestión. Por esta razón, los especialistas resaltan la importancia de su inclusión en la dieta
para promover una microbiota sana.
Se podría decir que el
probiótico aporta vida – bacterias viables – y el prebiótico asegura la
viabilidad – alimenta las bacterias asegurando su supervivencia –.
Los prebióticos
El concepto de prebiótico,
a veces llamado también fibra soluble,
fue introducido en 1995 por Gibson y Roberfroid. Se define como aquellos
ingredientes no digeribles de los alimentos que promueven selectivamente el crecimiento y la actividad de un número
limitado de especies bacterianas autóctonas beneficiosas para la salud.
Los prebióticos pueden encontrarse de forma natural en un alimento
o agregarse a los mismos (productos funcionales). Están presentes de manera
natural en vegetales y frutas. Por esta razón, deberían formar parte de una
dieta equilibrada y saludable.
Como en muchos otros ámbitos, el equilibrio y la variedad son esenciales a la hora de ingerir alimentos
prebióticos. Aunque una dieta rica en fibras sea beneficiosa para las
bacterias intestinales, un exceso de fibras puede generar malestar o hinchazón
abdominal en algunas personas.
Elementos prebióticos necesarios
Almidones resistentes
Estos son azúcares complejos consistentes en largas cadenas de glucosa que no son digeridas en el intestino delgado y llegan intactos al colon, constituyendo un buen alimento para nuestras bacterias intestinales.
* Se encuentran en los cereales integrales: avena, cebada, arroz,
mijo, sarracena.
* En las legumbres: guisantes (arvejas), lentejas, garbanzos y
habas.
* En los tubérculos como las papas.
* En frutas como el plátano.
* En frutos con cáscara como el castaño.
Estos almidones resistentes pueden mejorar la sensibilidad a la
insulina y contribuyen a la pérdida de peso. Es un supresor natural del apetito
y nos protegen contra el riesgo de cáncer colorrectal.
Los fructanos
Son azúcares lentos complejos (carbohidratos) llamados fructo-oligosacáridos y polisacáridos (inulina). Protegen contra la diabetes incrementando las bifidobacterias que permiten una mejor tolerancia al azúcar y un mejor sistema inmunológico. Refuerzan la impermeabilidad de la pared intestinal, reducen la inflamación crónica y nos protegen también del riesgo de cáncer colorrectal.
* Se encuentran en los vegetales como espárragos, puerros (poros),
salsifí, alcachofa, ajo, cebolla.
* En los tubérculos como alcachofas de Jerusalén.
* En la achicoria.
* En frutas como el plátano, caqui, melón.
* En granos enteros tales como centeno, trigo y cebada.
Los Beta-glucanos
Es un azúcar complejo compuesto por una larga cadena de glucosa que evita caer en el riesgo de resistencia a la insulina y la diabetes y se encuentra esencialmente en las paredes de cereales como avena, cebada, sorgo y centeno. El beta-glucano alimenta la microbiota, baja el colesterol, disminuye el azúcar en la sangre, reduce el apetito y mejora la salud intestinal.
Las fibras
Son esenciales para la salud de nuestro intestino y sin embargo no pueden ser digeridas o absorbidas por el intestino.
Hay dos tipos de fibra : la soluble y el insoluble
Las fibra solubles – que se disuelven en agua – son la pectina de
manzana, la goma de habas y granos y el beta-glucano de avena.
Las fibras insolubles incluyen la celulosa en los vegetales, frijoles,
etc.
* Verduras como puerro, espinaca, col, zanahoria, remolacha (betarraga).
* Leguminosas como frijoles, lentejas, habas y garbanzos, etc.
* Frutas como pera, frambuesa, manzana.
* Cereales integrales como cebada, avena y centeno.
* Frutos secos como higos, ciruelas, pasas de uva.
* Frutos con cáscara como almendras, nueces, avellanas, semillas
de lino, etc.
* Hortalizas de tubérculos como patatas (papas) y alcachofas de
Jerusalén.
Las fibras mejoran el tránsito intestinal, puede prevenir
enfermedades como la diverticulosis, que afecta a 30% de los más de 60 y 50% de
los más de 70 años. Protegen contra enfermedades cardiovasculares, previenen la
diabetes y el riesgo de cáncer colorrectal.
Los polifenoles
Los polifenoles que se encuentran en muchos alimentos naturales como frutas, frutos con cáscara, especias, hierbas, condimentos, pero también verduras, legumbres, cereales integrales, chocolate, ayudan a mantener nuestra microbiota equilibrada. Es el antioxidante de alta gama por excelencia. Luchan contra la inflamación crónica, infección, previenen el riesgo cardiovascular, mantienen la salud de nuestras arterias, protegen de la diabetes y resistencia a la insulina y nos permiten mantenernos jóvenes más tiempo.
Los probióticos
La Organización Mundial de la Salud define a los probióticos como microorganismos vivos que, cuando son
administrados en cantidades adecuadas, promueven beneficios en la salud del huésped.
Estos microorganismos sobreviven parcialmente a la digestión, a lo
largo del paso a través del sistema digestivo. Proporcionan múltiples beneficios al organismo,
incluyendo el mantenimiento del confort digestivo y la regulación del sistema
inmune. Los probióticos pueden
también ayudar a equilibrar la flora intestinal cuando ésta se ha visto
afectada por una mala alimentación, por infecciones, por algunos tratamientos
con antibióticos o por otros factores externos como el estrés.
Muchos probióticos proceden de bacterias utilizadas
tradicionalmente en la fermentación de alimentos. Actualmente, se realiza un gran
número de pruebas clínicas con probióticos. Los más estudiados pertenecen a dos géneros, Lactobacillus y
Bifidobacterium, pero otros microorganismos incluyendo Eterococcus y
Streptococcus, entre otros, también han sido estudiados.
Numerosos estudios han demostrado que algunas de estas especies bacterianas ayudan al mantenimiento de la salud
digestiva a través de diversos mecanismos, por los que los expertos
coinciden en que pueden considerarse como probióticos. Algunas pueden encontrarse
en distintos alimentos (como yogures y leches fermentadas) o en complementos
alimenticios.
La mejor dieta para el microbiota intestinal
Según un estudio publicado en International
Journal of Molecular Sciences, la
dieta mediterránea, considerada como uno de los modelos dietéticos más saludables, puede conducir a una
reducción de la incidencia de enfermedades importantes, como cánceres,
patologías cardiovasculares, enfermedades neurodegenerativas, diabetes tipo 2 o
incluso alergia. Y esa acción podría llevarla a cabo a través de la flora intestinal, porque los hábitos alimentarios
son los principales factores determinantes de la variedad microbiana del
intestino. El estudio destaca que los componentes de la dieta mediterránea
influyen en las poblaciones microbianas y sus actividades metabólicas desde las
primeras etapas de la vida.
Una dieta rica en alimentos de origen vegetal, incluidos el café, el té, el chocolate negro y
el vino tinto en cantidades
moderadas, es beneficiosa para los microorganismos que pueblan el aparato digestivo y que son esenciales
para la buena salud del cuerpo humano.
El café es una fuente significativa de antioxidantes fenólicos con
propiedades antiinflamatorias. Los compuestos fenólicos son metabolizados por
la microbiota intestinal, y los compuestos derivados de este proceso pueden
influir en la composición de la microbiota. El mismo fenómeno podría explicar
los efectos positivos del chocolate, el té, el vino tinto y la cerveza sobre la
microbiota, ya que todos ellos contienen compuestos fenólicos.
Por el contrario, una dieta rica en azúcares y grasas saturadas es
perjudicial para la microbiota intestinal, lo que aumenta el riesgo de sufrir
un amplio abanico de enfermedades, incluidos infartos y algunos cánceres.
Limitar los alimentos
grasos
Investigadores han demostrado que los ratones alimentados con una gran cantidad de grasas (45 a 60% de la ingesta total de energía) han tenido un cambio significativo en la composición de la flora intestinal. Estos ratones también presentaron una inflamación del intestino y un aumento en la cantidad de adipocitos (células en las que se almacena la grasa). La relación entre el cambio de la microbiota y estos efectos es innegable, pero el mecanismo sigue siendo un misterio: mediante la comprensión de este fenómeno, los científicos esperan encontrar un tratamiento eficaz para la obesidad.
Gluten
Existe una relación entre el consumo de gluten y la mayor permeabilidad intestinal e inflamación generalizada en todo el cuerpo. Cuando esta proteína del trigo penetra en nuestro organismo se producen “agujeros” en el intestino y moléculas que no deberían llegar al torrente sanguíneo, lo hacen y elevan los niveles de inflamación en el cuerpo.
La intolerancia al gluten – con o sin celiaquía – aumenta la
producción de citosinas inflamatorias, las cuales son determinantes en los
trastornos neurodegenerativos. Todos los seres humanos tenemos, en mayor o
menor medida, cierto grado de intolerancia al gluten y, por lo tanto, una dieta
sin gluten inclinaría la balanza hacia un ecosistema intestinal sano.
Eliminar el azúcar refinada
Limitar el consumo de azúcar refinada industrial pero también de edulcorantes químicos. Estos desequilibran la flora intestinal para beneficio de hongos perjudiciales (levaduras) del género Candida Albican.
Una dieta alta en azúcares
sienta las bases para una microbiota inflamada. Las
dietas altas en azúcares y bajas en fibra alimentan las bacterias dañinas y
aumentan el riesgo de permeabilidad intestinal, daño mitocondrial, afectaciones
inmunológicas e inflamación generalizada.
Los picos de azúcar en sangre favorecen la secreción de insulina. Esta
hormona anabólica fomenta el crecimiento celular, la formación y retención de
grasa y aumento de la inflamación.
Una dieta que mantiene el azúcar
en sangre equilibrado mantiene también el equilibrio bacteriano en el intestino.
El exceso de alimentos ricos en azúcares y en grasas saturadas
está asociado con una microbiota intestinal poco saludable. Las personas que
acostumbran a tomar leche entera suelen tener una microbiota poco diversa.
En el caso de los carbohidratos, se ha observado que las
personas que toman con frecuencia refrescos con un alto contenido de azúcar
suelen tener poca diversidad de bacterias en el aparato digestivo.
Por otro lado, se ha visto que catorce fármacos distintos están
asociados con alteraciones de la microbiota. La lista la encabezan los
antibióticos, que atacan las bacterias y modifican el ecosistema del intestino.
Teniendo en cuenta que la
microbiota intestinal afecta no solo a la digestión sino también a la salud en
general, al sistema inmune e incluso a la función cerebral, la
alimentación es una cuestión primordial para
conservar la salud intestinal y, por ende, la salud integral.
La occidentalización nos aportó
cosas buenas, pero también una cantidad de inconvenientes identificados. El exceso de higiene, el abuso y mal uso de antibióticos, el
estrés, la polución, el sedentarismo, la mala alimentación, los partos por
cesárea, la lactancia artificial y la falta de contacto con la naturaleza,
entre otros, son algunos de los factores que mayor impacto tienen sobre la
composición de la microbiota y, con ello, la salud.
Es evidente que “no somos solo células”. Estamos acompañados de miles de millones de organismos
diminutos imperceptibles al ojo humano, o visto de otro modo, nosotros somos los que les acompañamos
a ellos; no olvidemos que ellos llegaron primero. Entre ambos se establece una estrecha, persistente y
necesaria relación en la que todos salimos beneficiados. Este conjunto de microorganismos – la microbiota –
desempeña un papel determinante sobre la salud, ya que modula funciones de vital importancia en el organismo.
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