septiembre 29, 2024

El Covid-19 Afecta el Cerebro y el Cociente Intelectual de las Personas que Fueron Infectadas



El COVID se convierte en otro factor de riesgo en la aparición de la demencia


En los primeros días de la pandemia Covid-19 causada por el coronavirus SARS-CoV-2, las personas que aparentemente se habían recuperado de la fase aguda de la infección se quejaron de estar afectadas por una especie de “niebla cerebral”. Descrita por los pacientes como una sensación de lentitud mental, confusión o falta de claridad intelectual, esta afección no tardó en revelarse como un importante problema de salud.

Cuatro años después, está científicamente demostrado que la infección por el SRAS-CoV-2 puede afectar a la salud de nuestro cerebro de diversas maneras. Además de la niebla cerebral, la enfermedad puede provocar otros muchos trastornos: dolores de cabeza, convulsiones, derrames cerebrales, trastornos del sueño, hormigueos y parálisis, así como diversos problemas de salud mental.


Cómo el Covid-19 deja huella en el cerebro




A conyinuación es lo que saben los investigadores sobre cómo puede afectar al cerebro la infección por el coronavirus SARS-CoV-2, basándose en los trabajos científicos más sólidos publicados hasta la fecha sobre el tema:

* Análisis epidemiológicos a gran escala han demostrado que las personas que han padecido Covid-19 tienen un mayor riesgo de sufrir déficits cognitivos como problemas de memoria;

* Estudios de imagen realizados en personas antes y después de la infección por SARS-CoV-2 revelan una reducción del volumen cerebral y una alteración de la estructura cerebral tras la infección;

* Un estudio de personas con Covid-19 de leve a moderada mostró una inflamación cerebral prolongada y cambios que se estima corresponden a siete años de envejecimiento cerebral normal;

* En los casos en que la infección por SARS-CoV-2 conduce a una forma grave de la enfermedad que requiere hospitalización o cuidados intensivos, el resultado puede ser mucho más grave: los déficits cognitivos y otros daños cerebrales pueden ser equivalentes a 20 años de envejecimiento normal;

* Experimentos de laboratorio realizados en organoides cerebrales humanos o murinos (ratones) – conjuntos de células diseñados para emular ciertos aspectos de la función cerebral – han revelado que la infección por el SARS-CoV-2 desencadena la fusión de células cerebrales. Estos cambios cortocircuitan la actividad eléctrica del cerebro, comprometiendo ciertas funciones cerebrales;

* Las autopsias de personas que habían sufrido una forma grave de Covid-19 pero fallecieron posteriormente por otra causa han demostrado que el virus seguía presente en el tejido cerebral meses después de la infección. Esto demuestra que el SARS-CoV-2 no es sólo un virus respiratorio. Lejos de atacar únicamente las vías respiratorias, también puede penetrar en otros órganos, incluido el cerebro en algunos individuos. Sin embargo, los científicos aún no saben si la persistencia del virus en el cerebro es directamente responsable de algunos de los problemas observados en las personas que han padecido la enfermedad;

* Otros estudios han demostrado que incluso cuando la infección es benigna” y el virus permanece confinado principalmente en los pulmones, puede causar inflamación en el cerebro y alterar la capacidad de regeneración de las células cerebrales.

* Covid-19 también puede alterar la barrera hematoencefálica, haciéndola porosa. Se trata del escudo que protege el sistema nervioso central – el cerebro y la médula espinal –. En los pacientes hospitalizados tras la administración de Covid-19 y que sufrían niebla cerebral, los análisis de imágenes han puesto de manifiesto estos problemas;

* Un análisis preliminar a gran escala en el que se combinaron datos de 11 estudios diferentes – con un total de datos de casi un millón de personas que habían recibido Covid-19 y más de 6 millones de individuos no infectados – mostró que Covid-19 aumentaba el riesgo de desarrollar demencia en personas mayores de 60 años.

Pérdida del cociente intelectual

Más recientemente, investigadores evaluaron diversas capacidades cognitivas, como la memoria, la capacidad de planificación y el razonamiento espacial, en casi 113.000 personas que habían padecido Covid-19. Sus resultados, publicados en el New England Journal of Medicine, revelaron que estos pacientes mostraban déficits significativos en la memoria y el rendimiento en tareas ejecutivas.

Este deterioro se observó no sólo entre las personas infectadas al inicio de la pandemia, sino también entre las que enfermaron cuando circulaban las variantes delta y omicron. Esto último indica que el riesgo de deterioro cognitivo no disminuyó a medida que el virus pandémico inicial evolucionó de la cepa ancestral a la variante omicron.

Se demostró un deterioro cognitivo equivalente a una pérdida de tres puntos del cociente intelectual (CI) en personas que habían contraído formas leves de Covid-19 y en las que la enfermedad se había curado sin complicaciones. En comparación, los pacientes con síntomas no resueltos, como disnea persistente o agotamiento, perdieron seis puntos de CI. Los individuos que habían sido ingresados en una unidad de cuidados intensivos perdieron nueve puntos de CI. La reinfección por el virus contribuyó a una pérdida adicional de dos puntos de CI, en comparación con las personas que no se habían reinfectado.

Cociente intelectual. Para poner en perspectiva los resultados de estos estudios, el CI medio ronda los 100 puntos. Las personas superdotadas suelen tener un CI superior a 130, mientras que un CI inferior a 70 indica la existencia de una discapacidad intelectual que justifica un apoyo social importante. Según estas cifras, un cambio de tres puntos a la baja en el CI aumentaría el número de adultos estadounidenses con un CI inferior a 70 de 4,7 millones a 7,5 millones. En otras palabras, el número de adultos con un nivel de deterioro cognitivo que se considera que requiere un apoyo social significativo podría aumentar en 2,8 millones.

Posibles implicaciones graves

En conjunto, los resultados de estos estudios indican que el Covid-19 supone un grave riesgo para la salud cerebral, incluso cuando la enfermedad se encuentra en una forma “leve”. Parece que las consecuencias de esta situación empiezan a notarse a nivel poblacional.

En Estados Unidos, por ejemplo, se ha evaluado la capacidad de recordar, concentrarse o tomar decisiones en el marco de la Current Population Survey (CPS), una encuesta mensual de hogares estadounidenses realizada por la Oficina del Censo. El resultado: en comparación con los 15 años anteriores a la aparición del SRAS-CoV-2, desde la pandemia un número considerable de encuestados ha declarado tener serias dificultades en estos ámbitos. Nada menos que un millón de estadounidenses en edad laboral están afectados, y lo más preocupante es que esta situación afecta sobre todo a adultos jóvenes, de entre 18 y 44 años.

Los datos de la Unión Europea revelan una tendencia similar: en 2022, el 15% de los encuestados que vivían en la UE afirmaron tener problemas de memoria y concentración.


Niebla mental post COVID-19 en niños y adolescentes – Impacto en su aprendizaje



Las secuelas del COVID-19 se han descrito, mayoritariamente, en adultos. Sin embargo, con las nuevas olas de contagio, los niños y los adolescentes empezaron a mostrar que las consecuencias de la enfermedad también los afectan. Recientemente, en las aulas europeas han comenzado a detectar que los chicos también padecen “niebla mental”. con lo cual su aprendizaje se posiciona como un desafío para los docentes.

Según los expertos aún no existen datos certeros sobre cuál es su incidencia en los más jóvenes, aunque advirtieron que esta patología se suma a las consecuencias del aislamiento decretado por la pandemia en varias naciones. Incluso, destacaron que esta situación podría convertirse en un punto de inflexión para que las escuelas evalúen cómo captar la atención de los chicos en medio de un mundo cambiante.

¿Cómo detectar la niebla mental en los niños y adolescentes?

Cada día un nuevo síntoma o secuela se suma a la larga lista con la que cuenta el COVID-19. Algunas se había centrado casi exclusivamente en los adultos, una de ellas era la denominada “mental fog“ (niebla mental). Esta patología está descrita, principalmente, en los casos de long COVID o COVID prolongado. Es decir cuando los síntomas de la enfermedad persisten, entre uno y tres meses, después de la infección.


Niebla mental


Es un término que se usa para describir un conjunto de síntomas relacionados con secuelas producidas por el COVID-19 y que, fundamentalmente, están vinculadas a la parte cognitiva, a la dificultad para concentrarse y a los trastornos en la memoria, los cuales se combinan con secuelas orgánicas y físicas.

La niebla mental, que es esa sensación de confusión mental, está descrita sobre todo en adolescentes y se puede expresar como una falta de concentración, una afectación de la memoria a corto plazo, que también puede presentarse junto a la fatiga, el cansancio, la ausencia de ganas, los cambios del humor, falta de apetito o inclusive insomnio, con lo cual pueden estar asociados a esta sintomatología; ya que todos estos síntomas repercuten también en la capacidad de concentración.

Es un término que también se asocia algunas otras patologías, no solo al post COVID-19. No hay un porcentaje o una incidencia en pacientes pediátricos, pero se sabe que viene afectando a una gran parte de la población.

Esta patología, según los científicos, generalmente se detecta en pacientes de mediana edad, aunque también se registran casos en niños y adolescentes. No está muy clara la causa. A veces se especula con la persistencia del virus, aunque si ocurre después del síndrome inflamatorio multisistémico, esta tormenta inflamatoria que se presenta en algunos adolescentes, se estima que puede ser responsable de la persistencia de los síntomas.

El diagnóstico es clínico y para detectarlo el médico clínico o el pediatra de cabecera deben revisar a los chicos y, mediante pruebas de laboratorio, descartar, por ejemplo, anemia porque muchos de estos síntomas también pueden asociarse con esa enfermedad.

Cuando se trabaja con chicos con problemas de atención o de memoria, el pediatra está muy atento a su etapa de aprendizaje y rápidamente busca aliarse con una psico-pedagoga o un psicólogo para poder actuar sobre esa alteración. Generalmente, el comienzo de la consulta es por un dato familiar, alguna alteración en el comportamiento o algún comentario desde el colegio, en ese momento se hace una evaluación neuro-psicológica o neuro-cognitiva para conocer el tipo de alteración y ayudarlo.

La atención, la memoria y la concentración como construcciones del desarrollo

Los expertos advierten que la atención, la memoria y la concentración son factores cognitivos que se desarrollan desde el nacimiento. Se construyen en el crecimiento y las relaciones sociales.

En el desarrollo cognitivo, fundamentalmente la formación de neuronas y las conexiones neuronales, tienen mucha incidencia los primeros tres años de vida, los famosos primeros 1000 días. Por la gran cantidad de patologías que pueden aparecer en los niños pequeños, se puede confundir un deterioro en la concentración, la atención o la memoria con eventos fisiológicos propios y secundarios al COVID-19.

Las funciones de la atención y la memoria se van desplegando a lo largo de la vida. Son sistemas funcionales que se van armando en función de estímulos, del trabajo, el contexto y las relaciones.

La niebla mental post COVID también puede estar influenciada por muchas circunstancias, como son, por ejemplo, los temores que se vivieron mientras la enfermedad estaba presente. Entonces no es tan fácil decir si es una consecuencia directa o si es la única causa.

Hablar de disfunción implica hablar de un mal funcionamiento, pero con la pandemia hubo un cambio en la sistematicidad escolar. En 2020 hubo una escuela online o virtual y luego progresivamente se fue a la presencialidad, pero se han modificado tanto la forma como las propuestas. Se hizo una selección de contenidos, se priorizaron formas y maneras de abordarlos y esto influyó, también, en la atención o la memoria.

La pandemia, como “evento inesperado e inexplicable”, también se posicionó como una alteración para estas funciones cognitivas. ‘Estar ‘encerrados’ durante meses era impensado y esto generó temor al entorno y a volver a una vida hacia el exterior. Con lo cual se afecta la atención y la concentración porque ese niño o adolescente piensa en cómo defenderse y no en aquello que el docente le está ofreciendo. Para poder aprender tienen que estar tranquilos.


Tratamiento o acompañamiento: un nuevo desafío frente a la niebla mental post COVID-19

Los especialistas advirtieron que esta patología no cuenta con un tratamiento farmacológico, sino que es necesario desplegar un fuerte acompañamiento por parte de los expertos, las familias y la escuela. Una vez hecho un diagnóstico por pruebas formales, uno puede buscar especialista idóneos.

La niebla mental puede afectar el aprendizaje, porque para aprender hay que estar atento, con ganas y motivado. Por eso los pediatras deben estar atentos para detectar este comportamiento, además de los padres y los docentes, para trabajar multidisciplinariamente.

No hay un tratamiento específico efectivo. Se pueden registrar mejoras cuando se fomenta una vida sana: un descanso de al menos 8 horas diarias; una alimentación saludable; hacer actividad física y limitar las pantallas.

En tanto, las alteraciones en la memoria y la atención no se centran solamente en una patología, sino que también están relacionadas con el sistema de educación que se brinda en las escuelas, más aún luego de que las aulas se mudaron a las pantallas hogareñas.

La pandemia generó un antes y un después. Pareciera que hay que volver a lo anterior, pero antes también había situaciones que no eran acordes a la niñez y la adolescencia. La escuela tiene que reflexionar sobre la calidad educativa y la cantidad de conocimiento que se brinda a los niños. La escuela, muchas veces, está muy apurada en dar contenido y pierde de vista que un contenido puede revisarse en distintos años porque es un proceso que se extiende en el tiempo.

Los especialistas afirmaron, además, que no se debe evaluar a la niebla mental o la disfunción de atención como un eje central sin ubicarlo en un contexto porque quedarían soluciones parciales. Padres y docentes deben estar atentos no solo para ver esta situación, sino también para acompañarlos y conectar con ellos. No de un punto de vista patológico, que tiene que ver con medicación, sino de un punto de escucha y  acompañamiento, porque sino a esta situación se les suma la angustia.

Hoy los niños no son similares a los de hace 30 o 40 años y no todos los niños pueden tener esta patología, por eso se debe hablar de un problema que abre preguntas y nos involucra como sociedad porque se han modificado las rutas cognitivas y cuando uno presta atención necesita que el otro le devuelva esa atención. No solo en las escuelas, sino también en la vida familiar y social.

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Sin embargo, aunque ahora existen numerosas pruebas de que el SRAS-CoV-2 deja su huella indeleble en nuestro cerebro, aún no se han determinado las vías específicas por las que lo hace, y todavía no se han desarrollado tratamientos curativos. Pero la investigación científica continúa, y recientemente dos nuevos estudios publicados en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine explican los profundos efectos del Covid-19 en la salud cognitiva.


Cognición y memoria después del covid-19 en una gran muestra comunitaria



Investigadores del Imperial College de Londres (ICL) en un estudio, publicado en la revista New England Journal of Medicine en febrero 2024, decidieron evaluar el funcionamiento cognitivo entre adultos que experimentaron COVID-19.

Según señalan los autores, desde 2020 se comenzaron a reportar ciertos déficits cognitivos asociados al COVID-19. En estos primeros casos se hablaba de “niebla mental”, con síntomas como mala memoria, concentración alterada y dificultad para pensar. No obstante, aunque este fenómeno hoy en día está confirmado, aún falta información sobre su persistencia en el tiempo y las áreas de funcionamiento cognitivo que se pueden ver más afectadas.

Los investigadores analizaron la relación entre los déficits cognitivos observados y otras variables como la gravedad y duración de la enfermedad. Para ello, realizaron un estudio de cohorte rastreando la prevalencia de la infección por SARS-CoV-2 entre 3.099.386 individuos mayores de 18 años. La muestra final quedó constituida por 141.583 participantes, de los cuales 112.964 completaron la batería de 8 pruebas cognitivas. Estos individuos fueron comparados con personas que no habían experimentado COVID-19.

Los resultados muestran que el COVID-19 está asociado con déficits cognitivos medibles, los cuales pueden persistir a largo plazo. Asimismo, los datos avalan la hipótesis formulada por los autores que sostiene que las personas con síntomas prolongados de COVID-19 muestran un deterioro de la memoria y la función ejecutiva más evidente, incluida la niebla mental y la mala memoria.

Los autores señalan que la cepa parece influir en el deterioro cognitivo asociado, al no disponer de tratamientos eficaces en los momentos iniciales. Asimismo, las reinfecciones no parecen tener ningún efecto, mientras que la vacunación (particularmente dos o más dosis) puede mitigar el impacto del deterioro cognitivo.

Debido a posibles limitaciones en el sesgo de la muestra, los autores animan a la comunidad científica a realizar estudios adicionales para proporcionar información sobre las implicaciones a más largo plazo de estos hallazgos.

En conclusión, el estudio proporciona información crucial sobre los posibles efectos a largo plazo del COVID-19 en la función cognitiva de los pacientes. Comprender estos efectos resulta fundamental para proporcionar una atención adecuada y desarrollar estrategias de intervención para aquellos que experimentan síntomas cognitivos persistentes después de la recuperación de COVID.


El deterioro cognitivo que genera el COVID prolongado puede medirse




Investigadores del Imperial College de Londres (ICL) en un estudio, publicado en la revista New England Journal of Medicine en febrero 2024, encontraron en una investigación que las personas con COVID persistente obtuvieron menos puntaje en los tests de coeficiente intelectual respecto a quienes nunca se habían infectado.

En el estudio, casi 113.000 completaron una prueba cognitiva en línea durante los últimos cinco meses de 2022. La prueba consistió en ocho tareas diseñadas para evaluar habilidades como la planificación espacial, el razonamiento verbal, la definición de palabras y la memoria. El estudio midió el rendimiento en un solo momento, por lo que era imposible saber si otras tensiones en la vida de las personas habían desempeñado un papel en el resultado de las pruebas.

Se encontró que las personas con COVID persistente obtuvieron 6 puntos de coeficiente intelectual más bajos que las personas que nunca se habían infectado con el virus. Incluso las personas que no sufrieron síntomas persistentes después de un episodio de COVID obtuvieron puntuaciones ligeramente más bajas que las personas que nunca se habían infectado, en este caso, por 3 puntos de coeficiente intelectual.

Aun así, las diferencias en las puntuaciones fueron pequeñas, y los expertos enfatizaron que los hallazgos no significan que COVID provoque déficits profundos en el pensamiento y la memoria. Estos hallazgos emergentes y coalescentes en general resaltan que sí hay un deterioro cognitivo en los supervivientes de COVID prolongado.

Afortunadamente, el estudio sugiere que si los síntomas de COVID prolongado de las personas se resuelven por sí solos, los trastornos del pensamiento relacionados también podrían aliviarse. Los voluntarios del estudio que tuvieron COVID prolongado durante meses antes de recuperarse, finalmente tuvieron puntuaciones de prueba similares a las de los que habían experimentado una recuperación rápida.

Es importante destacar que la variación estándar en una puntuación de CI es de unos 15 puntos, por lo que un cambio de 3, o incluso 6 puntos por lo general no se considera significativo.

En general, las puntuaciones más bajas se observaron en personas que tuvieron infecciones al principio de la pandemia, antes de que las vacunas y los tratamientos antivirales estuvieran disponibles. Mientras tanto, las personas que habían sido vacunadas tuvieron un desempeño algo mejor que las no vacunadas.


El COVID puede provocar cambios en el cerebro incluso en los casos leves




Investigadores del Departamento Nuffield de Neurociencias Clínicas de la Universidad de Oxford en un estudio, publicado en Nature de marzo 2022, detectaron que la infección causa efectos a largo plazo, como mayor deterioro cognitivo. Además, observaron alteraciones en las áreas relacionadas con el olfato y una reducción en el tamaño del órgano cerebral.

Los estudios anteriores que analizaron el impacto del COVID-19 en el cerebro en su mayoría se han centrado en pacientes hospitalizados con enfermedad grave y se han limitado a datos posteriores a la infección. Hasta ahora se desconocían los efectos del SARS-CoV-2 en el cerebro en los pacientes más leves y más comunes, y la investigación de estos casos podría revelar posibles mecanismos que contribuyen a la enfermedad o al daño cerebral.

Los científicos investigaron los cambios en los cerebros de 785 participantes en UK Biobank, una base de datos biomédica y recurso de investigación a gran escala. Los participantes tenían entre 51 y 81 años y se sometieron a dos escáneres cerebrales, con un promedio de 38 meses de diferencia, así como a pruebas cognitivas.

El estudio identificó en los participantes infectados con SARS-CoV-2 una serie de efectos, en promedio 4,5 meses después de la infección, incluida una mayor reducción en el grosor de la materia gris en las regiones del cerebro asociadas con el olfato.

Los participantes mostraron evidencia de un mayor daño tisular en las regiones conectadas con la corteza olfativa primaria, un área relacionada con el olfato, y una reducción en el tamaño del cerebro completo.

En promedio, los participantes también mostraron un mayor deterioro cognitivo entre sus dos escaneos, asociado con la atrofia de una parte específica del cerebelo, una estructura cerebral relacionada con la cognición.

Los investigadores detectaron para el 96% de los participantes una mayor pérdida de volumen de materia gris y un mayor daño tisular. También mostraron una mayor disminución de sus capacidades mentales para realizar tareas complejas, y este empeoramiento mental estaba relacionado en parte con estas anomalías cerebrales. Todos estos efectos negativos fueron más marcados a edades más avanzadas.

Estos hallazgos pueden permitir comprender las características de la propagación degenerativa de COVID-19, ya sea a través de vías relacionadas con el sentido del olfato, la inflamación o la respuesta inmunitaria del sistema nervioso, o la falta de información sensorial debido a la pérdida del olfato. La futura vulnerabilidad de las regiones cerebrales afectadas en estos participantes requiere más investigación.

Esta nueva visión de los efectos dañinos de COVID-19 contribuirá a la comprensión general de cómo se propaga la enfermedad a través del sistema nervioso central. Si estos efectos persisten a largo plazo o se revierten parcialmente son dos temas que requieren más investigación.


Un consorcio internacional para descubrir cómo el virus COVID-19 consigue afectar al cerebro


Investigadores de la Asociación de Alzheimer de Estados Unidos estudian la aparición de signos de demencia en determinados pacientes mayores de 60 años.

La ansiedad, así como los signos de psicosis y demencia, forman parte de una larga lista de patologías y síntomas que persisten en las personas con síndrome post-COVID-19. Estos efectos ponen de manifiesto la naturaleza compleja del coronavirus, que no ataca simplemente a las vías respiratorias.

Los datos actuales muestran que alrededor del 20% de los pacientes mayores de 60 años que han padecido COVID han experimentado síntomas de demencia, como pérdida de memoria o confusión.

Este organismo estadounidense sin ánimo de lucro ha unido en 2023, sus competencias a las de investigadores de más de 30 países – con el apoyo técnico de la Organización Mundial de la Salud – para crear un consorcio internacional. El objetivo de este imponente esfuerzo científico es comprender cómo el virus COVID logra penetrar en el cerebro, pero sobre todo evaluar el riesgo de que cause daños duraderos a medio o largo plazo, en particular enfermedades neuro-degenerativas como el Alzheimer.

El Dr. Gabriel de Erausquin, neurólogo, psiquiatra e investigador en enfermedades neuro-degenerativas de la Universidad de Texas, dirige el consorcio, creado por él mismo. Cree que el COVID se convertirá en otro factor de riesgo en la aparición de la demencia.

Desde el inicio de la pandemia, los investigadores han confirmado mediante autopsias que el virus penetra en la cavidad nasal y se infiltra en las neuronas hasta el bulbo olfatorio, situado en el cerebro, puerta de entrada al resto de estructuras. Se ha demostrado que también puede pasar de la sangre al sistema nervioso, ya que ataca la barrera hematoencefálica. Esta barrera natural bloquea la entrada de toxinas y agentes patógenos de la sangre a las células cerebrales. Se cree que el virus COVID provoca una reacción inflamatoria que hace que la barrera sea menos impermeable.

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La pandemia de SARS-CoV-2 produjo a su paso millones de personas afectadas por COVID persistente, algunas de las cuales han tenido o tienen actualmente problemas cognitivos. Una comprensión más profunda de la biología de la disfunción cognitiva después de la infección por SARS-CoV-2 y la mejor manera de prevenirla y tratarla es fundamental para abordar las necesidades de las personas afectadas y preservar la salud cognitiva de las poblaciones.

Por lo tanto, en el futuro será crucial identificar qué individuos corren más riesgo. También será crucial comprender mejor cómo podría afectar esta situación al rendimiento educativo de niños y jóvenes, así como a la productividad económica de los adultos en edad laboral. También hay que tener en cuenta que la epidemiología de la enfermedad de Alzheimer u otras enfermedades que conducen a la demencia podría verse afectada, aunque todavía no se sabe en qué medida.

Una cosa es cierta: un número creciente de investigaciones confirma ahora que el Covid-19 debe considerarse un virus con un impacto significativo en el cerebro. Esto tiene implicaciones de gran alcance, no sólo para la salud de los individuos, sino también para las poblaciones y las sociedades en su conjunto, con su potencial impacto en la economía.




Desentrañar las causas de estos trastornos cognitivos, y en particular
 el origen de la niebla cerebral, requerirá años, si no décadas, 
de esfuerzos concertados, en los que participarán investigadores 
de todo el mundo. Por desgracia, ante esta situación sin precedentes, 
mientras el virus siga circulando, todos seremos conejillos de indias.





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