Comer
pescado durante el embarazo mejora
la capacidad intelectual de los niños y su conducta social
la capacidad intelectual de los niños y su conducta social
Los
niños nacidos de mujeres que consumieron más pescado durante el embarazo
obtienen mejores resultados en las pruebas de inteligencia verbal, habilidades
de motricidad fina y una mejor conducta social.
Así se
evidencia en los resultados de un estudio del proyecto Nutrimenthe, coordinado
por la Universidad de Granada, publicado
en la revista American Journal of
Clinical Nutrition (enero 2012) y dirigido por la profesora Cristina Campoy
Folgoso. El proyecto Nutrimenthe, que finalizará en 2013, ha sido financiado
por la Unión Europea y está evaluando alrededor de 25.000 niños de distintos
países europeos para comprobar si la ingesta de ácidos grasos tiene efectos
beneficiosos en su formación cerebral.
Los
investigadores utilizaron muestras de sangre de más de 2.000 mujeres a las 20
semanas del embarazo, y del cordón umbilical de sus hijos en el momento de
nacer. El equipo ha analizado el efecto de la ingesta materna de pescado
durante la gestación, como fuente de ácidos grasos omega-3 y omega-6, y su
efecto tras la transferencia placentaria sobre el desarrollo fetal y cómo los
diferentes genotipos van a influir sobre los niveles de estos importantes
ácidos grasos de cadena larga en el feto.
El
aceite de pescado es la principal fuente de ácidos grasos omega-3 de cadena
larga, como por ejemplo el ácido docosahexaenoico (DHA), un componente
estructural clave de las membranas celulares del cerebro.
Las
embarazadas con un nivel adecuado de ácido fólico favorecen que sus hijos
tengan una estructura cerebral más adecuada para que sean más inteligentes.
La
nutrición materna tiene un efecto en el neurodesarrollo de los hijos y en su
capacidad de procesamiento y sus capacidades visuales.
Las
investigaciones han revelado que las gestantes que mantienen el nivel adecuado
de ácido fólico dan a luz hijos que tienen una estructura cerebral más adecuada
para ser más inteligentes.
Así, la
ingesta de alimentos como el brócoli o de suplementos de ácido fólico permiten
mantener los niveles adecuados durante el embarazo, aunque no se han logrado
los mismo objetivos con las embarazadas con sobrepeso, por lo que sería
necesario un mayor control de su alimentación, con especial atención a mujeres
obesas o que padezcan diabetes durante la gestación, ya que llegan al final del
embarazo con deficiencias en los niveles de ácido fólico que afectarán a sus
hijos.
El
ácido fólico, una vitamina del grupo B, además, ayuda en el crecimiento de las
células y en la producción de ADN. Es importante comenzar a tomarlo antes de
quedarse embarazada porque así previene algunas enfermedades del futuro bebé y
el parto prematuro.
Algunas
verduras de hojas verdes como la lechuga, el puerro, el berro o las endivias
tienen ácido fólico.
En el
desarrollo de la vida fetal todos los alimentos que las futuras madres ingieran
afectarán el crecimiento y evolución de todos los sistemas del organismo e
influenciarán en el desempeño de los mismos en la vida adulta.
Es
necesario comer alimentos balanceados, asegurando la presencia de una buena
cantidad de frutas y verduras, y una porción adecuada de carbohidratos, grasas
y proteínas.
Programar
una dieta libre de azúcares y grasas entre comidas, que suelen ser los
principales responsables del sobrepeso en el embarazo.
Lo más
recomendable es consultar con su propio médico ya que cada mujer tiene un
metabolismo particular.
Epigenética. Se
refiere al estudio de todos los factores no genéticos que intervienen en el
desarrollo de un organismo, y de las interacciones entre los genes y el medio
ambiente.
No sólo
lo que comen las madres afecta a los hijos. La información nutricional pasa a
la siguiente generación a través del esperma y sin ninguna clase de influencia
social.
Así lo
sugiere un estudio realizado en ratones concluyendo que una dieta paterna baja en proteínas podría
afectar a la salud hepática de los hijos. Este trabajo, publicado en la
revista Cell en diciembre 2010, se ha
desarrollado por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de
Massachusetts en Estados Unidos.
Este
estudio muestra que los ratones de padres alimentados con una dieta baja en
proteínas mostraron cambios importantes en la salud de su hígado. Esos cambios
se producían a pesar del hecho de que los padres nunca vieron a su descendencia
ni pasaron tiempo con sus madres, lo que sugiere que la información nutricional
pasa a la siguiente generación a través del esperma y sin ninguna clase de
influencia social.
Los
descubrimientos se añaden a la evidencia de que la reprogramación epigenética
de genes podría ser un importante mecanismo para pasar la información sobre el
entorno, y en este caso el entorno nutricional, de una generación a la
siguiente. La epigenética se refiere a las modificaciones químicas en el ADN
heredables que pueden alterar la forma en la que los genes se expresan sin
cambiar la secuencia subyacente de sus componentes.
Los
investigadores descubrieron en su estudio que cientos de genes cambiaban en la
descendencia de los ratones que se habían alimentado con la dieta baja en
proteínas. El perfil epigenético de los hígados de los ratones jóvenes mostró
numerosas diferencias en función de la dieta paterna.
Los
autores no saben cómo la información se codifica y pasa del padre a la
descendencia, ya que el esperma no muestra el mismo patrón epigenético visto en
los hígados de la descendencia. Los nuevos descubrimientos en combinación con
otras evidencias tienen importantes implicaciones para futuros estudios y estos
ratones suponen un modelo de trabajo sobre los mecanismos responsables de la
reprogramación del metabolismo transgeneracional.
Otro
estudio con ratas descubrió que los padres
alimentados con una dieta alta en grasas podrían aumentar el riesgo de sus
hijos a padecer diabetes tipo 2 en sus hijas.
Científicos
de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Sidney (Australia) en un estudio,
publicado en la revista Nature (octubre 2010), suministraron a las ratas macho
alimentos de alto contenido graso, lo que les acarreó problemas de obesidad e
intolerancia a la glucosa, que transmitieron a sus crías hembras tras aparearse
con ratas normales. Los científicos detectaron en las crías anormalidades en
las células beta del páncreas, encargadas de sintetizar y segregar la insulina,
hormona que controla los niveles de glucosa en la sangre.
Según
Margaret Morris, quien encabezó la investigación, el riesgo de desarrollar
diabetes puede ser similar en el caso de hijos varones, aunque los estudios se
han limitado hasta ahora a las hembras.
Después
de un elaborado trabajo experimental, los autores concluyen que la dieta de los
padres modifica el patrón epigenético de sus espermatozoides, y que estos cambios
son transmitidos a su descendencia, lo que finalmente provoca el desarrollo de
enfermedades en sus hijos.
Lo que demuestra, dicen los científicos, que la información nutricional puede pasarse por el esperma y no sólo por algún tipo de influencia social.
Este es el primer estudio en una especie que muestra que la exposición paterna a una dieta alta en grasas inicia la progresión de la diabetes en la descendencia, aunque si la descendencia masculina se ve igualmente afectada aún no se ha probado.
Lo que demuestra, dicen los científicos, que la información nutricional puede pasarse por el esperma y no sólo por algún tipo de influencia social.
Este es el primer estudio en una especie que muestra que la exposición paterna a una dieta alta en grasas inicia la progresión de la diabetes en la descendencia, aunque si la descendencia masculina se ve igualmente afectada aún no se ha probado.
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