octubre 31, 2024

El Futuro de la Nutrición Será Muy Personal

«Tú eres lo que comes»

La alimentación del futuro será personalizable, práctica y segura, pero sobre todo será más sana y sostenible.

Los seres humanos somos complicados y hay muchas cosas que influyen en nuestra salud. Algunas no podemos cambiarlas, como la edad o la composición genética, y otras sí, como la elección de alimentos y bebidas.

También están los billones de bacterias que viven en nuestros intestinos – conocidas colectivamente como el microbioma –, que tienen un impacto significativo en nuestra salud y digestión.

El microbioma intestinal se refiere a todos los microorganismos – bacterias, virus y hongos – que habitan en el tracto gastrointestinal y producen metabolitos esenciales para la salud humana.

Los alimentos que ingerimos son una mezcla de muchos nutrientes que afectan al organismo y al microbioma de distintas maneras, por lo que no es fácil comprender la relación entre dieta, metabolismo y salud.

La dieta es un determinante clave de la variación del microbioma intestinal humano

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La variación diaria del microbioma está relacionada con la elección de alimentos, pero no con los nutrientes convencionales.

* La variación diaria del microbioma depende de al menos dos días de historia alimentaria.

* Alimentos similares tienen efectos diferentes en el microbioma de las personas.

Aunque sabemos que un microbioma más diverso suele ser un indicador de una mejor salud intestinal, entendemos poco sobre cómo afectan los alimentos a las distintas especies microbianas.

El microbioma es probablemente el tema más candente en nutrición y salud en estos momentos. Los investigadores se afanan en cartografiar y manipular a nuestras amigas las bacterias.

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Un muestreo diario revela asociaciones personalizadas entre dieta y microbioma en humanos



Un equipo de investigadores de la Universidad de Minnesota en un estudio, publicado en Cell Host & Microbe en junio de 2019, muestra que alimentos con perfiles nutricionales comparables pueden tener efectos muy diferentes en el microbioma.

El equipo pidió a 34 voluntarios sanos que recopilaran datos detallados sobre todo lo que comieron durante 17 días, comparando esta información con la diversidad de microbios en muestras de heces diarias. Aunque la mayoría de los participantes comieron los mismos alimentos – café, queso cheddar, pollo y zanahorias –, muchas elecciones fueron únicas.

Los investigadores descubrieron que, aunque las elecciones alimentarias de cada participante repercutían en su propio microbioma, ya que ciertos alimentos aumentaban o disminuían la abundancia de cepas bacterianas, no existía una correlación directa. Por ejemplo, las alubias (frijol) aumentaban la proporción de ciertas bacterias en una persona, pero tenían mucho menos efecto en otra.

Curiosamente, aunque alimentos estrechamente relacionados – como la col y la berza (repollo) – tienden a tener el mismo impacto en el microbioma, alimentos no relacionados pero con composiciones nutricionales muy similares tienen efectos sorprendentemente diferentes. Esto nos indica que el etiquetado nutricional convencional puede no ser la mejor manera de juzgar si un alimento es probablemente saludable.

Los resultados también muestran que no será fácil hacer recomendaciones dietéticas para mejorar el microbioma. Tendrán que ser personalizadas, teniendo en cuenta los microbios intestinales de cada individuo y los efectos específicos que determinados alimentos tienen sobre ellos.


Las pruebas genéticas demuestran que la secreción de insulina estimulada por carbohidratos conduce a la obesidad



Científicos de la Facultad de Medicina de Harvard, muestran en un estudio, publicado por Oxford University Press en enero de 2018, el efecto potencialmente causal de la secreción de insulina sobre el peso corporal.

Uno de los principios fundamentales del modelo carbohidrato-insulina de la obesidad es que la secreción de insulina conduce al aumento de peso. Sin embargo, la hiperinsulinemia en ayunas también puede deberse a la resistencia a la insulina inducida por la obesidad.

Los investigadores utilizaron instrumentos genéticos de variación de la secreción de insulina – evaluada mediante la concentración de insulina 30 min después de la ingesta oral de glucosa – para estimar la relación causal entre el aumento de la secreción de insulina y el índice de masa corporal (IMC), mediante un análisis de aleatorización mendeliana bidireccional de estudios de asociación de genoma completo: análisis de numerosas variaciones genéticas en muchos individuos, con el fin de estudiar sus correlaciones con rasgos fenotípicos (hereditarios).

Las fuentes de datos incluyeron los resultados resumidos de los mayores metanálisis publicados sobre secreción de insulina e IMC de ascendencia predominantemente europea, así como datos individuales del Biobanco del Reino Unido. Se utilizaron datos del estudio de cohorte de pacientes de cardiología y metabolismo del Massachusetts General Hospital para validar las asociaciones genéticas con la secreción de insulina y para comprobar la asociación observacional de la secreción de insulina y el IMC.

Resultados. Los mayores niveles de insulina-30 determinados genéticamente se asociaron fuertemente con un mayor IMC, lo que concuerda con un papel causal en la obesidad. Se observaron asociaciones positivas similares en los análisis de sensibilidad utilizando otras variantes genéticas como variables instrumentales. Por el contrario, un mayor IMC determinado genéticamente no se asoció con la insulina-30.

Conclusiones. Los análisis de aleatorización mendeliana aportan pruebas de una relación causal entre la secreción de insulina estimulada por glucosa y el peso corporal, coherente con el modelo carbohidrato-insulina de la obesidad.


PREDICT - Las respuestas individuales a los mismos alimentos son únicas



PREDICT es el mayor estudio científico en curso sobre nutrición, dirigido por un equipo internacional de científicos de primera plana que incluye investigadores del King's College de Londres, el Hospital General de Massachusetts y la empresa de ciencia nutricional ZOE.

El estudio pretende medir y comprender las respuestas metabólicas únicas a los alimentos – por ejemplo, cómo cambian los niveles de azúcar y grasa en sangre después de comer – en un grupo de 1.000 participantes.

Los resultados iniciales, presentados en las reuniones de la Asociación Americana de Diabetes y la Sociedad Americana de Nutrición en junio de 2019, muestran que las respuestas individuales a los mismos alimentos son únicas, incluso entre gemelos idénticos.

Menos del 30% de la variación en las respuestas a los carbohidratos se debía a la composición genética y menos del 20% a las grasas. Inesperadamente, sólo existía una débil correlación entre ambas: tener una respuesta pobre a las grasas no predecía si alguien respondería bien o mal al azúcar.

Los investigadores midieron los cambios en los niveles sanguíneos de marcadores como el azúcar, la insulina y la grasa en respuesta a comidas específicas, así como datos sobre la actividad, el sueño, el hambre y las bacterias intestinales – el microbioma – en miles de participantes de EE.UU. y el Reino Unido, en su mayoría parejas de gemelos.

Descubrieron que los gemelos idénticos sólo compartían alrededor del 37% de sus microbios intestinales. Esta cifra es sólo ligeramente superior a la que comparten dos personas no emparentadas, lo que pone de relieve el modesto efecto de los genes.

ZOE está utilizando técnicas de aprendizaje automático para analizar esta gran cantidad de datos nutricionales detallados y está desarrollando una prueba y una aplicación para el consumidor, dando a la gente el poder y la confianza para elegir los alimentos adecuados que optimicen su metabolismo personal, controlen su peso y mantengan una buena salud.

Esta investigación demuestra que si uno quiere encontrar los alimentos que mejor funcionan con su metabolismo, necesita conocer su respuesta nutricional personal, algo que no se puede predecir con simples pruebas genéticas.

El equipo anuncia también una importante ampliación de su trabajo en colaboración con científicos de las universidades de Stanford y Tufts. La siguiente fase consistirá en reclutar a más de mil voluntarios en todo Estados Unidos, deseosos de comprender sus reacciones personales a los alimentos y de contribuir a la ciencia nutricional de vanguardia participando en el estudio desde casa.


Estrategia de ONU-Nutrición 2022-2030

En 2021, Año de Acción para la Nutrición, varios eventos – la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Sistemas Alimentarios, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) y la Cumbre sobre Nutrición para el Crecimiento celebrada en Tokio – destacaron la importancia de la nutrición, incluido el papel de los alimentos y su impacto en la salud, el clima y la biodiversidad.

Basándose en los resultados de estos eventos, ONU-Nutrición liderará la acción nutricional tanto en contextos de desarrollo como humanitarios y como puente entre ambos.

Esta Estrategia de ONU-Nutrición 2022-2030 sienta las bases para la promoción, la coordinación y la programación conjuntas para mejorar la nutrición en todo el sistema, con el objetivo de lograr la coherencia de las políticas y un impacto sostenido a nivel nacional como parte de un compromiso compartido para acelerar el progreso hacia la eliminación de todas las formas de malnutrición.

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El futuro de la alimentación



¿Mañana, nos convertiremos todos en vegetarianos? ¿Las dietas especiales se convertirán en la norma? ¿Cómo cultivaremos nuestros campos? ¿Nos daremos un festín de insectos?

Los científicos – Céline Laisney, directora de la agencia de vigilancia y previsión AlimAvenir, y Gilles Billen, director de investigación del CNRS – analizan siete escenarios futuros que combinan biodiversidad, agricultura y alimentación.

1. Ya no comemos carne – No del todo

Las distintas dietas que excluyen tal o cual producto animal representan proporciones variables según los países. La proporción es mayor en los países anglosajones que en Francia. Pero todo hace pensar que aumentará, ya que esta proporción es más elevada entre los jóvenes de todos los países. En los últimos años ha aumentado el número de nuevos regímenes, a un ritmo que varía de un país a otro. Lo más probable no es que dejemos de comer carne, sino que comamos mucha menos.

Los estudios sobre el futuro de la alimentación muestran que nos resultará difícil prescindir por completo de la ganadería. La razón es sencilla: la transición de la agricultura convencional a la ecológica exige la introducción de la rotación de cultivos, que a su vez requiere el cultivo de varios tipos de leguminosas, tanto comestibles para los humanos como forrajeras para los animales, que producen carne y leche.

2. Comeremos insectos y algas – Sí y no

Las empresas de nueva creación (start-ups) que crían y procesan insectos no se dirigen necesariamente al mercado de la alimentación humana. Se dirigen sobre todo al mercado de la alimentación animal, y a la acuicultura en particular, para sustituir a la harina de pescado. Los insectos pueden desempeñar un papel importante en este sector, siempre que sean competitivos u ofrezcan ventajas nutricionales superiores.

Las algas son otra historia. Se trata sobre todo de microalgas ricas en proteínas, como la espirulina o la chlorella. De momento, se consumen sobre todo en forma de complementos alimenticios, pero empiezan a incorporarse a los alimentos, generalmente en cantidades muy pequeñas, por sus propiedades funcionales: la chlorella puede sustituir al huevo en la mayonesa, por ejemplo. El principal obstáculo es el coste. Las proteínas vegetales son mucho más económicas, se adaptan mejor a las condiciones ambientales y son más fácilmente aceptadas por los consumidores.

3. Prescindiremos de los fertilizantes – Depende de cuáles

En agricultura nunca se prescinde de los fertilizantes. La agricultura siempre implica extraer nitrógeno, fósforo y potasio del suelo, junto con la cosecha que exportamos. Para mantener la fertilidad del suelo, es esencial devolverle estos elementos. Los residuos animales (estiércol, purines) también son una forma de abono, ya que reciclan los elementos extraídos del suelo para alimentar a los animales.

En cambio, los abonos industriales, que se utilizan en la agricultura convencional y prescinden del reciclaje, sólo se producen con un coste energético considerable.

El reciclaje sería obviamente una solución mucho más inteligente y eficiente desde el punto de vista energético, utilizándolo como abono para fertilizar nuestros campos.

No hay nada utópico en ello. Sólo hace falta una generación para cambiarlo todo. Tampoco es ciencia de cohetes: hay 1.000 soluciones posibles en cuanto a sistemas de instalación y recogida, y ya se están experimentando varios en distintos lugares.

4. El Estado influirá en el contenido de nuestros platos – Eso esperamos

En treinta años, hemos pasado de una dieta compuesta sólo por un 30% de proteínas animales y un 70% de proteínas vegetales, a todo lo contrario. Los hábitos alimentarios no cambian simplemente con los tiempos. Son el resultado de una política concertada.

Nada será posible sin un regreso a la planificación estatal centralizada. Pero no habrá cambios rápidos sin un retorno a la autoridad democrática. Por otra parte, Europa entra ahora en conflicto con los grandes grupos privados a propósito del Green Deal y de la estrategia Farm to Fork. Por ejemplo, aspira a un 25% de agricultura ecológica en Europa, un nivel que ya se ha superado con creces en países como Austria y Suecia.

5. Haremos más «mesa a parte» – No necesariamente

Aunque las “dietas especiales” van en aumento, con el incremento de alergias, intolerancias y regímenes por razones médicas o religiosas, esto no debe comprometer la convivialidad. La alimentación es “una realidad social total”, no se trata sólo de comer, sino de compartir mucho más que alimentos.

Quizá en el futuro no compartamos tanto el mismo plato como diferentes platos al estilo mezze como ya estamos viendo con la moda de las cenas de aperitivo –, en las que cada uno puede elegir lo que le gusta y lo que le conviene. Pero las celebraciones (Navidad, Semana Santa, etc.), las salidas a restaurantes y las invitaciones a amigos continuarán. Algunos platos se reservarán quizás sólo para estas ocasiones, como las carnes rojas o los platos tradicionales que requieren una larga preparación y no son adecuados para la vida cotidiana.

6. Volveremos a la producción agrícola de los años 50 – Desde luego que no

La transición a la agricultura ecológica no implica en absoluto el abandono de toda tecnología. Sólo aquellas que no podemos controlar, o que tienen efectos secundarios desastrosos. Pero no estamos abandonando la invención, la técnica, la mejora y la selección varietal.

Hay muchas cosas muy buenas en el progreso técnico que no tenemos por qué abandonar. La mecanización del mantenimiento de los campos, incluso con la ayuda de cámaras, puede ser muy útil.

7. Tendremos seguro social para los alimentos – La idea está ganando terreno

La transición a una agricultura sana y ecológica es una transformación gradual y estructural que debe organizarse democráticamente. El objetivo del seguro social alimentario es garantizar que todo el mundo pueda alimentarse correctamente, sean cuales sean sus ingresos. Además de recordarnos que la necesidad de comer sano es una necesidad universal, nos permitiría tomar el control colectivo y democrático de nuestra alimentación.

¿Qué comemos? ¿Qué producimos? ¿Qué productos se subvencionan y reembolsan? Conseguir que los ciudadanos decidan estas cuestiones significaría reintroducir la democracia en la forma en que producimos, elegimos y fabricamos nuestros alimentos. Es la forma política ideal de reivindicar nuestra alimentación.


La alimentación del mañana



Comida rápida, transgénicos, “alicamentos”, complementos alimenticios, cultivos ecológicos, sustitutivos de comidas, tofu, agricultura intensiva, aditivos... Estos nuevos hábitos alimentarios han cambiado nuestras costumbres y seguirán haciéndolo en el futuro. El reto es inmenso: alimentar a una población humana cada vez más numerosa y exigente con los recursos decrecientes del planeta.

En la actualidad, más de 500 millones de personas son demasiado pobres para alimentarse correctamente. La investigación trata de inventar nuevos productos y métodos de producción que permitan a todos comer a gusto, respetando el sabor, los modos de vida actuales y el medio ambiente.

Consumidores exigentes en busca de novedades

Para responder a las nuevas expectativas de los consumidores, los fabricantes de alimentos tienen que renovar sus productos cada vez más deprisa e innovar constantemente. Se están desarrollando nuevos productos: brochetas que se preparan en el microondas, aceite de semillas de algodón, aceite de oliva solidificado para untar, patatas fritas de pera, yogures vegetales, queso de cerveza, champán en tarro, yogur que rejuvenece, tapenade en tubo, mantequilla en spray... ¿Tendrán futuro estos nuevos productos? Los consumidores elegirán...

Cultivos ecológicos


Los productos “ecológicos” (orgánicos) permiten producir alimentos que respetan el medio ambiente y conservan el sabor de los alimentos. Tras las grandes alarmas alimentarias de los últimos años (vacas locas, etc.), la agricultura ecológica es tranquilizadora, pero su rendimiento es muy bajo. No es una solución completa, aunque contribuya al respeto del medio ambiente.

Respetar el planeta

La población mundial ha alcanzado los 6.000 millones de habitantes. En 2050 habrá 3.000 millones más. Entonces habrá que duplicar la producción de alimentos y aumentar la superficie cultivada, pero será difícil porque las tierras cultivables, los recursos hídricos y la diversidad genética están cada vez más amenazados por la sobre-explotación. Los métodos de producción tendrán que cambiar. Los cambios que necesitamos son inmensos y deben hacerse rápidamente. La investigación avanza y desarrolla sobre todo los OMG.

Organismos modificados genéticamente (OMG)


¿Podrán los OMG acabar con el hambre? Eso es lo que afirman los industriales que los desarrollan. Pero hay problemas económicos y éticos. El miedo a la novedad y a los riesgos que conlleva su consumo suele ser esgrimido por quienes se oponen a los OMG. Aunque algunos presentan desventajas, hay que reconocer que otros tienen ventajas, sobre todo porque requieren menos tratamientos químicos. La investigación permitirá extender a otras plantas cualidades como la resistencia a la sequía o la salinidad.


Salud y alimentación

La investigación permite actualmente crear sustancias vacunales modificando genéticamente ciertos organismos. Las inyecciones podrían un día sustituirse por el consumo de un vegetal. Los investigadores han conseguido proteger a ratones de la hepatitis B alimentándolos con patatas (papas) en las que se había introducido un gen de la enfermedad. Los plátanos podrían convertirse algún día en un medio de vacunación. Más fáciles de transportar que las vacunas actuales, que requieren refrigeración, las ventajas son enormes para los países del Tercer Mundo. También se está haciendo un buen uso de los animales. Por ejemplo, la miel podría utilizarse para producir sustancias farmacéuticas modificando las plantas de las que se recolecta.

Come y te sentirás mejor


A juzgar por el aumento de la esperanza de vida y el hecho de que los japoneses hayan ganado 17 cm de estatura en 50 años, está claro que la salud y la alimentación están ligadas. Los nutracéuticos (alimento saludable) tienen futuro. Se refiere a un producto alimenticio que tiene un efecto positivo en la salud humana. Abarca una amplia gama de situaciones. En la vasta familia de los nutracéuticos encontramos productos procedentes de la agricultura ecológica, los llamados productos dietéticos, los alimentos bajos en grasas, los alimentos enriquecidos, etc. Aunque sus efectos no siempre están demostrados, el futuro nos permitirá ver con más claridad estos productos de efectos supuestamente milagrosos.

Sustitutivos de comidas y complementos alimenticios

Durante mucho tiempo, comer sólo pastillas será cosa de películas de ciencia ficción. Lo importante es llevar una dieta equilibrada. Las carencias nutricionales de la población están bastante extendidas, y suplirlas con sustitutos es un buen objetivo para la salud.

Francia es mucho más estricta con estos compuestos que muchos otros países, como Estados Unidos, donde se permiten muchos suplementos. Estos productos alimenticios aportan nutrientes de forma cómoda y condensada para mejorar nuestra vida cotidiana. Hay que saber utilizarlos correctamente.



Investigación e innovación en productos alimentarios



El futuro de la alimentación se parecerá poco al pasado. El impacto de la pandemia en los consumidores, la aparición exponencial de nuevas tecnologías y los importantes retos de la sostenibilidad serán cruciales. Para lograrlo, se apoyará en tecnologías facilitadoras como la biotecnología y la inteligencia artificial, entre otras.

Nuevos alimentos e ingredientes saludables

El importante impacto de Covid-19 en la sociedad ha acelerado el interés de los consumidores por los alimentos que mejoran nuestra salud y bienestar. Algunos ejemplos son los “superalimentos” con un perfil nutricional y de calidad equilibrado, o perfiles mejorados con un contenido reducido de sal, azúcar o grasa. Además, los ingredientes y compuestos bioactivos obtenidos de fuentes naturales y sostenibles refuerzan nuestras defensas y nuestro sistema inmunitario, y ayudan a prevenir enfermedades. Mención especial merecen los ingredientes probióticos, prebióticos o postbióticos, con un enorme potencial de innovación y crecimiento alimentario.

Nutrición de precisión

Analizar e integrar el genoma humano o la información genética, el microbioma intestinal y los hábitos culturales o estilos de vida de determinados grupos de población, para entender qué enfermedades pueden desarrollar y diseñar dietas que ayuden a prevenir su desarrollo o influyan positivamente en su salud. Las tecnologías ómicas (la suma de los componentes de una célula) son cada vez más asequibles. Secuenciar un genoma humano es cada vez más barato. La empresa tecnológica BGI ha anunciado que costará 100 euros por genoma. Ya hay empresas que prescriben dietas basadas en el genoma de un individuo, como Habit, DayTwo e Inside Tracker.

Carne cultivada en laboratorio

Carne cultivada in vitro a partir de células animales. Se basa en la aplicación de conocimientos y técnicas de cultivo celular procedentes de la medicina regenerativa y la ingeniería de tejidos. Un reciente análisis del ciclo de vida y estudio de viabilidad tecno-económica realizado por CE Delft muestra que la carne cultivada en laboratorio podría reducir el impacto climático de la producción de carne en un 92%, disminuir la contaminación en un 93%, utilizar un 95% menos de tierra y un 78% menos de agua. Es más, cuando se produzca a gran escala, el coste de producción podría bajar a 5,66 dólares en 2030. Aleph Farms es una empresa israelí líder en el desarrollo de carne cultivada y ha conseguido cultivar con éxito el primer filete de costilla del mundo cultivado en laboratorio utilizando células animales y tecnología de impresión en 3D. Otras empresas punteras en esta carrera son Memphis Meats y Mosa Meat.

Alimentos de origen vegetal (Plant-based food)

Los alimentos de origen vegetal proceden de fuentes vegetales como frutas, verduras, legumbres, cereales, frutos secos, soja, etc. El interés por los análogos de los productos animales está impulsando este mercado. Un ejemplo notable es la hamburguesa vegetal de Impossible Foods o la salchicha de Beyond Meat. Diversas tecnologías, como la texturización seca o húmeda, permiten desarrollar un aspecto y un sabor similares a los de la carne sin comprometer el valor nutritivo. El diseño de productos extruidos (técnica agroalimentaria utilizada para elaborar aperitivos, galletas, cereales de desayuno, etc.), con texturas y sabores específicos, así como la optimización y el control del proceso, plantean un reto para la investigación. La tendencia “a base de plantas” se extiende a las alternativas a la leche, los huevos, las salsas, los condimentos, las barritas, etc., y ha llegado para quedarse.

Proteínas alternativas

Otra tendencia es la aparición de fuentes alternativas de proteínas, como insectos, microalgas, hongos o nuevas especies vegetales. Todas ellas se promocionan como más sostenibles que las proteínas de origen animal y como una solución potencial para satisfacer el crecimiento de la demanda de aquí a 2050. Algunas empresas innovadoras en el campo de los insectos son Ynsect, BioFly Tech y Trillions. Las proteínas derivadas de hongos o micoproteínas son también una fuente alternativa muy interesante, con una producción aún más ecoeficiente que otras proteínas vegetales. Empresas como Prime Roots, Quorn y Meati trabajan en este campo. Por otro lado, Perfect Day Foods produce proteínas de suero y caseína mediante “fermentación de precisión” y recientemente ha lanzado la marca derivada Brave Robot para vender helados sin lácteos. Clara Foods también crea proteínas de huevo mediante esta tecnología. Por último, Ainia cultiva lemna, una planta acuática con potencial para convertirse en un nuevo “superalimento”, que ya es la base de empresas como Parabel e Hinoman.

Impresión 3D de alimentos


Tecnología de impresión 3D especializada en imprimir pasta, chocolate o alimentos de formas infinitas, que puede combinar la tecnología láser para cocinar. Empresas como Natural Machines ofrecen máquinas que imprimen chocolate, pasta, azúcar e incluso diferentes alimentos, dando la oportunidad de crear alimentos nuevos, innovadores, saludables o platos con sabores y texturas nuevos, sostenibles y divertidos. Una oportunidad atractiva para el sector de la restauración, con retos de futuro en cuanto a su transición a escala industrial.

Nutrición computacional

Formulación de productos similares a los animales a partir de miles de plantas, incluidas especies comestibles pero no explotadas. Recopilación y procesamiento de datos sobre sus propiedades nutricionales, funcionales y sensoriales mediante inteligencia artificial y aprendizaje automático, con el objetivo de obtener productos casi idénticos en calidad y sabor a los originales, con un uso de recursos y un impacto ambiental mucho menores. Empresas como Just y NotCo están a la vanguardia de estas alternativas, con mayonesas y leches alternativas ya en el mercado.

Cultivo vertical

Tecnología de cultivo de plantas muy eficiente en el uso de los recursos, que utiliza muy poca agua o fertilizantes y ocupa muy poca superficie apilando capas sucesivas en vertical sobre superficies inclinadas y/o integradas en estructuras como grandes edificios o mediante contenedores modulares de cultivo, propuesta por la startup iFarm para que cualquiera pueda cultivar sus propias hortalizas. Adopta técnicas de cultivo en ambiente controlado bajo condiciones de invernadero y puede simplificar la cadena de suministro para una baja huella ambiental de alimentos a ciudades o entornos con limitada tierra cultivable. Otros ejemplos de empresas son Aerofarms y Agricoo.

Agricultura de precisión

Incluye sistemas de control, sensores, robótica, drones, vehículos autónomos, hardware y software automatizado, y todo aquello que hace que la agricultura sea más precisa y controlada. AINIA ha desarrollado plataformas basadas en robótica móvil y visión hiperespectral que optimizan determinados procesos en el campo, como el momento exacto de la cosecha (grado de madurez), el control de plagas o los procesos de aplicación de fertilizantes, contribuyendo a una cadena alimentaria más sostenible.

Edición genética

CRISPR es una tecnología de edición molecular de «cortar y pegar», con la que se puede modificar genéticamente un organismo introduciendo nuevas características o eliminando las perjudiciales. Es un sistema sencillo, económico y rápido que ofrece un universo de aplicaciones, entre ellas la mejora de cultivos y el control de plagas en la agricultura. Aunque no se requiere la transmisión de genes externos, la UE no ha previsto un marco regulador diferente al de los OMG (Organismos Genéticamente Modificados), lo que podría dificultar su desarrollo en Europa en comparación con otras partes del mundo. El documental de Netflix “Human Nature” explica la importancia de esta innovación y el papel del investigador español Dr. Francisco Mojica, de la Universidad de Alicante, en su descubrimiento.

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No hay dietas para todos

Todos tenemos gustos y preferencias personales en lo que se refiere a la comida. Así que es lógico suponer que nuestros metabolismos y reacciones a los alimentos que comemos también deben ser diferentes. Pero esta intuición apenas está empezando a ser validada por la investigación científica, demostrando que cada persona es única y que no existe una dieta real que funcione para todos.



Por supuesto, hay mensajes sobre alimentación sana que se aplican a todo 
el mundo, como comer más fibra, aumentar la variedad de alimentos vegetales
 y reducir el consumo de alimentos ultra procesados. Pero el mensaje que debemos
 llevarnos a casa es que no hay una forma de comer que funcione para todos, a pesar 
de lo que nos digan las agencias gubernamentales y los gurús glamour de Instagram




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septiembre 29, 2024

El Covid-19 Afecta el Cerebro y el Cociente Intelectual de las Personas que Fueron Infectadas



El COVID se convierte en otro factor de riesgo en la aparición de la demencia


En los primeros días de la pandemia Covid-19 causada por el coronavirus SARS-CoV-2, las personas que aparentemente se habían recuperado de la fase aguda de la infección se quejaron de estar afectadas por una especie de “niebla cerebral”. Descrita por los pacientes como una sensación de lentitud mental, confusión o falta de claridad intelectual, esta afección no tardó en revelarse como un importante problema de salud.

Cuatro años después, está científicamente demostrado que la infección por el SRAS-CoV-2 puede afectar a la salud de nuestro cerebro de diversas maneras. Además de la niebla cerebral, la enfermedad puede provocar otros muchos trastornos: dolores de cabeza, convulsiones, derrames cerebrales, trastornos del sueño, hormigueos y parálisis, así como diversos problemas de salud mental.


Cómo el Covid-19 deja huella en el cerebro




A conyinuación es lo que saben los investigadores sobre cómo puede afectar al cerebro la infección por el coronavirus SARS-CoV-2, basándose en los trabajos científicos más sólidos publicados hasta la fecha sobre el tema:

* Análisis epidemiológicos a gran escala han demostrado que las personas que han padecido Covid-19 tienen un mayor riesgo de sufrir déficits cognitivos como problemas de memoria;

* Estudios de imagen realizados en personas antes y después de la infección por SARS-CoV-2 revelan una reducción del volumen cerebral y una alteración de la estructura cerebral tras la infección;

* Un estudio de personas con Covid-19 de leve a moderada mostró una inflamación cerebral prolongada y cambios que se estima corresponden a siete años de envejecimiento cerebral normal;

* En los casos en que la infección por SARS-CoV-2 conduce a una forma grave de la enfermedad que requiere hospitalización o cuidados intensivos, el resultado puede ser mucho más grave: los déficits cognitivos y otros daños cerebrales pueden ser equivalentes a 20 años de envejecimiento normal;

* Experimentos de laboratorio realizados en organoides cerebrales humanos o murinos (ratones) – conjuntos de células diseñados para emular ciertos aspectos de la función cerebral – han revelado que la infección por el SARS-CoV-2 desencadena la fusión de células cerebrales. Estos cambios cortocircuitan la actividad eléctrica del cerebro, comprometiendo ciertas funciones cerebrales;

* Las autopsias de personas que habían sufrido una forma grave de Covid-19 pero fallecieron posteriormente por otra causa han demostrado que el virus seguía presente en el tejido cerebral meses después de la infección. Esto demuestra que el SARS-CoV-2 no es sólo un virus respiratorio. Lejos de atacar únicamente las vías respiratorias, también puede penetrar en otros órganos, incluido el cerebro en algunos individuos. Sin embargo, los científicos aún no saben si la persistencia del virus en el cerebro es directamente responsable de algunos de los problemas observados en las personas que han padecido la enfermedad;

* Otros estudios han demostrado que incluso cuando la infección es benigna” y el virus permanece confinado principalmente en los pulmones, puede causar inflamación en el cerebro y alterar la capacidad de regeneración de las células cerebrales.

* Covid-19 también puede alterar la barrera hematoencefálica, haciéndola porosa. Se trata del escudo que protege el sistema nervioso central – el cerebro y la médula espinal –. En los pacientes hospitalizados tras la administración de Covid-19 y que sufrían niebla cerebral, los análisis de imágenes han puesto de manifiesto estos problemas;

* Un análisis preliminar a gran escala en el que se combinaron datos de 11 estudios diferentes – con un total de datos de casi un millón de personas que habían recibido Covid-19 y más de 6 millones de individuos no infectados – mostró que Covid-19 aumentaba el riesgo de desarrollar demencia en personas mayores de 60 años.

Pérdida del cociente intelectual

Más recientemente, investigadores evaluaron diversas capacidades cognitivas, como la memoria, la capacidad de planificación y el razonamiento espacial, en casi 113.000 personas que habían padecido Covid-19. Sus resultados, publicados en el New England Journal of Medicine, revelaron que estos pacientes mostraban déficits significativos en la memoria y el rendimiento en tareas ejecutivas.

Este deterioro se observó no sólo entre las personas infectadas al inicio de la pandemia, sino también entre las que enfermaron cuando circulaban las variantes delta y omicron. Esto último indica que el riesgo de deterioro cognitivo no disminuyó a medida que el virus pandémico inicial evolucionó de la cepa ancestral a la variante omicron.

Se demostró un deterioro cognitivo equivalente a una pérdida de tres puntos del cociente intelectual (CI) en personas que habían contraído formas leves de Covid-19 y en las que la enfermedad se había curado sin complicaciones. En comparación, los pacientes con síntomas no resueltos, como disnea persistente o agotamiento, perdieron seis puntos de CI. Los individuos que habían sido ingresados en una unidad de cuidados intensivos perdieron nueve puntos de CI. La reinfección por el virus contribuyó a una pérdida adicional de dos puntos de CI, en comparación con las personas que no se habían reinfectado.

Cociente intelectual. Para poner en perspectiva los resultados de estos estudios, el CI medio ronda los 100 puntos. Las personas superdotadas suelen tener un CI superior a 130, mientras que un CI inferior a 70 indica la existencia de una discapacidad intelectual que justifica un apoyo social importante. Según estas cifras, un cambio de tres puntos a la baja en el CI aumentaría el número de adultos estadounidenses con un CI inferior a 70 de 4,7 millones a 7,5 millones. En otras palabras, el número de adultos con un nivel de deterioro cognitivo que se considera que requiere un apoyo social significativo podría aumentar en 2,8 millones.

Posibles implicaciones graves

En conjunto, los resultados de estos estudios indican que el Covid-19 supone un grave riesgo para la salud cerebral, incluso cuando la enfermedad se encuentra en una forma “leve”. Parece que las consecuencias de esta situación empiezan a notarse a nivel poblacional.

En Estados Unidos, por ejemplo, se ha evaluado la capacidad de recordar, concentrarse o tomar decisiones en el marco de la Current Population Survey (CPS), una encuesta mensual de hogares estadounidenses realizada por la Oficina del Censo. El resultado: en comparación con los 15 años anteriores a la aparición del SRAS-CoV-2, desde la pandemia un número considerable de encuestados ha declarado tener serias dificultades en estos ámbitos. Nada menos que un millón de estadounidenses en edad laboral están afectados, y lo más preocupante es que esta situación afecta sobre todo a adultos jóvenes, de entre 18 y 44 años.

Los datos de la Unión Europea revelan una tendencia similar: en 2022, el 15% de los encuestados que vivían en la UE afirmaron tener problemas de memoria y concentración.


Niebla mental post COVID-19 en niños y adolescentes – Impacto en su aprendizaje



Las secuelas del COVID-19 se han descrito, mayoritariamente, en adultos. Sin embargo, con las nuevas olas de contagio, los niños y los adolescentes empezaron a mostrar que las consecuencias de la enfermedad también los afectan. Recientemente, en las aulas europeas han comenzado a detectar que los chicos también padecen “niebla mental”. con lo cual su aprendizaje se posiciona como un desafío para los docentes.

Según los expertos aún no existen datos certeros sobre cuál es su incidencia en los más jóvenes, aunque advirtieron que esta patología se suma a las consecuencias del aislamiento decretado por la pandemia en varias naciones. Incluso, destacaron que esta situación podría convertirse en un punto de inflexión para que las escuelas evalúen cómo captar la atención de los chicos en medio de un mundo cambiante.

¿Cómo detectar la niebla mental en los niños y adolescentes?

Cada día un nuevo síntoma o secuela se suma a la larga lista con la que cuenta el COVID-19. Algunas se había centrado casi exclusivamente en los adultos, una de ellas era la denominada “mental fog“ (niebla mental). Esta patología está descrita, principalmente, en los casos de long COVID o COVID prolongado. Es decir cuando los síntomas de la enfermedad persisten, entre uno y tres meses, después de la infección.


Niebla mental


Es un término que se usa para describir un conjunto de síntomas relacionados con secuelas producidas por el COVID-19 y que, fundamentalmente, están vinculadas a la parte cognitiva, a la dificultad para concentrarse y a los trastornos en la memoria, los cuales se combinan con secuelas orgánicas y físicas.

La niebla mental, que es esa sensación de confusión mental, está descrita sobre todo en adolescentes y se puede expresar como una falta de concentración, una afectación de la memoria a corto plazo, que también puede presentarse junto a la fatiga, el cansancio, la ausencia de ganas, los cambios del humor, falta de apetito o inclusive insomnio, con lo cual pueden estar asociados a esta sintomatología; ya que todos estos síntomas repercuten también en la capacidad de concentración.

Es un término que también se asocia algunas otras patologías, no solo al post COVID-19. No hay un porcentaje o una incidencia en pacientes pediátricos, pero se sabe que viene afectando a una gran parte de la población.

Esta patología, según los científicos, generalmente se detecta en pacientes de mediana edad, aunque también se registran casos en niños y adolescentes. No está muy clara la causa. A veces se especula con la persistencia del virus, aunque si ocurre después del síndrome inflamatorio multisistémico, esta tormenta inflamatoria que se presenta en algunos adolescentes, se estima que puede ser responsable de la persistencia de los síntomas.

El diagnóstico es clínico y para detectarlo el médico clínico o el pediatra de cabecera deben revisar a los chicos y, mediante pruebas de laboratorio, descartar, por ejemplo, anemia porque muchos de estos síntomas también pueden asociarse con esa enfermedad.

Cuando se trabaja con chicos con problemas de atención o de memoria, el pediatra está muy atento a su etapa de aprendizaje y rápidamente busca aliarse con una psico-pedagoga o un psicólogo para poder actuar sobre esa alteración. Generalmente, el comienzo de la consulta es por un dato familiar, alguna alteración en el comportamiento o algún comentario desde el colegio, en ese momento se hace una evaluación neuro-psicológica o neuro-cognitiva para conocer el tipo de alteración y ayudarlo.

La atención, la memoria y la concentración como construcciones del desarrollo

Los expertos advierten que la atención, la memoria y la concentración son factores cognitivos que se desarrollan desde el nacimiento. Se construyen en el crecimiento y las relaciones sociales.

En el desarrollo cognitivo, fundamentalmente la formación de neuronas y las conexiones neuronales, tienen mucha incidencia los primeros tres años de vida, los famosos primeros 1000 días. Por la gran cantidad de patologías que pueden aparecer en los niños pequeños, se puede confundir un deterioro en la concentración, la atención o la memoria con eventos fisiológicos propios y secundarios al COVID-19.

Las funciones de la atención y la memoria se van desplegando a lo largo de la vida. Son sistemas funcionales que se van armando en función de estímulos, del trabajo, el contexto y las relaciones.

La niebla mental post COVID también puede estar influenciada por muchas circunstancias, como son, por ejemplo, los temores que se vivieron mientras la enfermedad estaba presente. Entonces no es tan fácil decir si es una consecuencia directa o si es la única causa.

Hablar de disfunción implica hablar de un mal funcionamiento, pero con la pandemia hubo un cambio en la sistematicidad escolar. En 2020 hubo una escuela online o virtual y luego progresivamente se fue a la presencialidad, pero se han modificado tanto la forma como las propuestas. Se hizo una selección de contenidos, se priorizaron formas y maneras de abordarlos y esto influyó, también, en la atención o la memoria.

La pandemia, como “evento inesperado e inexplicable”, también se posicionó como una alteración para estas funciones cognitivas. ‘Estar ‘encerrados’ durante meses era impensado y esto generó temor al entorno y a volver a una vida hacia el exterior. Con lo cual se afecta la atención y la concentración porque ese niño o adolescente piensa en cómo defenderse y no en aquello que el docente le está ofreciendo. Para poder aprender tienen que estar tranquilos.


Tratamiento o acompañamiento: un nuevo desafío frente a la niebla mental post COVID-19

Los especialistas advirtieron que esta patología no cuenta con un tratamiento farmacológico, sino que es necesario desplegar un fuerte acompañamiento por parte de los expertos, las familias y la escuela. Una vez hecho un diagnóstico por pruebas formales, uno puede buscar especialista idóneos.

La niebla mental puede afectar el aprendizaje, porque para aprender hay que estar atento, con ganas y motivado. Por eso los pediatras deben estar atentos para detectar este comportamiento, además de los padres y los docentes, para trabajar multidisciplinariamente.

No hay un tratamiento específico efectivo. Se pueden registrar mejoras cuando se fomenta una vida sana: un descanso de al menos 8 horas diarias; una alimentación saludable; hacer actividad física y limitar las pantallas.

En tanto, las alteraciones en la memoria y la atención no se centran solamente en una patología, sino que también están relacionadas con el sistema de educación que se brinda en las escuelas, más aún luego de que las aulas se mudaron a las pantallas hogareñas.

La pandemia generó un antes y un después. Pareciera que hay que volver a lo anterior, pero antes también había situaciones que no eran acordes a la niñez y la adolescencia. La escuela tiene que reflexionar sobre la calidad educativa y la cantidad de conocimiento que se brinda a los niños. La escuela, muchas veces, está muy apurada en dar contenido y pierde de vista que un contenido puede revisarse en distintos años porque es un proceso que se extiende en el tiempo.

Los especialistas afirmaron, además, que no se debe evaluar a la niebla mental o la disfunción de atención como un eje central sin ubicarlo en un contexto porque quedarían soluciones parciales. Padres y docentes deben estar atentos no solo para ver esta situación, sino también para acompañarlos y conectar con ellos. No de un punto de vista patológico, que tiene que ver con medicación, sino de un punto de escucha y  acompañamiento, porque sino a esta situación se les suma la angustia.

Hoy los niños no son similares a los de hace 30 o 40 años y no todos los niños pueden tener esta patología, por eso se debe hablar de un problema que abre preguntas y nos involucra como sociedad porque se han modificado las rutas cognitivas y cuando uno presta atención necesita que el otro le devuelva esa atención. No solo en las escuelas, sino también en la vida familiar y social.

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Sin embargo, aunque ahora existen numerosas pruebas de que el SRAS-CoV-2 deja su huella indeleble en nuestro cerebro, aún no se han determinado las vías específicas por las que lo hace, y todavía no se han desarrollado tratamientos curativos. Pero la investigación científica continúa, y recientemente dos nuevos estudios publicados en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine explican los profundos efectos del Covid-19 en la salud cognitiva.


Cognición y memoria después del covid-19 en una gran muestra comunitaria



Investigadores del Imperial College de Londres (ICL) en un estudio, publicado en la revista New England Journal of Medicine en febrero 2024, decidieron evaluar el funcionamiento cognitivo entre adultos que experimentaron COVID-19.

Según señalan los autores, desde 2020 se comenzaron a reportar ciertos déficits cognitivos asociados al COVID-19. En estos primeros casos se hablaba de “niebla mental”, con síntomas como mala memoria, concentración alterada y dificultad para pensar. No obstante, aunque este fenómeno hoy en día está confirmado, aún falta información sobre su persistencia en el tiempo y las áreas de funcionamiento cognitivo que se pueden ver más afectadas.

Los investigadores analizaron la relación entre los déficits cognitivos observados y otras variables como la gravedad y duración de la enfermedad. Para ello, realizaron un estudio de cohorte rastreando la prevalencia de la infección por SARS-CoV-2 entre 3.099.386 individuos mayores de 18 años. La muestra final quedó constituida por 141.583 participantes, de los cuales 112.964 completaron la batería de 8 pruebas cognitivas. Estos individuos fueron comparados con personas que no habían experimentado COVID-19.

Los resultados muestran que el COVID-19 está asociado con déficits cognitivos medibles, los cuales pueden persistir a largo plazo. Asimismo, los datos avalan la hipótesis formulada por los autores que sostiene que las personas con síntomas prolongados de COVID-19 muestran un deterioro de la memoria y la función ejecutiva más evidente, incluida la niebla mental y la mala memoria.

Los autores señalan que la cepa parece influir en el deterioro cognitivo asociado, al no disponer de tratamientos eficaces en los momentos iniciales. Asimismo, las reinfecciones no parecen tener ningún efecto, mientras que la vacunación (particularmente dos o más dosis) puede mitigar el impacto del deterioro cognitivo.

Debido a posibles limitaciones en el sesgo de la muestra, los autores animan a la comunidad científica a realizar estudios adicionales para proporcionar información sobre las implicaciones a más largo plazo de estos hallazgos.

En conclusión, el estudio proporciona información crucial sobre los posibles efectos a largo plazo del COVID-19 en la función cognitiva de los pacientes. Comprender estos efectos resulta fundamental para proporcionar una atención adecuada y desarrollar estrategias de intervención para aquellos que experimentan síntomas cognitivos persistentes después de la recuperación de COVID.


El deterioro cognitivo que genera el COVID prolongado puede medirse




Investigadores del Imperial College de Londres (ICL) en un estudio, publicado en la revista New England Journal of Medicine en febrero 2024, encontraron en una investigación que las personas con COVID persistente obtuvieron menos puntaje en los tests de coeficiente intelectual respecto a quienes nunca se habían infectado.

En el estudio, casi 113.000 completaron una prueba cognitiva en línea durante los últimos cinco meses de 2022. La prueba consistió en ocho tareas diseñadas para evaluar habilidades como la planificación espacial, el razonamiento verbal, la definición de palabras y la memoria. El estudio midió el rendimiento en un solo momento, por lo que era imposible saber si otras tensiones en la vida de las personas habían desempeñado un papel en el resultado de las pruebas.

Se encontró que las personas con COVID persistente obtuvieron 6 puntos de coeficiente intelectual más bajos que las personas que nunca se habían infectado con el virus. Incluso las personas que no sufrieron síntomas persistentes después de un episodio de COVID obtuvieron puntuaciones ligeramente más bajas que las personas que nunca se habían infectado, en este caso, por 3 puntos de coeficiente intelectual.

Aun así, las diferencias en las puntuaciones fueron pequeñas, y los expertos enfatizaron que los hallazgos no significan que COVID provoque déficits profundos en el pensamiento y la memoria. Estos hallazgos emergentes y coalescentes en general resaltan que sí hay un deterioro cognitivo en los supervivientes de COVID prolongado.

Afortunadamente, el estudio sugiere que si los síntomas de COVID prolongado de las personas se resuelven por sí solos, los trastornos del pensamiento relacionados también podrían aliviarse. Los voluntarios del estudio que tuvieron COVID prolongado durante meses antes de recuperarse, finalmente tuvieron puntuaciones de prueba similares a las de los que habían experimentado una recuperación rápida.

Es importante destacar que la variación estándar en una puntuación de CI es de unos 15 puntos, por lo que un cambio de 3, o incluso 6 puntos por lo general no se considera significativo.

En general, las puntuaciones más bajas se observaron en personas que tuvieron infecciones al principio de la pandemia, antes de que las vacunas y los tratamientos antivirales estuvieran disponibles. Mientras tanto, las personas que habían sido vacunadas tuvieron un desempeño algo mejor que las no vacunadas.


El COVID puede provocar cambios en el cerebro incluso en los casos leves




Investigadores del Departamento Nuffield de Neurociencias Clínicas de la Universidad de Oxford en un estudio, publicado en Nature de marzo 2022, detectaron que la infección causa efectos a largo plazo, como mayor deterioro cognitivo. Además, observaron alteraciones en las áreas relacionadas con el olfato y una reducción en el tamaño del órgano cerebral.

Los estudios anteriores que analizaron el impacto del COVID-19 en el cerebro en su mayoría se han centrado en pacientes hospitalizados con enfermedad grave y se han limitado a datos posteriores a la infección. Hasta ahora se desconocían los efectos del SARS-CoV-2 en el cerebro en los pacientes más leves y más comunes, y la investigación de estos casos podría revelar posibles mecanismos que contribuyen a la enfermedad o al daño cerebral.

Los científicos investigaron los cambios en los cerebros de 785 participantes en UK Biobank, una base de datos biomédica y recurso de investigación a gran escala. Los participantes tenían entre 51 y 81 años y se sometieron a dos escáneres cerebrales, con un promedio de 38 meses de diferencia, así como a pruebas cognitivas.

El estudio identificó en los participantes infectados con SARS-CoV-2 una serie de efectos, en promedio 4,5 meses después de la infección, incluida una mayor reducción en el grosor de la materia gris en las regiones del cerebro asociadas con el olfato.

Los participantes mostraron evidencia de un mayor daño tisular en las regiones conectadas con la corteza olfativa primaria, un área relacionada con el olfato, y una reducción en el tamaño del cerebro completo.

En promedio, los participantes también mostraron un mayor deterioro cognitivo entre sus dos escaneos, asociado con la atrofia de una parte específica del cerebelo, una estructura cerebral relacionada con la cognición.

Los investigadores detectaron para el 96% de los participantes una mayor pérdida de volumen de materia gris y un mayor daño tisular. También mostraron una mayor disminución de sus capacidades mentales para realizar tareas complejas, y este empeoramiento mental estaba relacionado en parte con estas anomalías cerebrales. Todos estos efectos negativos fueron más marcados a edades más avanzadas.

Estos hallazgos pueden permitir comprender las características de la propagación degenerativa de COVID-19, ya sea a través de vías relacionadas con el sentido del olfato, la inflamación o la respuesta inmunitaria del sistema nervioso, o la falta de información sensorial debido a la pérdida del olfato. La futura vulnerabilidad de las regiones cerebrales afectadas en estos participantes requiere más investigación.

Esta nueva visión de los efectos dañinos de COVID-19 contribuirá a la comprensión general de cómo se propaga la enfermedad a través del sistema nervioso central. Si estos efectos persisten a largo plazo o se revierten parcialmente son dos temas que requieren más investigación.


Un consorcio internacional para descubrir cómo el virus COVID-19 consigue afectar al cerebro


Investigadores de la Asociación de Alzheimer de Estados Unidos estudian la aparición de signos de demencia en determinados pacientes mayores de 60 años.

La ansiedad, así como los signos de psicosis y demencia, forman parte de una larga lista de patologías y síntomas que persisten en las personas con síndrome post-COVID-19. Estos efectos ponen de manifiesto la naturaleza compleja del coronavirus, que no ataca simplemente a las vías respiratorias.

Los datos actuales muestran que alrededor del 20% de los pacientes mayores de 60 años que han padecido COVID han experimentado síntomas de demencia, como pérdida de memoria o confusión.

Este organismo estadounidense sin ánimo de lucro ha unido en 2023, sus competencias a las de investigadores de más de 30 países – con el apoyo técnico de la Organización Mundial de la Salud – para crear un consorcio internacional. El objetivo de este imponente esfuerzo científico es comprender cómo el virus COVID logra penetrar en el cerebro, pero sobre todo evaluar el riesgo de que cause daños duraderos a medio o largo plazo, en particular enfermedades neuro-degenerativas como el Alzheimer.

El Dr. Gabriel de Erausquin, neurólogo, psiquiatra e investigador en enfermedades neuro-degenerativas de la Universidad de Texas, dirige el consorcio, creado por él mismo. Cree que el COVID se convertirá en otro factor de riesgo en la aparición de la demencia.

Desde el inicio de la pandemia, los investigadores han confirmado mediante autopsias que el virus penetra en la cavidad nasal y se infiltra en las neuronas hasta el bulbo olfatorio, situado en el cerebro, puerta de entrada al resto de estructuras. Se ha demostrado que también puede pasar de la sangre al sistema nervioso, ya que ataca la barrera hematoencefálica. Esta barrera natural bloquea la entrada de toxinas y agentes patógenos de la sangre a las células cerebrales. Se cree que el virus COVID provoca una reacción inflamatoria que hace que la barrera sea menos impermeable.

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La pandemia de SARS-CoV-2 produjo a su paso millones de personas afectadas por COVID persistente, algunas de las cuales han tenido o tienen actualmente problemas cognitivos. Una comprensión más profunda de la biología de la disfunción cognitiva después de la infección por SARS-CoV-2 y la mejor manera de prevenirla y tratarla es fundamental para abordar las necesidades de las personas afectadas y preservar la salud cognitiva de las poblaciones.

Por lo tanto, en el futuro será crucial identificar qué individuos corren más riesgo. También será crucial comprender mejor cómo podría afectar esta situación al rendimiento educativo de niños y jóvenes, así como a la productividad económica de los adultos en edad laboral. También hay que tener en cuenta que la epidemiología de la enfermedad de Alzheimer u otras enfermedades que conducen a la demencia podría verse afectada, aunque todavía no se sabe en qué medida.

Una cosa es cierta: un número creciente de investigaciones confirma ahora que el Covid-19 debe considerarse un virus con un impacto significativo en el cerebro. Esto tiene implicaciones de gran alcance, no sólo para la salud de los individuos, sino también para las poblaciones y las sociedades en su conjunto, con su potencial impacto en la economía.




Desentrañar las causas de estos trastornos cognitivos, y en particular
 el origen de la niebla cerebral, requerirá años, si no décadas, 
de esfuerzos concertados, en los que participarán investigadores 
de todo el mundo. Por desgracia, ante esta situación sin precedentes, 
mientras el virus siga circulando, todos seremos conejillos de indias.





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