febrero 24, 2025

La Falta de Sueño Puede Dañar el Cerebro de los Niños




El sueño es esencial para el desarrollo cognitivo y el equilibrio emocional de los niños

Desde el nacimiento, el cerebro se está construyendo: las neuronas establecen conexiones esenciales para la memoria, la atención y el aprendizaje. Pero este proceso requiere un sueño de calidad para que las sinapsis – los puntos de conexión entre las neuronas – se desarrollen correctamente. Si este desarrollo se ve interrumpido por despertares frecuentes o un sueño inestable, pueden producirse efectos negativos duraderos en el comportamiento y la función cerebral.

El sueño es mucho más que una pausa en el día, sobre todo para los niños. Es fundamental para su desarrollo, ya que actúa como un super combustible para su crecimiento y su agudeza intelectual. En particular, favorece el crecimiento y el desarrollo físico. Durante el sueño, el cuerpo libera hormonas del crecimiento, esenciales para los niños. También es un momento clave para la reparación y regeneración de los tejidos.

El sueño es un factor clave para su éxito. Los niños de entre 6 y 13 años necesitan entre 9 y 11 horas de sueño por noche. Pero muchos no duermen lo suficiente.

El sueño de calidad ayuda al cuerpo y la mente de los niños a recuperarse. Favorece el crecimiento del cerebro y el control emocional. Sin dormir lo suficiente, los niños pueden tener dificultades para concentrarse, controlar su estado de ánimo y realizar varias tareas a la vez.


Comprender mejor el impacto del sueño en el cerebro de los niños



El sueño favorece el desarrollo del cerebro y las funciones cognitivas

El sueño es esencial para el crecimiento del cerebro y la mejora de las capacidades de pensamiento. Las investigaciones demuestran que los alumnos con problemas de sueño suelen sacar peores notas en matemáticas, lectura y escritura. Los estudios demuestran que un horario de sueño regular es más importante que cuánto se duerme.

En términos cognitivos, el sueño también desempeña un papel importante en la consolidación de la memoria y el proceso de aprendizaje. La información adquirida durante el día se procesa y almacena durante el sueño, lo que permite a los niños retener mejor lo que aprenden en la escuela o durante nuevas experiencias.

El sueño también influye en el estado de ánimo y el bienestar emocional. Dormir lo suficiente ayuda a gestionar mejor el estrés y las emociones.

El sueño y la consolidación de la memoria

Un sueño de calidad es esencial para procesar y almacenar los recuerdos, que son vitales para el éxito escolar. Durante el sueño, el cerebro trabaja duro para memorizar nueva información. Esto ayuda a transformar los recuerdos a corto plazo en recuerdos a largo plazo, lo que facilita el aprendizaje y la memorización de lo aprendido.

Pero si se altera el sueño, este proceso puede verse interrumpido. Entonces resulta más difícil recordar lo que el niño ha aprendido durante el día.

Los estudios demuestran que el sueño puede mejorar la memoria entre un 20 y un 40%. El sueño profundo, o fase 3, es especialmente importante para la memoria. Las ondas cerebrales lentas de esta fase ayudan a trasladar los recuerdos del hipocampo a un almacenamiento más seguro.


Consecuencias de la falta de sueño en los niños

La falta de sueño puede provocar problemas de concentración, comportamiento y aprendizaje. También aumenta el riesgo de accidentes, hipertensión, obesidad, diabetes y depresión en niños y adolescentes.

Cuando los niños no duermen lo suficiente, se enfrentan a muchos problemas. Los niños privados de sueño pueden comportarse de forma más violenta, ser hiperactivos y tener dificultades para controlar sus actos. También tienen dificultades para concentrarse y tener éxito en la escuela.

A corto plazo, la privación de sueño puede provocar irritabilidad y dificultad para concentrarse, lo que a veces puede confundirse con el TDAH (Trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad).

A largo plazo, los riesgos son aún más preocupantes. Los estudios demuestran que un sueño insuficiente en la infancia está asociado a problemas de peso, dificultades de aprendizaje e incluso trastornos inmunitarios. Los trastornos del sueño no tratados en la infancia también pueden aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como la diabetes de tipo 2 y la hipertensión en la edad adulta.

Padres, profesores y médicos deben conocer y compartir las normas del sueño. Esto ayuda a los niños a tener éxito en la escuela y a mantenerse sanos.

Sueño y éxito escolar

Las investigaciones muestran una estrecha relación entre el sueño y el éxito escolar. Los estudios demuestran que una mejor calidad y cantidad de sueño conlleva mejores notas y resultados en los exámenes de niños y adolescentes. Por otro lado, dormir mal está relacionado con una menor capacidad cognitiva y dificultades en la escuela.

Durante el sueño, el cerebro trabaja duro para favorecer el aprendizaje, la memoria y la concentración. Dormir lo suficiente ayuda a los niños a mantenerse despiertos y a tener éxito en clase.

Deterioro de los resultados escolares

Los problemas de sueño también pueden afectar al trabajo del niño en la escuela. La falta de sueño puede dificultar que los niños presten atención, recuerden cosas y resuelvan problemas. Esto puede hacer que bajen sus notas y que les resulte más difícil aprender y tener éxito en la escuela.

Conocer los efectos de los trastornos del sueño en los niños ayuda a padres y profesores. Pueden colaborar para ayudar a los niños a dormir mejor. Esto puede mejorar su comportamiento, sus sentimientos y su trabajo escolar. También es importante crear una relación respetuosa e igualitaria con su hijo. Esto ayuda a crear un entorno propicio para un sueño sano y un crecimiento saludable.

Padres, profesores y médicos deben conocer y compartir las normas del sueño. Esto ayuda a los niños a tener éxito en la escuela y a mantenerse sanos.


¿Qué ocurre en el cerebro de los niños cuando duermen?



Por la noche, cuando los niños están en los brazos de Morfeo, sus cerebros están lejos de estar ociosos. Se orquesta un auténtico hervidero de actividades, todas ellas esenciales para su desarrollo y bienestar.

Sueño ligero – el comienzo de una aventura cerebral

Para empezar. El sueño ligero es el comienzo de la sinfonía del sueño. Durante esta fase, el cuerpo del niño se relaja, la respiración y el ritmo cardíaco se ralentizan, preparando el camino para que el cerebro trabaje durante toda la noche.

Aunque ligero, este sueño no es en absoluto insignificante. Es el momento en que el cerebro empieza a procesar la información del día a un nivel más superficial. Ordena los datos iniciales, decidiendo qué se almacenará temporalmente y qué se explorará en mayor profundidad en fases posteriores.

Sueño profundo – el corazón del trabajo cerebral

En el corazón de la acción. El sueño profundo es el momento de la reparación y la consolidación. El cerebro entra en modo “mantenimiento”, reparando los daños causados durante el día y reforzando las vías neuronales.

Esta fase es esencial para el crecimiento y el desarrollo del cerebro. Las ondas cerebrales se ralentizan considerablemente, lo que permite que la información importante se consolide en la memoria a largo plazo. El aprendizaje y las experiencias del día se integran de forma duradera, favoreciendo el desarrollo cognitivo e intelectual del niño.

Sueño REM – el laboratorio onírico

Una escena de sueños. El sueño REM es el acto final y más vibrante de la sinfonía nocturna. Es el reino de los sueños, donde vuelan la imaginación y la creatividad.

Esta fase es esencial para el aprendizaje emocional y la resolución creativa de problemas. El cerebro procesa e integra las emociones experimentadas durante el día, consolidando el aprendizaje de una forma más abstracta y creativa. También es un momento clave para desarrollar el pensamiento innovador y la resiliencia emocional.

El ciclo del sueño


Un ciclo de sueño comprende todas estas fases, desde el sueño ligero hasta el sueño REM, y dura por término medio entre 90 y 120 minutos en los niños. A lo largo de una noche se suceden varios ciclos, cada uno de los cuales desempeña un papel esencial en el proceso de descanso y recuperación del cerebro y el organismo. Esquemáticamente, los primeros ciclos de la noche contienen más sueño profundo, mientras que los últimos dejan más espacio para el sueño ligero y el sueño REM.


El verdadero papel de los sueños

Los sueños son mucho más que simples historias nocturnas. Son el teatro donde el cerebro, liberado de las restricciones de la lógica y la realidad, explora, experimenta y procesa las emociones. Esta actividad onírica es fundamental para el equilibrio emocional y la salud mental de los niños, ya que les permite navegar por sus experiencias con una perspectiva renovada cuando se despiertan.

El reloj biológico

El reloj biológico es como un director de orquesta interno que da ritmo a nuestras vidas. Situado en el cerebro, más concretamente en el hipotálamo, regula nuestros ciclos de sueño y vigilia, así como otras funciones como el hambre, la temperatura corporal y la producción de hormonas.

Este reloj funciona según un ciclo de unas 24 horas, conocido como ritmo circadiano. Se sincroniza principalmente con la luz del día, lo que explica por qué tendemos a estar despiertos cuando amanece y somnolientos cuando anochece.

Para los niños, este reloj biológico desempeña un papel clave en el desarrollo de buenos hábitos de sueño. Respetando los horarios regulares  para acostarse y levantarse, ayudamos a este reloj interno a auto-regularse, lo que se traduce en un sueño de mejor calidad y una forma más natural de despertar.

Es ilusorio creer que los niños pueden tener una higiene del sueño eficaz si los acostamos a las 3 de la madrugada todos los fines de semana, pero lo compensamos acostándolos temprano durante la semana.

Hasta la fecha, la mayor parte de las investigaciones sobre el sueño se han centrado en los adolescentes, que corren especial riesgo de dormir mal. Sin embargo, las investigaciones sugieren que los efectos de nuestro entorno sobre nuestros hábitos de sueño se dejan sentir mucho antes, desde la infancia. En consecuencia, las intervenciones para mejorar la calidad del sueño deben aplicarse lo antes posible para que sean óptimas.

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Investigación

Trasnochar y no dormir bien puede dañar el cerebro de los niños

Neurocientíficos de la Universidad Estatal de Colorado en un estudio, publicado por Colorado State University News en julio de 2024, analizan cómo reducir las disparidades socioeconómicas que pueden afectar al desarrollo de los niños. Su objetivo es comprender mejor cómo afectan dichas disparidades a la calidad del sueño y al desarrollo cerebral de los más pequeños.

Para llevar a cabo su investigación, reclutaron a 94 niños de entre 5 y 9 años que vivían en Nueva York, pertenecientes a familias de distinto nivel socioeconómico. De los hogares participantes, alrededor del 30% tenían ingresos inferiores a la cantidad considerada umbral de pobreza en Estados Unidos.

El sueño influye en la amígdala

Para medir el impacto de la falta de sueño y las horas de acostarse en el cerebro de los niños, los investigadores pidieron a sus padres que describieran dónde dormían ellos, así como las distintas rutinas familiares y su regularidad. También les pidieron que anotaran la hora de acostarse y de levantarse de sus hijos.

Además, sometieron a los niños a una resonancia magnética para determinar el tamaño de una región concreta del cerebro llamada amígdala, así como la fuerza de sus conexiones con otras regiones cerebrales.

La amígdala desempeña un papel crucial en el procesamiento de las emociones y en la cantidad de emociones negativas que experimenta una persona, y se sabe que la exposición temprana a situaciones adversas puede afectar al funcionamiento de esta estructura cerebral.

Los científicos han descubierto que los niños de familias con pocos recursos económicos duermen menos por la noche y se acuestan más tarde que los niños de familias con más recursos económicos. Este sueño más corto y el acostarse más tarde se asociaban a una reducción del tamaño de la amígdala y a conexiones más débiles entre ésta y otras regiones cerebrales implicadas en el procesamiento de las emociones.

Este vínculo entre la desventaja socioeconómica, la duración y los horarios del sueño, y el tamaño y la conectividad de la amígdala se observó en niños de tan sólo 5 años.

Importancia de los resultados

Los resultados sugieren que la duración y el horario del sueño son importantes para el funcionamiento de las regiones cerebrales implicadas en el procesamiento de las emociones.

Durante la infancia, el cerebro se desarrolla rápidamente. Las experiencias vividas durante este periodo pueden tener efectos a largo plazo sobre la función cerebral que duran toda la vida.

En particular, la falta de sueño aumenta el riesgo de desarrollar problemas de salud mental e interfiere en el éxito escolar. Dormir poco también puede dificultar la gestión del estrés y las emociones.

¿Por qué duermen peor los niños desfavorecidos socioeconómicamente?

Los niños de familias o barrios con pocos recursos socioeconómicos pueden correr un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental relacionados con el estrés, en parte debido a los efectos negativos de su entorno sobre la calidad de su sueño.

Los datos recogidos por los científicos sugieren que los padres que tienen dificultades para llegar a fin de mes tienen más dificultades para mantener las rutinas familiares, lo que podría repercutir negativamente en la regularidad de las rutinas a la hora de acostarse, con el consiguiente sueño menos reparador para los niños.

Sin embargo, es probable que haya múltiples factores que expliquen la relación entre un nivel socioeconómico bajo y una mala calidad del sueño. Las dificultades económicas, por ejemplo, pueden impedir la compra de ropa de cama cómoda, obligar a las personas a dormir en habitaciones abarrotadas, demasiado calurosas o demasiado luminosas, u obligarlas a vivir en barrios ruidosos.

Los resultados exigen políticas que garanticen que todas las familias dispongan de recursos económicos suficientes para satisfacer las necesidades de sus hijos. Otros estudios han demostrado que proporcionar suplementos de ingresos a las familias necesitadas puede mejorar no sólo la función cerebral de los niños, sino también su salud mental y su rendimiento escolar.


Los efectos negativos de la interrupción del sueño en el desarrollo temprano del cerebro

Investigadores de la Universidad de Carolina del Norte, en un estudio realizado en ratones y publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences en octubre de 2024, revelan por qué la privación de sueño en niños pequeños altera su desarrollo cerebral.

El nuevo estudio muestra cómo la falta de sueño en la primera infancia podría aumentar el riesgo de trastornos como el trastorno del espectro autista (TEA). Al realizar experimentos con ratones jóvenes genéticamente vulnerables al TEA, descubrieron que la privación de sueño provoca dificultades sociales a largo plazo. Y lo que es aún más sorprendente, mientras que los ratones adultos compensan la privación de sueño durmiendo más después, los más jóvenes carecen de esta capacidad de “recuperar el sueño”, lo que hace que sus cerebros sean aún más sensibles.

Los ratones más jóvenes, en cambio, carecían de una recuperación completa del sueño. Esto confirmó la hipótesis de los investigadores de que los ratones más jóvenes podrían ser más sensibles a los efectos nocivos de la privación de sueño. También observaron que la privación de sueño en los ratones jóvenes alteraba por completo su rendimiento en una tarea de memoria de aprendizaje, mientras que los adultos se mostraban mucho más resistentes tras la pérdida de sueño.

A continuación, el laboratorio centró su atención en los efectos de la privación de sueño sobre las sinapsis neuronales, que intervienen la comunicación entre neuronas y son el principal lugar de formación y almacenamiento de la memoria. También están muy estudiadas por su papel central en la salud del sueño.

El análisis demostró que la privación de sueño en ratones jóvenes, pero no en adultos, afectaba fuertemente a la formación de sinapsis, un aspecto clave del desarrollo cerebral.

Sus datos muestran que los bebés y los niños son más vulnerables a los efectos negativos de la interrupción del sueño. También descubrieron que la pérdida de sueño durante este periodo crucial puede interactuar negativamente con el riesgo genético subyacente del trastorno del espectro autista.

Una de las misiones actuales del laboratorio, basada en el trabajo molecular de este estudio, es desarrollar fármacos de nueva generación para el sueño que puedan utilizarse en niños. En lugar de actuar como un sedante, esperan crear un fármaco que pueda actuar sobre las sinapsis para restaurar la función del sueño, en lugar de alterar el comportamiento del sueño en sí.


Sueño, estado nutricional y conducta alimentaria en los niños – un estudio de revisión

Investigadores de la Universidad Federal de Lavras (Brasil) en un estudio, publicado por la National Library of Medicine en setiembre 2022, revisaron la bibliografía actual sobre la relación entre el sueño, el estado nutricional y el comportamiento alimentario, así como los mecanismos asociados a estos elementos en los niños.

La búsqueda bibliográfica se realizó en las bases de datos PubMed, LILACS y Scopus, utilizando los siguientes términos: “Niño”; Estado nutricional”; “Sueño”; ”Actividad física O Ejercicio”. Los artículos incluidos fueron los que cumplían el objetivo de la investigación. Se excluyeron los artículos de revisión, las cartas a los autores o las directrices.

Inicialmente, se encontraron 402 artículos en la búsqueda bibliográfica. Tras un cuidadoso análisis del título y el resumen, y la aplicación de los criterios de inclusión, sólo se incluyeron 24 estudios en esta revisión. La mayoría de los estudios sugieren que la corta duración del sueño – menos de 9-10 horas por noche – está asociada con el sobrepeso o la obesidad en los niños. Sólo tres estudios no mostraron ninguna asociación entre el sobrepeso/obesidad y las variables del sueño.

La corta duración del sueño también se asocia con la mala calidad de la dieta, el mayor consumo de bebidas gaseosas y estimulantes antes de acostarse y la deficiencia de micro-nutrientes.

Conclusiones

La duración del sueño está relacionada con el desarrollo de sobrepeso y obesidad en lactantes. Los cambios en los hábitos alimentarios también están relacionados con la privación de sueño, siendo uno de los mecanismos que contribuyen al aumento excesivo de peso. Los profesionales sanitarios deben comprender la importancia de la calidad del sueño para mantener el estado nutricional de los niños.


El sueño insuficiente en la infancia se asocia a trastornos inmunitarios

Científicos del Centre National de la Recherche Scientifique (Francia) investigaron en un estudio longitudinal, publicado por Elsevier en mayo de 2022, las trayectorias de duración del sueño asociadas a niveles específicos de citocinas séricas a la edad de 5 años.

El sueño es esencial para el desarrollo óptimo del niño y su salud a lo largo de toda la vida. Sin embargo, los trastornos del sueño son frecuentes en la primera infancia y aumentan el riesgo de trastornos cognitivos, metabólicos e inflamatorios a lo largo de la vida. El sueño y la inmunidad están mutuamente relacionados, y las citocinas secretadas por las células inmunitarias podrían mediar en esta interacción.


Los investigadores partieron de la hipótesis de que la duración del sueño nocturno afecta a los niveles de citocinas en los niños en edad preescolar. En una muestra de 687 niños de la cohorte francesa de nacimiento EDEN, estudiaron las asociaciones entre las trayectorias de duración del sueño nocturno de los 2 a los 5 años y las concentraciones séricas de cuatro citocinas (factor de necrosis tumoral, interleucina, interferón) a los 5 años, ajustando por covariables relevantes.

En comparación con la trayectoria de referencia – ≈11h30/noche de sueño, 37,4% de los niños –, se observó una trayectoria de duración del sueño más corta – < 10 h/noche, 4,5% de los niños – y una trayectoria de duración del sueño cambiante – ≥ 11h30/noche y luego 10h30/noche, 5,6% de los niños –. No encontraron asociación entre las trayectorias de duración del sueño y los niveles de IL-10 o IFN-γ.

Este primer estudio longitudinal en niños de 2 a 5 años sugiere un impacto de la duración del sueño en la actividad inmunitaria en la primera infancia. El estudio justifica la realización de estudios de replicación en cohortes más amplias para explorar más a fondo si la actividad inmunitaria interactúa con las trayectorias del sueño y cómo lo hace para aumentar la susceptibilidad a los problemas de salud.


Impacto de la privación de sueño en el desarrollo cerebral infantil

Investigadores de la Universidad de Maryland (EE.UU.) en un estudio, publicado en The Lancet Child & Adolescent Health en octubre 2022, destacan los efectos nocivos y preocupantes de la privación de sueño en la estructura del cerebro en desarrollo de los niños.

El estudio examinó datos de más de 8.300 niños de entre 9 y 10 años, procedentes de 21 centros diferentes, todos ellos parte del estudio ABCD (Adolescent Brain Cognitive Development). Los investigadores examinaron imágenes de resonancia magnética, historiales médicos y encuestas completadas por los participantes y sus padres en el momento de la inscripción y en una visita de seguimiento dos años después, a la edad de 11-12 años.

Los investigadores se interesaron por este periodo de la pre-adolescencia porque es una edad importante para el desarrollo neurocognitivo del cerebro. Distinguieron entre los que dormían lo suficiente y los que sufrían privación de sueño fijando el límite entre ambos grupos en 9 horas de sueño por noche.

Al comparar las conexiones funcionales de los dos grupos, los investigadores comprobaron que eran más débiles en los niños privados de sueño. Las noches cortas alteran el funcionamiento de los ganglios de la base del cerebro, lo que provoca un procesamiento deficiente de la información. Como consecuencia, los niños que no duermen lo suficiente son más propensos a sufrir problemas de comportamiento (impulsividad, depresión, ansiedad, etc.). En este caso, son las funciones cognitivas y afectivas las que se ven perjudicadas.

El segundo mecanismo afecta a lo que se conoce como “inteligencia cristalizada”, es decir la capacidad de utilizar los conocimientos y la experiencia acumulados. Mediante mediciones estructurales del lóbulo temporal, los investigadores pusieron de manifiesto el déficit de materia gris en esta región del cerebro. La maduración del lóbulo temporal de los niños privados de sueño se retrasa, lo que altera la consolidación de su memoria y, por tanto, su “inteligencia cristalizada”.

Resultados. Los niños que dormían menos de nueve horas por noche tenían menos materia gris o un volumen menor en ciertas zonas del cerebro responsables de la atención, la memoria y el control de las inhibiciones. Estas diferencias persistieron al cabo de dos años, un hallazgo preocupante que sugiere daños a largo plazo en quienes no duermen lo suficiente.

Los investigadores descubrieron que los efectos de la privación de sueño sobre la depresión, el pensamiento y los problemas de inteligencia estaban mediados por conexiones en dos regiones cerebrales: el área cortico-basal y el lóbulo temporal anterior.

Los participantes que dormían lo suficiente tendían a dormir progresivamente menos a lo largo de dos años, lo cual es normal a medida que los niños crecen. Pero los hábitos de sueño de los que dormían poco no cambiaron mucho.


La falta de sueño aumenta el riesgo de depresión e impulsividad en los niños

Investigadores de la Universidad de Warwick (Canadá) en un estudio, publicado por Neuroscience News en febrero 2020, descubrieron que la salud mental de los niños se ve afectada por la duración del sueño.

En un experimento en el que participaron 11.000 niños de entre 9 y 11 años, los investigadores examinaron la relación entre la duración del sueño y la estructura cerebral. Descubrieron que las medidas de depresión, ansiedad, comportamiento impulsivo y bajo rendimiento cognitivo eran mayores en los jóvenes que dormían poco. Además, los problemas depresivos asociados a la corta duración del sueño seguían registrándose un año después.

Además del vínculo entre la salud mental y la falta de sueño, los investigadores descubrieron mediante análisis de big data (megadatos: un conjunto muy grande de datos sobre un área específica) que ciertas partes del cerebro de los niños que dormían poco tenían volúmenes inferiores a la media. Las zonas que parecen verse afectadas por la privación de sueño son las cortezas orbitofrontal y prefrontal, el lóbulo temporal, el precuneus y el giro supramarginal.

Los resultados mostraron que la puntuación total de los problemas de conducta de los niños que dormían menos de 7 horas era un 53% más alta de media y la puntuación cognitiva total era un 7,8% más baja de media que la de los que dormían entre 9 y 11 horas. Esto subraya la importancia de dormir lo suficiente para el desarrollo y la salud mental de los niños.

Los investigadores también señalan que la cantidad de sueño recomendada para niños de 6 a 12 años es de 9 a 12 horas. Sin embargo, los trastornos del sueño son comunes entre los niños y adolescentes de todo el mundo debido a la creciente demanda de tiempo en la escuela, el aumento del uso del tiempo de pantalla y las actividades deportivas y sociales.

Se han identificado asociaciones significativas entre la duración del sueño en los niños, la estructura cerebral y medidas de salud cognitiva y mental. Los investigadores reconocen que es necesario seguir investigando para descubrir las razones subyacentes de estas relaciones.

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Parámetros a vigilar para garantizar un sueño reparador

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Duración. La cantidad de sueño necesaria varía en función de la edad. Los niños pequeños necesitan dormir más que los mayores, y los adolescentes tienen sus propias necesidades que pueden cambiar rápidamente.

* Calidad. Un sueño de calidad significa un sueño profundo y reparador, sin despertares frecuentes. Asegurarse de que el entorno en el que duerme es propicio para un sueño tranquilo (calma, comodidad, temperatura adecuada).

* Regularidad. Acostarse y levantarse a horas regulares, incluso los fines de semana, ayuda a estabilizar el reloj interno.

* Dormirse. El tiempo que tarda un niño en dormirse también es un indicador. Si tarda demasiado, puede ser que algo le moleste o que su entorno no le tranquilice lo suficiente.

* Despertarse por la noche. Despertarse de vez en cuando es normal, pero si se despierta con demasiada frecuencia o durante demasiado tiempo, puede ser señal de una mala calidad del sueño.

Duración del sueño recomendada para los niños

Dormir lo suficiente es esencial para el cerebro, los estudios y la felicidad de los niños. La National Sleep Foundation afirma que los niños de entre 6 y 13 años necesitan entre 9 y 11 horas de sueño por noche. Pero muchos niños no duermen lo suficiente: el 23% duerme sólo 8 horas y el 8% duerme 7 horas o menos.

La National Sleep Foundation ha establecido normas de sueño para niños y adolescentes de todas las edades:

* Recién nacidos (0 a 3 meses): de 11 a 17 horas de sueño al día.

* Bebés (de 4 a 12 meses): de 12 a 16 horas de sueño al día, incluidas las siestas.

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 Niños pequeños (de 1 a 2 años): de 11 a 14 horas de sueño al día, incluidas las siestas.

* Niños en edad preescolar (de 3 a 5 años): de 10 a 13 horas de sueño al día, incluidas las siestas.

* Niños en edad escolar (de 6 a 12 años): de 9 a 12 horas de sueño al día.

* Adolescentes (de 13 a 18 años): de 8 a 10 horas de sueño al día.

Estas horas de sueño no son normas estrictas, sino pautas para ayudar a cada niño a descansar lo necesario en cada etapa de su desarrollo. Por supuesto, cada niño es único y algunos pueden necesitar dormir un poco más o un poco menos. Lo importante es escuchar y observar las necesidades individuales de cada niño para garantizar noches tranquilas y días llenos de energía.


¿Cómo se reconocen los trastornos del sueño en los niños?



Los problemas de sueño en los niños pueden manifestarse de muchas maneras: dificultad para conciliar el sueño, despertares frecuentes durante la noche, sueño intranquilo, pesadillas recurrentes, etc.

Pequeñas señales que no hay que ignorar

Dormirse es una maratón. Si cada noche parece una negociación interminable para llevar a su hijo a la cama, o si generalmente tarda más de 30 minutos en dormirse, esto puede sugerir un desequilibrio, que podría estar relacionado con la falta de melatonina, el estrés de la vida cotidiana, etc.

Despertarse mucho. Despertarse durante la noche es normal, pero si a su hijo le cuesta volver a dormirse, o si se despierta más cansado que cuando se acostó, podría ser señal de que algo está perturbando su sueño.

Sueño agitado, rechinar de dientes, sonambulismo. Un sueño poco tranquilo también puede ocultar un trastorno. En caso de duda, observe los movimientos y ruidos, que le dirán mucho sobre la calidad del sueño de su hijo.

¿Qué puede hacer al respecto? Anote cuándo se acuesta su hijo, cuándo se levanta, cuándo se despierta por la noche, cuándo duerme la siesta... Y, sobre todo, hable con su pediatra. Él podrá orientarle y, si es necesario, remitirle a un especialista del sueño.


Consejos para mejorar la calidad del sueño de su hijo

Establecer hábitos de sueño saludables

Unos buenos hábitos de sueño son esenciales para el éxito escolar de su hijo. Es importante mantener una rutina de sueño regular. Es decir, que se acueste y se levante a la misma hora todos los días, incluso los fines de semana. Asegúrese de que el dormitorio favorece el sueño. Que sea fresco, oscuro y tranquilo. Esto ayudará a su hijo a dormir mejor.

Una rutina de sueño regular es esencial para tener éxito en la escuela. Acostarse y levantarse a la misma hora todos los días es bueno para el sueño. No deje que su hijo duerma más el fin de semana. Esto altera su horario de sueño durante la semana.

Un entorno favorable al sueño

Un buen entorno para dormir también es importante. Evite las luces brillantes y las pantallas antes de acostarlo. Limite la cafeína para ayudar a su hijo a dormir. Las actividades relajantes, como un baño caliente, también pueden ayudar a su hijo a dormir mejor. Para los niños que tienen miedo a la oscuridad o que se sienten ansiosos a la hora de acostarse, un peluche, una luz nocturna o una pequeña lámpara pueden ayudar.

Limitar las pantallas antes de acostarse

La luz azul que emiten las pantallas puede interferir a la hora de conciliar el sueño. Intente limitar el uso de estos dispositivos electrónicos al menos dos horas antes de acostarse. Mantenga televisores, computadoras y otros aparatos electrónicos fuera del dormitorio para crear un ambiente dedicado al sueño.

Fomentar una actividad física regular

Anime a su hijo a mantenerse activo durante el día. El ejercicio físico contribuye a dormir mejor, pero evite las actividades demasiado estimulantes justo antes de acostarse.

Vigilar su alimentación

Asegúrese de que su hijo sigue una dieta equilibrada y evite las comidas copiosas y las bebidas azucaradas o con cafeína, sobre todo al final del día.

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Si a su hijo le cuesta dormirse a pesar de sus esfuerzos, intente establecer un patrón en su rutina diaria. Empiece por fijar una hora constante para acostarse y levantarse. Luego, cada noche, realice la misma secuencia de actividades relajantes (baño, pijama, cuento, etc.) para crear un ritual. Este ritual se convertirá en una poderosa señal para el cerebro de que es hora de pasar al modo sueño. La regularidad y la previsibilidad pueden contribuir en gran medida a que su hijo se duerma más fácilmente.

Adoptando estos pocos hábitos, puede dar a su hijo las claves de un sueño reparador, esencial para su desarrollo intelectual. Recuerde que un niño bien descansado es un niño feliz, dispuesto a explorar el mundo con energía y curiosidad.



Dormir es muy importante para el éxito escolar de su hijo. Dormir bien ayuda al 
cerebro a desarrollarse, aprender y recordar mejor. Favorece la memoria, la concentración 
y la capacidad de pensar. Esto se traduce en mejores notas y promedios generales 
más altos. También les ayuda a controlar sus emociones y a tener éxito en la escuela.




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enero 28, 2025

Terrible Two – Periodo de Crisis para los Niños




A medida que se acerca a los 18 meses: es la fase de afirmación con «¡NO!»
 Proceso de desarrollo del cerebro


A medida que los bebés se acercan a esta fatídica edad, en su cerebro empiezan a suceder infinidad de cosas. Su comportamiento es diferente al de los meses anteriores. Se vuelven más testarudos y empiezan a afirmar una cierta personalidad. Pero también es la edad en que los bebés entienden el «no» y empiezan a utilizarlo una y otra vez.

¿Qué es el Terrible Two?


El Terrible Two no es en absoluto un periodo de rabietas por el que pasan los niños, sino una fase por la que tiene que pasar el cerebro para madurar. En realidad, se trata de una inmadurez del córtex prefrontal – donde se desarrollan las funciones ejecutivas –, que se traduce en una incapacidad para gestionar las emociones y la impulsividad que ello conlleva. El niño experimentará frustración vinculada a los límites y normas impuestos por los adultos que le rodean y, al no saber aún gestionar sus emociones, expresará lo que siente con desobediencia.

¿Cuánto tiempo dura el Terrible Two?

¿Su hijo de 2 años le hace la vida imposible? ¿Tiene rabietas, le desobedece y se niega a escucharla? Acaba de entrar en la sonada crisis de los dos años, también conocida como el Terrible Two. Este fenómeno, que afecta a muchos niños a partir de los 18 meses y puede durar hasta los 4 ó 5 años, es un periodo que puede desestabilizar a los padres, por muy pacientes que sean.

La crisis de los Terrible Two, un paso casi obligado para los niños

La transición de bebé a niño es una etapa importante en la vida de un pequeño ser. A los dos años, los niños empiezan a hablar con más seguridad. También entienden mucho mejor la negación y empiezan a utilizarla constantemente.

Pero ésta puede ser una edad difícil de gestionar para los padres. A menudo, los niños se oponen totalmente a sus padres. Esta delicada posición puede hacer que cada momento de la vida cotidiana sea mucho más complicado que en los meses anteriores. Los niños tienden a negarse a todo, cueste lo que cueste. Pueden decidir no vestirse, no comer, no visitar a sus queridos abuelos, simplemente porque se han dado cuenta de que es posible.

La fase preescolar, entre los 3 y los 6 años, se define como el mejor periodo para estimular las funciones ejecutivas y enseñar a los niños a auto-regularse. Los padres deben entender que se trata de un periodo algo más complicado de gestionar, por lo que es importante saber qué es qué. El mejor consejo para ayudar a un niño en plena crisis de los dos años es poner límites.

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Entender y aprender a gestionar este periodo de crisis



El Terrible Two es quizá uno de los periodos más temidos por los padres. A medida que se acerca a los 18 meses, su hijo empezará a enfrentarse a usted con frecuencia, negándose a escucharle, haciendo lo contrario de lo que le pide o enfadándose cuando rechaza una petición.

Tenga la seguridad de que todo esto es completamente normal y forma parte del proceso de desarrollo del cerebro.

¿Por qué el niño pasa por una fase de Terrible Two?

Según los profesionales de la salud si los niños de 2 años son turbulentos, a veces se enfadan y desobedecen, en parte es porque su cerebro es inmaduro. Sin embargo, el cerebro irá madurando cada vez más, lo que permitirá al niño desarrollar estrategias eficaces para aprender a gestionar las frustraciones. Sin embargo, cuando algunos niños muestran estas rabietas a una edad más avanzada, puede ser aconsejable consultar a un profesional para descartar auténticos problemas de comportamiento.

¿Cómo se manifiesta el Terrible Two?

El Terrible Two es una fase normal del desarrollo cerebral que puede resultar muy difícil para los padres, pero que es necesaria para que el cerebro del niño madure. En algunos casos, también permite al niño empezar a expresar una faceta de su personalidad. Sin embargo, que un niño pase por un Terrible Two extremadamente virulento no significa que vaya a convertirse de mayor en un niño o adolescente problemático.

En primer lugar, es importante comprender que cada niño es único. El dominio de cada niño de las siguientes habilidades socio-emocionales es diferente:

La capacidad de tolerar la frustración. Algunos niños afrontan las molestias con bastante calma, mientras que otros reaccionan al menor acontecimiento que no sale según lo previsto o en cuanto se les niega una petición.

La capacidad de identificar y nombrar las emociones. Muchos niños son incapaces de expresar con claridad si están tristes o enojados. A otros incluso les cuesta entender cómo se sienten: ¿cólera, decepción, pena? Para ellos no es tan sencillo.

La capacidad de auto-control. Antes de los 4 años, muy pocos niños son capaces de regular sus reacciones ante las emociones que experimentan, ya sean alegres o más difíciles. Lo viven todo intensamente, desde la alegría hasta la cólera. Les cuesta un esfuerzo considerable calmarse y recuperar la compostura.

¿Cómo tratar al Terrible Two?

Para madurar, los niños necesitan un marco y amabilidad. Los padres deben fijar objetivos y cumplirlos, juntos, para ayudar al necesario desarrollo cognitivo asociado a este periodo. Un niño que nunca tiene límites corre el riesgo de convertirse en un Niño Rey. Por eso es importante establecer normas y atenerse a ellas a pesar de las dificultades, siendo amables. Sus hijos se lo agradecerán algún día.

Este puede ser un momento difícil, dependiendo del niño. Conviene mantener la calma, aunque su hijo tienda a negarse a todo. Explíquele las cosas con calma, pero no ceda a sus caprichos.

Es importante mantenerse firme sin ser demasiado estricto. Así su hijo entenderá que ciertas cosas están permitidas y otras no. Y por razones claras y concretas. No pierda la esperanza, este periodo también anuncia una gran etapa de desarrollo para su hijo.

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Enseñar a los niños a gestionar sus emociones



Alegría, tristeza, cólera, miedo: su hijo experimenta emociones diferentes cada día. No le es fácil comprender y gestionar lo que siente. Necesita su ayuda para aprender a reconocer, decir y gestionar sus emociones.

El desarrollo de las emociones

Las emociones son reacciones espontáneas ante distintas situaciones. No aparecen todas al mismo tiempo.

Las emociones primarias son las primeras emociones que siente su hijo. Aparecen durante el primer año de vida. Son la alegría, la tristeza, la ira, el miedo, el asco y la sorpresa.

Las emociones secundarias o mixtas aparecen entre los 15 y los 24 meses, cuando su hijo toma conciencia de que es diferente de los demás y de que es una persona por derecho propio. Este descubrimiento le lleva a sentir emociones ligadas al conocimiento de sí mismo, como la vergüenza y los celos.

Poco a poco, su hijo también experimentará otras emociones secundarias que requieren la comprensión de reglas, normas y objetivos que alcanzar. Entre ellas están la culpa, la vergüenza y el orgullo.

Por ejemplo, si su hijo sabe que no debe dibujar en las paredes y desobedece la norma, puede sentirse culpable. Si consigue hacer un gran puzzle después de mucho esfuerzo, también puede sentirse orgulloso de sí mismo.

Los beneficios de una buena gestión emocional

Es importante enseñar a su hijo a reconocer sus emociones y a poner palabras a lo que está experimentando. Esto le ayudará a gestionar mejor sus emociones. Poco a poco, aprenderá a reaccionar o a adaptar su comportamiento cuando experimente una emoción. Por ejemplo, podrá calmarse cuando estén enfadado en lugar de gritar o pegar.

Un niño que controla sus emociones reacciona mejor ante las distintas situaciones de la vida. Una buena gestión emocional también está asociada a unas buenas relaciones con los demás, una mejor gestión de los conflictos y el éxito escolar.

Por otro lado, un niño que tiene dificultades para gestionar sus emociones tendrá más dificultades para enfrentarse a las situaciones cotidianas. La acumulación de pena, ira, miedo y frustración también puede provocar comportamientos agresivos y reacciones de ansiedad, e interferir en las relaciones con los demás.

Cómo ayudar a su hijo a reconocer sus emociones

Reconocer cómo se siente es el primer paso para que su hijo aprenda a gestionar sus emociones. Descubra cómo puede ayudarlo.

Empezar a hablar de emociones con su hijo desde que es un bebé. Puede nombrar las emociones que observa en su hijo, como alegría, tristeza, cólera y miedo. Por ejemplo, dígale: “¿Estás llorando, estás triste porque mamá se va?”

Hablarle de emociones más complejas a medida que crezca. Puede hablarle de decepción, culpa y celos a partir de los 2 ó 3 años. Por ejemplo, decirle: “Antes has pegado a tu hermano. Ahora no te sientes bien. Es porque has visto que le has hecho daño, ¿verdad?”. Decirle que esta emoción se llama culpa.

Señalar el lenguaje corporal asociado a las emociones. Utilizar libros, carteles o juegos para mostrarle personajes o caras que experimentan emociones. Por ejemplo, señalar que fruncimos el ceño cuando estamos enfadados, sonreímos cuando estamos contentos, lloramos cuando estamos tristes, abrimos mucho los ojos cuando tenemos miedo, etc.

Diviértanse juntos frente al espejo imitando distintas emociones. Esto ayudará a su hijo a conocerse mejor a la hora de expresar sus emociones. También puede crear un álbum de emociones con su hijo recortando distintas caras de revistas.

Enseñarle a reconocer lo que ocurre en su cuerpo cuando experimenta una emoción. Nombrar los signos físicos que vea en él. Por ejemplo: “Gritabas y apretabas los puños cuando viste a tu hermana romper tu torre de bloques. Estabas enfadado” o “Temblabas y me abrazaste cuando viste al perro correr hacia ti. Tenías miedo”.

Preguntarle cómo se sintió después de un momento emotivo. Dependiendo de su edad, es probable que su respuesta no esté muy desarrollada, pero preguntarle cómo sintió el corazón o el estómago. Puede que diga que le duele el corazón o que siente la barriga apretada, lo cual es un muy buen comienzo.

Ayudar a su hijo a reconocer y nombrar la emoción que está experimentando. Nombrar la emoción que observa, por ejemplo: “Estás contento de ir al zoo con la abuela” o “Te enfadaste cuando tu hermano cogió tu juguete sin preguntar”. A continuación, animarlo a nombrar su emoción utilizando el “YO”, por ejemplo: “Estoy triste por no poder ir al parque” o “Me da miedo el perro grande”.

Hablar con su hijo sobre las emociones que explican algunas de sus reacciones. Por ejemplo, si se impacientó al preparar la cena, hablar de ello con su hijo más tarde. Explicarle que se sentía impaciente e intente explicar qué influyó en su comportamiento. Por ejemplo: “Hoy tenía mucho trabajo y me sentía cansada. Mi receta no salía rápido y todos tenían hambre. Estaba estresada”.

¿Cómo enseñarle a controlar sus emociones?

Antes de los 5 años, los niños no pueden gestionar sus emociones por sí solos. Son impulsivos y les cuesta controlar sus reacciones. Su hijo puede romper cosas, pegar a alguien o saltar sin mirar lo que hace porque está enfadado o excitado. Incluso después de los 5 años, no les resulta fácil comprender cómo se sienten y reaccionar adecuadamente.

Su papel es permitir que su hijo experimente y exprese sus emociones, y enseñarle a gestionarlas. He aquí algunos consejos para ayudarle:

Aceptar sus emociones sin juzgarlas. Por ejemplo, si tiene una rabieta, mantener la calma a su lado. Si está muy enfadado, agitado o llora mucho, no es el momento de hablar. Puede consolarlo, darle un abrazo y esperar a que se calme antes de preguntarle qué le pasa.

Ayudar a su hijo a expresar sus emociones con palabras. Por ejemplo: “¿Te hace ilusión ir a casa de tu primo?” o “¿Estás triste porque la abuela se ha ido?” Hacerle preguntas para averiguar qué desencadenó su reacción. Una reacción de enfado podría, por ejemplo, estar enmascarando sentimientos de rechazo o incompetencia en un juego.

Decirle que lo que siente es normal y entiende por qué él está contento, triste o enfadado. Así se sentirá más tranquilo, comprendido y reconfortado.

Tómese el tiempo necesario para escuchar a su hijo, aunque tenga prisa o esté preocupada y quiera resolver las cosas rápidamente. Un niño que se siente escuchado y comprendido se recupera más rápidamente.

Fomente las conversaciones en familia sobre las emociones. Por ejemplo, durante la cena, hable de las situaciones que le hacen feliz o le enfadan. Luego pregúntele a su hijo qué le pone contento o triste. De este modo, su hijo adquirirá el hábito de hablar sobre lo que está experimentando.

Hable de las emociones que usted experimentó de niña. Por ejemplo: “Cuando yo tenía tu edad, mi hermana pequeña también me quitaba los juguetes. Me enfadaba y a veces le tiraba del pelo. Con el tiempo, aprendí otras formas de reaccionar, porque no servía de nada cuando hacía eso, y discutíamos aún más.”

Sugiérale estrategias para gestionar las emociones. Háblele de ellas cuando esté tranquilo para que pueda recordarlas y utilizarlas si se pone muy emotivo. Puede enseñarle a respirar hondo e imaginar que apaga una vela. Esto le ayudará a calmarse y a controlar sus emociones.

Anime a su hijo a encontrar sus propias estrategias para controlar sus emociones. Por ejemplo, escriba una lista de estrategias que podría utilizar cuando se sienta enfadado (por ejemplo, dibujar, abrazar a un perrito, correr). Dejar que proponga todo tipo de ideas. Después, decidir juntos qué estrategias son las más adecuadas. Decirle que puede mirar su hoja de papel para utilizar una estrategia cuando se sienta enfadado.

Intente restar importancia a la situación si su hijo reacciona de forma exagerada. Por ejemplo, si llora intensamente porque su figurita no se tiene en pie, mantener una actitud positiva y decirle que eso se puede solucionar. Ayudarle a calmarse y a seguir adelante, por ejemplo trabajando con él para encontrar una solución que haga que su figurita se ponga mejor de pie.

Sea un modelo a seguir y hable de sus emociones. Por ejemplo, decir “Me alegro de volver a ver a mi buena amiga” o “Estoy triste porque el abuelo está en el hospital”. Hablarle también de lo que hace para calmarse: “Estoy decepcionada porque Sonia no viene a cenar, pero en vez de eso voy a ver una buena película”.

Reconozca si reacciona de forma exagerada ante una emoción. Puede decirle a su hijo: “No debería haber dado un portazo. Estaba enfadada, pero no fue una buena forma de demostrarlo”. Decir lo que va a hacer la próxima vez. Esto demuestra a su hijo que puede aprender y que tiene derecho a equivocarse.

Buscar ayuda profesional (por ejemplo, un psicólogo o un trabajador social) si tiene problemas para gestionar sus propias emociones. Esto también le dará herramientas para apoyar a su hijo.

Estrategias para expresar emociones

Hay varias estrategias para expresar una emoción, y la misma estrategia puede aplicarse a varias emociones. Su hijo tendrá que probar varias antes de encontrar las que mejor le sienten. A continuación algunas estrategias para sugerirle:

Para expresar alegría, su hijo puede colorear, salir a correr y saltar al aire libre o llamar por teléfono a un abuelo para contarle lo que le hace feliz.

Para expresar tristeza, su hijo puede pegar a su perrito favorito, aislarse en su habitación o hablarle de su pena. Llorar también es una forma normal de expresar la tristeza.

Cuando su hijo tenga miedo, sugerirle que se acurruque a su lado y buscar la forma de que el miedo cese, tanto si la causa es real (por ejemplo, el perro) como imaginaria (por ejemplo, el lobo feroz).

Si su hijo está enfadado, puede respirar lenta y profundamente, golpear una almohada, lanzar bolas de papel o dibujar con energía en una hoja de papel.

Cuando su hijo empiece a escribir, puede escribir en un diario cómo se siente. Animarlo aunque escriba con faltas de fonética, gramática u ortografía. Decirle que puede escribir lo que quiera en ese cuaderno y que nadie más lo leerá. Aceptar que pueda escribir palabras duras (por ejemplo, palabras duras sobre su hermana porque está celoso).

A medida que hable y crezca, su hijo aprenderá a gestionar mejor sus emociones. No obstante, si cree que la dificultad de su hijo para gestionar sus emociones o su impulsividad está afectando a su funcionamiento en casa, en la guardería o en el colegio, o si a menudo le provoca conflictos con los demás o una gran infelicidad, hable con su médico. También puedes ponerse en contacto con un centro de servicios a la Comunidad  para que la deriven a los servicios profesionales adecuados.

Estrategias para ayudar a su hijo

Aún hoy, incluso de mayor, sigue teniendo dificultades cuando las cosas no salen como él imaginaba. Esto demuestra lo innato que es el temperamento de un niño. Y tenemos que encontrar maneras de lidiar con esta intensidad en nuestros hijos. He aquí algunas de ellas:

Ofrecer opciones. Por ejemplo, en lugar de decirle que se ponga la ropa prevista, dejar que elija entre dos conjuntos ya escogidos.

Centrar la atención en otra cosa. La rutina matutina puede ser difícil para los niños. Por eso, en lugar de decirle simplemente que es hora de ir a la guardería, preguntarle qué perrito o libro quiere llevarse en el auto. Así centrará su atención en el objeto que se va a llevar y no en la salida.

Planificar transiciones entre dos momentos rutinarios. Por ejemplo, podría decirle que le quedan 5 minutos para jugar antes de ordenar y bañarse, y poner un minutero. Puede que al cabo de 5 minutos, haga una rabieta pero esta será menos intensa.

Validar las emociones. Cuando su hijo esté disgustado por una situación inesperada, y si todas las soluciones propuestas no funcionan en absoluto, hay que centrarse en sus emociones. Así que, primero decirle “¡Lo entiendo! Esto no es lo que querías y estás decepcionado”. Eso realmente cambia las cosas. Cuando se calme, podrán explorar mejor posibles soluciones juntos.

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Terrible Two, Threenager, F*cking Four, Fantastic Five y muchos otros


A pesar de lo que sugiere su nombre, el Terrible Two no sólo afecta a los niños de 2 años, sino todo lo contrario. De hecho, es alrededor de los 18 meses cuando suelen aparecer las primeras crisis, que pueden durar... mucho tiempo. Aunque se trate de la misma fase, cada edad recibe un pequeño apodo para marcar el paso de los años: Terrible Two da paso a Threenager, que a su vez es sustituido por F*cking Four. Sin embargo, mientras que el Terrible Two es una etapa completamente normal del desarrollo, los otros nombres no se refieren a etapas por las que pasan todos los niños.

Crisis de los 3 ó 4 años: ¿existe?

Alrededor de los 3 ó 4 años, algunos niños tienen una especie de “pequeña crisis adolescente”. Esta etapa del desarrollo está menos definida y documentada que la crisis de los 2 años, pero está presente en muchos niños. El niño puede empezar a discutir y a cuestionar las normas de la vida cotidiana.

Estos comportamientos pueden explicarse por el hecho de que su hijo habla mucho mejor que antes. Es capaz de expresar con palabras sus gustos, preferencias y deseos. Y cada vez es más hábil negociando para conseguir lo que quiere o desea.

Ejemplos de comportamiento en torno a los 3 o 4 años

Quiere hacer las cosas por sí mismo
Sin embargo, sigue siendo torpe cuando se trata de ciertas tareas y a menudo necesita su ayuda (por ejemplo, para vestirse). Esto puede provocar frustración, ya que su deseo de ser independiente es mayor de lo que es capaz.

¿Cómo debe reaccionar? Dele pequeñas responsabilidades que pueda asumir. Por ejemplo, pídale que elija entre dos conjuntos de ropa por la mañana o que la ayude a poner la mesa. De este modo, fomentará su creciente independencia y hará que se sienta orgulloso de sí mismo.

Entiende las normas y las instrucciones, pero no siempre las sigue
A veces quiere cambiar las reglas de un juego, sobre todo cuando va perdiendo. O puede seguir jugando aunque se le haya pedido que recoja todo. A los 3 y 4 años, su hijo sigue necesitando su ayuda para aprender a imponerse, seguir las normas y gestionar sus emociones.

¿Cómo debe reaccionar? Repita las normas tantas veces como sea necesario. A su hijo aún le cuesta controlar sus impulsos y es posible que también quiera demostrar su independencia. Cuando cuestione las normas de un juego o de la casa, dígale por qué son necesarias. Así comprenderá las razones que las justifican. Por ejemplo, explíquele que si no quiere que corra detrás de su pelota por la calle, es para que esté seguro.

Él negocia o pone a prueba los límites cuando le hace una petición
Por ejemplo, pude negarse a guardar sus juguetes diciendo que ya jugará con ellos más tarde. O incluso ponerse de mal humor y negarse a bañarse cuando se lo pide.

¿Cómo debe reaccionar? No ceda ante su comportamiento y mantenga los límites con coherencia. Esto ayudará a su pequeño a entender que son importantes para usted. Además, el hecho de que las normas no cambien le tranquilizará. Para llamar la atención de su hijo, póngase a su altura y mírele a los ojos para hablarle.

Estos comportamientos suelen disminuir hacia los 5 ó 6 años, cuando su hijo comprende un poco mejor que las normas son necesarias para convivir mejor, ya sea en familia, en la guardería o en la escuela.

Aprendizaje útil

La forma en que responde al comportamiento de su hijo puede ayudarle mucho a desarrollar sus habilidades sociales. Alrededor de los 3 o 4 años, a su hijo le gustará aprender de usted y ser un modelo para él.

Poco a poco, su hijo :

* Comprende que las normas son esenciales para que todos se sientan respetados.

* Respeta mejor las peticiones de los adultos y contribuye al buen funcionamiento de la vida familiar o en grupo.

* Se vuelve más independiente y hace cada vez más cosas por sí mismo.

* Habla con calma en lugar de gritar cuando expresa una necesidad o un deseo.

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No al castigo corporal. Aunque el niño se porte mal, los castigos corporales (golpes, sacudidas, empujones, etc.) no son una forma eficaz de disciplina. Al contrario, tienen efectos negativos en el desarrollo psicológico y social del niño.

Educar a un hijo no es una ciencia exacta y no existe una fórmula mágica para convertirse en un padre perfecto. Hay que estar preparado para cometer errores y, sobre todo, recordar que todos los niños son diferentes: lo que funcionó con un niño no funcionará necesariamente con otro.

Mantener la calma, poner límites y buscar la manera de que su hijo le obedezca. Un truco es hacer una pregunta con varias opciones posibles. ¿Tiene que ir de compras y su hijo no quiere ponerse los zapatos? Pregúntele si los prefiere rojos o azules. Para cenar esta noche, ¿quiere macarrones o espaguetis? Dele la sensación de que puede opinar y se sentirá responsable.

Otro consejo para superar este periodo es jugar con su hijo a juegos que estimulen las funciones ejecutivas y las emociones, para ayudarle a desarrollar el córtex prefrontal y enseñarle a gestionar sus frustraciones.



El Terrible Two es una fase esencial en el desarrollo del niño. A pesar de su deseo de libertad, 
también es el periodo en el que los niños más necesitan un marco que les permita aprender a gestionar 
sus frustraciones en sus relaciones e interacciones sociales. Como padres, es importante mantenerse firmes.




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