julio 29, 2021

Desarrollo Infantil Temprano


Conocer los períodos de aprendizaje intenso durante la infancia podría ayudar 

corregir trastornos neurológicos y psiquiátricos en la edad adulta


Importancia del desarrollo infantil temprano


Los primeros años de vida son fundamentales para el desarrollo integral de la persona y define la capacidad de las niñas y niños para ser ciudadanas y ciudadanos saludables, responsables y productivos para sí mismos, su familia y la sociedad. Por ello, es importante garantizar que tengan un nacimiento saludable, logren el apego seguro, tengan un estado nutricional adecuado, logren una comunicación verbal efectiva, aprendan a caminar solos, regulen sus emociones y comportamientos y desarrollen la capacidad de representar sus vivencias.


Primera infancia: la mejor inversión


Invertir en el desarrollo humano los primeros años de vida es muy rentable. Se ha demostrado que la inversión en intervenciones orientadas a la infancia – considerando desde la etapa de gestación – genera mayores ingresos a las familias. Por eso, un país que invierta en los primeros cinco años de vida de sus ciudadanas y ciudadanos, tendrá un mayor ahorro debido al menor gasto futuro en intervenciones de recuperación – de 4 a 9 dólares por cada dólar invertido.


La intervención oportuna y adecuada en los primeros años de vida reduce riesgos de enfermedades, deserción escolar, criminalidad y de ayuda estatal a través de programas sociales. Cabe precisar que el desarrollo de la niña y el niño en sus primeros años predice su progreso escolar.


¿Cuándo comienza el desarrollo del cerebro?


El desarrollo del cerebro comienza con la formación y el cierre del tubo neural, el primer tejido nervioso que parece una lombriz gorda estirada a todo lo largo de la parte dorsal del embrión.



El tubo neural se forma de la placa neural, que comienza a formarse a los 16 días de la concepción. Esta placa se alarga y comienza a doblarse, formando una ranura aproximadamente a los 18 días, que luego comienza a fusionarse alrededor de 22 días después de la concepción. A los 27 días el tubo está totalmente cerrado y ya ha comenzado su transformación en el cerebro y la médula espinal del embrión.


El cerebro humano lleva tiempo para desarrollarse, de modo que la naturaleza se ha asegurado de que los circuitos nerviosos responsables de la mayoría de las funciones del cuerpo – la respiración, los latidos del corazón, la circulación, dormir, chupar y tragar – estén en buenas condiciones y funcionando para el momento en que un bebé emerge de la protección del vientre materno. El resto del desarrollo del cerebro puede seguir a un ritmo más lento, aumentando al máximo la oportunidad para que la experiencia y el entorno de un bebé moldeen esa mente que está surgiendo.



¿Qué es un "período crucial" en el desarrollo del cerebro?


La poda o selección de circuitos neuronales activos toma lugar durante toda la vida, pero es mucho más abundante en la primera infancia. Muchos de los mismos períodos cruciales parecen ser iguales en el desarrollo humano, sin saber con seguridad su duración exacta.


Por lo tanto, los bebés también necesitan insumo visual normal o podrán sufrir deficiencias permanentes; los niños que nacen con estrabismo no lograrán desarrollar plena agudeza visual y percepción de profundidad si el problema no se corrige con prontitud. Las aptitudes de lenguaje dependen de manera crucial del insumo verbal – o lenguaje de señas, para los bebés con impedimentos auditivos – en los primeros años, de lo contrario ciertas aptitudes, en particular de gramática y pronunciación, podrán verse afectadas permanentemente. El período crucial para el aprendizaje del lenguaje comienza a cerrarse alrededor de los cinco años de edad y termina cerca de la pubertad. Es por esto que las personas que aprenden un nuevo idioma después de la pubertad casi siempre hablan con acento extranjero.


¿Qué sugiere la Ciencia del Desarrollo sobre los primeros mil días?


La Ciencia del Desarrollo se refiere a un conjunto de disciplinas científicas humanas, sociales y biológicas, que buscan describir, explicar, y optimizar los cambios intra- e inter-individuales durante todo el ciclo de la vida.


Estudios realizados durante varias décadas evidencian la importancia del control de la salud materna durante el embarazo para prevenir fallas de crecimiento en los hijos. La ciencia del desarrollo contemporánea también sostiene la importancia de la provisión nutricional adecuada desde la concepción y durante los primeros años de desarrollo luego del nacimiento. No hay dudas que los primeros mil días de vida son una etapa muy importante en la que es necesario asegurar la alimentación y el cuidado de las madres y sus hijos para proteger el desarrollo adecuado de sus potencialidades.


Durante la década de 1990, la integración de estos tipos de evidencia dio origen a una noción acerca del desarrollo cerebral que sostiene que los primeros mil días son un período crítico durante el cual es necesario realizar los mayores esfuerzos para asegurar alimentación y estimulación adecuadas para el aprendizaje de los niños, antes de que esta etapa finalice. Una vez terminada no sería posible generar cambios en aquellos sistemas neurales que no hayan sido nutridos o estimulados adecuadamente con anterioridad.


Es decir, esta noción sostiene que lo no logrado o lo que haya quedado afectado por falta de estímulo durante ese período no puede modificarse o resulta muy costoso hacerlo. Estas nociones sugieren una concepción del desarrollo cerebral en la que hay factores determinantes principales que generan una dinámica con pocos grados de libertad para el cambio. 


El conocimiento acumulado en las últimas cinco décadas en las disciplinas de psicología y neurociencia cognitiva del desarrollo permite afirmar que, desde la concepción y durante toda la vida, el sistema nervioso se organiza y se modifica con base en la interacción dinámica entre características individuales y contextuales de cada persona. Estos procesos de desarrollo son modulados por una gran diversidad de mecanismos moleculares, celulares, psicológicos, sociales y culturales.


Durante el desarrollo neural, existen momentos de máxima organización de diferentes funciones que se denominan períodos críticos, y que ocurren en diferentes momentos para distintas redes neurales.


En los primeros años se dan los principales desarrollos de conexiones sinápticas, eso significa que hay enlaces neuronales que son vitales desde esa etapa de la vida para edades más avanzadas.

En el caso de procesos más complejos como los de autorregulación, tal organización depende de la integración progresiva de diferentes redes neurales que procesan más de una modalidad de información y que se desarrollan en diferentes momentos durante al menos las dos o tres primeras décadas de vida. A nivel neural, esta integración requiere de diferentes tipos de nutrientes y experiencias que incluyen, pero también se extienden mucho más allá de los primeros mil días.


Desde la perspectiva contemporánea del desarrollo neural, los primeros mil días son extremadamente insuficientes para predecir el desarrollo de un cerebro humano típico. El desarrollo neural se modela como un proceso probabilístico multi-determinado por factores biológicos, psicológicos y ambientales que moderan su trayectoria durante todo el ciclo vital.


En consecuencia, no es posible afirmar que los primeros mil días de vida sean un período crítico para el desarrollo de procesos complejos como los de autorregulación y aprendizaje, ni que las privaciones tempranas generan necesariamente déficits inmutables, o la detención del desarrollo. Estas últimas nociones inducen a representar al desarrollo como un fenómeno mucho más fijo y menos dinámico de lo que realmente la evidencia empírica permite sostener.


Es necesario tener presente que la neurociencia recién está comenzando a clarificar los mecanismos genéticos, neurales, endocrinos e inmunológicos que puedan explicar los procesos típicos del desarrollo y los alcances a largo plazo de la exposición temprana a cuidados adecuados o a adversidades. En cualquier caso, la evidencia disponible sugiere que es posible potenciar el desarrollo infantil una vez pasados los primeros mil días.


El poder del cerebro infantil




El cerebro infantil madura la visión y otras funciones durante períodos críticos, en los que está preparado para experimentar cambios duraderos en respuesta a los estímulos sensoriales y sociales.


Los períodos críticos comienzan en momentos precisos durante el transcurso de la infancia y la adolescencia, con el fin de modificar las conexiones neurales. Tal capacidad se denomina plasticidad cerebral.


Conocer mejor las moléculas que ponen inicio y fin a los períodos críticos ha permitido adquirir cierto control del momento en que ocurren y, con ello, recuperar parte de la plasticidad en la vida adulta.


El estudio de la regulación del desarrollo temprano podría redundar en fármacos o métodos que re-inicien los períodos críticos años más tarde a fin de corregir problemas surgidos en esa etapa.


La infancia y la adolescencia son los períodos más influyentes en la vida de una persona. Los primeros recuerdos y vivencias son esenciales para forjar el carácter e influyen profundamente en todo lo que vendrá después.


Los descubrimientos de la neurociencia, durante los últimos quince años, ha revelado con más claridad cómo se forman los circuitos cerebrales de los niños y los bebés, y cómo manipularlos para tratar las enfermedades neurológicas y psiquiátricas más graves.


Durante intervalos de meses o incluso años de desarrollo intensivo, conocidos como períodos críticos, se establecen las conexiones correctas en el cerebro. La mayor parte ocurren durante la infancia, pero algunos suceden más tarde, en la adolescencia. Se han identificado períodos críticos para la vista, la audición, el lenguaje y varias formas de interacción social. Durante cada período, el cerebro del niño experimenta una íntima conexión con el mundo exterior. Las ondas sonoras y los fotones que le llegan sirven de señal para que la maquinaria molecular del cerebro cree y seleccione las conexiones neurales que perdurarán durante la vida adulta y la vejez.




Si un período crítico se adelanta o se demora demasiado o no concluye a su debido tiempo, las consecuencias pueden ser nefastas. El niño puede quedar parcialmente ciego o predispuesto a sufrir trastornos como el autismo. Un bebé con una catarata hereditaria que le impide ver perderá visión en el ojo afectado porque las conexiones neurales no se establecerán debidamente durante un período crítico que comienza cuando es lactante y que se va cerrando gradualmente hasta acabar a los 8 años. Una vez concluido, el niño tiene una probabilidad ínfima de ver con normalidad algún día con ese ojo.


Esas fases formativas se descubrieron hace más de medio siglo. (Torsten N. Wiesel y el fallecido David H. Hubel recibieron el premio Nobel en 1981 por haber contribuido a su hallazgo.) Desde entonces, la creencia general sostenía que los períodos críticos eran efímeros y que, una vez finalizados, no era posible la vuelta atrás. Nuevas técnicas moleculares aplicadas a su estudio han permitido refutar muchas de esas ideas predominantes. Por medio de experimentos en animales y de algunos estudios en humanos se ha demostrado que es posible reabrir un período crítico mucho tiempo después para reparar un cerebro que no funcione bien.


Ello abre un abanico de opciones sorprendente. Quizás un día seamos capaces de modificar los interruptores químicos que restablecen intervalos cruciales, permitiendo al cerebro reorganizar sus circuitos, y así tratar trastornos neurológicos y psiquiátricos, desde la ambliopía (ojo vago) hasta la psicosis. Entender lo que sucede en el cerebro del bebé podría servir para algo más que concebir nuevos medicamentos; podría aportar a educadores, psicólogos y diseñadores de políticas un conocimiento fundamental sobre los procesos básicos del desarrollo infantil o las consecuencias de las negligencias parentales, que les ayudaría a adaptar la escolarización a las capacidades de cada niño en cada etapa del desarrollo cerebral.


El cerebro cambia todo el tiempo, no solo en la infancia. Los neurocientíficos lo llaman plasticidad. Cuando uno aprende a hacer malabares o a usar una nueva aplicación del teléfono, ocurren sutiles variaciones en las sinapsis – puntos de conexión entre las neuronas –. El perfeccionamiento de una nueva habilidad acarrea cambios bioquímicos en las neuronas, lo que da lugar a trasmisiones más fuertes o más débiles a través de las sinapsis.


Desarrollo temprano del cerebro


Los niños nacen listos para aprender y tienen muchas habilidades que aprender a lo largo de muchos años. El cuidado especial para la mente es crucial para el cerebro. Los niños crecen y aprenden mejor en un ambiente seguro donde estén protegidos del abandono y del estrés extremo o crónico, y con abundantes oportunidades de jugar y explorar.


Para aprender y crecer apropiadamente, el cerebro de un bebé tiene que ser sano y estar protegido de enfermedades y otros riesgos. La promoción del desarrollo de un cerebro sano puede comenzar aun antes del embarazo. Por ejemplo, una dieta saludable y los nutrientes correctos, como el suficiente ácido fólico, promoverán un embarazo sano y un sistema nervioso sano en el bebé que está creciendo. Las vacunas pueden proteger a las mujeres embarazadas de infecciones que pueden afectar el cerebro del bebé por nacer.


Durante el embarazo, el cerebro puede ser afectado por muchas clases de riesgos, como enfermedades infecciosas (p. Ej., por citomegalovirus o el virus del Zika), exposición a toxinas (incluidas las provenientes de fumar o del alcohol), o riesgos de cuando las madres embarazadas experimentan estrés, trauma o afecciones mentales como la depresión. La atención médica de rutina durante el embarazo puede ayudar a prevenir complicaciones, incluido el nacimiento prematuro, lo cual puede afectar el cerebro del bebé. El examen de un recién nacido puede detectar afecciones que son potencialmente peligrosas para el cerebro del bebé, como la fenilcetonuria (acumulación de un aminoácido denominado “fenilalanina”).


El crecimiento saludable del cerebro durante la infancia continúa dependiendo del cuidado y la nutrición correctos. Debido a que el cerebro de los niños todavía está creciendo, es especialmente vulnerable a lesiones traumáticas en la cabeza, infecciones o toxinas como el plomo. Las vacunas de la infancia, como la del sarampión, pueden proteger a los niños de peligrosas complicaciones como la inflamación del cerebro. Garantizar que los padres y cuidadores tengan acceso a alimentos saludables, y a lugares para vivir y jugar que sean saludables y seguros para sus niños, puede ayudarlos a brindar un cuidado más provechoso.


¿Cómo afecta la nutrición al cerebro en desarrollo?


El desarrollo del cerebro es más sensible a la nutrición de un bebé entre la mitad de la gestación y los dos años.


Los niños que son malnutridos – no tan solo los que son difíciles a la hora de comer sino los que son verdaderamente carentes en las calorías y proteínas adecuadas en su alimentación – durante este período no crecen adecuadamente, ya sea física o mentalmente. Sus cerebros son más pequeños que lo normal debido al reducido crecimiento dendrítico, la reducida mielinación y la producción de menos glía – células de apoyo en el cerebro que siguen formándose después del nacimiento y son responsables de producir mielina –. El crecimiento inadecuado del cerebro explica por qué los niños que fueron malnutridos como fetos y bebés con frecuencia sufren déficits duraderos de comportamiento y cognitivos, como desarrollo más lento del lenguaje y las habilidades motoras finas, cociente intelectual más bajo y aprovechamiento escolar deficiente.


El peso al nacer de un bebé – y el tamaño del cerebro – dependen de la calidad de la nutrición de su madre durante el embarazo. Las embarazadas deberían aumentar aproximadamente un 20 por ciento de su peso ideal previo al embarazo para asegurar un crecimiento fetal adecuado.


Después del nacimiento, el crecimiento del cerebro depende de manera crítica de la calidad de la nutrición de un niño. La leche materna ofrece la mejor mezcla de nutrientes para promover el crecimiento del cerebro, siempre que los bebés lactantes reciban alguna forma de suplementos de hierro a partir de alrededor de los seis meses de edad. La deficiencia de hierro ha estado claramente vinculada con déficits cognitivos en niños pequeños. El hierro es crucial para mantener un número adecuado de glóbulos rojos portadores de oxígeno, que a su vez es necesario para impulsar el crecimiento del cerebro.


Debido al rápido ritmo de la mielinación en las primeras etapas de la vida, los niños necesitan un alto nivel de grasa en su alimentación – un 50 por ciento del total de calorías que reciben – hasta aproximadamente los dos años de edad. Los bebés deberían recibir la mayor parte de esta grasa de la leche materna o fórmula en el primer año de vida; y la leche materna sigue siendo una excelente fuente de nutrición líquida hasta los años en que el niño comienza a caminar. Sin embargo, se puede introducir la leche entera de vaca después del primer año y proporciona una excelente fuente de grasa y proteína para niños pequeños en el segundo año. Después de los dos años de edad, los niños deberían comenzar la transición a un nivel de grasa alimentaria más sano para el corazón (no más de 30 por ciento del total de calorías), incluida la leche de vaca de menor contenido de grasas (1% o 2%).


Cómo nutrir el cerebro de los bebés


UNICEF invoca a las empresas y los gobiernos de los diferentes países para que se involucren de lleno en esta primera etapa de la infancia de los niños, apoyando a sus familias para que puedan dotarles de amor, cuidados, educación y nutrición.


Según UNICEF el cerebro es lo más importante que tienen los niños, pero no se le está cuidando de la misma manera en que se cuida sus cuerpos, especialmente en la primera infancia, cuando la ciencia demuestra que los cerebros de los niños y su futuro se están perfilando rápidamente. Por tanto, y partiendo de esta premisa :


¿cómo pueden los padres cuidar el cerebro de sus hijos?



* La importancia del contacto físico. Tocar a nuestros hijos, abrazarles y criarles con cariño y respeto, generará oxitocina que les ayudará a crecer tranquilos, relajados, confiados y sintiéndose amados.


Esto provocará un mayor deseo de explorar su mundo, aprender, disfrutar y relacionarse mejor con su entorno, además de dotarles de herramientas que les permitan hacer frente a diferentes situaciones y retos de la vida, algo que repercutirá positivamente en su etapa adulta.


* Hablarles y sonreírles ya que, según las investigaciones, este tipo de interacción con las figuras de apego a edades tempranas nutren al bebé y estimulan su desarrollo emocional, tan importante para la sociedad en la que vivimos.


* Pasar el mayor tiempo posible con ellos. Durante los primeros años de vida, los niños entablan las primeras relaciones con su círculo familiar más cercano, siendo la relación más intensa emocional y físicamente hablando la que se crea con sus padres y, sobretodo, con su madre.


Este vínculo de apego provoca en el niño una serie de sentimientos que hacen que crezca sabiéndose importante para alguien y, por tanto, favoreciendo su seguridad y autoestima.


* No dejarles llorar. El cerebro y el estrés no son buenos compañeros. Cuando el niño percibe una amenaza – del tipo que sea – generará cortisol, una hormona que se mantendrá en niveles elevados si la amenaza persiste, es decir, si el entorno o el tipo de crianza no es el adecuado.


Crecer en un entorno de estrés y amenazas provocará niños temerosos, desconfiados y asustadizos, que tienen menos seguridad en sí mismos y que arrastrarán ese estado de alerta durante toda su etapa adulta.


Por ello, los expertos inciden en la importancia de atender el llanto del bebé o los estados de angustia o estrés que pueda manifestar el niño pequeño. Calmarle, consolarle y ayudarle a entender sus emociones desde el acompañamiento y la confianza son claves para su correcto desarrollo emocional.


* La importancia del juego. Jugar no sólo es un derecho del niño, sino que a través del juego libre aprenderá a conocer y a interactuar con el mundo que le rodea, perfeccionará su psicomotricidad y lenguaje y, en definitiva, repercutirá positivamente en su desarrollo cognitivo, social y educativo.


* Una correcta alimentación. De todos es sabido que "somos lo que comemos" por tanto, es fundamental que para que el niño crezca fuerte, sano y pueda desarrollarse correctamente, su alimentación sea la adecuada.


Sólo 15 países en el mundo cuidan la primera infancia del niño


Con el informe "La primera infancia cuenta", UNICEF quiere alertar de la situación que viven alrededor de 85 millones de niños menores de 5 años en todo el mundo, cuyos países no ofrecen a sus familias ni educación preescolar gratuita, ni permisos de lactancia para sus madres, ni permisos parentales justos y remunerados que puedan repercutir positivamente en sus primeros años de vida.


El informe destaca que Cuba, Francia, Portugal, Rusia y Suecia figuran entre los países que garantizan mayores medidas a las familias para cuidar de sus hijos, mientras que el 40% de los 85 millones de niños afectados se encuentran en Bangladesh y Estados Unidos.


Por eso, UNICEF hace un llamado a los gobiernos y empresas para que inviertan más en políticas que brinden a los papás, y a todas las madres, el tiempo y apoyo que necesitan para cuidar a sus bebés. Los primeros 1.000 días tienen un efecto considerable en el futuro de un niño. Tenemos una sola posibilidad de hacer bien las cosas.





En los primeros 1.000 días, el cerebro de los bebés forma nuevas conexiones a un ritmo que no se repite de nuevo.

Con cada abrazo y cada beso, con cada alimento nutritivo y con cada juego, ayudas a desarrollar el cerebro de tu bebé. 

La primera infancia importa y cada momento cuenta 


Français : Développement de la petite enfance


Ver :

El cerebro del niño pequeño

Crecimiento cerebral de los bebés en los primeros tres meses

Desarrollo cerebral del feto

Actividad cerebral del feto

Plasticidad neuronal en el niño

Desarrollo cerebral en la primera infancia

Inteligencia emocional en el niño

La leche materna nutre el cerebro del bebé

El ejercicio durante el embarazo favorece el desarrollo cerebral del bebé 

La oxitocina protege el cerebro del neonato

Efectos del consumo de drogas durante el embarazo

La malnutrición afecta el desarrollo neurológico e intelectual de los niños

El maltrato infantil causa daño permanente en las estructuras del cerebro

El estrés prenatal materno afecta al bebé

Ansiedad y estrés en la niñez

Nuevas técnicas de detección del daño cerebral en recién nacidos


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