mayo 31, 2023

Neurociencia del Placer




El neurocientífico de Oxford Morten Kringelbach presentó su investigación en julio 2021, realizada con el fin de investigar lo que sucede en el cerebro cuando se experimenta uno de los constituyentes más apreciados del bienestar: el placer.

El placer opera en un ciclo de tres etapas: deseo, gusto y aprendizaje. Pero las conclusiones indican que una buena vida implica involucrarse en actividades significativas.

Para descubrir por qué el sistema cerebral tiene que pasar por este ciclo de cambios de manera ordenada significó ir directamente a la fuente: el cerebro. Durante dos décadas, el científico ha invitado a los participantes a escáneres de imágenes cerebrales para investigar lo que sucede en el cerebro. Por ahora, ha estudiado la neuroanatomía de la mayoría de los placeres: alimentos, drogas, música, mirar bebés lindos, incluso el sexo, a pesar de los desafíos obvios.

Resulta que hay mucho que podemos aprender sobre la condición humana estudiando el placer en el cerebro. Por ejemplo, los neurocientíficos pueden crear esquemas, o modelos cerebrales, de la actividad neuronal subyacente de diferentes regiones cerebrales en varios estados, a medida que miles de millones de neuronas y células gliales se comunican entre sí.

Estas percepciones, a su vez, se pueden aplicar en el tratamiento de condiciones que afectan el funcionamiento del circuito de placer, incluidos los trastornos neurosiquiátricos y las adicciones. En última instancia, desentrañar los mecanismos cerebrales involucrados en la experiencia del placer, la felicidad y varios estados significativos podría señalar lo que realmente significa disfrutar, y ayudar a las personas a experimentar más de ello. Esta búsqueda ha sido la motivación principal de su investigación. En sus propias palabras, esto es lo que nos revela sobre la neuroanatomía del placer.

No solo sensación

El placer es una forma de experimentar el mundo sensorial. Al ver, oír, oler o saborear algo que se considera como placentero, la información pasa a través de las cortezas sensoriales del cerebro. Pero ahí no es donde está codificado el placer. Gracias a la participación de varias regiones cerebrales, es algo que se añade más adelante como un brillo hedónico.

Así, el placer no es simplemente una sensación o un pensamiento. El placer consiste en ciclos de deseo, gusto y aprendizaje. Una buena vida depende de un sistema cerebral que pueda pasar por este ciclo de cambios de manera ordenada.


¿Qué sucede en el cerebro al experimentar placer?

Para el bebedor de café, el ciclo del placer comienza incluso antes de que ingiera su primer sorbo. Comienza con la expectativa y la anticipación del evento. Ninguna información – por ejemplo, vista, olfato, gusto – ha entrado hasta ahora a través de los órganos sensoriales. Sin embargo, se detecta que el café está ahí afuera, y basado en las experiencias anteriores, se tiene un deseo.

En esta etapa, una gran parte del cerebro se dedica a tratar de encontrar maneras de llegar al objetivo. Es como si el cerebro dijera que hay algo importante en el entorno que necesita atención. A medida que pasa el tiempo, el sujeto se sentirá cada vez más motivado para atenderlo, hasta que finalmente se levanta y se haga un café. Una vez que las experiencias sensoriales de ver, oler y saborear se activan, los puntos calientes hedónicos en el cerebro también lo hacen y el placer se intensifica. Se inicia la etapa del gusto.

A medida que se bebe el café, las expectativas se actualizan constantemente. La etapa de aprendizaje incluye cumplir las expectativas. Cuando algo sale mal y lo que se espera no se cumple – por ejemplo, cuando el café sabe mal –, eso es un obstáculo para el placer. Si la red funciona sin problemas, después de un tiempo se saciará. El cerebro aprenderá de la experiencia actualizando las asociaciones y haciendo predicciones futuras. Entonces el ciclo se detendrá y se pasará a otras cosas.

Si el placer funciona mal


En lugar de pasar por el circuito de desear-gustar-aprender donde las cosas naturalmente se reducen y uno puede seguir adelante con su día, las personas adictas están atrapadas en un bucle de repetición. Por ejemplo, pueden experimentar una motivación extrema – desear – sin la recompensa – gustar – y seguir volviendo al deseo, porque no parece ser suficiente para permitirles proceder a la etapa de disfrute y saciedad.

Anhedonia

Es la incapacidad para experimentar placer, la pérdida de interés o satisfacción en casi todas las actividades de la vida con las que antes se solía disfrutar, desde el hecho de comer, escuchar música o practicar deporte hasta las relaciones sociales como quedar con amigos y familiares, charlar, pasear o ir al cine, una fiesta o un concierto.

Esta condición es un síntoma clave de los trastornos neurosiquiátricos. Una persona deprimida, por ejemplo, todavía puede estar motivada para tomar café, pero cuando lo hace, puede que no sienta placer por ello. Esto puede empeorar las cosas, ya que puede sentir que debería estar experimentando alegría, pero no lo hace.


Intervención de las regiones cerebrales

La corteza orbito-frontal – la parte del cerebro detrás de los ojos – es un jugador principal en la sala de máquinas del placer. Otras regiones, incluidas las nucleus accumbens y pálido ventral, también son importantes. Si se eliminan algunas de estas regiones de los cerebros de ratas, ya no mostrarán la reacción de placer con sus bocas cuando se les administre agua dulce. Casi como un sistema de votación, todas estas regiones necesitan estar comprometidas entre sí para que el placer se perciba. Afortunadamente, el sistema está hecho de muchas partes, por lo que cuando una región funciona mal, las otras partes pueden trabajar juntas y compensar.


A medida que el ciclo de placer se inicia, las neuronas de estas regiones comienzan a “hablar” entre sí en formas de sincronización y desincronización. Las señales eléctricas se convierten en señales químicas en la unión sináptica, antes de convertirse en señales eléctricas de nuevo y seguir adelante.

Es un paisaje dinámico, con una miríada de rutas por las que viajan las señales. Lo que facilita este movimiento constante son los neurotransmisores en la unión sináptica. Hacen que sea más fácil o más difícil que las señales pasen a través de varias regiones. Por ejemplo, durante un orgasmo, debido a la liberación de neurotransmisores, de repente puede ser mucho más fácil para las señales viajar entre la corteza orbito-frontal y otras regiones que normalmente no pueden estar directamente vinculadas.

El cerebro es una máquina que está funcionando todo el tiempo. Hay muchas rutas que pueden encenderla. Algunas son hedónicas, que tienen que ver con el placer y el afecto positivo, como el café o el sexo. Otras son más eudaimónicas, que tienen que ver con significado, compromiso y auto-realización, como ser voluntario o expresar gratitud. Frecuentemente, las actividades eudaimónicas no se sienten placenteras en el momento. De hecho, incluso pueden sentirse difíciles. Es solo después, en retrospectiva y cuando se interpreta la experiencia como significativa, que se puede deducir placer de ellas.


El dolor y el placer

Uno de los descubrimientos neurocientíficos más fascinantes es el estrecho vínculo entre el dolor y el placer. Se considera el ejemplo del dolor fantasma de las extremidades, que es reportado inicialmente por alrededor del 80% de las personas que tuvieron amputaciones. Con el tiempo, entre el 10-25% de los pacientes, el dolor fantasma de las extremidades puede provocar dolor crónico, que es muy difícil de tratar.

Cuando los neurocirujanos toman electrodos y realizan estimulación cerebral profunda en estos pacientes con 20 Hz – la región objetivo recibe 20 pulsos eléctricos por segundo –, los pacientes reportan un alivio casi instantáneo. Pero cuando se estimulan las mismas regiones con 50 o 100 Hz, el dolor empeora. Es la misma red la que provoca el alivio – placer – y dolor insoportable, y la que se activa con la intensa incomodidad durante una maratón se convierte repentinamente en el impulso para un corredor.

Más que acumular placeres



Es un mito que los hedonistas sean más felices que otras personas. Aquellos que se encuentran en una persecución interminable de placer por el placer mismo a menudo son infelices, advierte Sendaia Laiol, neurocientífica abocada a la investigación del placer en la Universidad de California. Tener un sentido  y un objetivo general es esencial para que las personas florezcan. El sentido puede derivarse de relaciones, de poner esfuerzo en varias actividades, e incluso de superar dificultades. La afinidad neurobiológica entre el dolor y el placer en nuestros cerebros puede ser paralela al vínculo conmovedor entre el sufrimiento y el florecimiento en nuestras vidas, indica la especialista.

La dopamina es parte de la danza del placer. Es lo que motivará a levantarse y tomar el café en el que se sigue pensando. Pero la dopamina no es lo que da la recompensa cuando se bebe el café, son los opioides. El placer no se trata tanto de la dopamina y los opioides en sí, sino de cómo el cerebro se comunica entre varias regiones. Los neurotransmisores cambian el cableado de las regiones y cómo se relacionan entre sí.

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El cerebro busca el placer



Investigadores del Instituto Zuckerman de la Universidad de Columbia, la Universidad de California en Berkeley y el Centro Champalimaud para lo Desconocido, en Portugal, en un estudio publicado en Science de marzo 2018, han observado en ratones cómo el cerebro aprende a repetir patrones de actividad neuronal que provocan la importante sensación de sentirse bien.

Esta investigación ofrece información clave sobre cómo se forma y refina la actividad cerebral a medida que los animales aprenden a repetir comportamientos que evocan una sensación de placer.

Los hallazgos también apuntan a nuevas estrategias para detectar trastornos caracterizados por comportamientos repetitivos anormales, como la adicción y el trastorno obsesivo compulsivo (TOC).


Los resultados revelan que el cerebro aprende qué patrones de actividad conducen a sensaciones de sentirse bien y se reestructura para reproducir de manera más eficiente esos patrones.

Este descubrimiento puede ayudar a explicar cómo aprendemos por repetición, y también puede aportar información a la hora de estudiar trastornos como la adicción y el TOC, en el que se desbarata el circuito de retroalimentación que vincula una acción a una recompensa.

Normalmente, hacer algo agradable provoca que las neuronas liberen una sustancia química llamada dopamina. Este lanzamiento provoca esa sensación de sentirse bien, evoca el deseo de repetir una acción una y otra vez. Un buen ejemplo de esto son los videojuegos.

Cuando se mueve el control del juego exactamente de la manera correcta para obtener esa puntuación alta, el cerebro recuerda cómo ejecutó esa acción: qué neuronas se encienden y en qué patrón, para que el cerebro pueda recrear ese mismo movimiento al jugar la próxima vez. Después de repetidos intentos, el cerebro mejora al recrear ese patrón de actividad neuronal y se mejora en el juego.

Para el equipo, este hecho supuso la pregunta: ¿se podría entrenar al cerebro para aprender el patrón correcto de actividad neuronal normalmente involucrado en experimentar algo agradable, y luego reproducir ese patrón a voluntad para desencadenar una liberación de dopamina?

Implicaciones para la adicción y el trastorno obsesivo compulsivo

En una serie de experimentos en ratones, los científicos desarrollaron un programa de computadora que conectaba la actividad neuronal en el cerebro de los animales con notas musicales, de modo que cuando un grupo de neuronas se encendía, se reproducía una nota musical correspondiente. Diferentes patrones de actividad neuronal produjeron distintas combinaciones de notas. Y cuando los patrones de actividad neuronal activaron la disposición correcta de las notas musicales, los científicos liberaron manualmente la dopamina en los cerebros de los animales.

Los animales aprendieron rápidamente qué arreglo musical, cuando se tocaba, causaba una liberación de dopamina y una sensación de sentirse bien. Sus cerebros luego comenzaron a re-conectarse para escuchar esa canción más a menudo, lo que desencadena el golpe de placer de la dopamina. En esencia, los ratones aprendieron a repetir el mismo patrón de actividad cerebral que se había evocado anteriormente al escuchar esas notas musicales.

Los investigadores observaron que estos hallazgos son un ejemplo sorprendente de la Ley de Thorndike: un principio de psicología que establece que las acciones que conducen al refuerzo positivo se repiten con mayor frecuencia. Sin embargo, estos descubrimientos probablemente representan la primera vez que se ha observado este principio directamente en el cerebro. Hasta ahora, los mecanismos cerebrales que guían este tipo de aprendizaje no se habían medido directamente.

Esta investigación también tiene implicaciones importantes para la adicción y el TOC. Si los patrones de actividad neuronal del cerebro están a toda máquina, como suele ser el caso para las personas con adicción o TOC, los investigadores se preguntan si podrían crear un programa de computadora que pueda ayudar a entrenar a sus cerebros y reducir esta actividad. Lo están explorando activamente.


Estudio sobre la actuación de la experiencia religiosa en el cerebro

Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Utah, en un estudio publicado en la revista Social Neuroscience de noviembre 2016, han comprobado que las zonas cerebrales asociadas con gratificaciones, como el núcleo accumbens, actúan cuando una persona siente un acercamiento a Dios.

Este estudio es la primera iniciativa del Religious Brain Project, un proyecto orientado a entender cómo funciona el cerebro en personas con creencias religiosas o espirituales profundas.

Al igual que el amor, el sexo, el juego, las drogas y la música encienden el circuito de recompensa del cerebro, las experiencias religiosas también lo pueden activar. El circuito de recompensa es un grupo de estructuras neuronales de nuestro cerebro, relacionado con el deseo, el placer y el refuerzo positivo.

Los investigadores explican que en los últimos años las tecnologías de imagen cerebral han avanzado de tal forma que se pueden acercar a interrogantes que existen desde hace milenios.

En concreto, se propusieron determinar qué redes neuronales intervienen en la representación de los sentimientos espirituales, y para ello eligieron a un grupo de devotos mormones a los que se sometió a una serie de estímulos religiosos.

Cada sujeto había sido entrenado entre 1,5 y 2 años para poder identificar su ‘sentimiento del Espíritu’ en sí mismo y enseñar esto a otros. En la práctica y la teología mormonas, esos sentimientos tienen gran importancia, ya que son el medio primario para comunicarse con Dios, una parte fundamental en la toma de decisiones vitales y un refuerzo para su fe.

Se seleccionó un total de 19 sujetos – siete mujeres y 12 hombres –, cuyo cerebro fue monitorizado mientras realizaban diversas tareas, como visualizar videos sobre su iglesia, escuchar las citas de diversos líderes religiosos, rezar, leer pasajes bíblicos o recibir otros estímulos audiovisuales.

Durante las pruebas, los participantes eran interrogados para ver si ‘sentían el espíritu’. Podían responder a través de una escala que iba desde ‘no sentirlo’ hasta ‘sentirlo fuertemente’, e incluso tenían un botón para marcar cuando sentían un pico de intensidad espiritual.

Un pico de intensidad espiritual

Diversas áreas del cerebro, 
activas durante la experiencia 
religiosa de los participantes
El pico de intensidad, acompañado de un mayor ritmo cardíaco y respiratorio, ocurría entre uno y tres segundos antes de apretar el botón y este patrón se repetía para las diversas tareas.

Basándose en las exploraciones, los científicos descubrieron que los sentimientos espirituales intensos se asocian con la activación del núcleo accumbens. Conformado por un grupo de neuronas y componente del denominado estriado ventral, dicho núcleo forma parte del cuerpo estriado y es fundamental para el sistema de recompensa.

Aparte de las redes neuronales ligadas al sistema de recompensa, también se descubrió que los sentimientos espirituales se asocian a la corteza prefrontal media – una zona cerebral que se activa por acciones relacionadas con valoraciones, juicios y razonamiento moral – y otras regiones del cerebro asociadas a la atención focalizada.


La experiencia religiosa es quizá la parte que más influye sobre cómo la gente toma decisiones que nos afectan a todos, para bien y para mal. Entender lo que sucede en el cerebro para contribuir a estas decisiones es realmente importante, aunque todavía no se sabe si los creyentes de otras religiones responderían de la misma manera.

Investigaciones realizadas por otros expertos muestran que el cerebro responde de manera diferente ante prácticas contemplativas y de meditación, características de algunas religiones orientales, pero hasta ahora se tenía pocos conocimientos neurocientíficos sobre la espiritualidad en Occidente.

Hay diferencias y similitudes entre estos resultados y los estudios sobre meditación, pero en ambos casos muestran el papel que tienen las regiones cerebrales asociadas con la atención, aunque la activación del sistema de recompensa es mucho más importante en este estudio.

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Neurotransmisores protagonistas del placer


Somos cuerpo, mente y espíritu. Es por eso que para cuidar la salud de manera integral y conservar una buena calidad de vida, no solo debemos prestar atención a nuestro bienestar físico, sino también a nuestro componente emocional.

El cerebro humano tiene la capacidad de producir cuatro sustancias naturales relacionadas con la felicidad, el placer, la relajación y el alivio del dolor físico y emocional.

Endorfinas

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Constituyen un tipo de neurotransmisor que se producen principalmente en el hipotálamo y la glándula pituitaria.

* Son un potente estimulante natural que no tiene efectos secundarios y que posee la capacidad de cambiar nuestro estado de ánimo.

* Actúan como analgésicos y activan los centros de placer, creando situaciones satisfactorias que contribuyen a eliminar el malestar.

¿Cómo se estimula su producción?

Básicamente, todas las actividades que nos resultan placenteras las convocan: reír, cumplir con objetivos, realizar rutinas de ejercicio, relajarse, escuchar música, bailar, leer por gusto y meditar. Estas actividades facilitan la memoria y la atención, y provocan cambios positivos en nuestra actitud.

La risa tiene una notoria influencia sobre la química del cerebro y por eso es la mejor fuente de endorfinas. Numerosos estudios demostraron que reírse disminuye el dolor físico y fortalece el sistema inmunitario.

Las caricias, los besos y los abrazos también estimulan la descarga de endorfinas.

Serotonina

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 Es un neurotransmisor cerebral que además actúa regulando la función gastrointestinal. Casi el 90% presente en nuestro cuerpo se produce en el intestino, pero también se puede encontrar en las plaquetas y en el cerebro.

* Controla las emociones y las funciones cognitivas.

* Es conocida como la hormona del bienestar, ya que genera sensaciones de relajación y satisfacción, y aumenta la concentración y la autoestima.

* En el sistema digestivo, favorece la sensación de satisfacción después de haber comido y, en el cerebro, influye en el estado de ánimo. También ayuda a disfrutar de un sueño reparador y pone en marcha el reloj interno del cuerpo.

¿Cómo se estimula su producción?

Para producirla, es necesario contar con triptófano, un aminoácido fundamental en la nutrición que se encuentra en los siguientes alimentos: huevos, pastas, arroz, lácteos, cereales, pollo, pavo y leguminosas, entre otros.

Además, podemos aumentar la cantidad de serotonina del cerebro realizando ejercicio físico y buscando lugares con sol y mucha luz.

Si el organismo no la produce en cantidad suficiente, se podría experimentar una sensación de desánimo e insomnio.

Por otra parte, un exceso de serotonina puede resultar peligroso. Algunas drogas ilegales hacen que el cerebro descargue de una sola vez en la sinapsis toda su reserva de serotonina, lo que puede ocasionar paranoia, deteriorar el juicio e impactar negativamente la memoria.

Dopamina

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 Es otro de los neurotransmisores que está presente en diversas áreas del cerebro y que es especialmente importante para la función motora del organismo.

* Inunda la sinapsis entre neuronas cuando sucede algo gratificante; es responsable de ese torrente de alegría cuando se alcanza un objetivo o una tarea resulta exitosa. La dopamina anima al cerebro y produce sensaciones placenteras.

* Tiene muchos aspectos positivos, como favorecer el estado de alerta o ayudar al páncreas a liberar la cantidad adecuada de insulina después de comer.

* Por otra parte, la dopamina coordina el cerebro y el cuerpo para producir movimientos voluntarios. Algunas actividades como escribir tu nombre, y conducir un auto son posibles gracias a ella.

¿Cómo se estimula su producción?

Este químico se dispara tanto cuando uno da el primer paso rumbo a un objetivo como cuando lo cumple.

La mejor forma de elevar la dopamina, por ende, es establecerse objetivos a corto plazo o dividir en pequeñas metas aquellos objetivos que son a más largo plazo, y celebrar cuando uno los cumple.

La deficiencia de esta sustancia química se encuentra relacionada con la enfermedad de Parkinson.

Para estimular la secreción de este neurotransmisor e incrementar sus niveles, es necesario consumir alimentos ricos en tirosina: chocolate, sandía, almendras, carne, té verde, lácteos, arándanos, soja.

Oxitocina

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 Se produce en el hipotálamo cerebral, se almacena en la neurohipófisis y se libera al torrente sanguíneo para alcanzar varios órganos donde ejerce sus funciones.

* Desencadena y sostiene las contracciones en el parto y dilata el cuello uterino. Desempeña un papel fundamental en la lactancia al generar el vínculo materno-infantil, nuestra primera experiencia de amor puro y confianza plena.

* Aumenta la empatía y la confianza, regula la frecuencia cardíaca, disminuye la presión arterial, el estrés y la predisposición a adicciones (alimentos, drogas, alcohol, juego, etc.).

¿Cómo se estimula su producción?

La oxitocina, conocida como la “hormona del amor”, se libera ante momentos placenteros de la vida, como cuando disfrutamos de una reunión con amigos, y ante simples contactos físicos (masajes, abrazos) que establecen lazos de apego.

Consejos para mantener los niveles de oxitocina

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 Mantener la sexualidad activa en la pareja.
* Abrazar a nuestros seres queridos.
* Reír a diario.
* Realizarse masajes.
* Disfrutar momentos de ocio y de desconexión.
* Eliminar de tu vida relaciones tóxicas.
* Generar menos vínculos, pero más profundos y duraderos.


Relación entre el placer y el cerebro

El hedonismo en el cerebro

Varias partes del cerebro intervienen en la sensación de placer que experimentamos. Entre las más relacionadas con el placer son la corteza prefrontal, la orbito-frontal, la insular y la cinglada, y como regiones subcorticales, entre otras, el núcleo accumbens, el núcleo pálido central y la amígdala.


Hace tiempo que sabemos que en cualquier circunstancia que implique placer – sea natural – como al ingerir una comida apetitosa, – o de manera artificial – como cuando se estimula eléctricamente el cerebro o se consume una droga adictiva, se libera el neurotransmisor dopamina. Por ello, durante algún tiempo, fue considerada el neurotransmisor o sustancia química de la recompensa y el placer en el cerebro.

Sin embargo, según nuevos estudios eso no es cierto. Lo que ahora se sabe es que la dopamina liberada en el sistema meso-límbico dopaminérgico incrementa los componentes motivacionales del refuerzo, su valor incentivo, y produce deseo sin causar gusto ni tener un verdadero impacto hedónico. Es decir: la dopamina, más que causar directamente placer, lo que hace es aumentar nuestro deseo de sentirlo.

Sustancias químicas activan las regiones que hacen posible el placer



Se trata de las encefalinas y las endorfinas, también denominadas opiáceos endógenos. Son sustancias producidas y ubicuas en gran parte del cerebro. Su función natural es generar placer, del mismo modo que lo hacen la morfina y otras sustancias derivadas del opio cuando son consumidas. Es decir, las encefalinas y las endorfinas facilitan la activación de las estructuras cerebrales generadoras de las percepciones placenteras.

Se ha comprobado que su estimulación artificial mediante la inyección de sustancias que reproducen sus efectos, los llamados agonistas opiáceos, en regiones específicas del cerebro, como el núcleo accumbens, incrementan, y llegan incluso a doblar, el impacto hedónico que sentimos al consumir el dulce de la sacarosa, medido por las reacciones ante su consumo. Así el placer se asimila al hedonismo, la palabra griega para placer que, a su vez, deriva de la usada para dulce.

Usar el placer para potenciar nuestro cerebro

Los humanos somos buscadores permanentes del placer. Al igual que otras especies animales, podemos conseguirlo de muchas maneras: bebiendo, comiendo, descansando, calentando o enfriando nuestro cuerpo, con masajes y caricias, aliviando cualquier dolor o malestar somático y satisfaciendo motivaciones sexuales.

Pero, a diferencia de otras especies, podemos obtenerlo también de modo cognitivo, es decir, mental e intelectualmente. El desarrollo de la corteza cerebral humana nos permite disfrutar del amor y la compañía de nuestros familiares y amigos; de creaciones y descubrimientos artísticos, literarios o científicos; del éxito en nuestras relaciones sociales; de logros en el trabajo o la economía; de competiciones deportivas, de las actividades divertidas y de los juegos en general.

Todo eso puede producir también mucho placer. Pero ahí no acaba todo. Los humanos podemos disfrutar en el presente incluso imaginando lo bueno que puede ocurrir en el futuro.

Disfrutando con la mente

La capacidad del cerebro y la mente humana para imaginar las consecuencias positivas de nuestro comportamiento nos permite asimismo gozar activamente del ahora y por esa razón también podemos disfrutar avanzadamente en el presente de lo bueno que puede ocurrir en el futuro.

Eso es lo que hace que también podamos sentir placer imaginando lo bien que nos sentiremos cuando estemos de vacaciones en una playa, cuando hayamos conseguido el puesto de trabajo al que aspiramos, si nos tocara un gran premio con la lotería o imaginando una fuente de agua fresca cuando estamos sedientos.

La activación natural de los sistemas cerebrales de motivación y placer forma parte de la regulación homeostática del organismo. Disfrutar y sentir el placer de comer cuando las exigencias energéticas del cuerpo lo requieren es algo necesario y biológicamente establecido.

Muchos placeres incentivos, como los de naturaleza intelectual, pueden tener también un papel beneficioso para el bienestar somático y mental de las personas, pues disminuyen el estrés y están en el origen de las motivaciones que nos impulsan a comportarnos de un modo conveniente para no dañar nuestro organismo.

Y eso es un problema para quienes, por herencia, enfermedad o envejecimiento, tienen menos capacidad de sentir placer. Necesitamos sentir placer para encontrarnos bien y alcanzar bienestar. Su influencia es asimismo muy importante para que el organismo se adapte al medio en el control de la conducta motivada, la toma de decisiones, el aprendizaje y la memoria.

Lo que ocurre es que las decisiones que tomamos a diario con frecuencia no son siempre, aunque lo parezca, un ejercicio de pura racionalidad. En la mayoría de ellas, sin que apenas lo notemos, hay una importante influencia emocional no exenta de sensaciones placenteras.

Usar el placer para tomar mejores decisiones

Pensemos, por ejemplo, en la anticipación mental de la emoción y el placer de llegar a sentirse más delgado o de tener mejor aspecto y forma física. Esta anticipación de placer puede influir en la decisión de restringir el consumo de calorías. No menos cierta es la influencia que puede tener en la decisión de ahorrar la sensación anticipada de placer que produce disfrutar de un nuevo automóvil o de unas vacaciones en un lugar soñado.

Como vemos con estos ejemplos y en otros posibles, el placer guía nuestras decisiones cotidianas. Y lo hace mucho más de lo que pensamos.

La experiencia común nos dice que tendemos a repetir aquellos comportamientos que tienen consecuencias positivas. Si nos gustó un determinado plato en un restaurante, lo volveremos a pedir en nuevas ocasiones.

La administración de estímulos placenteros tras aquellas conductas que queremos potenciar es un poderoso medio de conseguir modular o cambiar el comportamiento de las personas. Es lo que hace un padre cuando regala un balón o una computadora a su hijo tras sacar una buena nota en un examen.


Ningún estímulo logra tantos efectos sobre las neuronas como escuchar música

La música algo tan natural para la gente, es el resultado de complejos mecanismos neuronales que terminan por comprometer a casi todo el cerebro en producirla, escucharla, interpretarla y sentirla.

Estudios sugieren que la influencia de la música sobre el cerebro humano surgió por la capacidad que tienen los ritmos y la sonoridad de involucrarse de manera íntima con áreas destinadas a las emociones, el lenguaje y el movimiento, al punto de que logra ponerlas a actuar simultáneamente.

La música es uno de los factores que produce más placer, condicionado por un circuito cerebral que gestiona respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales, medidos por dopamina, hormona ligada a las llamadas recompensas cerebrales.

El ritmo actúa sobre las cortezas frontal izquierda y parietal izquierda, y en el cerebelo derecho; el tono impactaría en la corteza prefrontal, el cerebelo y el lóbulo temporal; y la letra, en las áreas de Broca y de Wernicke (del lenguaje), los núcleos caudado y accumbens, y en el área prefrontal, todos ligados con las emociones.

Todo comienza en el oído al escuchar una canción, el estímulo se transmite por el tronco cerebral, llega a la corteza auditiva y, desde allí, se reparte a las áreas antes descritas y a las zonas de almacenamiento musical, porque la respuesta cerebral a los sonidos está condicionada por lo escuchado anteriormente. Es como si existiera una gran base de datos con todas las melodías recibidas y conocidas.

Ordena y sana

Los efectos de la música sobre diferentes áreas del cerebro de manera simultánea también han permitido que dichos estímulos sirvan para mejorar funciones deterioradas en el campo neuronal, a partir de procesos fisiológicos y emocionales.

Algunas imágenes cerebrales han demostrado que la activación múltiple de las regiones cerebrales favorece la plasticidad neuronal que puede compensar deficiencias después de algún daño. Por esta razón, la música es una buena ayuda en los procesos de rehabilitación, pues induce estados de ánimo positivos y favorece la génesis de movimientos.

Con el uso de la música de manera terapéutica, se han observado mejoras en personas con problemas de movimiento, dificultades de habla, demencias, etc.

Emociones, comunicación y atención

Es tranquilizante. Se ha demostrado que escuchar música actúa directamente sobre el hipotálamo y otros centros responsables de estimular las áreas de recompensa y de placer a nivel del cerebro, y que, también, eleva la producción de óxido nítrico que abre los vasos sanguíneos y mejora la circulación cerebral, además de liberar serotonina y reducir los niveles de cortisol. Todo esto tiene como resultado una disminución importante de la ansiedad y efectos relajantes casi inmediatos.

Es una tristeza que consuela. La música triste produce una sensación agradable y de disfrute en algunas personas porque, diversos estudios han demostrado que, al escucharla, el cerebro libera prolactina, una hormona que en realidad produce sentimientos de alivio y desahogo.

Comunicación. Ya se constató que la música es capaz de producir reacciones similares en grupos de personas que se encuentran en las mismas condiciones, lo que permite conexiones emocionales entre ellas, por esta razón la gente baila, asiste a conciertos o realiza ejercicios sincronizados. Además de que es un elemento de fusión convergente para la defensa y el ataque. Por lo anterior, se habla de tambores de guerra o de música marcial, utilizadas por los ejércitos. Con base en esto se dice que la música es un lenguaje universal.

Planificación de movimientos. Se ha demostrado que el cerebro, de manera natural, hace que la música active los centros de movimiento para producir acciones rítmicas traducidas en baile o desplazamientos armónicos de algunas partes del cuerpo, aun estando aparentemente quietos: la cabeza, las manos o un zapateo.



Siglos después de que los más grandes filósofos del mundo reflexionaran sobre los secretos de una buena vida, la ciencia moderna ha hecho enormes avances interdisciplinarios en la comprensión del florecimiento humano.

El placer es un sentimiento agradable, positivo, cuyo rango comprende desde el bienestar – como la satisfacción de una necesidad básica: hambre, sed – hasta sensaciones eufóricas de realización individual o júbilo, dependiendo de su razón de ser, su intensidad y su duración en el tiempo.




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mayo 01, 2023

¿Existe Relación entre Contaminación y Demencia? ¿Y Alzheimer?




La contaminación del aire es responsable de alrededor de 7 millones de muertes en promedio por año, según un estudio de la OMS. Los gases de escape relacionados con el tráfico rodado son la principal causa de las emisiones de partículas finas y ultra finas.

El impacto de la contaminación del aire en la salud es mayor en los niños, cuyo sistema nervioso aún está en desarrollo y, por lo tanto, más sensible y vulnerable al aire viciado que el de los adultos.

Nuestro cerebro está más expuesto a la contaminación

Conocemos el vínculo entre la contaminación y las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, pero lo que menos sabemos es que también afecta al cerebro. El cerebro es un órgano clave, debemos cuidarlo a lo largo de nuestra vida y no solo cuando empezamos a perder la memoria. Principalmente porque la esperanza de vida está aumentando y, por lo tanto, está expuesto por más tiempo a muchos contaminantes.

Los residentes de zonas con intenso tráfico rodado tienen un riesgo adicional del 40% de declarar demencia tipo Alzheimer. Según cualquier hipótesis, la contaminación podría provocar una reacción inflamatoria. Los investigadores, de hecho, han encontrado rastros de inflamación en el hipocampo de ratones sometidos a aire contaminado que también presentaban problemas de memoria y signos de ansiedad y depresión. Las partículas finas también podrían acelerar el envejecimiento del cerebro al reducir su materia blanca.



Otros contaminantes atacan nuestra materia gris. Este es el caso de las sustancias químicas, algunas de las cuales pueden ser muy tóxicas para el cerebro. En 2009, el Instituto Nacional de Salud e Investigaciones Médicas (Inserm) reconoció que la exposición a pesticidas duplica el riesgo de enfermedad de Parkinson entre los agricultores. La enfermedad está ahora en la lista de enfermedades profesionales. Pero si hoy en día todo el mundo está en contacto con los contaminantes, empezando por el aire interior de los hogares, los más vulnerables son los niños por su cerebro en desarrollo. Nuestro cerebro solo tiene una oportunidad para desarrollarse. Es probable que el daño al cerebro de un feto o de un niño sea irreversible.



Partículas finas: PM2.5


El PM2.5, también conocido como hollín, está formado por partículas en suspensión de tamaño microscópico procedentes de sustancias químicas, tubos de escape de los vehículos, polvo y otros agentes contaminantes.

Los efectos adversos para la salud de los contaminantes del aire, incluso a niveles bajos de exposición, están bien documentados. Investigaciones recientes han sugerido en particular que, además de aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y pulmonares, la contaminación del aire podría acelerar el deterioro cognitivo, uno de los síntomas de alerta de una patología neurodegenerativa como la enfermedad de Alzheimer y otras demencias.

Un estudio del Inserm señaló que los niños que tenían los niveles más altos de piretroides – un producto contra los piojos y los mosquitos – tenían más dificultades en la comprensión verbal y la memoria de trabajo que los que tenían menos. Otros trabajos muestran que sustancias, ahora prohibidas pero muy persistentes en el medio ambiente, como los PCB (utilizados en equipos eléctricos) y que se encuentran en la cadena alimentaria, en particular a través del pescado, pueden provocar una pérdida de memoria a partir de los 4 años y dificultad de concentración a los 11 años cuando se detectan en gran cantidad en el cordón umbilical y, en menor medida, en la leche materna. Además, estas exposiciones prenatales a muchos disruptores endocrinos podrían estar involucradas en enfermedades neuroconductuales: trastornos de atención con o sin hiperactividad (TDAH) y espectro autista.

Desde hace varios años, la contaminación atmosférica se reconoce como un factor de riesgo “modificable” de demencia, es decir, sobre el que se puede actuar mediante cambios en la normativa que regula los niveles de contaminación tolerados.

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El riesgo de demencia aumenta con la exposición a partículas finas



Según investigadores de la Universidad de Western Ontario en Canadá en un estudio, publicado en la revista Neurology de octubre 2022, las personas más expuestas a las partículas finas de la contaminación del aire tendrían más riesgo de desarrollar demencia que las menos expuestas.

Respirar aire viciado por contaminantes no solo afecta la capacidad respiratoria o la buena función cardiovascular. Esto, además, sería directamente perjudicial para la salud de nuestro cerebro al favorecer el riesgo de deterioro cognitivo (demencia, enfermedad de Alzheimer, etc.).

Los investigadores se basaron en un meta-análisis que recopilaba los 17 estudios disponibles sobre el vínculo entre la demencia y la contaminación del aire. Se examinó un total de 91 millones de personas, todas con una edad mínima de 40 años, y 5,5 millones de ellas, o el 6%, desarrollaron demencia durante los años de seguimiento. Tras ajustar los datos de los participantes en función de factores externos (edad, tabaquismo, educación, etc.), los científicos compararon los niveles de exposición de cada uno a partículas finas: las PM2.5, partículas de menos de 2,5 micras de diámetro cuando suspendidas en el aire, son capaces de penetrar profundamente en los pulmones y la circulación sanguínea.

Resultado. Las personas que no desarrollaron demencia también fueron las que estuvieron menos expuestas a los contaminantes del aire, por ejemplo, por vivir lejos de las zonas de tráfico rodado, principal causante de las emisiones de partículas finas. En detalle, el estudio revela que el riesgo de demencia aumenta un 3% por cada microgramo por metro cúbico de exposición a PM2.5, sabiendo que las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) fijan un umbral seguro anual de 5 µg/m3 (frente a los 12 µg/m3 de las autoridades estadounidenses).


El 90% de la población está sobreexpuesta a la contaminación del aire. Según los científicos, aunque el meta-análisis no prueba que la contaminación del aire provoque demencia, sí muestra una asociación. Al comprender el riesgo de demencia por la exposición a la contaminación del aire, las personas pueden tomar medidas para reducir su exposición, como usar energía sostenible, elegir vivir en áreas menos contaminadas y abogar por una reducción de la contaminación vial en áreas residenciales.

Si bien un informe reciente de la OMS mostró que más del 90% de la población mundial vive en áreas con niveles de contaminación del aire por encima de las recomendaciones, los investigadores concluyen por la defensa de una acción a nivel político. Sus hallazgos proporcionan más evidencia para hacer cumplir las normas de calidad del aire y acelerar la transición de los combustibles fósiles a la energía sostenible.

Favorecer a medios de transporte menos contaminantes. A la espera de una regulación más estricta de los niveles de contaminación tolerados, los autores alientan a cada uno de nosotros a tomar medidas para limitar esta exposición, en particular eligiendo modos de transporte menos contaminantes, cuando sea posible.


Es probable que la contaminación aumente el riesgo de demencia, según expertos del gobierno del Reino Unido

Investigadores del Imperial College of London colaboran en un informe, publicado por UK Health Security Agency (UKHSA) en julio 2022, que destaca como la contaminación del aire contribuye a la demencia y al deterioro de las capacidades mentales.

Es probable que el deterioro cognitivo en los ancianos se acelere por la exposición a contaminantes atmosféricos como partículas finas, según un resumen de 70 estudios presentados en forma de informe publicado por la agencia del gobierno británico. Sus autores insisten en que la evidencia está aumentando en esta área, a medida que aumentan los casos de demencia en todo el mundo.

Los efectos nocivos de los contaminantes del aire sobre la salud, incluso a niveles bajos de exposición, están cada vez más documentados. La investigación ha sugerido en particular que, además de aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y pulmonares, la contaminación del aire podría acelerar el deterioro cognitivo, uno de los síntomas de alerta de una patología neurodegenerativa como la enfermedad de Alzheimer y otras demencias.

Un informe de estudio encargado por el Departamento de Salud del gobierno británico tiende así a confirmar que la contaminación del aire debe reconocerse como un factor de riesgo "modificable" de demencia, es decir, sobre el que se puede actuar mediante cambios en la normativa que rige los niveles de contaminación tolerados. El informe en cuestión fue escrito por el Comité sobre los Efectos Médicos de los Contaminantes del Aire (COMEAP). Su objetivo era analizar la última evidencia disponible sobre los impactos negativos en el cerebro relacionados con la contaminación del aire.

Para realizarlo, COMEAP revisó cerca de 70 estudios en poblaciones humanas (estudios epidemiológicos) en los que se analizaron posibles vínculos entre la contaminación del aire y la disminución de las capacidades mentales y la demencia en las personas mayores. El organismo también tuvo en cuenta estudios sobre cómo la contaminación del aire podría afectar al cerebro.

El informe de 291 páginas concluye que es probable que la contaminación del aire aumente el riesgo de "deterioro cognitivo acelerado" y "desarrollo de demencia" en las personas mayores. Los expertos creen que el mecanismo involucrado no es otro que el impacto de los contaminantes capaces de penetrar en el sistema circulatorio, en particular, el flujo sanguíneo al cerebro.

Resultados. La evidencia epidemiológica revisada informa de manera bastante consistente asociaciones entre la exposición crónica a la contaminación del aire y la reducción de la cognición global y el deterioro de las habilidades visuo-espaciales, así como el deterioro cognitivo y un mayor riesgo de demencia. Los resultados son heterogéneos con respecto a otros aspectos cognitivos como funciones ejecutivas, atención, memoria, lenguaje y deterioro cognitivo leve.

Los estudios de neuroimagen tomados en cuenta para esta investigación también han destacado una asociación entre la exposición a la contaminación del aire y la atrofia de la sustancia blanca del cerebro. Los autores del informe no lograron identificar con precisión el contaminante más asociado con estos efectos, aunque muchos estudios realizados en este campo ya han evocado el papel de las partículas finas, en particular aquellas con un diámetro inferior a 2,5 micras. PM2.5 μm, provenientes en particular de los gases de escape de los vehículos, capaces de alcanzar muchos órganos, incluido el sistema nervioso.

En conclusión, COMEAP pidió el lanzamiento de nuevas investigaciones para obtener evidencia más precisa en esta área, midiendo aún más claramente los efectos de la contaminación del aire sobre la demencia.

Los investigadores que participaron en esta encuesta enfatizaron que este nuevo informe destaca cuánta evidencia de esta asociación de riesgo ha crecido en las últimas décadas. La demencia es uno de los mayores, si no el mayor, desafío sanitario y social mundial del siglo XXI. Los investigadores señalan que, si bien actualmente no es posible medir directamente el impacto de la contaminación del aire en el deterioro cognitivo o la demencia, es posible desarrollar un método indirecto para cuantificar los efectos en el cerebro.

Estos resultados informarán las pautas internacionales de calidad del aire y la política de objetivos referentes a partículas.


Estar expuesto a la contaminación del aire aumentaría el riesgo de tener un peor rendimiento cognitivo

Investigadores de Inserm, la Universidad de Rennes 1 y la Escuela de Estudios Avanzados en Salud Pública (EHESP) de Irset en un estudio, publicado en marzo 2022 en The Lancet Planetary Health, identificaron un vínculo entre la exposición a concentraciones más altas de contaminantes y un menor nivel de rendimiento cognitivo.

El 40% de los casos de demencia podrían evitarse o retardarse actuando sobre factores modificables, factores que incluyen la contaminación del aire. Para ir más allá y obtener datos precisos sobre este factor de riesgo, los investigadores querían identificar el impacto en el rendimiento cognitivo de tres contaminantes vinculados al tráfico rodado – partículas finas de menos de 2,5 micras de diámetro, dióxido de nitrógeno y hollín de carbono –. Así, compararon los resultados de las pruebas cognitivas de una gran muestra de personas según su nivel de exposición a estos diferentes contaminantes. Los resultados del estudio sugieren un vínculo entre la exposición a mayores concentraciones de contaminantes y un menor nivel de rendimiento cognitivo, vínculo que difiere según los contaminantes.

El equipo de investigación se basó en datos de más de 61,000 participantes en la Cohorte epidemiológica Constances de 45 años o más. Todos participaron en una serie de pruebas que midieron su desempeño cognitivo en tres áreas principales de cognición: memoria, fluidez en la expresión oral (o fluidez verbal) y capacidad para tomar decisiones (o funciones ejecutivas). Los investigadores establecieron una puntuación de rendimiento cognitivo para cada una de las pruebas, teniendo en cuenta el sexo, la edad y el nivel de estudios de cada participante.

Para medir la exposición de cada participante a la contaminación, el equipo de investigación utilizó los llamados mapas de "exposición" que estiman la concentración de contaminantes en el domicilio. Estos mapas tienen en cuenta varias variables como la densidad del tráfico rodado o la proximidad de la vivienda a las carreteras. En el contexto del estudio se consideraron tres contaminantes relacionados con el tráfico rodado: partículas finas con un diámetro inferior a 2,5 micras (PM2.5), dióxido de nitrógeno (NO2) y hollín de carbono.

Al cruzar los resultados de las pruebas cognitivas con el nivel de exposición a los tres contaminantes atmosféricos, el estudio indica que la exposición a mayores concentraciones de estos contaminantes estaría significativamente asociada con un menor nivel de desempeño en los tres dominios cognitivos estudiados.

Las habilidades más afectadas son la fluidez verbal y las funciones ejecutivas. El dióxido de nitrógeno y las partículas PM2.5 tienen un mayor impacto en la fluidez verbal, mientras que el hollín tiene un mayor impacto en las funciones ejecutivas.

El siguiente paso de la investigación es observar la evolución a lo largo del tiempo de las funciones cognitivas de estos adultos, para ver si la exposición a la contaminación también se asocia con una disminución del funcionamiento cognitivo a lo largo del tiempo, una disminución que puede reflejar los primeros signos de demencia, tanto la enfermedad de Alzheimer como otras formas de demencia en los ancianos.


La calidad del aire puede tener incidencia en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas




Según un estudio epidemiológico realizado por expertos de la Universidad de Londres, publicado en la revista British Medical Journal (BMJ) de marzo 2021, se confirma que la calidad del aire también podría estar vinculada al desarrollo de trastornos de la memoria y puede tener incidencia en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas.

Vinculación y muestra

La investigación encontró la siguiente vinculación: los adultos mayores que viven en áreas de Londres con la mayor concentración anual de contaminación atmosférica tenían un mayor riesgo posterior de demencia en comparación con la población adulta cuyos domicilios se encuentran en áreas con una mejor calidad del aire.

Para llegar a esta conclusión los investigadores recurrieron a los registros de salud contenidos en una base de datos CPRD (Clinical Practice Research Datalink), que desde 1987 registra los datos de los centros médicos de las distintas áreas de las ciudades de todo el Reino Unido. Concretamente se centraron en una muestra inferior a 131.000 pacientes de entre 50 y 79 años durante el momento en que se estaba llevando a cabo este estudio, los cuales nunca habían sido diagnosticados con demencia y estaban registrados en consultas generales ubicadas dentro del anillo de la M25 de Londres.

¿Qué parámetros se han tenido en cuenta?

En base a los códigos postales residenciales de los pacientes de la muestra, los investigadores calcularon la exposición anual de los siguientes parámetros de calidad del aire:

* Dióxido de nitrógeno (NO2)
* Partículas finas PM2.5
* Oxono (O3)

No obstante, también se han tenido en cuenta otros parámetros como la proximidad del tráfico rodado y los niveles de ruido procedentes del mismo, empleando métodos de modelado validados y certificados con mediciones registradas.

Datos de la investigación

Durante el periodo de seguimiento, que fueron 8 años, el 1,7% de personas de la muestra (2.181) fueron diagnosticados con algún tipo de enfermedad neurodegenerativa: el 39% con Alzheimer y el 29% con una demencia consecuencia de accidentes cardiovasculares y cerebro-vasculares.

Los investigadores asociaron los diagnósticos con los niveles ambientales de NO2 y de PM2.5 estimados en los hogares de los pacientes al inicio de la investigación.

Aquellos pacientes que vivían en barrios sometidos a altos niveles de NO2 (41,5µg/m3), registraron un 40% de alto riesgo de diagnóstico de demencia, frente a aquellos que residían en otras áreas con menor nivel del contaminante. También se encontró una vinculación similar con los niveles de PM2.5. Sin embargo, con O3 no.

Los investigadores han insistido en que se trata de un estudio observacional y que los hallazgos solo son aplicables a Londres. No obstante, esta investigación invita a reflexionar sobre las ganancias de la salud pública si la calidad del aire fuera mejor.



La contaminación del aire podría aumentar el riesgo de sufrir Alzheimer y otras demencias




Científicos de la Universidad Southern California en un estudio, publicado en la revista Neurology de febrero 2021, demuestran que las ancianas que viven en lugares con niveles altos de PM2.5 sufren pérdidas de memoria y reducciones del volumen cerebral similares a las que produce el Alzheimer en mayor proporción que aquellas ancianas que viven en lugares con el aire más limpio.

Han estado investigando si las PM2.5 podían acelerar los procesos de envejecimiento cerebral durante el estadio preclínico, es decir, durante la fase “silenciosa” de la enfermedad, previa a la aparición de síntomas de Alzheimer o de otras demencias relacionadas.

Previamente realizaron una investigación que se convirtió en el primer estudio, publicado en la revista Translational Psychiatry de enero 2017, en el que se usaban datos tanto de personas como de animales, y en el que se demostraba que la contaminación del aire agrava los procesos de envejecimiento cerebral, lo que aumenta el riesgo de sufrir demencia.

Este primer estudio se realizó a escala nacional en Estados Unidos sobre los vínculos entre la exposición a las partículas PM2.5 y las deficiencias cognitivas. Allí demostraron que las ancianas que habían vivido en lugares con niveles de PM2.5 en espacios abiertos superiores al estándar establecido por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) eran dos veces más proclives a sufrir deterioros cognitivos clínicamente relevantes que las ancianas que habían vivido en lugares con menor contaminación ambiental. También pudieron tener en cuenta otros factores de riesgo de demencia tales como el tabaco, la falta de ejercicio o las terapias hormonales.

Atrofias cerebrales producidas por el Alzheimer


En este nuevo estudio investigaron qué tipo de cambios se producían en los cerebros de los ancianos cuando estos habían tenido exposición a distintos niveles de PM2.5 durante los años anteriores a que comenzaran los síntomas de Alzheimer.

Hicieron un seguimiento de la evolución de un grupo 712 ancianas que tenían una edad media de 78 años. A fecha del inicio del estudio no sufrían demencias, y se les habían realizado escáneres cerebrales MRI al menos cinco años atrás.

Descubrieron que estas ancianas eran más propensas a sufrir una reducción del tamaño del cerebro similar a la observada en enfermos de Alzheimer. Y cuando compararon los escáneres cerebrales de las ancianas procedentes de lugares con mayores niveles de PM2.5 con los escáneres de aquellas que habían vivido en sitios menos contaminados, descubrieron que las primeras tenían un 24% más de posibilidades de sufrir demencias en los cinco años siguientes.

Los cambios que el Alzheimer provoca en nuestro cerebro


Pero lo que quizás resultó más preocupante es que las ancianas que no tenían problemas de memoria también presentaban cambios cerebrales similares a los que provoca el Alzheimer. La contracción de sus masas cerebrales era mayor en el caso de aquellas que habían vivido más expuestas a partículas PM2.5 en espacios abiertos, incluso en lugares en los que los niveles de esas partículas entraban dentro de los estándares actuales de la EPA.

También analizaron la memoria episódica, que abarca los recuerdos de sucesos concretos y sufre deterioro durante las fases tempranas de Alzheimer. Descubrieron que había una relación directa entre vivir en lugares con niveles altos de PM2.5 en espacios abiertos y el deterioro de la memoria episódica. Aproximadamente entre un 10% y un 20% de la pérdida de memoria podría atribuirse a una reducción de la masa cerebral similar a la provocada por el Alzhéimer.

Dado que se cree que la fase silenciosa de la demencia empieza décadas antes de que empiecen a aparecer los síntomas, los hallazgos de sus investigaciones más recientes han hecho que aumente la preocupación sobre si la exposición a la contaminación ambiental durante etapas más tempranas – entre la infancia y la madurez – podría ser igual de perjudicial o incluso peor que la exposición durante la vejez.

Los genes también parecen tener un papel en este proceso. Sus investigaciones han demostrado que un gen clave para el desarrollo del Alzheimer, el APOE4, interactúa con las partículas ambientales y de este modo acelera el envejecimiento cerebral. Descubrieron que el riesgo ambiental provocado por la exposición a las partículas de PM2.5 era entre dos y tres veces superior entre las ancianas con dos copias del APOE4 que entre aquellas que no poseían dicho gen.

La enfermedad del Alzheimer es la causa más común de demencia. Va destruyendo poco a poco la memoria, la capacidad de tener un pensamiento coherente y la capacidad de comportarse de forma adecuada, y finalmente termina por impedir también que el enfermo realice incluso las tareas más sencillas.

Mientras se sigue investigando una cura de esta enfermedad, el conocimiento sobre los factores genéticos y ambientales que pueden incrementar el riesgo de que una persona desarrolle de forma tardía tanto Alzheimer como otras demencias relacionadas ha ido aumentado.

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La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido de que la contaminación atmosférica se encuentra en los niveles más altos: 9 de cada 10 habitantes respiran aire tóxico y más de 8 millones de personas fallecen a causa de enfermedades sobre las que tiene incidencia la calidad del aire. Por esta razón, es muy importante que las Smart Cities adopten soluciones de monitorización de la calidad del aire como las instaladas por ENVIRA, una estrategia a tener en cuenta por los gobiernos para tratar de reducir estas cifras.

Cabe señalar que la OMS estima que 50 millones de personas padecen demencia en el mundo y que cada año aparecen cerca de 10 millones de casos nuevos. La enfermedad de Alzheimer es la causa más común de demencia y se cree que causa el 60-70% de los casos.



Muchas enfermedades relacionadas con la demencia, como el Alzheimer, son causadas por factores genéticos. 
Sin embargo, nuestra forma de vida y nuestro entorno inmediato también desempeñan un papel importante. 
Es difícil asociar un desencadenante específico con el daño cerebral en la demencia. Estos factores
 son numerosos, pero identificarlos con precisión permitiría intervenir de forma preventiva y eficaz.




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