septiembre 30, 2021

La Plasticidad del Cerebro Adolescente




La plasticidad neuronal se refiere a la capacidad del sistema nervioso para modificar su estado, creando nuevas estructuras y conexiones neuronales, en función de las condiciones del medio. El cerebro va cambiando a lo largo de la vida y se van generando diferentes redes de comunicación de información, en función de la estimulación que recibimos. Es por ello que a lo largo de la vida de todas las personas se sigue aprendiendo y desarrollando capacidades.

Los cerebros de los adolescentes son sorprendentemente cambiantes. De esta manera, están reconfigurando sus redes de comunicación interna para responder a los desafíos con los que se enfrentan. Esta flexibilidad o plasticidad particular es un arma de doble filo. Permite que los adolescentes progresen enormemente en el pensamiento y la socialización, pero también los expone a comportamientos peligrosos y trastornos mentales graves, debido a la transformación continua de sus cerebros.

Estudios recientes indican que la tendencia de los adolescentes a asumir riesgos resulta de una diferencia de madurez entre dos grandes regiones del cerebro: por un lado, el sistema límbico, que da origen a las emociones y que rápidamente alcanza una etapa muy activa después de la pubertad. Por otro lado, la corteza prefrontal, involucrada en el juicio y el control de los impulsos, pero que madura solo más tarde. Esta última región sufre cambios significativos al menos hasta los 20 años.

Los comportamientos como la toma de riesgos, la búsqueda de emociones fuertes y el alejamiento de los padres para estar más cerca de los demás no reflejan problemas cognitivos o emocionales. Son el resultado del desarrollo normal del cerebro y son un componente regular del aprendizaje de los adolescentes.

Las imágenes de resonancia magnética muestran que el cerebro del adolescente no es un órgano infantil envejecido ni tampoco uno adulto incompleto. Constituye un ente singular, con una gran versatilidad y una creciente instauración de redes neurales.

Este desfase, que lleva a los jóvenes a adoptar conductas arriesgadas, les permite también adaptarse pronto a su entorno. En la actualidad, los niños están llegando antes a la pubertad, y el período de desajuste se amplía.

La plasticidad de las redes que conectan entre sí distintas regiones cerebrales, y no el crecimiento de tales zonas, como se pensaba, resulta clave para alcanzar en última instancia el comportamiento adulto. Entenderlo así, y saber que en nuestros días se está alargando el lapso entre el desarrollo de las redes de la emoción y las del raciocinio, puede ser de utilidad para los padres, maestros, consejeros y a los propios adolescentes. Se comprenderá mejor que los comportamientos aventurados, la búsqueda de sensaciones, el distanciamiento de los padres y la aproximación a “colegas” no son signos de trastornos emocionales o cognitivos, sino un resultado natural del desarrollo cerebral; son un rasgo normal de los adolescentes, que están aprendiendo a habérselas con un mundo complejo.

Adolescencia y cambio

El proceso de maduración cerebral – neuro-desarrollo – empieza en la concepción y continúa hasta la edad adulta. Dura aproximadamente 20 años.

Es un proceso ordenado por el que las distintas áreas van alcanzando la madurez, siempre empieza por las áreas posteriores del cerebro y avanza hacia las anteriores. El desarrollo estructural y funcional del cerebro sigue un patrón universal que, en función de la edad cronológica, permite distinguir etapas: primero el desarrollo anatómico – prenatal –, luego de la autonomía motora – de 0 a 3 años –, seguido del desarrollo del lenguaje y del conocimiento del entorno – 3 a 10 años – para culminar con el desarrollo de la identidad personal – adolescencia –.


Durante la adolescencia el crecimiento físico y la maduración corporal son más evidentes y rápidos que en la edad escolar. Los órganos sexuales internos y externos se desarrollan hasta alcanzar la capacidad reproductiva que les es propia.

La conducta, las emociones, las relaciones sociales, la forma de pensar, también van a sufrir un cambio espectacular.

El paso de la infancia a la edad adulta no pasa desapercibido. los cambios vienen dados por el rápido crecimiento y cambios corporales, que se corresponden con profundos cambios en la estructura cerebral. El cerebro adolescente sufre una reorganización. Mientras unas áreas aumentan de tamaño, otras lo reducen.


Cambios en los circuitos cerebrales

Esto sucede porque es necesario que aparezcan nuevos circuitos y conexiones que permitan sustentar el pensamiento analítico que caracteriza al humano adulto.

Hasta ahora el cerebro creaba circuitos para sustentar sus funciones más necesarias: dotar de sentido a las percepciones, controlar la postura y la manipulación, dominar el lenguaje y la comunicación. A partir de ahora debe crear circuitos que le permitan tomar decisiones basadas en el análisis crítico de cada situación. Se intuye que estos circuitos serán mucho más complejos.

En la adolescencia el cerebro sigue perfeccionando sus capacidades cognitivas, la memoria, el lenguaje, el aprendizaje complejo… aquellas habilidades que ya domina y sigue utilizando consolidarán los circuitos que las sustentan. Las dendritas y axones que los conforman formarán sinapsis – uniones de comunicación – más rápidas, más maduras, que para ello se rodearán de mielina, una vaina que acelera la comunicación. Las habilidades que no practique usarán menos los circuitos que las sustentan y se “desharán” las uniones sinápticas en una especie de poda de lo superfluo.

Poda neural o poda sináptica

Durante los primeros años de vida, el número de conexiones neuronales es aproximadamente el doble que en la etapa adulta. Lo que quiere decir que se llega a alcanzar hasta 40.000 nuevas sinapsis por segundo. En consecuencia, esto permite a bebés y niños adquirir rápidamente nuevos aprendizajes a medida que crecen y exploran el mundo.

Durante dicho proceso y hasta los 12 -13 años aproximadamente, los niños tienen muchas más neuronas y sinapsis de las que son funcionalmente necesarias. Este elevado número de sinapsis se va reduciendo con la llegada de la adolescencia, momento a partir del cual comienza la poda sináptica, que puede durar aproximadamente hasta los 20 años.

La poda sináptica es una especie de reajuste en el número de neuronas de determinadas áreas y de su cableado neuronal. En consecuencia, se van eliminando aquellas conexiones que no se utilizan, a la vez que refuerzan las que son útiles para la supervivencia presente y futura.

Comienza a ocurrir desde las partes posteriores del cerebro – las más antiguas – hacia los lóbulos prefrontales – los últimos en formarse – y temporales, donde se producirá la mayor pérdida de neuronas – poda neuronal –. De igual manera, es importante saber que esta poda se produce en último lugar en la parte prefrontal, ya que dicha área es la más evolucionada del cerebro y constituye el centro de las funciones ejecutivas, que tienen un papel fundamental en el comportamiento de adolescentes y adultos.

El autocontrol, la memoria de trabajo, la organización, la planificación, la solución de problemas y la flexibilidad de pensamiento son algunas de las funciones ejecutivas más importantes. Y es que, son capacidades primordiales para un adecuado aprendizaje que irán determinando el desempeño del adolescente y su manera de comportarse.

Los cambios en la forma de pensar, sentir y comportarse por los que pasa un adolescente incluyen cambios en diferentes niveles. A estos cambios cerebrales se suman los cambios hormonales, mucho más conocidos. Y, junto a lo anterior, los cambios ambientales o en el entorno al que el adolescente ha de adaptarse.

Estructuras cerebrales implicadas en la poda neural

Gracias al desarrollo del lóbulo prefrontal se mejoran las conexiones con algunas otras estructuras ya desarrolladas durante los primeros años de vida. Por ejemplo, la amígdala, centro emocional cerebral, que produce que muchas de las reacciones automáticas pasen poco a poco a estar mejor controladas, disminuyendo la impulsividad propia de esta etapa.

A medida que las distintas áreas cerebrales se van integrando entre sí, la regulación de los impulsos y las emociones, que a principios de la adolescencia se muestran inmaduros, cambia. En otras palabras, a finales de esta etapa y durante la edad adulta, será mucho más eficaz.

Asimismo, existen otros cambios que se producen en el hipocampo, una estructura relacionada con el traspaso de la memoria de corto a largo plazo. En dicha parte se establecen conexiones cada vez más fuertes con áreas específicas de los lóbulos prefrontales, que se encargan de establecer metas y controlar los impulsos.

Todo ello irá permitiendo una mejora en la capacidad de integrar las experiencias del pasado y los planes del futuro a las decisiones del presente. Adicionalmente, permite desarrollar una mejor comprensión del retardo de la gratificación, lo que ayudará al adolescente a ser perseverante en la obtención de objetivos.


La corteza prefrontal

A la vez aparecen estos nuevos circuitos de las decisiones, más complejos, que precisan de áreas cerebrales más extensas, y a veces más alejadas, y que deben conectarse entre sí. La sede principal de estos “circuitos decisorios” es la corteza prefrontal, la última en madurar.

La corteza prefrontal humana es proporcionalmente mucho mayor que la de cualquier otra especie. En ella tienen lugar las funciones cognitivas más delicadas: la toma de decisiones, la planificación de tareas y tiempos, la inhibición de un comportamiento inadecuado y es la sede de nuestra auto-conciencia.

También es imprescindible para la interacción social, porque nos permite “leer” el comportamiento de los otros, sus acciones y gestos, su mímica facial – con su carga de emociones y pistas sobre su estado mental –. Antes de que el otro hable, nuestro cerebro puede saber lo que está pensando. Pero el adolescente aún no ha desarrollado del todo estas habilidades prefrontales.

Durante la maduración cerebral de la adolescencia se integran los circuitos emocionales y cognitivos y precisamente lo hacen en las áreas frontales, donde se controla y aúna lo cognitivo y lo afectivo.

Para que se produzca esta “unión” entre lo racional y lo emocional se crean nuevos circuitos, nuevas sinapsis, que al principio serán débiles y fácilmente cambiantes, hasta que la habilidad de tomar decisiones mejore y, a fuerza de repetirse, se consoliden.

Además, para tomar decisiones no basta con el análisis frío de los datos objetivos que nos llegan a través de los sentidos, en nuestras decisiones intervienen inevitablemente las emociones y aquí es donde interviene el sistema límbico.


El sistema límbico


El sistema límbico está formado por un conjunto de estructuras implicadas en el control de las emociones, de la motivación, del aprendizaje y la memoria. Está integrado por el hipocampo, la amígdala (o cola del núcleo caudado), el septum pellucidum, los núcleos talámicos anteriores y las circunvoluciones del cíngulo.

Al adolescente, en preparación hacia la adultez, se le presentan nuevos desafíos cognitivos: se complejiza el material que enfrenta a nivel escolar y social, debe empezar a tomar sus propias decisiones y tiene nuevas demandas, especialmente las atencionales.

Para ello, ya en sus fases más tempranas, madura una porción del cerebro importante en la atención motivacional: el llamado "giro cingulado anterior". Esta región también monitorea los procesos conflictivos, al orientar la toma de decisiones.

También maduran, e incluso crecen en tamaño, algunas estructuras, tales como el hipocampo, que se desarrolla hasta los 18 años y desempeña un papel para la consolidación de nuevas memorias, y la amígdala, una estructura adyacente que participa en el procesamiento de emociones.

El sistema límbico nos permite procesar emociones y recompensas. Cuando nos lo estamos pasando bien, cuando hacemos cosas emocionantes, el sistema límbico nos recompensa con una descarga de dopamina, lo que nos produce una sensación placentera. En el cerebro adolescente el sistema límbico responde con más fuerza a esa recompensa en comparación con el cerebro del adulto.

Las hormonas sexuales

Tienen un papel muy relevante en la adolescencia, sus niveles en sangre son muy altos, son artífices del cambio, intervienen en el desarrollo emocional, mental, psicológico y social del adolescente.

Las hormonas sexuales femeninas condicionan una maduración más precoz de las regiones frontales que procesan el lenguaje, el control del riesgo, la impulsividad y la agresividad.

En los chicos las hormonas sexuales masculinas favorecen la maduración de las regiones del lóbulo inferior parietal, en donde se integran las tareas espaciales.

El hipocampo y la amígdala cerebral también maduran y así se consolida la memoria individual y la afectividad, imprescindibles para la formación de la propia identidad. Ambas estructuras son también diferentes en chicos y chicas, lo que contribuye a las diferencias del desarrollo cognitivo y social durante la adolescencia.

Los cambios sociales

El cerebro adolescente es más vulnerable a las experiencias externas debido a la inestabilidad que tienen sus circuitos, que están en cambio constante. Debe afrontar cambios muy importantes y a veces se encuentra pendiente de un hilo, o mejor “pendiente de un circuito” que está por consolidar.

Se espera del adolescente la transición desde la dependencia familiar a la independencia social, y ello lo aprende a través de las relaciones interpersonales y de grupo. Pero sus iguales están en las mismas condiciones.

La integración entre emociones y decisiones racionales aún no ha terminado de madurar, la búsqueda de la identidad propia tampoco y lo que antes parecía seguro se percibe como cambiante.

En general, el cerebro femenino es más sensible a los matices emocionales y busca la aprobación social. La prioridad de la chica es ser aceptada, a través de las relaciones de grupo busca agradar y gustar. Los estrógenos activan la liberación de dopamina – placer – y de oxitocina – apego –, las conversaciones íntimas con sus amigas fortifican estas relaciones sociales y la liberación de ambas sustancias en el cerebro.

Por su parte, los chicos en general buscan el trato social sobre todo por el sexo y el deporte. La testosterona favorece la liberación de la serotonina, que tiene un papel importante en la regulación de la agresividad, y estimula la competitividad y la independencia.

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Un estudio identifica cambios en los circuitos neuronales relacionados con el autocontrol durante la adolescencia

Investigadores del Instituto del Cerebro Lifespan de la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania y del Hospital Infantil de Philadelphia, en un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences de enero 2020, han identificado una serie de cambios en los circuitos neuronales relacionados con el autocontrol durante la adolescencia.

El cerebro humano está organizado en circuitos que se desarrollan desde la infancia hasta la edad adulta para apoyar la función ejecutiva, como el autocontrol, la toma de decisiones y el pensamiento complejo. Estos circuitos están anclados por vías de materia blanca que coordinan la actividad cerebral necesaria para la cognición. Sin embargo, existe poca evidencia para explicar cómo la materia blanca madura apoya la actividad que permite mejorar la función ejecutiva durante la adolescencia, un período de desarrollo rápido del cerebro.

Los investigadores explican que, al trazar el desarrollo del cerebro a lo largo de la niñez y la adolescencia, se puede entender mejor cómo el cerebro apoya la función ejecutiva y el autocontrol tanto en niños sanos como en aquellos con diferentes experiencias de salud mental. Dado que las anomalías en el desarrollo de la conectividad cerebral y los déficits en la función ejecutiva con frecuencia se relacionan con el surgimiento de enfermedades mentales durante la juventud, sus hallazgos podrían ayudar a identificar los biomarcadores del desarrollo cerebral que predicen los resultados cognitivos y clínicos más adelante en la vida.

En este estudio, los investigadores mapearon el grado en el cual el patrón de conexiones anatómicas de una región cerebral apoya la actividad neural sincronizada. Esto puede ser visto como una autopista donde las conexiones anatómicas son el camino y las conexiones funcionales son el tráfico que fluye a lo largo de esos caminos. Los investigadores mapearon y analizaron los datos de neuroimagen multimodal de 727 participantes de 8 a 23 años de edad.

Los resultados sugieren que las funciones ejecutivas como el control de los impulsos, que pueden ser particularmente desafiantes para los niños y adolescentes, dependen en parte del desarrollo prolongado de este eje en áreas cerebrales complejas como la corteza prefrontal.

Esto tiene implicaciones importantes para entender cómo los circuitos del cerebro se especializan durante el desarrollo para apoyar un comportamiento flexible y apropiado orientado a objetivos.

Así, este trabajo muestra que estas redes cerebrales facilitan el desarrollo de la cognición en la juventud.


No estudiar matemáticas afecta al desarrollo cerebral de los adolescentes

Según un estudio realizado por investigadores del departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Oxford, publicado en la revista PNAS de junio 2021, la falta de educación matemática afecta negativamente al desarrollo cerebral y cognitivo de los adolescentes.

El análisis descubrió que los alumnos, de un entorno similar, que no habían estudiado matemáticas tenían una menor cantidad de una sustancia química crucial para la plasticidad cerebral – ácido gamma-amino-butírico – en una región clave que interviene en muchas funciones cognitivas importantes, como el razonamiento, la resolución de problemas, las matemáticas, la memoria y el aprendizaje. En el trabajo participaron 133 estudiantes de entre 14 y 18 años.

Basándose en la cantidad de sustancia química cerebral encontrada en cada estudiante, los investigadores pudieron discriminar entre aquellos que estudiaban o no matemáticas, independientemente de sus capacidades cognitivas. Además, la cantidad de esta sustancia química predijo con éxito los cambios en la puntuación de los logros matemáticos unos 19 meses después. Los investigadores no encontraron diferencias en la sustancia química antes de que los adolescentes dejaran de estudiar matemáticas.

Los investigadores explican que las habilidades matemáticas están asociadas a una serie de beneficios como el empleo, el estatus socioeconómico y la salud mental y física. La adolescencia es un período importante de la vida que se asocia a importantes cambios cerebrales y cognitivos. Lamentablemente, la posibilidad de dejar de estudiar matemáticas a esta edad parece provocar una brecha entre los adolescentes que la abandonan en comparación con los que continúan.

Este estudio, según los autores, proporciona un nuevo nivel de comprensión biológica del impacto de la educación en el cerebro en desarrollo y del efecto mutuo entre biología y educación.

Señalan que todavía no se sabe cómo se puede prevenir esta disparidad, ni sus implicaciones a largo plazo. No todos los adolescentes disfrutan de las matemáticas, por lo que se debe investigar posibles alternativas, como el entrenamiento en lógica y razonamiento, que comprometen la misma área cerebral que esta disciplina.

Aunque iniciaron esta línea de investigación antes de Covid-19, se preguntan cómo repercute la reducción del acceso a la educación en general y a las matemáticas en particular (o la falta de ella) en el desarrollo cerebral y cognitivo de niños y adolescentes.

Aún se desconoce la influencia a largo plazo de esta interrupción, pero su estudio proporciona una importante comprensión de cómo la falta de un único componente en la educación puede repercutir en el cerebro y el comportamiento.

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El efecto de la pandemia COVID-19 sobre el desarrollo del cerebro de los adolescentes

La pandemia de enfermedad por coronavirus es una amenaza para la salud pública que ha producido a nivel global un profundo impacto en los aspectos social y educativo. COVID-19 ha llevado a que millones de niñas, niños y adolescentes permanezcan confinados en sus hogares debido a las cuarentenas u otras formas de restricción de la movilización.

Diversos estudios han demostrado que el desarrollo cerebral es un proceso continuo durante la vida, pero existen períodos más críticos que otros, entre ellos, la adolescencia. En esta etapa el sistema nervioso central humano y, en particular el cerebro, experimenta una “ventana crítica” de neuroplasticidad, es decir, que es más moldeable o capaz de adaptarse estructuralmente a los estímulos internos y también externos (del entorno) que experimenta.

Así, durante la adolescencia diversos estímulos (por ejemplo, el estrés) y las sustancias químicas (hormonas endógenas y exógenas, y los diversos tipos de drogas) pueden modificar los fenómenos organizacionales del sistema nervioso central, tales como la mielinización de las neuronas, la poda neuronal, la apoptosis (muerte celular programada), la remodelación de las dendritas y los cambios epigenéticos, los cuales configuran estructuralmente los circuitos cerebrales de los jóvenes.

Por tal motivo, la adolescencia es un período de oportunidad único para el ser humano, en el cual múltiples estímulos, sean estos internos o externos, pueden reconfigurar permanentemente ciertos circuitos cerebrales, lo cual puede manifestarse en cambios conductuales en el futuro.

La pandemia por COVID-19 ha producido situaciones de estrés en los diversos contextos en que se desarrollan los adolescentes. Respecto a los efectos psicológicos de COVID-19, las cuarentenas y hospitalizaciones por enfermedad de familiares directos puede generar altos niveles de estrés en niñas, niños y adolescentes. El estrés psicosocial, el cierre de las instituciones educativas y el consumo irresponsable de alcohol y otras drogas pueden conllevar prácticas parentales negligentes, violencia doméstica y otras situaciones de maltrato físico y emocional hacia los menores.

En este contexto, el impacto del estrés en los adolescentes es potente, duradero y también modulado hormonalmente, en parte porque las hormonas sexuales y las hormonas del estrés (por ejemplo, los glucocorticoides como el cortisol y la corticosterona) interactúan para dar forma a respuestas endocrinas futuras.

El trastorno de estrés postraumático implica alteraciones psicológicas duraderas atribuidas a la experiencia de un evento traumático importante. El estado de catástrofe debido a la pandemia por COVID-19 constituye un estresor significativo que puede generar en los adolescentes trastorno de estrés postraumático, el cual se caracteriza por pesadillas, insomnio, recuerdos repentinos, irritabilidad, ansiedad y rasgos depresivos, entre otros.

Se sabe que los jóvenes que experimentan estrés traumático y que desarrollan síntomas postraumáticos secretan niveles más altos de cortisol que aquéllos sin antecedentes de trauma. La activación de la respuesta del estrés, que culmina con la secreción de las mencionadas hormonas del estrés, induce alteraciones genéticas en múltiples regiones del cerebro en humanos y en roedores. Varias investigaciones en animales sugieren que la secreción excesiva de corticosterona puede producir efectos tóxicos en áreas cerebrales ricas en receptores de glucocorticoides, por ejemplo, el hipocampo y la corteza prefrontal.

Las consecuencias de esta pandemia en niños y adolescentes son preocupantes y los efectos nocivos a largo plazo del estrés producto de ella sobre los procesos de plasticidad cerebral propios de los adolescentes son aún insospechados.

¿Qué se puede hacer al respecto?



En este contexto, lo más importante es la salud mental de niñas, niños y adolescentes. Se debe observar bien, escucharlos de forma activa. Ante las preguntas, la información que se les entregue debe ser veraz, oportuna, pero no en exceso, y muy acorde a su etapa de desarrollo, ya que ésta no es la misma en un niño que en un adolescente. Lo anterior es muy relevante ya que permite identificar la situación que se vive, se le da sentido y permite que los adolescentes generen sus propias estrategias para organizarse, siendo todo esto clave para el desarrollo de la resiliencia, que es la capacidad de adaptarse con resultados positivos frente a las situaciones adversas.

En relación a las actividades de estudio y otras que involucren procesos de enseñanza y aprendizaje, se debe ser concreto al organizarlas, las sesiones de estudio deben ser relativamente cortas, evitando la excesiva información que pueda agobiar y considerando pausas activas que permitan moverse y tomar aire.

Es importante, además, poner atención en el uso excesivo de pantallas, estas no deben ser un medio de pausa entre una clase y otra, por ejemplo, entregándole un celular a un niño para que se distraiga por mientras, pues se debe tener cuidado con la nomofobia, que es una forma de ansiedad y de adicción respecto a no contar con celular o tablet para usar.

Permitir de alguna forma que los niños y adolescentes visualicen o tengan contacto con lo verde, con un entorno natural, por ejemplo, un jardín o un parque, ya que este entorno se ha relacionado con mayor nivel de bienestar y brindaría cierta protección psicológica.

Todo esto debe ir acompañado de fomentar los hábitos y estilos de vida saludables, evitando el sedentarismo. Finalmente, algo muy relevante es darles un mensaje esperanzador y de apoyo ante estas situaciones de estrés que, tarde o temprano, pasarán.


Cómo la comida chatarra modifica la estructura del cerebro adolescente en desarrollo

El cerebro adolescente tiene fuertes impulsos de recompensa, un control de la conducta deficiente y una gran posibilidad de ser moldeado por la experiencia. Esto a menudo se manifiesta como dificultad para resistir la comida chatarra alta en calorías.

Los adolescentes son los mayores consumidores de comida chatarra alta en calorías. Durante la pubertad, muchos niños tienen un apetito insaciable porque el crecimiento rápido requiere mucha energía. Un metabolismo rápido y un crecimiento acelerado ofrecen cierta protección contra la obesidad. Pero el consumo excesivo de comida chatarra alta en calorías y un estilo de vida sedentario pueden contrarrestar cualquier protección metabólica.

El cerebro adolescente es vulnerable


El cerebro es muy receptivo a la remodelación ambiental, que incluye la dieta. Estos cambios pueden permanecer programados después de que se complete el desarrollo. Como resultado, los cerebros de los adolescentes son vulnerables a los cambios inducidos por la dieta y estos cambios pueden durar toda la vida.

A diferencia de la corteza prefrontal inmadura, el sistema de recompensa del cerebro – el sistema dopaminérgico mesolímbico – está completamente desarrollado a una edad mucho más temprana.

Los adolescentes se sienten especialmente atraídos por las recompensas, como los alimentos azucarados y ricos en calorías. Esto es causado por un mayor número de receptores de dopamina en el cerebro adolescente, por lo que la sensación de recompensa puede aumentar. La estimulación frecuente del circuito de recompensa conduce a adaptaciones cerebrales duraderas.

Durante la adolescencia, estos cambios pueden desencadenar cambios a largo plazo en el equilibrio de las sustancias químicas en el cerebro. En general, el cerebro del adolescente tiene un inmenso deseo de recompensa, un control deficiente de la conducta y una propensión a dejarse influir por la experiencia.

Estimulación magnética transcraneal

Los estudios de imágenes funcionales muestran la actividad cerebral durante las tareas o la visualización de imágenes de alimentos. Los circuitos de recompensa de alimentos para el cerebro son más activos en los adolescentes obesos que en los de peso normal.

Curiosamente, también hay una menor actividad en la corteza prefrontal. Por lo tanto, la obesidad puede aumentar la activación del sistema de recompensa y reducir la actividad cerebral en los centros que controlan el deseo de comer.

Sin embargo, la pérdida de peso en los adolescentes restaura los niveles de actividad en la corteza prefrontal. Por lo tanto, la corteza prefrontal es un área clave del cerebro para controlar la ingesta de alimentos, y un cambio en la dieta aumenta la actividad en las áreas del cerebro responsables del autocontrol.

La estimulación magnética transcraneal (TMS), que permite a los científicos alterar la actividad cerebral en la corteza prefrontal, puede cambiar la regulación inhibitoria de la conducta alimentaria. El tratamiento repetido con TMS puede ser una nueva terapia para restaurar el control cognitivo sobre la alimentación, lo que lleva a una pérdida de peso duradera.

El ejercicio aumenta la plasticidad del cerebro

El consumo excesivo de comida chatarra durante la adolescencia puede alterar el desarrollo del cerebro y dar lugar a malos hábitos alimenticios duraderos. Pero, como un músculo, el cerebro puede ejercitarse para mejorar la fuerza de voluntad.

La alta plasticidad del cerebro durante la adolescencia lo hace más receptivo a los cambios de estilo de vida. El ejercicio estimula la plasticidad del cerebro, ayudando a desarrollar nuevos hábitos saludables. Al comprender cómo afecta la obesidad al cerebro, podemos tener algunas ideas para la acción.

Las imágenes cerebrales funcionales agregan una nueva capa de información que permite a los médicos identificar a las personas en riesgo y rastrear los cambios cerebrales durante los cambios en la dieta y el estilo de vida.

TMS podría ser un nuevo enfoque terapéutico para mejorar la recalibración del cerebro joven con el fin de prevenir transformaciones que permanecerán en la edad adulta.

Un conocimiento más pleno del cerebro juvenil ayudaría a las familias y a la sociedad a diferenciar mejor entre las 
conductas típicas de la adolescencia y las enfermedades mentales; y a los jóvenes, a convertirse en lo que deseen ser.




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