octubre 31, 2022

Reforzar las Redes Neuronales de la Memoria




Para integrar toda la información que recibe, el cerebro primero la distribuye en redes especializadas que interaccionan de manera jerárquica a medida que el procesamiento cognitivo requiere niveles más altos de integración. Entender cómo coordina el cerebro el flujo de información en un sistema de esta naturaleza e identificar las poblaciones de neuronas, o nodos críticos en la red cerebral, que son necesarios para hacerlo, es un problema fundamental en neurociencia. Estos nodos críticos son esenciales para la integración de las redes que intervienen en procesos tan importantes como el aprendizaje.

El cerebro es un órgano extremadamente complejo, con innumerables conexiones. Conocer los detalles microscópicos de esa conectividad es de gran importancia, pero también lo es entender las conexiones cerebrales a gran escala, ya que éstas determinan los flujos de información en el conjunto del sistema. Para investigar esta cuestión suele recurrirse a una visión simplificada del cerebro que propone entenderlo como una red compuesta por nodos unidos mediante conexiones que intercambian información.

Esta visión más sencilla ha permitido emplear herramientas matemáticas prestadas de la teoría de grafos para estudiar la comunicación en el sistema nervioso. De esta manera, los nodos de la red estarían compuestos por poblaciones neuronales – regiones cerebrales – unidas por conexiones estructurales – axones nerviosos – y funcionales – activaciones correlativas en poblaciones neuronales distintas –. Esta simplificación elimina los detalles del sistema, pero facilita la identificación de los nodos y las conexiones que desempeñan un papel fundamental en una tarea cognitiva concreta o cuya alteración podría ser central en enfermedades neurológicas o psiquiátricas como el Alzhéimer, la epilepsia o el alcoholismo.

Tipos de nodos y su importancia

Según sus conexiones, los nodos de una red pueden tener mayor o menor influencia sobre el flujo global de información. Así, los nodos con un mayor número de conexiones – de alto grado, o hubs – influyen más sobre la comunicación en la red, de forma similar a cómo un aeropuerto con mucha actividad condiciona la organización del espacio aéreo y la salida de los vuelos en aeropuertos más pequeños en sitios remotos. Sin embargo, el grado de los nodos no constituye el único factor ni, necesariamente, el más importante.

El patrón de conectividad resulta fundamental. Por ejemplo, un nodo con pocas conexiones – de bajo grado – puede ocupar una posición estratégica en la red porque al conectar dos o más hubs podría tener mayor influencia que los hubs por separado. Se ha comprobado, a partir de la teoría de grafos, que la existencia de nodos de bajo grado con posiciones estratégicas en la red denominados “nodos críticos”, era beneficiosa para la estabilidad de la red y prevenía la propagación de fallos en cascada.

Los clubs exclusivos de hubs en el cableado neuronal del cerebro

Un concentrador o hub permite centralizar el cableado de una red; recibe una señal y repite esta señal emitiéndola por sus diferentes puertos. Ciertas regiones del cerebro actúan como hubs que están muy interconectados entre sí. Los grupos de hubs muy bien interconectados se comportan como clubs exclusivos y son cruciales para una comunicación eficiente entre las neuronas del cerebro.

Núcleo accumbens

El núcleo accumbens que significa “núcleo que yace sobre el septum”, es un grupo de neuronas del encéfalo, ubicadas donde el núcleo caudado y la porción anterior del putamen confluyen lateralmente con respecto al septum pellucidum.

En el núcleo accumbens se distinguen dos estructuras: zona central – core – y corteza – shell –, que difieren por morfología y función.

El núcleo accumbens y el tubérculo olfatorio constituyen la parte ventral del cuerpo estriado, que forma parte de los ganglios basales.

A este núcleo se atribuye una función importante en el placer incluyendo la risa y la recompensa, así como el miedo, la agresión, la adicción y el efecto placebo por lo que se encuentra implicado en el circuito de premio-recompensa.


Nuevo mecanismo para Reforzar las redes neuronales de la memoria

Investigadores del Instituto de Neurociencia de San Juan de Alicante UMH-CSIC y del Instituto Levich de Física de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, cuyo trabajo ha sido publicado en Nature Communications en junio 2018, han descubierto un nuevo mecanismo para reforzar las redes cerebrales de la memoria.

El equipo ha descrito en ratones que los grupos de neuronas que funcionan como nodos críticos en las redes de memoria del hipocampo se localizan, en realidad, en el núcleo accumbens, la estructura del sistema de recompensa del cerebro. En concreto, los expertos, han utilizado la teoría de percolación para localizar en ratones los nodos que, por su posición estratégica en las redes cerebrales, son "críticos" para favorecer la formación de memorias, aunque no reciban tantas conexiones como los "hubs", en los que hasta ahora se había centrado la atención.

Este estudio sugiere que las memorias que requieren la interacción del hipocampo y la corteza prefrontal necesitan también la intervención del núcleo accumbens para formarse. Los resultados se confirman con la inactivación farmacogenética del núcleo accumbens, que elimina por completo la formación de la red de memoria, mientras que la inactivación de otras áreas del cerebro deja intacta esta red.

El trabajo también apunta a que la sincronización entre el núcleo accumbens, el hipocampo y la corteza prefrontal, a la hora de almacenar nueva información, proporciona un mecanismo para la actualización de los recuerdos que guiará los comportamientos futuros, de acuerdo con la información almacenada en el pasado.

Los resultados tienen implicaciones prácticas para tratar patologías del cerebro basadas en la conectividad funcional, como la adicción a sustancias de abuso, la esquizofrenia o la depresión. Permite, por ejemplo, diseñar protocolos de intervención dirigidos a nodos críticos del cerebro para manipular su actividad, buscando reforzar conexiones entre redes neuronales cerebrales, por ejemplo, para reforzar la memoria.

Además, las alteraciones en la conectividad funcional de las distintas redes cerebrales podrían utilizarse como biomarcador de diagnóstico y de pronóstico de distintas enfermedades. Algunas herramientas clínicas, como la estimulación magnética transcraneal o la estimulación cerebral profunda, podrían beneficiarse de esta aproximación localizando las áreas a estimular en algunos trastornos neurológicos o psiquiátricos, especialmente aquellos que se cree que son el resultado de las disfunciones de la red. El hallazgo puede servir también como guía para la cirugía del tumor cerebral mediante la identificación de áreas esenciales que se deben preservar durante la resección.

Hasta ahora se sabía que el núcleo accumbens participa en la formación de memorias, entre otras funciones, pero se desconocía su papel fundamental para estabilizar la interacción entre el hipocampo y otras regiones de la corteza cerebral, como han descubierto los científicos. Estas interacciones son fundamentales para la consolidación a largo plazo de las memorias.


¿Cómo se crea y consolida la memoria a largo plazo?

Un estudio realizado por investigadores del Departamento de Biología Celular, Fisiología e Inmunología y del Instituto de Neurociencia (INC), coordinado por la Universidad McGill y publicado en Nature de octubre 2020, ha descrito los procesos que se dan en las neuronas del hipocampo para que se puedan crear memorias de larga duración y sea posible el aprendizaje.

La memoria a largo plazo es un mecanismo cerebral que nos permite codificar y retener una cantidad casi ilimitada de información a lo largo de la vida. En su formación intervienen proteínas clave que activan la síntesis proteica, como la sub-unidad α del factor de iniciación eIF2 (eIF2α).

En este estudio, hecho en ratones, se han identificado los circuitos y las conexiones neuronales por los que eIF2α perjudica el aprendizaje y la memoria cuando está unida a una molécula de fósforo – fosforilada –, mientras que los potencia en su forma no fosforilada, tanto en condiciones de salud como de enfermedad.

El equipo ha demostrado que la implicación de eIF2α en la formación de nuevas memorias de larga duración viene dada por la actividad que tiene en dos tipos de neuronas del hipocampo: las neuronas excitadoras y las neuronas que expresan somatostatina – un grupo de neuronas inhibitorias –. De forma paralela y autónoma, la reducción de la fosforilación de eIF2α en estas dos sub-poblaciones es suficiente para incrementar la síntesis proteica, reforzar las conexiones entre neuronas y mejorar la memoria de larga duración.

Para estudiar estos efectos se ha utilizado una técnica desarrollada por los investigadores, que ha permitido demostrar que los cambios que se producen en las neuronas excitadoras durante el aprendizaje son similares a los que se observan al impedir genéticamente la fosforilación de eIF2α en estas neuronas. Esto es importante porque ha permitido validar el modelo genético e identificar los cambios que el aprendizaje produce a nivel trascripcional.

La existencia de dos procesos autónomos de consolidación de la memoria mediados por la forma no fosforilada de eIF2α puede responder a una ventaja evolutiva para asegurar y regular la duración de una memoria determinada.

El estudio es el primero que analiza por separado el papel de las neuronas excitadoras e inhibidoras del hipocampo en la consolidación de este tipo de memorias, y contribuye a comprender el fenómeno de la creación y mantenimiento de recuerdos, aun tan desconocido.


Científicos descubren una nueva clase de células de memoria en el cerebro


Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad Rockefeller, publicado en Science de julio 2021, en el lóbulo temporal del cerebro se ha descubierto un nuevo tipo de neuronas de memoria que vinculan la percepción de los rostros con la memoria a largo plazo, lo que explica cómo el cerebro guarda la cara de los seres queridos.


Los científicos llevan tiempo buscando una clase de células cerebrales que explique el destello visceral de reconocimiento que sentimos cuando vemos un rostro muy familiar, como el de las abuelas.

La "neurona de la abuela". En los años sesenta se formuló la teoría de la "neurona de la abuela", una célula cerebral que codificaría, por sí sola, un concepto específico y complejo. Así habría una neurona para recordar el rostro de la abuela, otra para el de la madre y sucesivamente. Pero nunca se llegó a demostrar su existencia.

El nuevo estudio ha localizado un conjunto de neuronas que serían similares a la de la abuela, pero, en lugar de trabajar de forma individual, parecen hacerlo de manera colectiva. En un rincón oscuro y poco estudiado del cerebro, se ha encontrado lo más parecido a una neurona abuela: células capaces de vincular la percepción de las caras con la memoria.

Esta es la primera evidencia de unas células cerebrales híbridas, que se comportan como células sensoriales, con respuestas fiables y rápidas a los estímulos visuales, y que son capaces de vincular la percepción de las caras con la memoria.

Además, actúan como células de memoria que solo responden a estímulos que el cerebro ha visto antes – en este caso, individuos conocidos – reflejando un cambio en el cerebro como resultado de encuentros anteriores.

Conexión entre los ámbitos sensorial y de la memoria

Para realizar su estudio, el equipo realizó resonancias magnéticas a macacos rhesus y registró las señales eléctricas de las neuronas mientras observaban en una pantalla imágenes de rostros familiares que habían visto en vivo y otros que solo habían visto virtualmente. Las neuronas respondían más a las caras que los sujetos habían visto personalmente antes y discriminaban entre conocidos y desconocidos inmediatamente después de procesar la imagen.

Son células muy visuales y sensoriales, pero como células de memoria. Han descubierto una conexión entre los ámbitos sensorial y de la memoria.

Implicaciones clínicas para personas con prosopagnosia, o ceguera facial. En el futuro, estos resultados podrían tener implicaciones clínicas para las personas con prosopagnosia, o ceguera facial, que en el peor de los casos ni siquiera pueden reconocer a sus familiares cercanos.

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Ejercicios para fortalecer las neuronas de la memoria




Con el paso del tiempo, nuestro cerebro y memoria se ven afectados por la pérdida de habilidades. Para mantenernos ágiles, los expertos recomiendan realizar ejercicios cognitivos, poniendo a prueba nuestra destreza y capacidad de retención de información.

Esto puede realizarse mediante la resolución de rompecabezas, crucigramas, acertijos y otros juegos conocidos, pero si realizamos actividades que disfrutamos regularmente, solo estaríamos dando ‘mantenimiento’ a las áreas del cerebro que ya están sanas y activas. Por lo que para ejercitar las otras áreas que están inactivas debemos buscar retos más grandes, tal como si estuviéramos realizando ejercicios físicos.

Escuchar música 8D con audífonos.
Este tipo de música suele utilizarse en películas o videojuegos y es especialmente envolvente porque activa el cerebro en su conjunto. Se puede encontrar en Internet y se recomienda escucharla con los ojos cerrados mientras se presta atención a los instrumentos, la voz, el ritmo y demás elementos.

Un ejemplo: 8D AUDIO CLASSICAL MUSIC Bach, Mozart, Chopin, Beethoven, Tchaikovsky (USE HEADPHONES)

Día de la mano no dominante. Un día a la semana intentar hacer todo con la mano que no se utiliza habitualmente. Si somos diestros, nos volvemos zurdos, o viceversa. Dicha actividad facilita un cruce de los hemisferios cerebrales e incrementa la reserva cognitiva.

Leer en voz alta.
Cuando leemos en voz alta abrimos nuevas rutas neuronales, por ello es recomendable practicarlo una vez a la semana, aunque estemos solos.

Hacer algo que nos incomoda. Tenemos que evitar caer en la zona de confort. Hacer cosas que nos cueste trabajo hacer, aunque sean pequeños actos, como no comer un postre que nos encanta o caminar por rutas diferentes a las habituales.

Trabajar con los olores. Colocar olores que nos resultan familiares en recipientes, como un jabón de la infancia o un perfume antiguo. El ejercicio consiste en vendarse los ojos y dejarnos sorprender por el olfato. De este modo, activamos uno de los sentidos menos desarrollados y abrimos nuevas conexiones neuronales. Esta dinámica también puede hacerse con sabores, si es que se tiene dificultades con el olfato.

Hacer deporte o jugar. El deporte activa también nuestro cerebro, e incluso nos ayuda a desarrollar nuevas neuronas. Cuando el cuerpo se mueve, además, la mente se relaja y crea un espacio idóneo para el aprendizaje.

Coordinación óculo-manual.
 Una de las claves del entrenamiento cognitivo consiste en cruzar diferentes áreas cerebrales. Conseguir plastilina o algún material moldeable para crear formas diferentes. El objetivo es conectar los ojos con las actividades de las manos.

Retar la atención. Existen libros y dinámicas para encontrar diferencias entre dos imágenes o encontrar una que esté oculta. Este ejercicio ayuda a entrenar la atención. Practicarlo día a día, cuando estamos en la calle o esperando en una fila. El reto es muy fácil: observamos que llevan las personas que están a nuestro alrededor, cerramos los ojos e intentamos recordar los detalles de sus zapatos, la ropa que llevan, sus características físicas e incluso lo que estaban haciendo en ese momento.
 



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octubre 17, 2022

El Cerebro Anticipa el Futuro





La predicción es uno de los principales mecanismos neurocognitivos de nuestro cerebro. Cada milisegundo, el órgano más complejo del ser humano trata constantemente de anticipar de manera activa lo que va a ocurrir a continuación según el conocimiento que tiene de su entorno.

Nuestro cerebro vive en un pasado cercano en el sentido de que se encuentra obligado a procesar e interpretar la realidad que percibe a través de los sentidos, lo cual le consume tiempo y, por lo tanto, le impide vivir totalmente en el presente. Sin embargo, a pesar de esta característica, se las ingenia muy bien para cumplir con su cometido de asegurar la supervivencia. Por ello, se ve obligado a predecir el futuro para así poder sincronizarse con lo que sucede en el presente.

Para realizar esta predicción, el cerebro utilizará el conocimiento que posee de experiencias pasadas y, de este modo, predecirá inteligentemente lo que pasará en el futuro inmediato.


Descubrimiento del sistema cerebral que anticipa el futuro



Según una investigación realizada en el Instituto Max Planck (Alemania), cuyo estudio fue publicado en Nature Communications de diciembre 2019, el cerebro dispone de un sofisticado sistema para anticipar el futuro: lo consigue de forma rápida y con un consumo mínimo de energía. Necesita prepararnos para reaccionar ante cualquier eventualidad.

De forma no consciente, el cerebro realiza matemáticas complejas para procesar la información que procede del entorno a través de los sentidos. Pero cuando se enfrenta a la eventualidad de prepararnos para el futuro, apura sus cálculos: no solo necesita saber qué va a ocurrir, sino también, y no menos importante, cuándo.

La nueva investigación ha descubierto cómo se las ingenia el cerebro para anticipar el futuro, ya sea en circunstancias normales o excepcionales: recurre a un sistema de pensamiento rápido y a la lógica difusa para que reaccionemos adecuadamente.

Pensamiento rápido y lógica borrosa o difusa

El sistema de pensamiento rápido es la forma más corriente que usa el cerebro para procesar información. Es instantáneo y consume muy poca energía. Es el sistema intuitivo y emocional.

Descrito por primera vez en 2011 por el Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, este sistema nos permite, por ejemplo, saber que una cosa está más cerca que otra, caminar sin fijarnos, detectar alegría en la expresión de una persona, o leer, sin pretenderlo, un mensaje publicitario sencillo.

El cerebro recurre también a la lógica borrosa o difusa, una propiedad que es muy difícil de replicar informáticamente, pero que permite procesar información a partir de datos imprecisos: por ejemplo, cómo va a ocurrir algo y cuándo.

La lógica borrosa regula también la mayor parte de nuestras vidas: frecuentemente recibimos instrucciones como “gira un poco más a la derecha” y “no vayas tan rápido”. Gracias a la lógica borrosa, nadie nos dirá: “muévete 28 cm en rumbo verdadero de 136º” o “reduce en 3,8 metros por segundo tu velocidad”. Aunque esos enunciados son genéricos, somos capaces de reaccionar con precisión y ajustar la marcha del vehículo en el sentido pretendido. Operamos mucho más por matices, por transición, y eso es lo que proporciona la lógica borrosa.

Densidad de probabilidad

Los investigadores han descubierto además que el cerebro se vale de un modelo de pensamiento rápido llamado función de densidad de probabilidad (FDP o PDF en inglés) para anticipar el futuro.

Este modelo permite al cerebro precisar con exactitud lo que va a pasar y cuándo. Asume que va a ocurrir independientemente del momento y realiza una estimación de cuándo va a tener lugar.

Distribuye la probabilidad de ocurrencia a través del tiempo en que puede producirse, para obtener una mayor seguridad en la precisión y disipar así la incertidumbre: ha determinado que el tiempo de reacción a un evento estocástico (no determinista) es proporcional al recíproco de su probabilidad.

Así nos prepara para cualquier eventualidad presente o futura, ya sea que la información sensorial proceda de la visión, de la audición o del sistema somato-sensorial, que procesa estímulos relacionados con el tacto, la temperatura, la propiocepción (posición del cuerpo) y la nocicepción (dolor).

Entresijos cerebrales

El éxito del cerebro en la anticipación del futuro no depende solo del modelo utilizado, sino de la selección previa que ha debido realizar para cumplir su cometido.

En primer lugar, eligió el modelo de pensamiento rápido frente al modelo de pensamiento lento. Este segundo modelo es lógico y deliberativo, funciona muy despacio y consume mucha energía. Asociado a la experiencia, lo usamos para actividades mentales difíciles como los cálculos matemáticos complejos. Cuando va a anticipar el futuro, el cerebro descarta este modelo y prefiere el sistema de pensamiento rápido porque lo que prima es acertar con rapidez algo que puede ocurrir.

En segundo lugar, el cerebro debió elegir también entre el modelo de pensamiento rápido llamado función de densidad de probabilidad y una alternativa también disponible: el modelo tasa de riesgo, más conocido por su expresión inglesa Hazard ratio.

Cálculos complejos

Este segundo modelo, empleado comúnmente para medir el riesgo financiero, sirve para calcular la probabilidad solo ante una situación inminente. Hasta ahora se creía que era el usado por el cerebro para anticipar el futuro. La nueva investigación ha comprobado sin embargo que el cerebro escoge la función de densidad de probabilidad porque le permite añadir a la información de qué va a ocurrir, el cuándo tendrá lugar.

Por último, a pesar de que el cerebro escoge un sistema de pensamiento rápido para anticipar el futuro, calcula algo muy complejo – el factor tiempo a través de la probabilidad –, una función que corresponde al sistema de pensamiento lento. Lo consigue a través de la lógica borrosa y confirma así que este sistema de pensamiento rápido es muy eficaz.

Es tan potente que sirve incluso para las tribus amazónicas que no conocen los números: su sistema de pensamiento rápido es capaz de procesar también una compleja información de probabilidad tal como lo hace nuestro cerebro, a pesar de que sus miembros no pueden saber siquiera la edad que tienen.


El cerebro usa dos relojes internos para anticipar el futuro

Una investigación de la Universidad de Berkeley en California, cuyos resultados se publican en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences de noviembre 2018, ha descubierto que el cerebro utiliza dos mecanismos neuronales diferentes para predecir el futuro inmediato. Ambos nos permiten navegar y disfrutar del mundo cotidiano.

Uno de los mecanismos neuronales es una especie de reloj interno que se basa en el ritmo. Está relacionado con los ganglios basales del cerebro, que se ocupan de los movimientos voluntarios realizados de forma inconsciente, para tareas rutinarias. El otro reloj interno se basa en la experiencia previa. Está asociado al cerebelo, una región del encéfalo cuya función principal es integrar las vías sensitivas y las vías motoras.

La función de los ganglios basales es refinar los movimientos voluntarios. Esto lo hacen al recibir los impulsos de la corteza cerebral para el próximo movimiento, que luego procesan y ajustan. Los ganglios transportan estas órdenes hacia el tálamo, el cual después transmite esta información de regreso a la corteza.

Los dos relojes son críticos para nuestra capacidad de navegar y disfrutar del mundo. Juntos, estos sistemas cerebrales nos permiten no solo existir en el presente, sino también anticipar activamente el futuro.

Se refieren a procesos cotidianos de la vida, por ejemplo, apretar el acelerador del auto una fracción de segundo antes de que el semáforo se ponga en verde, o empezar a mover los pies antes de que empiece a sonar la música que estamos esperando. El estudio ofrece una nueva perspectiva sobre cómo los humanos calculamos cuándo hacer un movimiento.

Esta sincronización no es un proceso unificado, sino que hay dos formas distintas en las que hacemos predicciones temporales y éstas dependen de diferentes partes del cerebro.

Los resultados de este trabajo confirman que el cerebro utiliza dos mecanismos diferentes para el tiempo de anticipación, desafiando las teorías de que un solo sistema cerebral maneja todas nuestras necesidades de tiempo.

Los resultados sugieren al menos dos formas diferentes en las que el cerebro ha evolucionado para anticipar el futuro. Un sistema basado en el ritmo es sensible a los eventos periódicos del mundo, como lo es inherente al habla y la música. Y un sistema de intervalos proporciona una capacidad de anticipación más general, sensible a las regularidades temporales, incluso en ausencia de una señal rítmica.

Metodología

Los investigadores estudiaron las fortalezas y los déficits de anticipación a través de personas con enfermedad de Parkinson – un tipo de trastorno del movimiento – y de personas con degeneración cerebelosa, una enfermedad en la cual las neuronas del cerebelo – la zona del cerebro que controla la coordinación muscular y el equilibrio – se deterioran y mueren.

A través de diversas pruebas, compararon cómo se comportaban los pacientes de ambas enfermedades en ejercicios de computadora utilizando señales de tiempo. Ambos grupos vieron en una pantalla de computadora secuencias de cuadrados rojos, blancos y verdes mientras pasaban a diferentes velocidades: debían pulsar una tecla en el momento en el que vieran pasar el cuadrado verde. Al igual que la luz ámbar de los semáforos, los cuadrados blancos les alertan que el cuadrado verde va a pasar.

Los investigadores observaron que mientras el ritmo de paso de los diferentes cuadrados era constante, los pacientes con degeneración cerebelosa respondían bien a estas señales rítmicas. Sin embargo, cuando los cuadrados de colores siguieron un patrón más complejo, con diferentes intervalos entre los cuadrados rojo y verde, esta secuencia era más fácil de seguir por los pacientes de Parkinson.

Se demostró que los pacientes con degeneración del cerebelo tienen problemas para usar señales temporales no rítmicas, mientras que los pacientes con degeneración de los ganglios basales asociada con la enfermedad de Parkinson tienen problemas para usar las señales rítmicas.

El estudio permitió a los investigadores establecer una conexión entre la sincronización rítmica y los ganglios basales, así como entre la sincronización a intervalos, un temporizador interno basado en nuestra memoria de experiencias anteriores, y el cerebelo. Ambas son regiones cerebrales primarias asociadas con el movimiento y la cognición.

Además, sus resultados sugieren que si uno de estos relojes neuronales falla, el otro podría intervenir teóricamente. El estudio identifica no solo los contextos anticipatorios en los que están afectados estos pacientes neurológicos, sino también los contextos en los que no tienen dificultades, lo que sugiere que se podría modificar sus entornos para facilitarles la interacción con el mundo.

Nuevos tratamientos. A partir de estos resultados, se abren nuevas vías para tratamientos no farmacéuticos de personas con déficits de temporalización neurológica: juegos de computadora, aplicaciones móviles, estimulación cerebral profunda y modificaciones del sueño ambiental, podrían ayudarles a superar estas deficiencias.


El cerebro anticipa lo que va a suceder y reacciona cuando los sentidos contradicen su predicción – Teoría de la codificación predictiva

Una investigación del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL) y del Instituto de Neurociencias de Castilla y León (INCYL), cuyo trabajo fue publicado en la revista científica Plos Biology de diciembre 2020, ha demostrado de forma experimental que el cerebro predice continuamente lo que va a suceder a nuestro alrededor y que existe un mecanismo neuronal que nos alerta cuando la información que aportan los sentidos no coincide con la previsión.

Los investigadores trabajan desde hace años en la teoría de la codificación predictiva del cerebro, que analiza este proceso. La corteza prefrontal prevé lo que va a pasar en el futuro y toma decisiones, pero esas predicciones se comparan internamente en el cerebro con los impulsos sensoriales que recibimos, ya sean visuales, olfativos, somato-sensoriales o auditivos. En esta comparación, cuando la predicción y el estímulo sensorial coinciden simplemente se anulan. Sin embargo, si difieren se produce lo que conocemos como error de predicción.

En definitiva, el cerebro no actúa de forma pasiva a la espera de estímulos, sino que anticipa constantemente lo que espera recibir a través de los sentidos, de manera que solo nos ponen en alerta o nos llaman la atención las cosas inesperadas. Según este modelo, el cerebro hace predicciones “desde arriba” y los sentidos informan “desde abajo”. Las neuronas involucradas en este mecanismo son muy importantes porque dejan pasar el flujo de información hacia arriba. Así, todo lo que el cerebro predice y realmente sucede no es más que información superflua que el cerebro descarta. Sin embargo, cuando se produce el error de predicción, el cerebro tiene que actuar.

Existen muchos ejemplos en la vida cotidiana que ayudan a entender este concepto. Por ejemplo, si salimos de casa sin paraguas porque pensamos que hay sol, pero cuando abrimos la puerta está lloviendo. Si en efecto hubiera sol, como tenía previsto nuestro cerebro, ni siquiera repararíamos en ello. Lo mismo sucede cuando se rompe el hilo de una conversación con un giro inesperado o si un ruido inesperado irrumpe entre otros ruidos cotidianos.

Hasta ahora, esta teoría de la codificación predictiva estaba basada en modelos matemáticos, pero la novedad del artículo es que los investigadores la han demostrado de forma experimental. No había una prueba de que las neuronas realmente actuaban de esta manera desde el punto de vista molecular, así que en este trabajo lo demuestran con experimentos electro-fisiológicos en modelo animal.

Registrar el comportamiento de estas neuronas en humanos sería mucho más complejo, pero los experimentos en ratas han permitido confirmar la reacción neuronal ante un error de predicción. En concreto, la investigación se ha centrado en el sistema auditivo, que es el más utilizado para estudiar esta cuestión, pero los resultados son extrapolables al resto de los sistemas sensoriales, que en teoría deben tener un mecanismo similar.

Aplicaciones terapéuticas

Los investigadores explican que avanzar en el conocimiento de estos procesos es muy importante, porque están relacionados con algunas patologías psiquiátricas y neurodegenerativas. Por una parte, en la esquizofrenia y el autismo el mecanismo de predicción y comparación está alterado. Lo más probable es que las neuronas implicadas en el error de predicción estén funcionando mal. Por lo tanto, hay una base celular y neurológica relacionada con cambios en la corteza prefrontal que explicaría por qué ocurre esto.

En enfermedades como el Alzheimer sucede algo parecido, aunque el motivo es distinto. En este caso, no se trata de alteraciones, sino de que las neuronas que mueren o están dañadas son como piezas del puzzle que dejan de funcionar correctamente. Por eso, los fallos en los mecanismos de predicción del cerebro derivan en problemas cognitivos.

A partir de estos resultados el grupo de investigación cree que se podrían encontrar nuevas soluciones terapéuticas para algunas patologías. En particular, desean estudiar las sustancias neuro-moduladoras que pueden estar involucradas. En la misma línea, piensan que la acetilcolina, que es un neuro-modulador importante, desempeña un papel primordial en la transmisión sináptica en estas neuronas. Si es así, es posible que regulándolo se puedan conseguir tratamientos farmacológicos.

Esas futuras terapias podrían servir para cualquiera de las patologías relacionadas con la codificación predictiva. De hecho, el problema de las enfermedades neurodegenerativas es que aún no se conocen los mecanismos moleculares básicos, así que estos pasos son importantes. En las últimas décadas no ha salido al mercado ningún fármaco nuevo para enfermedades neurodegenerativas, pero si se confirma que ciertas sustancias pueden ayudar a paliar sus efectos, los investigadores estarían en camino de cronificarlas (hacer crónico un proceso negativo, especialmente una enfermedad).


El cerebro anticipa el futuro inmediato utilizando un mecanismo de predicción automática para secuencias temporales

Investigadores del Instituto Donders para la Investigación del Cerebro, la Cognición y el Comportamiento, de la Universidad Radboud, en los Países Bajos, cuyo trabajo fue publicado en Nature Communications de mayo 2017, realizaron un estudio con el objetivo de ratificar esta afirmación.

El equipo demostró que cuando pronosticamos un evento, lo visualizamos automáticamente y a una velocidad rápida, por lo menos dos veces más deprisa que la velocidad real con la que se desplaza el objeto. Un ejemplo sería el de cruzar una calle transitada. Cuando nos enfrentamos a esta situación tan frecuente nuestro cerebro acelerará ex profeso la velocidad con la que se nos aproximan los autos con el fin de ofrecernos una percepción sobreestimada del riesgo que estamos corriendo, apuremos el paso y lleguemos antes a la seguridad de la acera de enfrente.

Los autores consideraron que la visión humana es muy detallista porque es el principal sentido pro-supervivencia que poseemos y, por esta razón, tiene una mayor resolución que la que pueden ofrecernos los otros sentidos, como el oído o el olfato. No obstante, la velocidad con la que circula la información visual desde la retina hasta la corteza visual es en tiempos neuronales relativamente lenta, pues se necesitan al menos 200 milisegundos para que la transferencia se produzca. Y si bien 0.2 segundos representaría un lapso de tiempo muy breve, a nivel cerebral en cambio es mucho, en el sentido de que este retraso temporal podría significar la diferencia entre la vida y la muerte para un peatón atrevido.

Para conocer cómo el cerebro anticipa movimientos futuros, los investigadores les pidieron a 29 individuos que observaran en una pantalla 108 veces una secuencia de puntos que se balanceaban de izquierda a derecha o al revés en medio segundo. Después de las sesiones, los científicos descubrieron que los cerebros de los participantes pudieron anticipar con precisión los movimientos que realizaría cada punto.

Luego, las personas fueron invitadas a ver nuevas secuencias aleatorias. Algunas resultaron iguales a las anteriores, pero otras con el punto desplazándose a través de la pantalla, mostrando solamente el principio o el final de la secuencia.

En la medida en la que los participantes veían los puntos saltar en la pantalla, una parte correspondiente al córtex visual se iluminaba en cada etapa. No obstante, si solo apreciaban el inicio de la secuencia igualmente se activaba la misma área del cerebro, la cual completaba la trayectoria hipotética del punto, pero con la salvedad de que se anticipaba dos veces más rápido a la secuencia real.

De esta manera, se pudo constatar que nuestro sistema visual puede anticipar la trayectoria de un objeto al menos dos veces más deprisa que la verdadera trayectoria, algo que nos permite prever el recorrido de un objeto y actuar en consecuencia.

Para los investigadores los resultados muestran que la corteza visual puede completar una secuencia con información parcial de un objeto en movimiento y que esta hazaña la puede realizar incluso cuando la atención está dirigida hacia otra parte. Además, el hecho de que la predicción de eventos sea independiente del estado de atención sugiere un proceso automático. Los expertos consideran que en este proceso de anticipar el futuro inmediato está implicado el hipocampo, una estructura cerebral ligada a la memoria y también a esta función premonitoria.


El cerebro sabe anticipar el futuro a partir del análisis de la información previa

Investigadores de la Association for Psychological Science (APS) de Estados Unidos, cuyo estudio fue publicado en la revista Psychological Science de agosto 2021, han descubierto la acción de una “máquina de predicción” en el cerebro humano, encargada de procesar la información recibida del entorno para anticipar aquello que sucederá más adelante en determinadas situaciones.

Según los investigadores el cerebro es capaz de aprovechar las propiedades estadísticas del mundo para predecir lo que es probable que suceda a continuación, así como de analizar la información y simplificar conjuntos de datos complejos para que podamos gestionarlos con eficacia.

El mecanismo cerebral también es capaz de “limpiar” los datos confusos y las estructuras complejas, para que sea posible sobrellevar la realidad del mundo sin perdernos en sus laberintos.

Para comprender el proceso, el estudio desarrolla una analogía con la experiencia musical. Cuando una frase musical tiene una cualidad incierta o no resuelta, nuestro cerebro predice automáticamente cómo terminará la melodía: los investigadores sugieren que el cerebro humano considera lo que ha sucedido antes para anticipar lo que viene después, en una cualidad predictiva y anticipatoria que aplica a diferentes estímulos.

El cerebro está constantemente un paso por delante y hace coincidir las expectativas con lo que está a punto de suceder. El descubrimiento desafía las suposiciones anteriores en torno a que las frases musicales se sienten terminadas solo después de que ha comenzado la siguiente. En consecuencia, tanto en la apreciación musical como en otros aspectos nuestro cerebro es capaz de anticipar un paso futuro a partir del análisis de la información previa.

En ese sentido, el estudio comprueba que el cerebro utiliza determinados movimientos musicales como “pistas” para predecir cómo seguirá o concluirá una melodía que no tiene una estructura lógica o evidente y plantea un momento de incertidumbre.

Ese mismo mecanismo es utilizado por la “máquina de predicción” del cerebro en otras situaciones o contextos. Por ejemplo, un proceso similar se lleva a cabo a nivel lingüístico: si una frase musical es una parte de un todo más complejo y extenso, como una canción o una sinfonía, una oración también es un fragmento de una totalidad con cierta coherencia, como puede ser un texto narrativo o informativo. El cerebro también sería capaz de predecir ciertos aspectos de las oraciones que se van encadenando en un texto, ya sea en cuanto a su contenido, estilo o intención.

Alta entropía: el momento de incertidumbre

Los científicos identificaron un momento que denominaron como de “alta entropía”, un término que hace referencia al grado de la incertidumbre existente ante un conjunto de mensajes, del cual solamente se conoce una parte. En ese instante de duda, el mecanismo anticipatorio del cerebro se pone en acción, analizando datos previos y cruzándolos con la información que recibe del mundo, para predecir así lo que vendrá.

Para llegar a sus conclusiones, los científicos trabajaron con un grupo de voluntarios haciéndolos escuchar melodías corales de Bach al detalle: analizaron las obras, nota por nota, buscando que los participantes identificaran las distintas partes y puedan decir cuáles recordaban y cuáles les parecían más completas y complejas.

Los resultados indicaron que los segmentos musicales con elevada entropía o sensación de incertidumbre fueron catalogados como más completos y ricos: en ellos, el cerebro debía actuar para anticipar un próximo movimiento, que no parecía lógico o evidente. Según los investigadores, el descubrimiento de este mecanismo cerebral podría conducir al desarrollo de estrategias psicosociales que mejoren la comunicación entre las personas en múltiples contextos.




Saber lo que va a pasar, ya sea inmediatamente o algo más tarde, es un factor crítico para la supervivencia, 
pero también algo cotidiano: necesitamos saber si va a llover mañana o estamos atentos al disparo que anuncia 
la salida en una carrera deportiva. Debemos maravillarnos de cómo nuestro cerebro debe hacer una y mil piruetas para 
poder hacer las cosas bien en el sentido temporal sin que nosotros nos percatemos del 
hecho de cuándo y cómo las realiza.




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