julio 30, 2025

Importancia del Equilibrio entre Omega-3 y Omega-6 : Ácidos Grasos Esenciales




La proporción ideal es de dos omega-6 por un omega-3, o de tres por uno
Un consumo excesivo de omega-6 puede impedir que el organismo aproveche los beneficios de los omega-3


Los ácidos grasos omega-3 y omega-6 son llamados esenciales porque nuestro organismo no puede producirlos por sí mismo, razón por la cual se obtienen de los alimentos. Estos dos ácidos grasos son necesarios para el crecimiento y la curación, pero también pueden utilizarse para producir otros ácidos grasos.

El cuerpo humano puede producir todos los ácidos grasos que necesita, a excepción de dos: el ácido linoleico (LA), un ácido graso omega-6, y el ácido alfa-linolénico (ALA), un ácido graso omega-3. Estos deben proceder de nuestra dieta, de ahí su nombre de ácidos grasos esenciales.

En nuestra dieta, la ingesta de ácidos grasos omega-6 y omega-3 está demasiado desequilibrada, lo que aumenta el riesgo de obesidad y también podría favorecer ciertos trastornos cognitivos.


Los lípidos


Comúnmente conocidos como “grasas”, los lípidos, junto con las proteínas y los hidratos de carbono, constituyen una de las tres principales familias de macro-nutrientes, es decir, uno de los constituyentes de los alimentos que contribuyen al aporte energético.

Los lípidos desempeñan dos funciones principales en el organismo:


* Un papel de almacenamiento de energía. En este caso, los lípidos se presentan en forma de triglicéridos, que se encuentran sobre todo en el tejido adiposo.

* Un papel estructural. En este caso, se presentan en forma de fosfolípidos y forman parte de la composición de las membranas celulares. En particular, garantizan su fluidez.

Los triglicéridos y los fosfolípidos del organismo se componen de ácidos grasos, algunos sintetizados por el organismo y otros aportados por la alimentación.

El colesterol también es un lípido. Es el precursor de las hormonas esteroideas – estrógenos, testosterona, etc. –. También es un componente importante de las membranas celulares, sobre todo en el cerebro.

En el organismo, procede de la alimentación o de la síntesis endógena por el propio organismo. En la alimentación, el colesterol procede exclusivamente de los productos animales.


Omega-3


Los omega-3 son ácidos grasos poliinsaturados necesarios para el desarrollo y el buen funcionamiento del cuerpo humano, pero que nuestro organismo no puede producir por sí mismo. Sin embargo, pueden fabricarse a partir de su precursor si éste es aportado por la dieta.

Beneficios del omega-3 para la salud

Protección cardiaca

* reducción del riesgo cardiovascular,

* menor riesgo de infarto recurrente,

* reducción de los niveles de triglicéridos,

* mantenimiento de una presión arterial normal.

Los Omega 3 favorecen la fluidez de la sangre y la dilatación de los vasos sanguíneos. Ayudan a limitar la formación de coágulos sanguíneos. Ricos en EPA y DHA, se sabe que ayudan a regular los niveles de triglicéridos (grasas nocivas) y contrarrestan los mecanismos por los que se depositan las grasas.

Los Omega 3 contribuyen a reducir la presión arterial, en particular favoreciendo los mecanismos de dilatación de las arterias y oponiéndose a las moléculas que atacan las paredes arteriales.

También contribuyen a aumentar los niveles de HDL – la fracción de colesterol “bueno” –, lo que favorece la excreción de colesterol en la bilis.

El papel preventivo en la visión

* Ayuda a reducir el riesgo de degeneración macular asociada a la edad (DMAE).

* Ayuda a prevenir el síndrome del ojo seco.

La retina está compuesta por un 35% de DHA y los fotorreceptores contienen casi un 56%.

Su acción sobre el bienestar emocional y el mantenimiento de un buen estado de ánimo

* Combate la depresión y los trastornos de ansiedad.

* Reduce los efectos de la depresión post-parto.

Su papel en la salud cerebral y la función cognitiva

* Facilita el aprendizaje.

* Mejora la memoria.

* Podría limitar la aparición de la enfermedad de Alzheimer

Debido a su papel fisiológico, los omega-3 también contribuyen a una función cerebral saludable. Como principal constituyente de las neuronas, el DHA, en forma de fosfolípidos, interviene en la liberación de impulsos nerviosos y neurotransmisores. Interviene en la actividad intelectual – memoria, concentración – y ayuda a mantener un buen equilibrio mental con el EPA y a regular el sueño.

El efecto sobre la inflamación y las molestias articulares

* Mejora la flexibilidad articular.

* Alivia la artritis reumatoide.

Además:

Su papel en la prevención de la diabetes y la obesidad.

El efecto sobre la salud de las membranas celulares y el mantenimiento de su plasticidad.

Los beneficios para la belleza y la luminosidad, la belleza de la piel y la reducción de los síntomas dermatológicos debidos a la psoriasis.

Acción beneficiosa durante el embarazo sobre el desarrollo del feto, su retina y su cerebro en particular. Se recomienda encarecidamente a las mujeres embarazadas y en periodo de lactancia que tomen un tratamiento de omega-3.

Las principales fuentes de omega-3

* Pescado azul como el salmón, el atún, la caballa, las sardinas y las anchoas.

* El marisco y, en particular, el aceite de krill, un pequeño camarón muy rico en omega-3.

* En el mundo vegetal, pero en menores concentraciones: aceites de linaza, colza, soja. Nueces, semillas de calabaza, semillas de chía, verduras de hoja verde oscura, soja, tofu y algas.

Se recomienda consumirlos regularmente en la dieta, pero también en forma de suplementos. Según los estudios, las personas que consumen abundantes ácidos grasos omega-3 están mejor protegidas contra el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Los omega-3 deben ser consumidos por la mayoría de la población. Los niños pueden obtener su aporte nutricional a través de la dieta, mientras que los adolescentes, las mujeres embarazadas (bajo la supervisión de su médico), los deportistas y las personas mayores pueden beneficiarse de una dosis diaria a través de suplementos.


Omega-6




Son ácidos grasos esenciales que contribuyen al sistema inmunitario y a la salud del corazón.

Se encuentran principalmente en aceites vegetales como el aceite de oliva, el aceite de germen de trigo, el aceite de girasol, el aceite de maíz, el aceite de sésamo y el aceite de cacahuete (maní). Granos de maíz, pepas de uva o argán.


Principales funciones y beneficios para la salud de los omega-6

* Son importantes para el sistema inmunitario y ayudan a mantener niveles normales de lípidos en sangre.

* Contribuyen al desarrollo mental y cognitivo.

* Son importantes para la función vascular.

* Favorecen la elasticidad y juventud de la piel, ayudando a mantener su hidratación.

* Modulan la estructura de las membranas. Su componente principal es una doble capa lipídica, donde se insertan proteínas y carbohidratos.

* Regulan el transporte y la síntesis del colesterol.

* También son útiles para la artritis reumatoide, la diabetes, el síndrome premenstrual y la tensión mamaria.


Mantener un equilibrio omega-6/omega-3


Cada vez que optamos por alimentos ricos en omega-6, como ciertos aceites vegetales y alimentos ultra-procesados – por ejemplo, los platos precocinados que se encuentran en los supermercados, las galletas dulces y los aperitivos, las chips o las sopas instantáneas –, también estamos fomentando la inflamación crónica, que puede afectar insidiosamente a nuestro cerebro y favorecer ciertos trastornos neurológicos como la ansiedad.

Nuestra dieta es demasiado rica en omega-6. Los aceites vegetales ricos en omega-6 se utilizan mucho en productos de panadería y aperitivos, lo que explica el frecuente desequilibrio observado entre los occidentales. Un consumo excesivo de omega-6 puede impedir que el organismo aproveche los beneficios de los omega-3.

¿Cuáles son los vínculos entre los ácidos grasos, la obesidad y la neuroinflamación?

Síndrome metabólico
La obesidad es el resultado de una compleja interacción entre causas genéticas y ambientales, en la que la dieta desempeña un papel fundamental.

Esta patología está asociada a numerosas comorbilidades como la diabetes de tipo 2, las enfermedades cardiovasculares, la artrosis, el cáncer y los trastornos neurológicos (ansiedad, depresión, trastornos cognitivos).

El consumo excesivo de calorías conduce a una disfunción metabólica, también conocida como síndrome metabólico, que se caracteriza por una cintura amplia, niveles anormales de azúcar y lípidos en sangre e hipertensión arterial.

Ahora sabemos que también es responsable de la inflamación crónica del sistema nervioso central, en particular del cerebro, conocida como neuroinflamación.

Inflamación que afecta a varias regiones cerebrales clave

La neuroinflamación que se observa en la obesidad afecta a varias regiones del cerebro, como el córtex – responsable de la motricidad, la sensibilidad, la sensorialidad y el lenguaje –, la amígdala – que coordina el centro de las emociones, la felicidad, el miedo, la ira, la ansiedad –, el hipocampo – que rige la cognición, en particular el aprendizaje y la memoria – y el hipotálamo.

El hipotálamo es la principal región del cerebro que controla el comportamiento alimentario y el equilibrio entre la ingesta de energía a través de la alimentación – y el gasto energético – homeostasis energética –. Por tanto, se cree que la neuro-inflamación observada en el cerebro contribuye a las disfunciones cognitivas y metabólicas observadas en la obesidad.

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La composición de ácidos grasos de la dieta provoca neuro-inflamación y trastornos del comportamiento en personas obesas


Investigadores de la Université Côte d'Azur, el CNRS y el INSERM (Francia) en un estudio, publicado por Elsevier en marzo 2024, plantearon la hipótesis de que las dietas obeso-génicas ricas en grasas y que varían en su composición de ácidos grasos, sobre todo en la proporción de omega-6 y omega-3, tienen diversos efectos sobre el metabolismo energético, la neuro-inflamación y el comportamiento.

La composición nutricional de las dietas obeso-génicas podría influir en la gravedad de los trastornos asociados a la obesidad, como la resistencia a la insulina y la inflamación crónica.

Estudios en animales para comprender los efectos en humanos

Los investigadores realizaron un estudio en el que analizaron el desarrollo de la obesidad, el metabolismo de la glucosa, la inflamación y el comportamiento en ratones alimentados con distintas dietas.

Trabajar con ratones en lugar de con humanos ofrece la posibilidad de explorar directamente los efectos del consumo de ácidos grasos en el cerebro y su funcionamiento.

En los estudios con ratones es posible controlar con precisión la dieta de ácidos grasos, algo difícil de hacer en humanos por razones éticas y de control. Además, los ratones tienen una vida corta y se reproducen rápidamente, lo que permite realizar estudios longitudinales y genéticos que son difíciles de realizar en humanos.

Por último, como modelo biológico, el ratón comparte muchos genes y vías metabólicas con nuestra especie, lo que lo convierte en un modelo pertinente para estudiar los efectos de los ácidos grasos en el cerebro y su repercusión en la salud neurológica.

La salud y el comportamiento de los ratones alterados por dietas desequilibradas

Los investigadores alimentaron a los ratones durante cinco meses con dietas que contenían cantidades idénticas de lípidos, carbohidratos y proteínas, pero con distintas proporciones de ácidos grasos omega-6 y omega-3.

Un primer grupo fue alimentado con una dieta beneficiosa enriquecida con aceite de colza, con una proporción omega-6/omega-3 baja, por debajo de las recomendaciones de las organizaciones sanitarias de referencia.

Un segundo grupo se alimentó con una dieta similar a la humana occidental, a base de aceite de soja y de maíz, con una relación omega-6/omega-3 media.

Un tercer grupo fue alimentado con una dieta extremadamente deletérea, altamente enriquecida con aceite de girasol – con una proporción omega-6/omega-3 muy elevada.

Comprobaron que los ratones alimentados con una dieta rica en ácidos grasos omega-6 en comparación con los omega-3 mostraban una mayor propensión a la obesidad. Esta tendencia a acumular grasa corporal iba acompañada de un deterioro en la capacidad de regular los niveles de azúcar en sangre (o glucemia), factor clave en el desarrollo de la diabetes de tipo 2 en humanos.

Resultados por confirmar en los humanos

Su estudio también encontró que los ratones expuestos a altas proporciones de ácidos grasos omega-6 y omega-3 – a través de una ingesta muy alta de aceite de girasol – presentaron una mayor inflamación en varios órganos, incluido el hígado y el tejido adiposo, lo que es consistente con lo que se sabe sobre las complicaciones metabólicas asociadas con el exceso de grasa corporal en los humanos.

También se detectó un aumento característico de la inflamación en sus cerebros, sobre todo en el hipotálamo y el hipocampo, regiones implicadas en la regulación de la ingesta de alimentos y de la memoria, respectivamente. Por tanto, es posible que esta inflamación cerebral, conocida como neuro-inflamación, sea la responsable de desencadenar el comportamiento ansioso y los déficits de memoria espacial que observaron en estos ratones, lo que sugiere una correlación entre el exceso de ácidos grasos omega-6 y las alteraciones neurológicas.



Una mala relación omega-6/omega-3 aumenta el riesgo de sobrepeso y obesidad

En cambio, los ratones alimentados con una dieta rica en ácidos grasos omega-3, con un alto consumo de aceite de colza, mostraron una reducción de la obesidad, con una menor acumulación de grasa corporal y una mejor regulación de los niveles de glucosa. Además, estos ratones mostraron una reducción de la inflamación en sus tejidos periféricos – hígado y tejido adiposo –, así como en el cerebro. En cuanto al comportamiento, se observó que estos ratones sufrían menos síntomas de ansiedad y presentaban mejores puntuaciones en memoria espacial.

Impacto sobre el colesterol LDL. La reducción del colesterol LDL es un resultado positivo porque el colesterol LDL se considera el colesterol “malo”, y su exceso en la sangre puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares.

Ningún efecto sobre el colesterol HDL. La ausencia de efecto sobre el colesterol HDL sugiere que el consumo de almendras no altera significativamente el nivel de este colesterol “bueno”, útil para la salud del corazón.


El efecto del consumo de almendras en el perfil lipídico – revisión sistemática y meta-análisis de ensayos controlados aleatorios


Investigadores de la Facultad de Medicina de Harvard y de la Universidad de Ciencias Médicas (Irán), en un estudio publicado en Food & Function en marzo 2021, examinan los efectos del consumo de almendras sobre el perfil lipídico, basándose en una revisión sistemática y un meta-análisis de ensayos controlados aleatorizados.

Los investigadores analizaron 18 ensayos controlados aleatorios para observar su impacto en el colesterol, los triglicéridos y el colesterol HDL. El estudio utilizó un enfoque de revisión sistemática y meta-análisis, lo que significa que agrupó y analizó datos de varios estudios clínicos para llegar a conclusiones generales.

Los resultados muestran efectos positivos significativos sobre el colesterol total y el colesterol LDL, sin efectos sobre el colesterol HDL.

Estos resultados apoyan la idea de que el consumo de almendras, como parte de una dieta equilibrada, puede contribuir a la salud cardiovascular al mejorar el perfil lipídico.

Las almendras pueden ayudar a reducir el riesgo de enfermedades cardíacas al ayudar a mantener niveles saludables de colesterol.


El consumo de nueces reduce las concentraciones sanguíneas de colesterol y triglicéridos


Investigadores del CIBEROBN (Centro de Investigación Biomédica en Red Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición) de la Universidad Rovira i Virgili (España), en colaboración con la Universidad de Harvard, en un estudio, publicado por The American Journal of Clinical Nutrition en julio 2018, se plantearon actualizar el meta-análisis del año 2009 con el objetivo de evaluar los efectos de las dietas enriquecidas en nueces sobre el perfil lipídico y de un tipo de proteínas que transporta lípidos a la sangre, conocidas como apolipoproteinas.

Además, fueron más allá y también evaluaron sus efectos sobre el peso corporal y otros factores de riesgo cardiovascular.

26 estudios de intervención y más de 1.000 participantes

Tras analizar los resultados provenientes de 26 estudios de intervención nutricional, incluyendo un total de 1.059 participantes, los investigadores han concluido que, en comparación a dietas control, las dietas suplementadas con nueces disminuyen el colesterol total en 6.99mg/dL, el colesterol LDL en 5.51mg/dL y los triglicéridos en 4.69mg/dL. Sin embargo, el consumo de nueces no parece tener efectos sobre el peso corporal o la presión arterial en comparación con las dietas control.

Según los investigadores, el presente estudio proporciona evidencia sólida sobre los beneficios del consumo de nueces sobre el perfil lipídico sin afectar de forma negativa al peso corporal o la presión arterial. A pesar de ser un alimento con una alta densidad energética, el consumo de nueces no promueve la ganancia de peso y, por lo tanto, las nueces pueden ser incorporadas en el contexto de una dieta saludable para la prevención cardiovascular.

Aunque no se conoce de forma exacta el mecanismo de acción por el cual las nueces pueden mejorar el perfil lipídico, parece ser que su alto contenido en esteroles vegetales, ácidos grasos α-linolenico y linoleico, y polifenoles, pueden ser los responsables. Estos nutrientes tienen altas propiedades antioxidantes y antiinflamatorias y además pueden interferir en la absorción de colesterol.

Conclusiones. La incorporación de nueces a la dieta mejoró el perfil lipídico sanguíneo sin afectar negativamente al peso corporal ni a la presión arterial.

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Almendras, nueces y otros frutos secos: sus efectos sobre la salud



El consumo de frutos secos se ha limitado durante muchos años debido a su alta densidad energética. Sin embargo, en las últimas décadas, resultados de importantes estudios de intervención nutricional han sugerido que, pese a su alto contenido en grasa, los frutos secos no afectan de forma negativa al peso corporal e incluso pueden ejercer efectos beneficiosos sobre distintos factores de riesgo cardiovascular, tales como la resistencia a la insulina, inflamación, presión arterial o incluso el perfil lipídico.

La composición nutricional de los frutos secos difiere mucho de un tipo a otro. Las nueces, son especialmente ricas en ácido grasos α-linolénico y linoleico. Se ha hipotetizado que esta composición nutricional única de ácidos grasos de las nueces puede ser la responsable de la disminución en las concentraciones de colesterol total y triglicéridos observada en distintos estudios nutricionales.

Aunque son diversos los estudios que han evaluado los efectos del consumo de nueces sobre el perfil lipídico, – colesterol total, colesterol malo conocido como LDL, colesterol bueno conocido como HDl y triglicéridos –, existen controversias al respecto. Ya un estudio de 2009 concluyó que las dietas suplementadas con nueces reducen el colesterol LDL en comparación con otras dietas.


Desde el punto de vista nutricional, los frutos secos se caracterizan por altos niveles (50 a 75%) de ácidos grasos insaturados – con fama de “grasas buenas” –, niveles significativos de proteínas (10 a 25%), minerales (cobre, magnesio, potasio), vitaminas (B3, B9, B6, E), fibra alimentaria, antioxidantes y esteroles vegetales.

Varios indicios sugieren que pueden ayudarnos a envejecer bien, protegiéndonos de diversas patologías crónicas.


Niveles más bajos de colesterol "malo”

Si hay un campo en el que las semillas oleaginosas han demostrado su eficacia es en el control del colesterol. La reducción de la ingesta de grasas animales y el consumo de fibra soluble han demostrado su eficacia para reducir los niveles de colesterol LDL (LDL-C), es decir, el colesterol “malo”. Pero numerosos estudios también han demostrado el efecto beneficioso de un puñado diario de almendras. Esto parece ser cierto para todas las semillas oleaginosas.

Grasas que no engordan

En términos de energía, 30 g de almendras, cacahuetes, pistachos o anacardos (castañas de cajú) aportan 180 kcal, y 220-230 kcal con nueces, pacanas o nueces de Brasil. Esto equivale aproximadamente a entre 30 y 40 g de chocolate con leche. Dado que la grasa es la principal fuente de calorías, se podría pensar que hay que desconfiar de las semillas oleaginosas si se quiere cuidar la línea.

De hecho, un estudio reciente “Consumo de frutos secos y riesgo de síndrome metabólico y sobrepeso/obesidad: un metaanálisis de estudios prospectivos de cohortes y ensayos aleatorizados” (Nut consumption and risk of metabolic syndrome and overweight/obesity: a meta- analysis of prospective cohort studies and randomized trials), publicado por Nutrition & Metabolism en junio de 2018, analizó seis estudios prospectivos de cohortes y 62 ensayos aleatorizados de alimentación. Según sus conclusiones, el consumo regular de frutos secos durante un periodo de tiempo más o menos largo – entre 3 y 336 semanas – se acompaña de media de una pérdida de peso muy ligera (200 g de media), y de un perímetro de cintura que tiende a disminuir (en torno a 0,5 cm).

Aunque las razones de estas observaciones contra intuitivas no están totalmente explicadas, se han formulado varias hipótesis. En primer lugar, la matriz que envuelve las grasas de los frutos secos limita parcialmente su absorción en el intestino: en otras palabras, una parte de las grasas se elimina por las heces en lugar de asimilarse. Además, gracias a su efecto de saciedad, las almendras y otros frutos secos reducen la ingesta de alimentos en las comidas, de modo que el aporte calórico total no aumenta, e incluso puede reducirse.

Menos enfermedades neurodegenerativas

Las grasas son esenciales para el cerebro. Después del tejido adiposo, es el órgano del cuerpo más rico en lípidos, que se encuentran en las membranas de las neuronas y sus células de sostén, pero también en la mielina que permite propagar rápidamente los impulsos nerviosos. Por ello, varios equipos científicos han intentado evaluar los beneficios de los frutos secos para el sistema nervioso central.

En concreto, descubrieron que, tras 8 semanas de dieta más o menos enriquecida con nueces, se modificaba el rendimiento psicomotor de ratas de 19 meses: una dieta con un 2% de nueces mejoraba la marcha sobre el tallo, mientras que una dieta con un 6% de nueces mejoraba la marcha sobre la tabla, y la memoria de trabajo mejoraba en ambos casos. Estos resultados se confirmaron en un periodo más corto (28 días), con una mejora significativa del aprendizaje y la memoria de los roedores.

PREDIMED (Prevención con Dieta Mediterránea) es un gran ensayo clínico español que estudió el impacto de la dieta mediterránea en la prevención primaria de enfermedades cardiovasculares realizado por el Hospital Clinic Barcelona y la Universidad de Navarra (España) en junio de 2018.

En cuanto a los seres humanos, el ensayo de intervención dietética PREDIMED demostró que una dieta mediterránea enriquecida con nueces mejora la memoria de trabajo. En términos biológicos, también se demostró que reduce el riesgo de niveles plasmáticos bajos de BDNF, una proteína que favorece el crecimiento y la diferenciación de nuevas neuronas.

Las nueces parecen ser beneficiosas para prevenir el deterioro cognitivo relacionado con la edad. Sin embargo, faltan pruebas directas que sugieran que su consumo regular reduce el riesgo de enfermedades neurodegenerativas.

En definitiva, a primera vista, las nueces tienen todos los atributos necesarios para ser consideradas aliadas de la salud. Aunque son ricos en calorías y grasas, 30 g al día parecen reducir los niveles de “colesterol malo” y proteger contra las enfermedades cardiovasculares, sin tener ningún efecto sobre el peso. No faltan argumentos que sugieren un impacto positivo en otras patologías así como en el deterioro cognitivo relacionado con la edad.

Estas son buenas razones para recomendar que todos incluyamos un puñado de almendras, avellanas u otros frutos secos en nuestra dieta diaria, sin azúcar ni sal añadidos, por supuesto.


La alimentación desempeña un papel fundamental en nuestra salud y bienestar. 
Para cubrir las necesidades del organismo, es fundamental adoptar una dieta equilibrada,
 rica en macro-nutrientes (proteínas, grasas, carbohidratos) y en micro-nutrientes (vitaminas, minerales).




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junio 28, 2025

La Longevidad Está Vinculada a la Calidad de la Microbiota



Para vivir una vida larga y sana, es esencial una buena digestión
Sobre todo, mantener una microbiota sana

Descubrimientos recientes han dado aún más importancia a la microbiota, que parece ser un factor clave de la longevidad. Cada vez sabemos más, por ejemplo, que las enfermedades relacionadas con la edad, como la diabetes, el Alzheimer, el Parkinson, el cáncer, etc., están estrechamente vinculadas al estado de la microbiota.

Si quiere vivir una vida larga y sana, su prioridad debe ser su intestino y los habitantes que viven en él. Su microbiota (o flora microbiana) intestinal desempeña un papel crucial en la digestión – absorción/eliminación –. Cada vez son más los estudios científicos que demuestran que también desempeña un papel en la inmunidad, la función cerebral y el metabolismo energético, e incluso se cree que influye en la longevidad y la aparición de enfermedades relacionadas con la edad (diabetes, neuro-degeneración, trastornos cardiovasculares, etc.).

El intestino es el lugar de intercambio e interacción entre nuestro organismo y las sustancias que ingerimos de nuestro entorno. “Filtramos” continuamente estas sustancias – los alimentos – para construir nuestro cuerpo y renovar nuestros tejidos.


Una mala función intestinal – y una mala digestión – impedirán la correcta absorción de nutrientes esenciales y el buen funcionamiento de nuestro organismo. Por otro lado, puede ralentizar la necesaria eliminación de residuos tóxicos del organismo, o incluso favorecer su reabsorción, dando lugar a trastornos tan variados como la inflamación, la depresión o la fatiga.

En general, si las funciones digestivas se deterioran demasiado con la edad, el envejecimiento del organismo en general se acelerará y aparecerán las enfermedades asociadas.

Cambios en la microbiota con la edad

Aunque la composición de nuestra microbiota permanece relativamente estable en la edad adulta, los cambios en la dieta, incluso la medicación – antibióticos, antiácidos – y la ralentización del tránsito gastrointestinal y la digestión, etc., provocan un desequilibrio de la flora digestiva a medida que envejecemos.

La diversidad de especies bacterianas tiende a disminuir con la edad, lo que no es bueno. El colon queda desierto y se observa, entre otras cosas, un aumento de las enterobacterias y de gérmenes que pueden llegar a ser patógenos por su número, como los estreptococos y los estafilococos. Estos gérmenes se desarrollan más fácilmente en condiciones inflamatorias, y contribuirán por sí mismos a la inflamación local y a la permeabilidad excesiva de la mucosa intestinal.

También hay una tendencia a que aumenten las reacciones de putrefacción en el intestino – principalmente en el colon izquierdo – produciendo más sustancias tóxicas con las que el organismo tiene que lidiar.

Para contrarrestar estos efectos, se han propuesto tratamientos con probióticos – bacterias buenas – y prebióticos – sustancias que nutren las bacterias intestinales –. Más recientemente, los cambios en la dieta y sus horarios, así como los ayunos cortos, han dado resultados muy interesantes.

A medida que envejecemos, nuestro microbioma cambia

El sistema inmunitario humano cambia con la edad. Las respuestas inmunitarias empiezan a ser menos robustas, lo que hace a las personas más vulnerables a ciertas infecciones y enfermedades. 

Sin embargo, el envejecimiento del sistema inmunitario difiere de una persona a otra. Las investigaciones han demostrado que los cambios en la composición y diversidad de los microorganismos del intestino pueden explicar estas diferencias en el envejecimiento del sistema inmunitario.

El microbioma intestinal – la población de microorganismos que viven en el tracto gastrointestinal – ayuda al organismo a mantener un entorno interno estable frente a los cambios externos. Es lo que se conoce como homeostasis.

La homeostasis corresponde a la capacidad de un sistema para mantener el equilibrio de su medio interno, independientemente de las limitaciones externas. Es esencial para mantener la salud. El desequilibrio homeostático puede provocar enfermedades o disfunciones corporales.

El microbioma intestinal contribuye a la homeostasis de varias formas, entre ellas ayudando a mantener alerta el sistema inmunitario, pero también digiriendo la fibra alimentaria en ácidos grasos de cadena corta para fortalecer la pared intestinal.


El microbioma intestinal también ayuda a regular nuestras respuestas inflamatorias. La inflamación ayuda al organismo a combatir los microorganismos patógenos y a reparar los tejidos dañados. Sin embargo, como la composición de nuestro microbioma intestinal cambia con la edad, los niveles bajos de inflamación pueden volverse constantes en todo el organismo. Esto se conoce como inflamación relacionada con la edad (inflammaging, en inglés).

Cuando se desarrolla en el intestino, provoca una reducción de las respuestas inmunitarias, lo que aumenta el riesgo de infecciones y enfermedades.


Desequilibrios en la microbioma intestinal de las personas mayores


En comparación con otras partes del cuerpo, el microbioma intestinal contiene el mayor número de bacterias. Cuando está sano, hay cuatro familias (o filos) dominantes de microorganismos: Firmicutes, Bacteroidetes, Proteobacteria y Actinobacteria.

Firmicutes y Bacteroidetes representan alrededor del 80-90% de la microbiota intestinal en el tracto digestivo. Los Firmicutes contribuyen a la producción de ácidos grasos de cadena corta para favorecer la salud intestinal y la secreción de moco para mejorar la defensa de la pared intestinal. Por su parte, los bacteroidetes metabolizan los hidratos de carbono complejos en vitaminas y nutrientes y favorecen el almacenamiento de glucógeno para mejorar el metabolismo de la glucosa.

El microbioma intestinal y el sistema inmunitario trabajan en estrecha colaboración. Los microorganismos presentes en el intestino envían señales que son detectadas por sensores inmunitarios. Esto permite al sistema inmunitario regular las bacterias beneficiosas presentes en el intestino, ayudando a mantener la homeostasis inmunitaria. A través de esta interacción, el sistema inmunitario adaptativo también recibe estímulos de sustancias nocivas denominadas antígenos, que desencadenan una respuesta inmunitaria.

Sin embargo, con la edad, la composición y el equilibrio de los microorganismos del intestino cambian. El resultado es una disbiosis microbiana, es decir, una reducción del número de bacterias beneficiosas en el intestino, junto con un mayor número de organismos pro-inflamatorios y bacterias que pueden causar enfermedades. Las investigaciones también han demostrado que la diversidad de bacterias en el intestino también disminuye con la edad.

Hacia la inflamación intestinal

Con el tiempo, la escasez de bacterias beneficiosas como las Firmicutes en los adultos mayores empieza a comprometer la integridad de su barrera intestinal. Esto es lo que provoca las fugas. De hecho, la familia Firmicutes desempeña un papel muy importante en la salud y la resistencia de la pared intestinal al producir un ácido graso de cadena corta llamado butirato. Los ácidos grasos de cadena corta como el butirato ayudan a proporcionar nutrientes para fortalecer la pared intestinal, informar de las respuestas inmunitarias y reducir la inflamación.

Cuando está intacta, la barrera intestinal impide que las bacterias nocivas atraviesen la pared intestinal, entren en el sistema circulatorio y lleguen a órganos importantes. Sin embargo, cuando no hay suficientes bacterias intestinales para producir los ácidos grasos de cadena corta necesarios para que la pared intestinal funcione, las bacterias pueden entrar en el torrente sanguíneo. Esto contribuye a la formación de la inflamación intestinal, un nivel bajo de inflamación que se vuelve constante en todo el cuerpo con la edad.

Cómo funciona la inflamación relacionada con la edad



El microbioma y el intestino humano trabajan juntos para mantenernos saludables. Las flechas verdes del ciclo interno representan un ciclo positivo, que protege el intestino humano y le permite proporcionar a las bacterias intestinales un hábitat favorable. Las flechas rojas del ciclo externo representan un ciclo negativo que resulta en disbiosis y disminución de la inmunidad.

La inflamación relacionada con la edad crea un entorno propicio para la inflamación, causado y mantenido por una serie de factores. Entre ellos, desequilibrios en los microorganismos intestinales – disbiosis microbiana –, estrés psicológico, inactividad física, mala alimentación e infecciones crónicas.

Cuando el organismo se expone regularmente a estos factores, se produce la senescencia celular. Se trata de un estado en el que el crecimiento celular se detiene de forma permanente, lo que significa que las células ya no son capaces de auto-renovarse. En última instancia, esto conduce a una reducción de las respuestas inmunitarias, que son importantes para evitar que sustancias extrañas y agentes patógenos entren en el organismo.

Mantener un equilibrio saludable de la microbiota intestinal

Se suele decir que “somos lo que comemos”. De hecho, la nutrición y la dieta desempeñan un papel importante en la regulación del número y la variedad de microorganismos que viven en el intestino. Esto significa que la dieta también puede desempeñar un papel clave en la función inmunitaria de las personas mayores.

La dieta mediterránea, conocida por su bajo consumo de carbohidratos refinados, grasas saturadas, productos lácteos y carne roja, tiene un efecto positivo en el equilibrio de los microorganismos del intestino y en la resistencia de la barrera intestinal. También se ha asociado a un menor riesgo de diabetes de tipo 2 en las personas mayores, lo que les permite llevar una vida más larga y saludable.

El uso de probióticos y prebióticos. También puede ayudar a combatir la inflamación relacionada con la edad. Los probióticos, como los lactobacilos y las bifidobacterias, son microorganismos vivos que pueden consumirse para contribuir a la salud general. Más concretamente, los probióticos ayudan a mejorar la función de la barrera intestinal y a regular las respuestas inmunitarias modificando la composición del microbioma intestinal. Sin embargo, sigue siendo objeto de debate si las condiciones ácidas del estómago permiten a los probióticos sobrevivir el tiempo suficiente para pasar al intestino.

El sistema inmunitario tiene una relación compleja con el microbioma intestinal. Un microbioma intestinal sano y equilibrado refuerza la barrera intestinal, lo que ayuda a reducir la inflamación en todo el organismo y favorece el sistema inmunitario.

Para conseguirlo, es importante mantener un estilo de vida sano y equilibrado a medida que envejecemos. Esto incluye reducir el consumo de productos lácteos y carne roja y aprovechar los beneficios de los probióticos y prebióticos.


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Alteraciones de la microbiota intestinal y estado de salud en adultos que envejecen: de la correlación a la causalidad


Investigadores de la Facultad de Medicina de Shanghái resumen en este estudio, publicado en la revista Aging Medicine en junio 2021, las correlaciones entre la microbiota intestinal y el estado de salud individual en los adultos mayores y exploran los mecanismos asociados, lo que puede sentar las bases para mantener o mejorar la salud de los adultos mayores mediante intervenciones dirigidas a la microbiota intestinal.

El deterioro de la estructura de los tejidos y el declive de las funciones fisiológicas asociados al envejecimiento van acompañados de alteraciones de la microbiota intestinal. Las personas mayores corren un mayor riesgo de padecer diversas enfermedades, sobre todo crónicas.

Sin embargo, las diferencias inter-individuales son más marcadas en los adultos mayores que en los jóvenes, y una parte de los individuos desarrollan enfermedades crónicas con retraso, o incluso sin desarrollarlas. En esta diferencia de estado de salud influyen factores hereditarios, de estilo de vida y ambientales.

A medida que envejecemos, la microbiota intestinal también se ve afectada por el entorno exterior y forma una barrera contra las agresiones externas. Refleja así la experiencia personal de cada individuo.

Además, el sistema inmunitario experimenta una serie de cambios con la edad, relacionados con la inflamación crónica en las personas mayores. La formación, maduración y senescencia del sistema inmunitario intestinal están estrechamente ligadas a la microbiota intestinal. Además, los cambios en la microbiota intestinal de los adultos mayores pueden modular el sistema inmunitario, lo que a su vez puede afectar al estado de salud.


Un camino para combatir el envejecimiento – La telomerasa y el intestino


Investigadores del Instituto de Investigación sobre el Cáncer y el Envejecimiento de Niza (IRCAN) en un estudio, publicado en la revista Nature en mayo 2023, han conseguido prolongar la esperanza de vida de los peces cebra reactivando un gen en sus células intestinales.

Demostraron que la telomerasa añadida a las células intestinales de los peces no sólo podía regenerar su intestino, sino también todo su organismo, y mejorar su longevidad en un 40%.

Actuar sobre los telómeros de las células intestinales

Para ello, modificaron genéticamente a los animales para que sus células de la pared intestinal produjeran más telomerasa. Al igual que en los humanos, esta enzima repara los telómeros, las tapas protectoras de los extremos de los cromosomas. Durante cada división celular de nuestro organismo, el ADN de los cromosomas se divide y se reconstituye, pero este mecanismo no es perfecto y los extremos de los cromosomas sufren daños. Los telómeros son como tapones que cubren estos extremos y se dañan en su lugar. Al hacerlo, se acortan un poco con cada división de la célula y acaban desapareciendo. Los cromosomas se alteran entonces y la célula muere o se vuelve anormal.

Los telómeros son un buen marcador del envejecimiento. Observando su longitud, podemos determinar la edad biológica de una persona y su probable longevidad. Ya se ha escrito mucho sobre el descubrimiento de la telomerasa, y desde entonces se han propuesto productos para estimular su producción en el ser humano, proteger los telómeros y, a priori, aumentar la longevidad.

Elección del intestino

La idea de este estudio era aplicar el efecto de la telomerasa a un órgano concreto: el intestino. Hogar de una microbiota cuya importancia e implicaciones apenas empezamos a apreciar, el intestino ha sido descrito como el “segundo cerebro”, el centro de la inmunidad y la causa de la mayoría de las enfermedades. Su papel como filtro a menudo se ve menoscabado y, en general, se deteriora con la edad, lo que agrava aún más ciertos trastornos relacionados con el envejecimiento.

El rejuvenecimiento del intestino rejuvenece todo el organismo

En este estudio, se activó genéticamente la producción de telomerasa en las células intestinales de los peces mediante la adición de un fragmento de ADN. Al cabo de un tiempo, en los peces tratados, los investigadores pudieron observar que el envejecimiento de este órgano se había ralentizado. Contrariamente a lo que suele observarse con el avance de la edad:

* la pared intestinal conservaba mejor su impermeabilidad,
* el órgano cumplía mejor su función de barrera protectora,
* la microbiota intestinal seguía siendo más diversa y equilibrada.

Por último, el envejecimiento de los órganos distales (alejados), y más en general del organismo del pez, se ralentizaba. Su fertilidad disminuía menos – o incluso se recuperaba – y había menos enfermedades degenerativas en general.

Según los investigadores, este fenómeno regenera la fertilidad y la salud general de los individuos como parte del proceso normal de envejecimiento, y aumenta la esperanza de vida sin ningún riesgo asociado de desarrollar cáncer.

En este experimento, la longitud de los telómeros en las células intestinales tuvo un impacto directo en el envejecimiento general. Señalan que no hay impacto en la tasa de cáncer, ya que se sabe que la telomerasa puede favorecer la aparición de células cancerosas.

Conclusión


Ahora sabemos que los telómeros acortados prematuramente – en particular por malos hábitos de vida – son indicadores y predictores de enfermedades degenerativas, cánceres y longevidad acortada. En cambio, no estamos seguros de lo contrario: que alargar los telómeros – aunque se suponga que aumenta la vida útil de las células afectadas – reduciría la morbilidad y aumentaría la longevidad.

En este estudio, sin embargo, sólo se aumentó la producción de telomerasa en las células intestinales. Aparte de la reparación de los telómeros, no se observó ninguna otra acción contra el proceso de envejecimiento por parte de ninguna sustancia. Hay que tener en cuenta que estos peces están muy lejos de nosotros, a pesar de que el 70% de sus genes son idénticos a los de los humanos. En resumen, esto da mucho que pensar.


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La microbiota está vinculada a la longevidad



El intestino y su flora microbiana son inseparables y fundamentales para combatir el envejecimiento. Además de la absorción de nutrientes, la eliminación de toxinas, las defensas inmunitarias, el estado de ánimo.

El buen funcionamiento del intestino depende de:

* El estómago, el hígado y el páncreas, que a su vez dependen de una buena masticación e impregnación salival, y de la producción normal de diversos jugos digestivos, ácidos y enzimas, que disminuyen con el estrés, la mala higiene alimentaria y, en general, con la edad.

* El equilibrio de su flora microbiana: muchos microbios “buenos” y pocos “malos”.

* El buen estado de la mucosa, en particular su permeabilidad.

* La velocidad correcta de tránsito por el tubo digestivo. Este “peristaltismo”, que empuja los alimentos, depende de los músculos de todo el intestino.

* Un nivel correcto de energía y hormonas, y sobre todo, que no esté agotado por el estrés crónico.

La microbiota intestinal normal

El intestino funciona en armonía con una flora principalmente bacteriana, pero que también incluye levaduras, hongos, parásitos y virus que colonizan nuestro tubo digestivo – esencialmente el colon o intestino grueso –. Cien mil millones de bacterias viven en equilibrio con nosotros y dentro de nosotros. Son diez veces más numerosas que las células que componen nuestro cuerpo. Hoy en día se conocen varias miles de especies, y se siguen descubriendo más.

Cada uno de nosotros tiene su propia composición de 150 a 200 especies microbianas, cuyas implicaciones para la salud apenas estamos empezando a comprender. Estos “microbios amigos” representan alrededor de 1,5 kg de nuestro peso corporal, y cada vez se consideran más como un órgano por derecho propio, dada la importancia de sus funciones. Sin ellos, no puede haber salud, como se ha demostrado. Nos cuidan porque somos su hábitat.

La microbiota nos ayuda, por ejemplo:

* a digerir y absorber determinadas sustancias,

* a producir ciertas vitaminas y otros nutrientes,

* a tener un buen sistema inmunitario que nos defienda de los intrusos: sustancias tóxicas, contaminantes, microorganismos “enemigos”: bacterias peligrosas, virus, levaduras, etc.

* y a muchas otras cosas, como la producción de energía en nuestras células, la regulación del estado de ánimo – producción de neuro-mediadores y ciertas hormonas –, que son descubrimientos bastante recientes.

Nuestras bacterias domésticas, en particular, se ocupan de las fibras vegetales que nuestro organismo no puede digerir, que les sirven de alimento y que se conocen como prebióticos. Al hacerlo, producen nutrientes muy beneficiosos para la salud, como lactato, ácidos grasos de cadena corta y otras sustancias bioactivas que ahora se conocen como “postbióticos”.


Hay una flora más bien capaz de reacciones de fermentación – especialmente con fibras y carbohidratos – en el colon derecho y transverso, y otra categoría más bien capaz de reacciones de putrefacción a partir de proteínas, en el colon izquierdo. Cuando se produce un desequilibrio, estas familias de bacterias pueden liberar demasiados subproductos tóxicos como el amoníaco, que el hígado transforma en urea, y otros fenoles, indoles y aminas biógenas, producidos principalmente por la putrefacción.

Permeabilidad de la mucosa intestinal

Nuestra microbiota se ve a menudo muy afectada por nuestro estilo de vida moderno – estrés, comida basura, contaminantes – y los trastornos mencionados son hoy en día frecuentes. Una flora microbiana desequilibrada puede provocar un aumento de la permeabilidad de la mucosa intestinal, agravado por el estrés, las sustancias tóxicas, el alcohol, ciertos medicamentos, etc.

La mucosa deja entonces pasar al torrente sanguíneo toxinas, virus o fragmentos bacterianos – como los famosos LPS: lipopolisacáridos que pueden medirse en la sangre –, así como partículas de alimentos no digeridos que no tienen nada que hacer allí. El organismo utiliza entonces sus defensas inmunitarias para eliminarlas, en particular mediante la producción de anticuerpos. Esto conduce a la formación de partículas complejas y tóxicas en la sangre. Con el tiempo, nuestra inmunidad puede verse alterada, y puede desarrollarse una inflamación crónica en todo el cuerpo e incluso enfermedades auto-inmunes como la poliartritis, la esclerosis múltiple, el lupus y la tiroiditis.

Las intolerancias y alergias alimentarias también pueden estar relacionadas con esta hiper-permeabilidad intestinal. Los estudios también han demostrado que los periodos de ayuno pueden hacer que el intestino descanse, lo que conduce a la regeneración de su mucosa y a la mejora de la permeabilidad.


Los telómeros y su desgaste con la edad

Los telómeros son como “tapas protectoras” en los extremos de nuestras cadenas de ADN – nuestros cromosomas –, donde está inscrito nuestro patrimonio genético, en el corazón de nuestras células. Este código genético del ADN se utiliza, entre otras cosas, para proporcionar a nuestras células la información que necesitan para producir proteínas específicas – piezas mecánicas celulares, hormonas, enzimas, etc. – para garantizar su correcto funcionamiento.

Acortamiento progresivo de los telómeros


Para regenerar constantemente nuestros tejidos, nuestras células se dividen regularmente, y una célula da lugar a dos nuevas células. Durante cada división celular, nuestro sistema de replicación es incapaz de completar correctamente la reproducción de los extremos de los cromosomas, y sus telómeros protectores se desgastan. Así, a lo largo de nuestra vida, podemos observar un acortamiento gradual de los telómeros de nuestras células.

Cuando los telómeros dejan de estar protegidos, el cromosoma se deteriora en sus extremos durante la división celular. La célula entra entonces en senescencia, destruyéndose a sí misma por “apoptosis”, el suicidio celular programado en nuestro organismo. Pero con la edad, este proceso pierde eficacia. Algunas células escapan a este proceso y se convierten en células senescentes. Éstas se acumulan en nuestros tejidos, degradando su calidad. Estos tejidos y nuestros órganos, formados por células, mostrarán entonces signos de envejecimiento y funcionarán peor.

La telomerasa repara los telómeros desgastados

La telomerasa es una enzima natural – pero que disminuye en la edad adulta – que protege nuestros cromosomas del deterioro, retrasando así el momento en que nuestras células entran en la fase de senescencia o muerte celular. Es capaz de reparar el desgaste de los telómeros durante la división celular. Como resultado, los telómeros no se acortan y la capacidad de la célula para dividirse, o incluso su vida, deja de estar limitada.

Por término medio, a los 80 años, los telómeros son la mitad de largos de lo que eran al nacer. Al parecer, la oxidación y la producción excesiva de radicales libres en la célula son causas importantes del deterioro de los telómeros, al igual que la inflamación, que acelera la renovación celular.

Productos reactivadores de la telomerasa

De hecho, los productos que alargan los telómeros probablemente actúan en procesos previos relacionados con el envejecimiento, pero no afectan directamente a la longitud de los telómeros. La longitud de los telómeros es más una consecuencia que una causa del envejecimiento. Por ejemplo, estos productos también pueden reducir la oxidación que, como sabemos ahora, puede acortar los telómeros.

Productos que protegen los telómeros: Ginkgo biloba, Omega 3, aceites esenciales de albahaca y romero, té verde, arándanos, etc.

Un estilo de vida sano para retrasar el envejecimiento y alargar los telómeros

* Se ha demostrado que adoptar un estilo de vida más saludable – dieta, ejercicio regular, yoga o meditación – aumenta la longitud de los telómeros en un 10%.

* Evitar el estrés crónico es sin duda uno de los medios más útiles para prevenir el acortamiento de los telómeros.

Una dieta rica en antioxidantes, omega-3, vitaminas A, C, E, B6, B9 y B12, para asegurar una ingesta óptima pero sin excesos.

* El ayuno está relacionado con la longitud de los telómeros.

* El ejercicio físico regular puede activar la telomerasa en los glóbulos blancos y alargar los telómeros.

* La meditación con pensamientos de amor puede mejorar la longevidad y la longitud de los telómeros en las mujeres.

En conclusión, los estudios demuestran que alargar los telómeros no es necesariamente una garantía de rejuvenecimiento. Sin embargo, hacerlo contribuye en general a mejorar la longevidad. Actualmente, la longitud de los telómeros se considera un buen marcador del envejecimiento, pero no es fiable al 100%.

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Cómo mejorar la digestión a cualquier edad

Reducir la hinchazón, calmar el dolor, neutralizar el reflujo, detener la diarrea...

Alimentación sana

Elija alimentos buenos, frescos, poco o nada procesados, prepárelos adecuadamente y cómalos con calma.

Alimentos más difíciles de digerir

Algunos alimentos, aunque naturales, son más difíciles de digerir. En la práctica, se trata de cereales, semillas y frutos secos, legumbres y solanáceas, a menudo relacionados con inhibidores de la digestión, siendo los principales: lectinas – incluido el gluten –, fitatos y saponinas.

Los cereales (trigo, cebada, maíz, avena, centeno, etc.) y muchos granos y legumbres (lentejas, judías (frijol), soja, guisantes (arveja), etc.) no son bien digeridos por todo el mundo, especialmente con la edad. Las personas más jóvenes en buena forma y con una buena digestión los tolerarán sin problemas, pero a medida que envejecemos nuestra digestión suele volverse más temperamental. Así que hay que estar más atentos, sin dejar de ser prudentes: algunas personas se adaptan mejor a estos alimentos que otras.

Entre las plantas que contienen altos niveles de lectinas se encuentran los cereales, la quinoa, las legumbres (soja, judías y guisantes) y las solanáceas (tomates, berenjenas, pepinos, pimientos y patatas).

Una preparación/cocción adecuada de estos alimentos facilita su digestión. En pequeñas cantidades, algunas saponinas (avena, garbanzos, frijoles y guisantes) pueden tener efectos interesantes – antiinflamatorios, antivirales, expectorantes –. Como siempre, todo es cuestión de dosis.

Grasas malas y azúcares malos

La gente suele pensar que los problemas digestivos están causados por las grasas. En realidad, están causados por un exceso de azúcares y/o hidratos de carbono (alimentos feculentos y harinosos).

Hay que evitar las grasas hidrogenadas “trans” industriales, las que se utilizan para freír, la mayoría de las grasas vegetales cocidas y el exceso de grasas saturadas.

Por otro lado, es aconsejable comer las grasas buenas de las que carecemos la mayoría de las veces. Alimentos ricos en grasas insaturadas, crudos o poco cocinados: en primer lugar, aceites prensados en frío, semillas oleaginosas, frutos secos, aguacate, pescado, huevos y carne de animales alimentados con pasto – no cereales, harinas de pescado ni transgénicos –.

Para cocinar: aceite de oliva y de coco, pero también grasas animales saturadas que resistan el calor: oca (ganso), pato, mantequilla, cerdo, en cantidades moderadas, y siempre que sigan siendo animales sanos, criados al aire libre y no atiborrados de antibióticos y otras hormonas.

Tome sus comidas a horas regulares, y beba agua fuera de las comidas para evitar diluir la acidez del estómago. Por último, no olvide que el estrés es una de las principales causas de la acidez estomacal baja. Ante el estrés, el organismo favorece las funciones de defensa y de combate en detrimento de las funciones digestivas.

Favorecer la acción de las enzimas digestivas

Mastique durante mucho tiempo para disgregar los alimentos y dar tiempo a las enzimas salivales para que actúen.

Intente comer verduras crudas al principio de la comida – si puede tolerarlas – y fruta de temporada al final, para evitar un pico de azúcar en sangre. Los alimentos crudos son más ricos en enzimas.

Cocine sus platos suavemente, idealmente por debajo de 120°C, para preservar los omega-3, las vitaminas y los nutrientes sensibles al calor.

En todos los casos, limite el consumo de cereales, semillas, frutos secos y legumbres (menestras) y prepárelos – remojo, cocción, fermentación, germinación – para facilitar su digestión.

Reequilibrar la flora intestinal

Hay que intentar restablecer el equilibrio entre las diferentes familias de bacterias que viven en nuestro organismo.  Estas bacterias buenas nos son indispensables:

* Impiden el desarrollo de otras bacterias más peligrosas y, en particular, segregan sustancias que pueden destruir otros microbios.

* Mantienen un buen sistema inmunitario que distingue entre bacterias buenas y malas, estimulando nuestras defensas y previniendo las alergias.

* Nos ayudan a asimilar – e incluso a producir – nutrientes esenciales, y a equilibrar los neurotransmisores y hormonas que controlan nuestro estado de ánimo, forma física, etc.

Algunos alimentos son naturalmente ricos en probióticos: el polen fresco, los alimentos fermentados como el chucrut, el yogur, el kéfir y la kombucha (bebida).

La importancia de un estilo de vida saludable

* dormir lo suficiente,

* la gestión del estrés, incluso la relajación,

* ejercicio físico moderado pero regular.

Todas estas medidas relacionadas con el estilo de vida tienen un efecto real y científicamente comprobable sobre la digestión. En efecto, un organismo agotado ya no producirá mucho ácido clorhídrico en el estómago ni enzimas digestivas, y su tránsito se verá perturbado, entre otras cosas.

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Cómo restaurar o mejorar su microbiota


Los habitantes “amistosos” de nuestros intestinos prosperan y contribuyen de forma natural a nuestra salud siempre que nada los envenene, estén bien alimentados y residan en un intestino sano.

Evitar lo que perjudica a sus microbios buenos


Con una alimentación sana y un buen ritmo – largas pausas sin comer, nada de picoteos – rica en fibra, prebióticos y productos fermentados, evitando sustancias tóxicas como el alcohol, los pesticidas, el cloro, los antibióticos y ciertos medicamentos, puede bastar para re-equilibrar poco a poco su microbiota.

En todos los casos, deben evitarse en la medida de lo posible las sustancias nocivas para nuestra flora, incluidos los pesticidas y los antibióticos contenidos en los alimentos.

Erradicar los microbios malsanos


Cuando se ha instalado una disbiosis importante, con un claro aumento de las bacterias “malas” (u otros microbios o parásitos), a veces es útil, como primera medida, limpiar el intestino mediante plantas antisépticas, purgas o incluso enemas, muy utilizados en la medicina tradicional.

Los médicos pueden incluso recetar antifúngicos o antibióticos específicos cuando la flora se ha vuelto demasiado insalubre – demasiado rica en patógenos –.

El siguiente paso es ayudar a resembrar las bacterias buenas: buena higiene, probióticos, prebióticos y postbióticos (alimentos fermentados). Y luego mantener una microbiota sana, en particular alimentándola con los alimentos que le gustan.

En caso de brote de bacterias malas, el organismo reacciona de forma natural con una diarrea, que lo libera de una gran parte de estos microbios indeseables, y que a menudo conviene respetar.

Higiene alimentaria para una buena flora digestiva

* Comer despacio y masticar bien. Esto favorece la digestión y la asimilación de los nutrientes. Imagine el trabajo que realizan los órganos digestivos cuando se tragan trozos enteros de comida y entran en contacto con las mucosas.

* Asegurarse de ingerir suficiente fibra en su dieta diaria. La forma más sencilla y saludable de hacerlo es convertir las plantas – frutas y verduras, raíces y hojas – en la base de su dieta.

* Reducir el consumo de azúcares rápidos y productos dulces. Se trata principalmente de hidratos de carbono refinados de origen industrial.

* Evitar comer demasiada carne y embutidos. En exceso, favorecen la inflamación y la putrefacción bacteriana, generando toxinas irritantes.

* Consumir probióticos de calidad para sembrar el intestino de bacterias “buenas”. 

* Consumir postbióticos. Los alimentos fermentados están llenos de ellos. Los principales son: pan de masa madre, chucrut, kéfir, yogures y quesos de granja, verduras lacto-fermentadas, pepinillos y encurtidos en salmuera, vinagre natural, kombucha, miso, tempeh, natto, jamones crudos y carnes conservadas en salazón, etc.

Probióticos, prebióticos y postbióticos



Los probióticos son complementos alimenticios compuestos por diversas cepas bacterianas “amistosas” destinadas a restablecer la flora digestiva normal. Su eficacia depende de su calidad y de su modo de administración, que debe permitir que estas cepas bacterianas lleguen vivas al intestino, sin ser destruidas por los ácidos del estómago.

Su utilización es además delicada. Aunque se están haciendo progresos, se sabe poco sobre los efectos de las distintas cepas bacterianas en el organismo y su salud. El objetivo debe ser reequilibrar la microbiota añadiendo las bacterias que faltan, y no las otras.

Hoy en día, la mayoría de los preparados probióticos del mercado contienen más o menos las mismas cepas, conocidas como “bacterias buenas”. Por ejemplo, bifidobacterias, lactobacilos, sacaromyces, enterococos, pero son buenas para quienes carecen de ellas.

Esto puede explicar por qué no son bien toleradas por todo el mundo. Apenas se está empezando a proponer composiciones más específicas, que se supone que reequilibran mejor la microbiota, en función de su estado y de las bacterias que faltan. Podrían responder a trastornos específicos como la obesidad, la depresión y la inflamación.

Los prebióticos son sustancias que ayudan a las bacterias buenas a fijarse y proliferar correctamente. Suelen ser alimentos para las bacterias. Entre ellos se encuentran los FOS (fructo-oligosacáridos) y la inulina (presente en la achicoria, por ejemplo).

Existen productos específicos en el mercado, pero los alimentos ricos en fibra no digerible suelen ser buenas fuentes de prebióticos. Por ejemplo, las verduras de hoja verde, los puerros (poro), las cebollas, los espárragos, los boniatos (camote), las manzanas, los plátanos, las lentejas, las bayas, etc.

El problema es que pueden ser mal tolerados, sobre todo crudos, por la mucosa intestinal cuando ya está inflamada y/o irritable. En este caso, los prebióticos deben introducirse con cuidado y de forma muy gradual para ayudar a reconstruir poco a poco la buena flora, sin irritar el intestino.

Los postbióticos son sustancias producidas por bacterias y levaduras que tienen un efecto positivo en nuestra microbiota y, por tanto, en nuestra salud. Se encuentran en abundancia en los alimentos y bebidas fermentados.

Cuide mucho su microbiota

Finalmente, en materia de anti-envejecimiento y de salud en general, el papel del intestino, inseparable de su microbiota, es esencial. Esta asociación es la base de numerosas funciones vitales: asimilación, producción de energía, defensas inmunitarias. Es capaz de acelerar o ralentizar los procesos vinculados al envejecimiento.

Ayuno intermitente : Los periodos de ayuno pueden hacer que el intestino descanse, lo que conduce a la regeneración de su mucosa y la mejora de su permeabilidad.



La investigación ha sugerido que la dieta mediterránea, rica en fibra, alimentos vegetales
 y fermentados, podría promover una microbioma intestinal sana, lo que podría contribuir 
la longevidad al reducir el riesgo de enfermedades crónicas, y mucho más. Nuestra población
 microbiana está mucho más implicada en nuestra salud y longevidad de lo que se pensaba.




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