marzo 31, 2019

Neurociencia de la Empatía





La empatía es la intención de comprender los sentimientos y emociones, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo. La palabra empatía es de origen griego “empátheia” que significa “emocionado”.

Según la psicología, la empatía es la capacidad psicológica o cognitiva de sentir o percibir lo que otra persona sentiría si estuviera en la misma situación vivida por esa persona. Los psicólogos consideran que la empatía ya se desarrolla durante la infancia pero es en la edad adulta cuando se afianza. A medida que se acumulan experiencias y vivencias, cuesta menos entender a los demás.

Una neurona espejo es una célula nerviosa que se activa en dos situaciones concretas, cuando el individuo realiza una acción y cuando observa principalmente a un semejante realizar esa misma acción, siendo capaces de activarse estas neuronas a través de estímulos visuales y auditivos.

Neuronas espejo y empatía

El papel de las neuronas espejo en las conductas empáticas como por ejemplo la adopción de gestos faciales y posturas en conductas imitativas interactivas, es básico junto con la adopción emocional (sistema límbico).

La empatía está soportada por una red neuronal a larga escala compuesta por el sistema de neuronas espejo, el sistema límbico, y la ínsula, que funciona como nodo conector entre ambos sistemas. Dentro de esta red, las neuronas espejo proveen la simulación de las expresiones y gestos faciales observadas en otros a zonas de procesamiento de bajo nivel, por medio de la ínsula, lo que provoca la actividad en dichas zonas. Y, por último, produciendo un estado emocional en el observador de la conducta observada. De esta manera se provee de un sistema alterno de emociones al sujeto, basado en la simulación, que permite en parte la cognición social.

En el sistema de neuronas espejo y su relación con la empatía, es necesario hacer una distinción: entender y simular las emociones no es el único paso para la cognición social, ya que se debe tener en cuenta la personalidad estable de la persona con el fin de realizar predicciones.

Las neuronas espejo se disparan de la misma forma cuando realizamos una acción que cuando observamos a alguien realizarla. El hecho de que nuestro cerebro reaccione igual, explica el aprendizaje por imitación, la emulación y también la empatía, ya que vivimos la acción de otro como nuestra y nos ayuda a comprenderla.

Cuando estas neuronas especializadas se activan otras zonas del cerebro también lo hacen, como el sistema límbico. De esta manera, nos permiten ser capaces de reconocer gestos faciales, acceder a nuestros recuerdos y aprendizajes previos y unir toda esta información para interpretar la situación y darle un significado.

Las emociones son contagiosas

Somos muy influenciables. Tanto que el estado de ánimo de los demás nos puede afectar, haciendo que nuestro humor cambie. Cuando alguien con quien trabajamos está triste y su rostro nos transmite esa tristeza, no solo somos capaces de saber que algo le pasa, sino que además nuestro ánimo puede verse afectado; y es que la empatía no solo nos permite conocer lo que el otro piensa, también nos permite ponernos en su lugar, con sus circunstancias.

Además se ha comprobado que forzar la risa puede hacer sentirse mejor. El simple hecho de fingir la emoción de la alegría hará sentirse mejor. También lo hará el estar con un grupo de amigos que no para de bromear y, aunque se tenga un día horrible, seguramente las risas de los demás contagiarán.

Teniendo en cuenta que las emociones de los demás pueden ser muy contagiosas y afectarnos, el exponernos a acciones que realizan los demás también puede serlo, sobre todo a una edad temprana. Así, la exposición a la violencia en los niños por medio de la televisión puede aumentar el grado de violencia en su conducta, ya que tendemos a imitar lo que vemos, teniendo en cuenta que no somos robots y podemos elegir nuestros actos.

La empatía está íntimamente vinculada con la forma en la que cada uno regula las propias emociones. Aquellos que saben manejar mejor su estado de ánimo tienen más facilidad para empatizar y responder de manera equilibrada.

La empatía está modulada por factores como la relación que existe entre las personas, la personalidad, la historia emocional de cada uno y el contexto cultural de referencia. Las personas empáticas tienden a gustar más porque enseguida comprenden lo que les pasa a los otros, tienen más capacidad de escucha y compasión, actúan de manera más eficaz y son más persuasivas.

Sin embargo, hay sujetos que tienen una total falta de empatía. No consiguen ponerse en los zapatos de los demás y los tratan con distancia. Éste es el caso de la personalidad narcisista, antisocial, obsesiva o límite que se inclinan hacia el egocentrismo. Y, por supuesto, los psicópatas que interactúan con los demás sin importar el sufrimiento.

Otras personas sufren exceso de empatía. Son demasiado influenciables. Acaban agotadas, sobre todo, si están en la posición de cuidadores; es la fatiga por compasión. Corren el riesgo de desconectarse emocionalmente de sí mismos o asumir los problemas de los demás como propios, el trauma vicario.

Cada persona muestra diferentes niveles de empatía ante la misma situación, pero también hay algunas coincidencias. Así, los individuos se conmueven más con las desgracias que ocurren dentro de su grupo social. La nacionalidad, la edad, el sexo, etc, determinan el nivel de implicación emocional.



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Neuronas espejo  Descubren cómo la empatía afecta al cerebro

Un equipo de investigadores de la Universidad de Colorado, EEUU, en un estudio publicado en Neuron de junio 2017, revela que dos tipos de empatía emocional, la compasiva y la angustia, activan diferentes zonas del cerebro.

El equipo escaneó el cerebro de 66 voluntarios mientras oían testimonios reales de dramas humanos, con diferentes desenlaces.

Los voluntarios, además, debieron valorar cómo les hizo sentir cada historia por separado, sin ningún escáner de por medio. El primer gran descubrimiento fue que no existe una región del cerebro en el que la empatía se desarrolle, sino una red que une diferentes zonas.

El cerebro no es un sistema por módulos donde haya una zona encargada de la empatía. Se trata de un proceso distribuido. Las mismas regiones que intervienen en la valoración de la comida o el dinero, aparecen implicadas en el estudio al valorar el bienestar de los otros.

Eso sí, no todas las historias conectaban las mismas zonas y, de hecho, generaron dos tipos de patrones, entre las que reunían "solidaridad y compasión" con las que causaron "angustia empática". En la primera se activaban áreas cerebrales como el córtex prefrontal ventromedial o la corteza medial orbitofrontal, relacionadas con los procesos con los que el cerebro da valor a algo.

Por otra parte, historias como la del veterano de guerra que se queda sin hogar despertaron más angustia que compasión y, por ende, activaron otras zonas, como la del córtex premotor o la corteza somatosensorial primaria, que son conocidas por participar en los procesos llamados de espejo.

Dos tipos de empatía emocional, la compasiva y la angustia, activan diferentes zonas del cerebro

Las áreas cerebrales que aparecen preferentemente relacionadas con la angustia empática también se activan mientras experimentamos u observamos acciones, sensaciones y expresiones faciales.

Más allá de las marcadas diferencias, hubo algo que aunó a los participantes: todas las personas escaneadas revelaron patrones cerebrales muy similares cuando empatizaban con los protagonistas de cada historia.

Los especialistas explicaron que si bien la emoción que se despertaba era una respuesta muy personal, el patrón de activación era común. Tanto fue así que utilizaron estos patrones como marcadores para predecir cómo otro grupo de 200 personas, a las que no les escanearon el cerebro, valoraría las mismas historias que oyó el primero.

Finalmente, los investigadores sostuvieron que estos patrones podrían, en el futuro, servir en la detección de trastornos como la psicopatía.


Nuestra respuesta cerebral a las buenas noticias ajenas depende de la empatía

Según un estudio de investigadores de la University College of London (UCL), publicado en Journal of Neuroscience de octubre 2015, la forma en que el cerebro reacciona a las cosas buenas que les pasan a los demás está determinada por la capacidad de empatía.

La investigación atribuye a una parte concreta del cerebro, la corteza cingulada anterior (ACC, por sus siglas en inglés) como la región que se muestra especialmente atenta a las buenas noticias que afectan a los otros.

Su respuesta cambia sustancialmente en función de los niveles de empatía. En las personas consideradas como altamente empáticas, la corteza cingulada anterior reacciona solo a las cosas buenas que les suceden a otros individuos, mientras que en los sujetos poco empáticos, la ACC también reacciona a las malas noticias propias.

El estudio demuestra la relevancia de esta parte del cerebro en los trastornos relativos a los comportamientos sociales, como la psicopatía y el autismo. También podría ser un punto de partida para investigar los mecanismos cerebrales que producen desórdenes en el comportamiento como respuesta a los éxitos propios o ajenos.

Para llevar a cabo el estudio, los investigadores escanearon mediante imágenes de resonancia magnética los cerebros de 30 voluntarios, de edades entre 19 y 32 años, expuestos a la contemplación de imágenes que predecían las posibilidades de que ellos mismos u otras personas ganaran dinero. Los participantes también complementaban un cuestionario que evaluaba su nivel de empatía una semana antes de que se sometieran a la resonancia.

Explicaron que la región de la corteza cingulada anterior siempre se activaba en todos los participantes cuando otra persona iba a ganar dinero. Sin embargo, la activación era mayor en los individuos que se les consideraban empáticos.


La empatía tiene sus propias áreas cerebrales

Según un equipo de científicos de Monash University, Australia, en un estudio publicado en NeuroImage de junio 2015, los tipos de empatia otorgan cerebros diferentes físicamente.

Para estos científicos, el hallazgo plantearía algunas hipótesis, como la posibilidad de que la empatía pueda aumentar con el tiempo  dando lugar a cambios físicos a nivel cerebral , o que incluso podríamos ver desaparecer dicha empatía con el tiempo.

Los investigadores encontraron que las personas con “empatía afectiva” tienen una fuerte respuesta emocional frente a los sentimientos o pensamientos de otra persona, ya que la materia gris de estos individuos es más densa en una región cerebral determinada en comparación con aquellos que expresan “empatía cognitiva“, es decir, individuos que tienen una respuesta más lógica a otro estado emocional y menos sentimental.

Para llegar a estas conclusiones, los científicos estudiaron a 176 individuos usando una técnica de neuroimagen denominada “morfometría basada en voxel”, donde se analizaba la densidad de su materia gris cerebral. El objetivo era determinar el grado de empatía afectiva o empatía cognitiva de los participantes.

La densidad de materia gris, clave para diferenciar la empatía. Los hallazgos del estudio fueron que aquellos con una alta empatía afectiva tenían una mayor densidad de materia gris en la corteza insular justo en el centro del cerebro. Por otra parte, aquellos que tenían una alta empatía cognitiva también tenían una mayor densidad de materia gris en la corteza mediocingular, justo encima de la conexión entre ambos hemisferios cerebrales.

La conclusión de los investigadores es que la empatía podría llegar a perderse o alterarse si las zonas cerebrales anteriormente mencionadas se lesionan o modifican. También explicaría porque hay individuos que no tienen empatía, u otros que la tienen en exceso.

Estos resultados validan el hecho de que la empatía es un conjunto de componentes, lo que sugiere que la empatía afectiva y la empatía cognitiva están representadas y diferenciadas morfológicamente a nivel cerebral.


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