Nuestro cerebro no está cableado para leer. La lengua escrita es un invento. Si los estudiantes no comprenden lo que leen, es poco lo que se puede hacer para mejorar su desempeño en el resto de áreas del conocimiento como las matemáticas, las ciencias naturales y sociales. Los estudiantes tienen que aprender a leer bien para después poder leer para aprender.

Aprender
a leer no sólo crea nuevas conexiones neuronales entre sistemas existentes en
el cerebro del niño sino que también produce una auténtica reorganización del cerebro.
El reconocimiento visual
que usamos para leer las letras es el mismo que nos permite reconocer objetos o
caras prácticamente desde que nacemos. Está demostrado que conforme aprendemos
a reconocer visualmente las letras perdemos capacidad de reconocer objetos o
caras y que además el sistema que permite el reconocimiento de caras se mueve
del hemisferio izquierdo al derecho. Por lo tanto, se produce una auténtica
reorganización del cerebro del niño que esta aprendiendo a leer.
En el hemisferio izquierdo del cerebro – donde tiene lugar toda la actividad cerebral relacionada con el lenguaje y la lectura – el niño pre-lector ya tiene un sistema de reconocimiento visual bastante sofisticado (en el gráfico en color violeta). Desde que empezó a hablar también ha ido desarrollando un sistema que le permite reconocer los fonemas y sonidos de la lengua hablada (que se ubicaría en la zona señalada en amarillo en el gráfico) y otro que le permite desentrañar los significados de las palabras de la lengua oral (cuya ubicación aparece representada en verde).
Al aprender a leer el niño crea una interfaz o conexiones neuronales (en color rojo) que le permiten unir las letras que reconoce visualmente con los sonidos de la lengua hablada que ya posee y que a su vez le ayudarán a desentrañar los significados de las palabras.
Más adelante, cuando el
niño adquiera soltura lectora, podrá asociar directamente las letras escritas
con los significados sin tener que pasar por el sonido.
Por lo tanto el aprender
a leer requiere especializar el sistema visual para reconocer la forma de las
letras y conectarlas con los sonidos de la lengua hablada que el niño ya
conoce.
Y desde que aprendió a
hablar, esos sonidos a su vez el niño ya los tiene conectados con los
significados y al cabo de un tiempo estará en disposición de establecer
conexiones neuronales directas entre significados y letras escritas. De todo
ello podemos deducir que el correcto desarrollo del lenguaje oral es esencial
en el aprendizaje de la lectura.
Reciclaje
neuronal
Según Stanislas
Dehaene, neurocientífico cognitivo del Collège de France, el reciclaje neuronal
consiste en un proceso mediante el cual amplias áreas de nuestro cerebro
comienzan a realizar funciones para las cuales no evolucionaron. Nuestro
cerebro, al nacer, no cuenta con áreas o circuitos neuronales específicamente
dedicados a la lectura; aprender a leer altera la arquitectura cerebral y
genera nuevas conexiones en áreas que, antes del aprendizaje de esta nueva
habilidad, no se comunicaban.
El cerebro
utiliza un complejo entramado de circuitos para leer, ubicados en su mayoría en
el hemisferio izquierdo. El proceso de lectura comienza en el lóbulo occipital,
área encargada de reconocer los estímulos visuales, como las caras y las
formas. Allí se dan los primeros grandes cambios neuronales, pues la corteza
visual se especializa aún más y se vuelve más precisa para poder reconocer las
letras.
La “caja de las letras”
La información visual
continúa luego a un área denominada “la caja de las letras”, en la que se
concentra el conocimiento de las letras aprendidas. De este punto el estímulo
viaja a, cuando menos, dos redes neuronales: una que va al significado de la
palabra, y otra a la pronunciación y la articulación. Leer consiste en
reconocer las letras y como se combinan en palabras y, luego, cómo se conectan
con los sonidos que producen y su significado. Es así como leer no es
únicamente un proceso visual, como se creyera en algún momento. Es también un
proceso auditivo.
Un cambio importante que
se da en el cerebro es en la “la caja de letras”, un área que se activa
solamente en las personas que saben leer. Y se activa, además, solo para
aquellas letras que uno reconoce como propias de su lenguaje. Por ejemplo, esta
área del cerebro no se activará cuando una persona que solo lee en español,
“lee” grafías de otros idiomas que desconoce, como Coreano.
No
nacemos con la región del cerebro que nos permite leer, llamada la “caja de las
letras”, sino que se forma en el momento en el que reconocemos palabras. Esa
caja nace vacía, sin repertorio alfabético alguno, y cuando se desarrolla
bloquea en parte la capacidad de reconocimiento visual para propiciar un aprendizaje
más rápido de la lectura.
Ya se sabía que la
corteza visual central, situada en la parte posterior del cerebro, contiene
diversas regiones especializadas que se activan cuando reconocemos objetos,
caras o lugares. En los seres humanos, estas regiones se modifican por el
aprendizaje musical, de las matemáticas o de la lectura.
En los adultos que saben leer, existe también una zona específica de esa corteza visual
central que se activa cuando miramos palabras escritas: se llama área visual de
formación de palabras – del inglés Visual Word Form Area (VWFA) –,
también conocida como la “caja de las letras”.
Esta caja de las letras representa una etapa especial en el recorrido de una palabra, ya que solo puede desarrollarse a partir del aprendizaje de la lectura. Así, no existe en niños muy pequeños o adultos analfabetos; también es menos solicitada en personas con dislexia, que tienen una diferencia biológica respecto a la forma en que sus cerebros tratan el texto escrito.
Las palabras y letras se almacenan en esta caja de las letras y se memorizan individualmente, no como formas o modelos, sino como símbolos. Es por esta razón que un lector confirmado puede reconocer rápidamente una palabra.
Para determinar el significado y la pronunciación de una palabra, la información se mueve luego de la caja de las letras a los lóbulos frontales y temporales del cerebro. Estas son las mismas áreas que se activan cuando escuchamos una palabra; por lo tanto, están especializadas en el lenguaje y no solo en la lectura o escritura.
Las palabras y letras se almacenan en esta caja de las letras y se memorizan individualmente, no como formas o modelos, sino como símbolos. Es por esta razón que un lector confirmado puede reconocer rápidamente una palabra.
Para determinar el significado y la pronunciación de una palabra, la información se mueve luego de la caja de las letras a los lóbulos frontales y temporales del cerebro. Estas son las mismas áreas que se activan cuando escuchamos una palabra; por lo tanto, están especializadas en el lenguaje y no solo en la lectura o escritura.
Implicaciones
neurológicas
Durante
esta etapa, la actividad cerebral involucra una red de regiones muy amplia, que
se extiende más allá de la red de lectura que es la habitual del adulto.
Algunas
regiones están involucradas con el movimiento de los ojos, otras con los
procesos genéricos de la memoria y la atención; la red del lenguaje hablado
también se activa intensamente.
A
medida que la lectura se automatiza, la movilización de éstas áreas decrece;
por esto, la automatización de la lectura debe ser un objetivo esencial del
aprendizaje; sólo con ella, se consigue liberar las áreas genéticas de la
corteza y dejarlas disponibles para otras actividades.
Al
inicio del proceso, la decodificación se da tomando uno tras otro todos los
elementos que forman cada palabra.
Más
tarde, la palabra será decodificada toda de una vez gracias al análisis
simultáneo de sus elementos; y ello es posible gracias a la activación de la
caja de las letras. Las neuronas de la caja de las letras trabajan a la vez de
manera simultánea sobre las diferentes partes de la palabra.
Consecuencias de la
automatización. Con la automatización,
hay otros factores – que no son el número de letras de una palabra – que influyen en
la decodificación; es decir, las palabras frecuentes se reconocen más rápido
que las raras o que los neologismos. La influencia de estos factores es una
señal de que el niño comienza a desarrollar la segunda ruta de la lectura, esta
que nos permite pasar directamente de la cadena de letras al significado de las
palabras.
*
* *
Aprender a leer
reorganiza el funcionamiento del cerebro
Científicos del Centro
vasco sobre Cognición, Cerebro y Lenguaje en una investigación publicada en la revista
Developmental Cognitive Neuroscience de
febrero 2017, han descubierto cómo el aprendizaje de la lectura cambia el
funcionamiento del cerebro para asumir esta nueva habilidad.
En concreto, se ha
observado que la red neuronal encargada de decodificar el lenguaje oral, el
área fronto-temporal del hemisferio izquierdo, se reorganiza durante el proceso
de aprendizaje de la lectura y se activa también a la hora de descifrar el
lenguaje escrito.
El estudio, realizado
entre 2013 y 2016, contó con la participación de 38 niños vascos de 4-8 años
con diferentes niveles de lectura. Se empleó la técnica de la magneto-encefalografía
para saber cuándo y dónde se producía una actividad específica en el cerebro
mientras los niños llevaban a cabo una tarea sencilla como leer, escuchar
palabras o reconocer estímulos visuales.
Durante la prueba, los
niños fueron expuestos a tres estímulos diferentes – 60 palabras escritas en
euskera, 60 palabras escuchadas en euskera y 60 dibujos de objetos en blanco y
negro – y se comparó la actividad cerebral entre los niños que habían empezado
a leer y los niños más mayores con un nivel de lectura más avanzado.
A medida que los niños
mejoran su capacidad de lectura, las áreas del hemisferio izquierdo empiezan a
tener más actividad mientras leen y el cerebro continúa desarrollándose. Los
investigadores también han visto que saber leer aumenta la actividad de áreas
relacionadas con la decodificación de representaciones visuales de objetos, de
modo que adquieren también la competencia de vincular la representación visual
de un objeto con las palabras y conceptos relacionados con el mismo.
El estudio permitirá a
los investigadores comprender mejor cuáles son las consecuencias cerebrales de
la falta de aprendizaje de la lectura y avanzar en la identificación de los
problemas que impiden a algunos niños desarrollar una competencia de lectura
adecuada.
Aprender a leer de adulto
produce cambios profundos en el cerebro
Según investigadores
alemanes del Instituto Max Planck de Psicolingüística y del Max Planck de
Cognición humana y Ciencias del Cerebro, junto con científicos indios del
Centro de Investigación Biomédica Lucknow y la Universidad de Hyderabad, en un
estudio publicado en la revista Science
Advances de mayo 2017, la lectura supone un reto enorme para el cerebro y sus efectos en el mismo son
asombrosos, hasta el punto de que puede moldearlo y transformarlo profundamente,
incluso cuando somos adultos.
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Reorganización estructural del cerebro cuando comienza a leer |
Leer es una capacidad tan nueva en nuestra historia evolutiva que no puede estar “grabada” en los genes. Cuando aprendemos a hacerlo, el cerebro debe pasar por una especie de “reciclaje”. Las áreas destinadas al reconocimiento de objetos complejos, como las caras, tienen que participar en la traducción de las letras. Y algunas regiones de nuestro sistema visual se convierten en “interfaces” entre lo que el ojo ve y el lenguaje.
La cuestión es que, hasta
ahora, los científicos suponían que esos cambios se limitaban a la capa externa
del cerebro, la corteza, que se adapta rápidamente a los nuevos desafíos. Pero
resulta que la transformación que provoca abrir un libro y comprenderlo va
mucho más allá.
Los investigadores
descubrieron que cuando una persona adulta aprende a leer, el cerebro pasa por una reorganización que se extiende a
estructuras profundas en el tálamo y el tallo cerebral.
Observaron que los
llamados colículos superiores, una parte del tronco cerebral, y el pulvinar,
situado en el tálamo, adaptan su actividad a la de la corteza visual. Estas
estructuras profundas ayudan a nuestra corteza visual a filtrar información
importante, incluso antes de que la percibamos conscientemente. Curiosamente, cuanto más tiempo pasen sincronizadas las
señales entre las dos regiones del cerebro, mejores serán las capacidades de
lectura. Creen que estos sistemas cerebrales afinan su comunicación cada
vez más al tiempo que los estudiantes se vuelven más y más competentes en la
lectura. Esto podría explicar por qué los lectores experimentados se mueven de
manera más eficiente a través de un texto.
Mujeres analfabetas
El equipo obtuvo estos
resultados en la India, un país con una tasa de analfabetismo de alrededor del
39%. La pobreza sigue limitando el acceso a la educación en algunas partes del
país, especialmente a las mujeres. Por lo tanto, casi todos los participantes
del estudio, treinta en total, fueron mujeres en su treintena. Al comienzo de
la formación, la mayoría no era capaz
de descifrar una sola palabra escrita de su lengua materna Hindi. Se
trata de uno de los idiomas oficiales de la India, basado en Devanagari, una
escritura con caracteres complejos que describen sílabas o palabras enteras en
lugar de letras individuales. Las participantes llegaron a un nivel comparable al de un niño de primer
grado después de apenas seis meses de formación.
Los investigadores dicen
que, en principio, el estudio también podría haber tenido lugar en Europa. Sin
embargo, el analfabetismo es considerado como un tabú en Occidente, por lo que
habría sido inmensamente difícil encontrar voluntarios. Incluso en la India,
donde la capacidad de leer y escribir está fuertemente conectada a la clase
social, el proyecto fue un tremendo desafío, porque los retos logísticos eran
inmensos.
Los científicos
reclutaron a voluntarias de la misma clase social en dos aldeas en el norte del
país para asegurarse de que los factores sociales no pudieran influir en los
resultados. Los escáneres cerebrales (resonancia magnética) se realizaron en la
ciudad de Lucknow, a tres horas en taxi de los hogares de las participantes.
Luz sobre la dislexia
Según los investigadores,
los impresionantes logros de aprendizaje de las voluntarias no sólo
proporcionan esperanza para los adultos analfabetos, sino que también arrojan
luz sobre la posible causa de trastornos
de la lectura como la dislexia, que se cree puede deberse a
disfunciones en el tálamo, una parte del cerebro que se modificó en el
experimento con solo unos pocos meses de entrenamiento en la lectura.
La increíble flexibilidad
del cerebro humano es una buena noticia. Nunca es demasiado tarde para aprender
una nueva habilidad. Puede que aprender cosas nuevas complejas no sea tan
rápido ni tan fácil para los adultos como lo es para los niños, pero es
posible. La investigación, viene a reforzar la idea de la increíble plasticidad
del órgano que rige nuestras vidas y puede arrojar luz sobre algunos trastornos
de la lectura, como la dislexia.
Descubren cómo el cerebro
aprende a leer
Investigadores del CEA, del CNRS y del Collège de France de NeuroSpin, en un estudio publicado en PLOS en marzo 2018, han observado por
primera vez cómo se modifica el cerebro humano durante el proceso de aprender a
leer.
Lo han conseguido
observando el cerebro de 5 niños y 5 niñas de seis años de edad durante un
curso de la escuela preparatoria, en el momento de la vida en el que a los
niños se les enseña a leer.
A través de la técnica de
imágenes de resonancia magnética de su actividad cerebral, pudieron descubrir
cómo se forma la región del cerebro especializada en el reconocimiento de
palabras durante el aprendizaje de la lectura, conocida como la “caja de las
letras”.
Lo que no se conocía
hasta ahora es cómo se forma en los niños esa región específica del cerebro que
nos permite interpretar textos escritos, y si esa lectura sustituye o toma el
lugar de otra de las capacidades cerebrales de la corteza visual ventral.
Lo que descubrió esta
investigación es que, en los niños, cada categoría de imagen observada
visualmente activa, al igual que en el adulto, activa una región concreta de la
corteza visual. Pero que eso no ocurre con las palabras.
Rincón específico para
las palabras
Toda la investigación se
desarrolló con niños que todavía no sabían leer. Observaron su actividad cerebral
mientras aprendían a leer.
Cuando estaban en el
escáner de resonancia magnética, tenían que mirar imágenes diferentes de casas,
objetos diversos, rostros, palabras y números, y apretar un botón cuando
aparecía ante ellos un personaje conocido de dibujos animados.
Cada una de las imágenes
mostradas a los niños activa una región visual especializada, como en el
adulto. Sin embargo, los investigadores observaron que las palabras activan una
región diferente del cerebro, más sensible a las palabras que a las imágenes:
la “caja de las letras”.
La caja de las letras no
nace, se hace
Es decir, no nacemos con
una “caja de las letras” que se activa cuando empezamos a leer, sino que se
crea cuando se inicia el aprendizaje de la lectura. Concretamente comienza a
formarse unos meses después del inicio del curso escolar en el que se enseña a
los niños a leer.
Para otros niños, se
forma incluso más tarde, una vez que ya han desarrollado algunas habilidades
lectoras. Al año, la “caja de las letras” ya está perfectamente instalada en el
hemisferio izquierdo.
Otro descubrimiento de esta investigación es que, cuando se forma, la “caja de las letras” está vacía, es decir, no contiene el repertorio alfabético necesario para la comprensión de las palabras leídas.
Eso significa, según los
investigadores, que cuando un niño empieza a leer, su cerebro ya está preparado
para el reconocimiento facial, pero sacrifica en parte esta capacidad a favor
de la capacidad de lectura. En los niños que no aprenden a leer, se desarrolla
antes el reconocimiento facial.
La investigación también
descubrió que, una vez que se automatiza la lectura en el niño, la “caja de las
letras” se implanta en una región del cerebro libre de toda especialización.
Eso significa que, cuando aprendemos a leer, el cerebro no utiliza habilidades
adquiridas para categorías visuales, sino que crea un rincón específico para
las palabras.
Asimismo, los
investigadores constataron que el desarrollo de la lectura en el hemisferio
izquierdo – el del lenguaje oral – bloquea el desarrollo de la región cerebral
que responde a las caras en ese hemisferio, contrariamente a lo que pasa en el
hemisferio derecho.
Esta investigación ha
constatado así que se enseña a leer a los niños en un momento de plasticidad de
esa región cerebral, lo que aumenta su capacidad de respuesta a los rostros en un
medio natural.
Eso significa que el
momento escogido por el sistema educativo para enseñar a los niños a leer
aprovecha las ventanas de plasticidad ofrecida en ese momento por el proceso de
maduración del cerebro humano para permitir un aprendizaje más eficaz.
* *
*
Leer
y escribir literalmente transforma nuestra mente, cuerpo y entorno

El lenguaje escrito es de
facto un sistema metalingüístico que codifica y objetiviza el habla. La
escritura sólo tiene sentido de existir si la lectura es posible.
La propuesta de la mente
extendida nos dice que la cognición no sólo se localiza dentro del cerebro sino
que se extiende al cuerpo y al mundo que nos rodea. El uso de la escritura
como tecnología representa una especie de memoria externa que nos permite
almacenar, indexar, clasificar y resumir información. Al hacerlo, no sólo se
representa y se interactúa con la información de forma diferente, también se
facilitan nuevas formas de resolver problemas.
Consecuencias
de aprender a leer
Primeramente, logramos acceder al lenguaje a
través de una nueva modalidad que es la visión. Siendo esta innovación
tecnológica sólo recientemente generalizada, no podemos esperar que la
evolución pudiese haber tenido tiempo de asimilar adaptaciones específicas para
facilitar las habilidades de lecto-escritura, a diferencia, por ejemplo, de la
adquisición del lenguaje hablado.
Las investigaciones demuestran
que efectivamente existen áreas relacionadas con la visión y el lenguaje que se
activan en respuesta a la lectura. En personas analfabetas, estas áreas
desempeñan funciones de reconocimiento visual y de lenguaje; sólo a través del
proceso de alfabetización estas áreas corticales se reorganizan y comienzan a
cumplir funciones que facilitan la lecto-escritura.
En
todas las culturas el aprender a leer reside en los mismos mecanismos
cerebrales y genéticos, aunque hay factores culturales y ambientales que
favorecen el proceso.
Aprenderá más fácilmente
a leer un niño que tenga un óptimo desarrollo de la lengua hablada gracias a
que se ha criado en un ambiente en el que se le ha hablado continuamente al
igual que se le ha estimulado a hablar. Influirá positivamente en el
aprendizaje de la lectura la más o menos capacidad del niño en reconocer los
fonemas, el tamaño de su vocabulario hablado, etc.
Y como en cualquier
proceso de aprendizaje también serán muy importantes la atención, la
concentración, la motivación o la satisfacción alcanzada con la realización de
la actividad. Por eso, al contar cuentos o leer libros con los bebés desde la
más tierna edad, estamos favoreciendo todos estos aspectos que ayudarán después
al niño en el aprendizaje de la lectura.
Todo indica que las
innovaciones culturales como son la lectura y la escritura inducen tanto
una reorganización
funcional en el cerebro como cambios cualitativos en nuestras facultades
cognitivas. En la actualidad, los aparatos electrónicos inteligentes nos
permiten interactuar
constantemente con el mundo exterior, de forma múltiple y
paralela. Podemos saltar de una
tarea cognitiva a otra fácilmente, inclusive
hacerla casi de forma simultánea: es posible tener
varios chats abiertos,
escuchar música, leer, escribir, conversar o realizar alguna actividad motora.
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