El concepto de shifting – cuyo significado literal es “mutable”,“transformable” – se basa en la teoría del multiverso, es decir la hipótesis de que existen múltiples universos. Esta hipótesis propone que cada posible línea temporal alternativa es real y posible, y que estas líneas temporales existen en universos paralelos.
El shifting consiste en pasar voluntariamente de la realidad a una experiencia imaginaria. El desplazamiento de la realidad se ve principalmente como una experiencia subjetiva y personal de juego imaginativo más que como una alteración literal y objetiva de la realidad.
En este caso, el viaje se realiza únicamente con la mente, sin más drogas ni tecnología que la imaginación. El shifting es similar al sueño lúcido, la meditación o la auto-hipnosis. Sonidos, olores, tacto... Todo puede volverse “real” con una buena dosis de imaginación, siempre que se acepte esta realidad “deseada” y olvidarse de la realidad “actual”. Basta con sumergirse en un recuerdo agradable que haya sucedido realmente o imaginarse viviendo en un mundo totalmente fantástico. La elección es suya.
Esta práctica puede definirse como una desvinculación de la realidad presente para invertirse en una realidad fantástica, a menudo inspirada en la cultura popular, en la que el sujeto vive una experiencia de inmersión gratificante.
El confinamiento durante la pandemia de Covid-19 tuvo efectos significativos en la actividad humana, a nivel social por supuesto, pero también a nivel individual. Por ejemplo, un reciente estudio canadiense demostró que el consumo de alcohol aumentó durante este periodo, lo que puede reflejar una tendencia a evadirse de una realidad sombría, privada de las actividades que normalmente despiertan interés. La dificultad de hacer frente a una realidad indeseable también puede explicar la observación de un aumento del “shifting”, que se ha extendido a través de las redes sociales, sobre todo entre los adolescentes.
El aspecto “técnico”, que da nombre a esta práctica, consiste en la capacidad de pasar voluntariamente de la realidad a esta experiencia imaginaria. Otro aspecto destacado por los practicantes es la fuerte adhesión a esta realidad “deseada”, que les obliga a suspender su incredulidad habitual para poder apreciar plenamente el contenido de las imágenes visuales y auditivas que componen la experiencia. Es precisamente esta adhesión y suspensión de la incredulidad lo que parece suscitar preocupación por parte de su entorno o de los profesionales sanitarios, en la medida en que podría amenazar la adaptación del sujeto a la “verdadera” realidad.
Un viaje mental controlado
El viaje mental se basa en la desvinculación de la situación presente para generar una representación mental específica: por ejemplo, la evocación de un recuerdo personal se basa en la activación de una escena del pasado, que se “reproduce” mentalmente. El viaje mental también puede ser involuntario, con la aparición de recuerdos autobiográficos o escenas de fantasía sin ningún vínculo con la realidad. No obstante, siempre requiere que el sujeto se desvincule de la actividad en curso, que debe suspenderse, a menos que se trate de una actividad rutinaria de baja exigencia, como caminar, tejer o cualquier actividad repetitiva monótona, que podría incluso favorecer el viaje.
Así pues, nuestras actividades mentales – y los comportamientos relacionados con ellas – pueden clasificarse en tres modos principales, entre los que navegamos en función del contexto:
* El modo “explotación”, que consiste en realizar tareas dictadas por el entorno, en forma de cierta esclavitud del cerebro a sus rutinas.
* El modo “exploración”, cuando nos enfrentamos a un contexto nuevo que nos obliga a desarrollar estrategias originales con un resultado incierto.
* El modo “desconectado”, en el que la ausencia de condicionantes ambientales nos hace proclives a una actividad autónoma, el “vagabundeo mental” – el famoso viaje –, que consiste en manejar ideas, pensar en el pasado, plantearse el futuro, etc.
Desde los trabajos pioneros del neurólogo Marcus Raichle, este tercer modo, considerado “por defecto”, al que el sujeto pasa cuando no tiene nada que hacer – ni explotar ni explorar –, se basa en una red cerebral en la que intervienen los territorios frontal y parietal.
En cambio, el shifting se basa en una desvinculación de la realidad y en la realización de un viaje mental “controlado”, en el que el sujeto domina, al menos en parte, el curso de sus imágenes mentales.
Recientes trabajos experimentales han permitido comprender mejor, en los animales, el funcionamiento de esta capacidad, que no es en absoluto exclusiva de los seres humanos y nos permite desvincularnos del presente y viajar mentalmente por el espacio y el tiempo.
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Los territorios cambiantes del viaje mental
Un equipo de investigadores de la Universidad de Grenoble Alpes, el CNRS, el Inserm, el CHU St Étienne y el CHU de Grenoble Alpes publicó en marzo de 2025 un artículo de revisión sobre el viaje mental en la revista Médecine/Sciences – INSERM (París).
El viaje mental, creativo y sin emisiones de carbono, es una experiencia que cualquiera puede disfrutar sin esfuerzo, como forma de abstraerse de la inmediatez y proyectarse más allá de la realidad. La posibilidad de realizar este viaje virtual ha suscitado preguntas entre filósofos y científicos. ¿En qué consiste exactamente el viaje mental? ¿Qué circuitos neuronales intervienen? ¿Cuáles son las condiciones que nos llevan a un viaje alucinatorio, nos privan de él o nos permiten controlarlo? ¿Cuáles son las ventajas adaptativas de este viaje imaginario? ¿Está presente en otros seres vivos y en nuestras máquinas “inteligentes”?
Los animales son capaces de viajar mentalmente
Un equipo de investigadores de la Universidad de Grenoble Alpes, CNRS, INSERM, CHU St Étienne, CHU, Grenoble Alpes, en un estudio experimental realizado con ratas, publicado en la revista Science en noviembre de 2023, ha demostrado que el viaje mental puede seguirse literalmente en los animales.
En este experimento, la rata se coloca en una esfera móvil sobre la que se desplaza en todas direcciones. Estos movimientos se transfieren a un entorno virtual presentado en una pantalla frente a ella, de modo que puede deambular a voluntad por un laberinto digital, en busca de una recompensa cuando alcanza su objetivo.
Se registran las actividades de las neuronas del hipocampo, llamadas “place cells” (“células de lugar”) porque codifican la ubicación del animal en el espacio, para crear un mapa neuronal de sus movimientos. A partir de estas grabaciones, y repitiendo los ensayos una y otra vez, los investigadores pueden identificar en qué punto del laberinto se encuentra el animal.
Y aquí es donde reside la proeza experimental: los investigadores desconectan la conexión entre la rueda de movimiento y el entorno virtual y conectan en su lugar la actividad de las neuronas del hipocampo. De este modo, el laberinto en el que se mueve la rata ya no está vinculado a sus movimientos reales, sino al plan cerebral que sigue. Y funciona: la rata llega a su destino – virtual – y recibe su recompensa – real –. En resumen, sólo se mueve “en su cabeza”, y no en un entorno. Es perfectamente capaz de hacer un viaje mental.
Otro experimento aún más reciente, realizado en animales, ha permitido apuntar al interruptor que permite pasar de una tarea a otra y desvincularse del entorno. Los ratones cuyas diferentes poblaciones de neuronas en el núcleo mediano del rafe, en el tronco cerebral, están influidas por el dispositivo experimental pueden pasar de un modo a otro bajo el efecto de una de las tres poblaciones – neuronas GABA, glutamato y serotonina – correspondientes a las tres categorías descritas: explotación, exploración y desconexión.
Así, la supresión de la actividad de las neuronas serotoninérgicas del núcleo mediano del rafe permite la desconexión. La activación o inhibición de una de las tres poblaciones neuronales permite pasar de un modo a otro. El shifting explota probablemente estas propiedades específicas, al tiempo que desarrolla una cierta pericia en la desconexión, al menos cuando el contexto lo permite.
Este descubrimiento representa una prometedora extensión de la aplicación de la ICM (deterioro cognitivo leve) desde las funciones sensoriomotoras a un dominio más cognitivo y sugiere que la actividad del hipocampo está bajo control voluntario. Además, el enfoque ICM proporciona una nueva herramienta para sondear los mecanismos de la navegación mental y la imaginación espacial a nivel de circuito.
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Algunos “shifters” dicen que son capaces de proyectarse en el mundo de Harry Potter y experimentar sensaciones visuales o auditivas
Shifter, significa cambiar la realidad. Para escapar de la monotonía de la vida cotidiana o del aburrimiento del encierro, los adolescentes se transportan con el pensamiento a un mundo, a una vida, a la piel de un personaje que les gusta. En TikTok, muchos de ellos explican sus técnicas, que a menudo pasan por la auto-hipnosis. Para ayudarles a sumergirse virtual y psíquicamente, los shifters preparan de antemano un escenario o “guión”.
Por ejemplo, una joven se describe a sí misma cayendo en un mundo inspirado en Harry Potter, en el que interactúa con sus héroes favoritos. Es un viaje imaginario, más o menos controlado, interrumpido por una vuelta a la realidad.
Clara es una Potterhead, una fan del universo de Harry Potter. Por eso va a Hogwarts, la escuela de magia y hechicería de Harry, durante sus sesiones de shifting. Habla de sus encuentros con Draco, Harry y los partidos de Quidditch.
Viviendo en Hogwarts durante unos meses, Clara consigue mantener conversaciones enriquecedoras que le permiten comprender mejor la “current reality” o realidad actual en el lenguaje de shifters. “El personaje que más me ha ayudado es Harry, porque nos complementamos, somos más o menos iguales. Siento las mismas cosas que él al mismo tiempo y, como resultado, me ha ayudado mucho a volver a la normalidad”.
Fuente: France culture. Este episodio se emitió por primera vez el 22/09/2021.
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Suspender la incredulidad para “shifter”
Pero practicar el viaje mental y desengancharse con facilidad no basta para experimentar un shifting satisfactorio; también es necesario, y éste es sin duda el punto más crítico, conseguir suspender nuestra incredulidad. La incredulidad actúa como una especie de “filtro de la realidad”, detectando irregularidades en nuestra experiencia mental para distinguir entre lo que es percepción y lo que es nuestra propia fantasía.
Todos podemos imaginar elefantes rosas y clasificarlos correctamente como productos de esta imaginación. Durante el sueño, las estructuras que hacen esta distinción entre fantasía y realidad – el córtex orbitofrontal y el giro cingulado anterior – están lo suficientemente inactivas como para que podamos aceptar el contenido de nuestros sueños, a pesar de su naturaleza fantástica.
Durante la hipnosis, estos procesos de crítica de la realidad también se ponen en reposo, de modo que podemos adherirnos a representaciones erróneas; por ejemplo, mi brazo está paralizado. Es probable que un proceso de este tipo, como sugieren los métodos propuestos para facilitar el shifting, y que evocan una forma de autohipnosis, esté en funcionamiento para garantizar que el sujeto se adhiere al contenido de su viaje.
Para muchos adolescentes, esta técnica es incluso más poderosa que el sueño lúcido o la autohipnosis, ya que pueden lograr un nivel de realismo nunca antes logrado mediante el shifting. Pero ¿existe algún peligro en el cambio? Para Jean-Marc Berheim, hipnoterapeuta, todo es cuestión de equilibrio. Ciertamente, el mayor riesgo es ver a estas personas perder el contacto con la realidad, tan adictas están a su mundo imaginario. Por otra parte, el shifting, cuando se utiliza bien, puede ser un activo importante para mejorar la confianza en uno mismo o para lograr un escape temporal y controlado.
Debemos evitar que sea una huida de la realidad, sino convertirla en una fuga. Una escapada temporal e intrascendente. En resumen, imaginarse en una playa de Brasil o en un templo de Tailandia puede ser un momento muy bueno, sólo para sí mismo.
La práctica del shifting consiste, pues, en explotar una propiedad general, propia del ser humano y
probablemente de muchos animales, que es la capacidad de abstraerse de la realidad para proyectarse
en un mundo imaginario, realizando un viaje mental. Empezamos a comprender a los operadores cerebrales
de esta experiencia, pero su contenido subjetivo sigue fuera de nuestro alcance: y eso es lo que la hace tan mágica.
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