abril 30, 2025

Cerebelo – Control del Equilibrio y Descubrimiento de Nuevas Funciones



Aunque nuestro cerebelo (en beige) representa sólo el 10% del volumen de nuestro cerebro,
 concentra la mayoría de sus neuronas


El cerebelo – que en latín significa “pequeño cerebro” – está situado en la parte posterior del cráneo. Es mucho más importante de lo que creíamos: no sólo gestiona nuestros movimientos, sino que también los asocia a nuestras emociones y regula nuestras interacciones sociales. Contiene tres cuartas partes de todas las neuronas – 50.000 millones – del cerebro. Están organizadas de forma casi cristalina, con una regularidad y un orden que contrastan con la maraña de neuronas del cerebro “normal”.

El equilibrio

La relación entre el cerebelo y el movimiento se conoce desde el siglo XIX. Los pacientes que sufrían traumatismos en esta región del cerebro tenían dificultades evidentes con el equilibrio y el movimiento, lo que no dejaba lugar a dudas sobre su papel esencial en la coordinación del movimiento.

Es fácil dar por sentado el sistema del equilibrio. Dependiendo de su nivel de habilidad, es probable que no piense en ponerse de pie, caminar o sentarse erguido. Pero, aunque estos procesos parezcan sencillos, la realidad es que el cerebro trabaja constantemente para que el sistema del equilibrio funcione correctamente. Su cerebro es responsable de ayudarle a andar, correr e incluso mantenerse en pie sobre un pie. Pero, ¿qué parte del cerebro controla el equilibrio?

Imagine su cerebro como una fábrica. Hay innumerables engranajes diminutos, cintas transportadoras y obreros burlones, cada uno al servicio de un único propósito: moverse por el mundo. Y aunque su sistema de equilibrio implica a varias partes de su cerebro, la principal parte del cerebro que controla el equilibrio es el cerebelo. Controla una serie de funciones, como el movimiento, el habla, el equilibrio y la postura. Pero el cerebelo no trabaja solo. Hay otras partes del cerebro que también contribuyen a las funciones de equilibrio, como el llamado sistema vestibular.

Durante unos dos siglos, la comunidad científica creyó que el cerebelo se dedicaba exclusivamente al control del movimiento. Sin embargo, en las últimas décadas se ha producido un cambio de opinión, ya que los investigadores han revelado detalles del papel de esta estructura en la cognición, el procesamiento emocional y el comportamiento social.

El sistema vestibular


Piense en el sistema vestibular como en un servicio de mensajería. Situado en el oído interno, el sistema vestibular proporciona al cerebro información sobre aspectos como el movimiento, la posición de la cabeza y los movimientos bruscos. Esto le ayuda a mantener el equilibrio asegurándose de que su cerebro procesa la posición de su cuerpo cada vez que cambia. En general, el sistema vestibular le ayuda a mantener el sentido del equilibrio, evitando caídas y mareos.

El sistema vestibular proporciona el sentido del equilibrio y la información sobre la posición del cuerpo que permite realizar movimientos compensatorios rápidos en respuesta a fuerzas tanto auto-inducidas como generadas externamente.

La porción periférica del sistema vestibular es una parte del oído interno que actúa como un acelerómetro en miniatura y un dispositivo de guía inercial, transmitiendo continuamente información sobre los movimientos y la posición de la cabeza y el cuerpo a centros integradores situados en el tronco encefálico, el cerebelo y las cortezas sensoriales somáticas.

Aunque normalmente no somos conscientes de su función, el sistema vestibular es un componente clave tanto de los reflejos posturales como de los movimientos oculares. Si el sistema está dañado, el equilibrio, el control de los movimientos oculares cuando la cabeza está en movimiento y el sentido de la orientación en el espacio se ven afectados negativamente.


Estas manifestaciones del daño vestibular son especialmente importantes en la evaluación de las lesiones del tronco encefálico. Los circuitos del sistema vestibular se extienden por gran parte del tronco encefálico, y pueden realizarse pruebas clínicas sencillas de la función vestibular para determinar la afectación del tronco encefálico, incluso en pacientes comatosos.


*
*     *

El cerebelo es nuestro “pequeño cerebro” – Conexión con los centros de recompensa del cerebro



Investigadores de la Facultad de Medicina Albert Einstein, Universidad de New York, demuestran en un estudio, publicado en la revista Science de enero 2019, que un circuito recién identificado conectando el cerebelo con los centros de recompensa del cerebro en ratones podría ayudar a los científicos a entender el autismo y la adicción.

Se han realizado trabajos de neuroimagen en humanos que demuestran que el cerebelo interviene en el procesamiento cognitivo y el control emocional, y las investigaciones en animales han revelado, entre otras cosas, que la estructura es importante para el desarrollo normal de las capacidades sociales y cognitivas. Los investigadores también han relacionado la alteración de la función del cerebelo con la adicción, el autismo y la esquizofrenia.

Aunque muchos de estos hallazgos sugerían que el cerebelo desempeñaba un papel importante tanto en el comportamiento relacionado con la recompensa como en el comportamiento social, faltaba un mecanismo neural claro que explicara este vínculo.

La nueva investigación demuestra que una vía que conecta directamente el cerebelo con el área tegmental ventral (ATV) – uno de los centros del placer más importantes del cerebro – puede controlar estos dos procesos. Este trabajo ayuda a establecer el circuito que conecta el cerebelo con el procesamiento social y de recompensa.

Los investigadores habían centrado su trabajo en el papel del cerebelo en la coordinación motora hasta que descubrieron la literatura sobre las funciones no motoras de la estructura mientras revisaban subvenciones. Intrigados por los vínculos del cerebelo con trastornos como el autismo y la adicción, se propusieron investigar si podría comunicarse directamente con el ATV, una zona del cerebro previamente relacionada con estos trastornos.

Investigaciones anteriores en el laboratorio habían insinuado que podría haber conexiones inesperadas entre el cerebelo y otras partes del cerebro. Concretamente, al examinar los circuitos cerebrales subyacentes a la distonía – un trastorno del movimiento que provoca contracciones musculares incontrolables – en ratones. El equipo descubrió que el cerebelo se comunicaba directamente con los ganglios basales – implicados en funciones de movimiento, motivación y recompensa –, para controlar movimientos complejos.

Antes se pensaba que, para coordinar esas acciones, las dos áreas cerebrales se comunicaban a través del córtex, la región responsable de tareas de orden superior como la planificación y la toma de decisiones. Este descubrimiento los impulsó a empezar a estudiar la manipulación cerebelosa directa de otras estructuras cerebrales.

Para investigar el vínculo entre el cerebelo y el ATV, el equipo inyectó primero en las células cerebelosas de ratones virus del herpes, que actúan como centinelas móviles al saltar a través de las sinapsis – los diminutos huecos entre las células cerebrales – mientras llevan etiquetas fluorescentes. Este experimento reveló que varias neuronas del ATV se iluminaban con los marcadores fluorescentes, lo que indicaba que las células de esta región cerebral recibían, en efecto, conexiones directas del cerebelo. A continuación, mediante optogenética – un método que permite a los científicos activar o desactivar células específicas de una vía neuronal con destellos de luz –, los investigadores demostraron que la estimulación de las neuronas cerebelosas podía activar células del ATV.

A continuación, el equipo comprobó si este circuito podía influir tanto en los comportamientos relacionados con la recompensa como en los sociales. Descubrieron que la estimulación de esta vía con optogenética mientras los ratones exploraban un cuadrante de un recinto cuadrado les hacía desarrollar una marcada preferencia por el lugar. Al activar esta vía, los científicos también pudieron condicionar a los roedores – que son nocturnos – para que prefirieran explorar un compartimento luminoso, a pesar de su preferencia natural por los lugares oscuros.

Los investigadores afirman que estos hallazgos sugieren que esta vía podría estar implicada en el comportamiento adictivo. Señalan que este último experimento se ha utilizado mucho para estudiar la adicción a las drogas en animales, y que el grupo planea nuevos estudios. Un experimento futuro podría suministrar cocaína a roedores para ver si la inhibición de la vía entre el cerebelo y el ATV puede manipular los comportamientos adictivos.

Cuando los investigadores realizaron experimentos similares con ratones utilizando tres cámaras interconectadas, hicieron un descubrimiento interesante. Los ratones se encontraban con un animal conocido que se había colocado en un compartimento – la “cámara social” –. Al lado había un compartimento vacío – la “cámara objeto” –. Los ratones solían pasar más tiempo en el compartimento social. Pero tras desactivar la vía cerebelo-ATV mediante optogenética, esa preferencia desapareció, reflejando el comportamiento observado normalmente cuando los científicos realizan la misma prueba con modelos animales de autismo.

Curiosamente, el equipo descubrió que estimular este circuito no aumentaba las interacciones de los roedores con un animal desconocido. Según los autores, esta observación sugiere que la vía no aumenta necesariamente los comportamientos pro-sociales, sino que hace que los objetos inanimados, por ejemplo, sean tan gratificantes como interactuar con otros.

Este estudio es una de las demostraciones más claras e interesantes de que el cerebelo interviene en el control de funciones no motoras de alto nivel. Pero este trabajo se ha hecho en ratones; ahora hay que ver si ocurre en humanos.

Estos hallazgos confirman la existencia de una vía propuesta por primera vez por los científicos hace varias décadas. Proporcionan otro bloque de construcción realmente importante en nuestro intento en curso de comprender la contribución cerebelosa a la cognición y la emoción.

Según los investigadores, seguir estudiando el circuito cerebelo-ATV podría ayudar algún día a los científicos a tratar diversos trastornos. Este circuito podría manipularse – utilizando técnicas como la estimulación magnética transcraneal o la estimulación cerebral profunda – en individuos con adicción o autismo. Pero es necesario investigar más antes de que estas intervenciones se hagan realidad y, por ahora, el equipo planea probar algunos de estos métodos en ratones.

Creen que en los próximos años veremos que el cerebelo desempeña un papel cada vez más destacado en funciones no motoras, como el procesamiento cognitivo y emocional.


Descubrimiento de una nueva función del cerebelo – su papel en la memorización de experiencias emocionales



Neurocientíficos de la Universidad de Basilea (Suiza) en un estudio, publicado en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) en octubre 2022, han identificado una función emocional y cognitiva del cerebelo desconocida hasta ahora, ampliando considerablemente nuestros conocimientos sobre este órgano vital.

El cerebro humano, centro de nuestras emociones, pensamientos y acciones, sigue siendo un territorio inexplorado pese a los avances tecnológicos y científicos.

Tanto las experiencias emocionales positivas como las negativas quedan especialmente bien almacenadas en nuestra memoria. Este fenómeno es esencial para la supervivencia, ya que necesitamos recordar situaciones peligrosas, por ejemplo, para evitarlas en el futuro. Estudios anteriores han demostrado que una estructura cerebral llamada amígdala, importante para procesar las emociones, desempeña un papel central en este fenómeno. Las emociones activan la amígdala, que a su vez favorece el almacenamiento de información en distintas zonas del cerebro central.

El objetivo del presente estudio era determinar si el cerebelo y las conexiones cerebelo-cerebrales están involucradas en el fenómeno de la memoria episódica superior para la información visual que provoca emociones.

Una nueva dimensión

Tradicionalmente, el cerebelo se ha asociado con la coordinación motora, el equilibrio y funciones relacionadas con movimientos suaves y precisos. Resulta que esta región cerebral también desempeña un papel crucial en la consolidación de los recuerdos vinculados a experiencias emocionales intensas, un fenómeno denominado “memoria mejorada de la excitación emocional”.

Para llegar a esta conclusión, los científicos analizaron resonancias magnéticas funcionales
de 1.418 participantes expuestos a imágenes cargadas emocionalmente en las cuales mostraban contenido positivo, negativo y neutro, permitiendo a los investigadores evaluar la respuesta emocional y la retención de memoria de los sujetos.

Los resultados fueron reveladores. Las imágenes emocionales, tanto positivas como negativas, se recordaban con mayor claridad que las neutras, además, el cerebelo mostró una actividad significativa durante la consolidación de estos recuerdos, trabajando en conjunto con estructuras conocidas por su papel en la memoria y las emociones, como la amígdala y el hipotálamo.

El puente

El cerebelo (activado en rojo) está vinculado a distintas zonas del cerebro (activadas en verde) para reforzar el almacenamiento de la información emocional.

El hallazgo reveló que las conexiones del cerebelo no solo se limitan a las áreas motoras del cerebro, sino que también interactúa con regiones involucradas en funciones cerebrales superiores.

Además, los investigadores demostraron que el cerebelo estaba más estrechamente vinculado a distintas áreas del cerebro durante el aumento del almacenamiento de imágenes emocionales. Por ejemplo, recibe información del giro cingulado, que desempeña un papel importante en la percepción y evaluación de los sentimientos. El cerebelo también envía señales a la amígdala y al hipocampo, ambos implicados en el almacenamiento de la memoria. Por tanto, el cerebelo forma parte de una red cerebral cuyo objetivo es mejorar el almacenamiento de la información emocional.

Esta red neuronal permite influir directamente en nuestra capacidad para recordar sucesos con una gran carga emocional, una habilidad clave para sobrevivir que nos ayuda a evitar situaciones peligrosas en el futuro.

Los especialistas destacan que este descubrimiento podría ser fundamental para comprender mejor trastornos psiquiátricos como el estrés postraumático o el autismo, caracterizados por alteraciones en los circuitos emocionales del cerebro. Al identificar el papel del cerebelo en estas funciones, se abren nuevas posibilidades terapéuticas para abordar estas afecciones desde una perspectiva innovadora.

Estos hallazgos amplían el conocimiento sobre el papel del cerebelo en los procesos cognitivos y emocionales, desafiando su consideración exclusiva como una región motora.

Éste avance destaca la complejidad y versatilidad del cerebro humano, recordándonos que incluso órganos bien estudiados aún guardan secretos por descubrir. La investigación representa un paso significativo hacia una comprensión más profunda de nuestra biología y emociona a la comunidad científica con las promesas de futuros descubrimientos.

El cerebelo, maestro de las emociones y el movimiento



Investigadores, en la reunión anual de la Sociedad de Neurociencia, celebrada en Washington en noviembre de 2023, organizaron un simposio sobre las nuevas funciones del cerebelo no relacionadas con el control motor.

A lo largo de décadas, los neuro-científicos han llegado a comprender en detalle cómo los exclusivos circuitos neuronales del cerebelo controlan la función motora.

Neurólogos, en la revista científica Brain de 1998, informaron de una amplia gama de discapacidades emocionales y cognitivas en pacientes con lesiones cerebelosas. Por ejemplo, en 1991, tras un accidente que dañó su cerebelo, una estudiante ya no podía escribir, realizar cálculos mentalmente o incluso nombrar objetos cotidianos. Su estado de ánimo estaba atenuado. Perdió sus habilidades sociales, se desnudaba en los pasillos del hospital y hablaba como un bebé.

Este caso, como otros similares, dejó perplejos a los autores. Anteriormente se pensaba que las funciones cognitivas y emocionales denominadas de «alto nivel” – hablar, escribir, interactuar socialmente –residían en la corteza cerebral y el sistema límbico, un conjunto de regiones situadas por debajo de la corteza y notablemente implicadas en la gestión de las emociones.

Sin embargo, como no existían pruebas anatómicas sólidas de cómo los circuitos neuronales del cerebelo podían regular las funciones psicológicas y emocionales, estos informes clínicos se dejaron de lado.

Nuevas técnicas experimentales demostraron que, además de controlar el movimiento, el cerebelo regula otros comportamientos complejos, como la interacción social, la agresividad, la memoria de trabajo, el aprendizaje, las emociones y muchos otros.

En el simposio, los investigadores compartieron una serie de fascinantes descubrimientos revelados por estos nuevos métodos, que demuestran la evolución de su comprensión del cerebelo. Por ejemplo, la neurocientífica Jessica Verpeut, de la Universidad Estatal de Arizona, presentó datos que describen la compleja y extensa red de conexiones cerebelosas que se activan en todo el cerebro de los ratones cuando socializan o aprenden a orientarse en un laberinto.

Los ratones cuyas neuronas cerebelosas están alteradas pierden todo interés por las interacciones con sus congéneres, pero no por los objetos inanimados introducidos en su jaula.

Stephanie Rudolph informó sobre experimentos que demostraban que el comportamiento maternal, estudiado en ratones hembra que cuidan de sus crías, se veía afectado por las hormonas que actúan sobre el cerebelo, en particular la oxitocina, hormona que favorece el vínculo maternal. Cuando se interrumpe experimentalmente este mecanismo, la madre deja de cuidar a sus crías.

La investigadora Yi-Mei Yang, de la Universidad de Minnesota, señaló que cuando alteró determinadas neuronas del cerebelo, los ratones perdieron todo interés por interactuar con congéneres desconocidos introducidos en su jaula. En cambio, no tenían dificultades para interactuar y recordar objetos que se les presentaban por primera vez. Este comportamiento indica un déficit en la memoria de reconocimiento social complejo, similar al observado en personas con autismo.

Un tema abordado por la profesora de neurociencia Aleksandra Badura, del Centro Médico de la Universidad Erasmus de Rotterdam, que presentó datos inéditos que sugieren que el cerebelo está implicado en el autismo porque es un centro neurálgico de nuestras entradas sensoriales, en particular de las señales vinculadas a contextos sociales.

Esta última investigación va mucho más allá de los estudios en ratones. El neurólogo Andreas Thieme, del Hospital Universitario de Essen (Alemania), presentó una nueva prueba clínica para diagnosticar con precisión los trastornos emocionales y cognitivos causados por lesiones del cerebelo.

Cerebelo: su papel en la regulación de la sed



Un equipo de científicos de las Universidades de Kentucky, de Case Western Reserve, de Cleveland, de Luisiana, de Dayton y del Texas Children's Hospital en un estudio, publicado en Nature Neuroscience de julio 2024, está entre los primeros en encontrar una nueva función del cerebelo en la regulación de la sed.

El agua es crucial para la supervivencia humana y constituye aproximadamente el 60% del cuerpo. Desempeña un papel vital en la función celular, la regulación de la temperatura interna y la salud de los órganos.

Sin suficiente agua, los procesos del cuerpo fallan rápidamente y provocan la muerte en tan solo unos días. La sed es un signo de deshidratación cerebral. Pero tener sed constante, o no tener sed en absoluto, podría ser señal de otros problemas de salud.

Esta investigación destaca la implicación del cerebelo en la regulación de la sed. Anteriormente, este papel se atribuía a otras regiones del cerebro responsables de detectar y regular el equilibrio hídrico interno.

Su estudio muestra que los ratones beben más agua cuando las neuronas cerebrales llamadas neuronas de Purkinje, uno de los primeros tipos de neuronas en ser reconocidas y una de las más grandes del cerebro, son activadas por la hormona asprosina.

La activación de estas neuronas por la asprosina dio como resultado un comportamiento inmediato de beber agua en ratones y que la eliminación del receptor de asprosina de estas células redujo el consumo de agua.

La asprosina es una hormona proteica descubierta en 2016. Se ha demostrado que activa las neuronas hipotalámicas del "hambre" llamadas neuronas AgRP. En 2022, los investigadores identificaron Ptprd como el receptor neuronal a través del cual la asprosina actúa para estimular el apetito.

La asprosina afecta tanto al apetito como a la sed, pero a través de diferentes vías cerebrales. Mientras que la asprosina estimula el apetito a través de las neuronas AgRP, su acción sobre las neuronas de Purkinje cerebelosas provoca un aumento del consumo de agua.

Según los investigadores apuntar a la vía de señalización neuronal de Purkinje, la asprosina, podría ser un enfoque terapéutico potencial para tratar los trastornos de la sed, como la polidipsia – sensación de sed extrema – y la hipodipsia – falta de sed –. Sin embargo, el equipo declaró que se necesitan más estudios para comprender mejor lo que sucede en el cerebro durante este proceso.

*      *
*

Una pequeña obra maestra del cableado neuronal



Hoy en día, una mejor comprensión de los circuitos del cerebelo ha reivindicado estos estudios de casos y ha sacudido los cimientos del campo. El cableado del cerebelo está organizado y compactado con precisión para concentrar tres cuartas partes de las neuronas del cerebro en un lóbulo de apenas 10 centímetros de longitud.

El principal tipo de neurona del cerebelo, llamada célula de Purkinje, está muy ramificada, como un coral en forma de abanico, pero aplanada y casi bi-dimensional. Las aspas del abanico son las dendritas de la neurona, que reciben las señales entrantes. Estas neuronas planas están dispuestas en paralelo, como si millones de corales en abanico estuvieran apilados unos sobre otros en un apretado haz. Miles de pequeñas neuronas disponen axones – los cables del cerebro para transmitir impulsos eléctricos – perpendiculares a esta pila de células de Purkinje, como hilos de un telar. Cada axón está unido a las dendritas de decenas de miles de células de Purkinje.

Este nivel de inter-conectividad confiere a los 50.000 millones de neuronas del cerebelo una asombrosa capacidad de integración. Este circuito único es capaz de procesar enormes cantidades de datos captados por nuestros sentidos para regular los movimientos del cuerpo. El movimiento fluido de una bailarina que salta por el escenario exige que el cerebelo procese rápidamente la información de todos sus sentidos, al tiempo que rastrea las posiciones cambiantes de las extremidades, mantiene el equilibrio y cartografía el espacio en el que se mueve el cuerpo. El cerebelo utiliza esta información dinámica para controlar los músculos según un ritmo preciso, en un contexto social apropiado, bajo la influencia de la emoción y la motivación.

Los neurocientíficos se están dando cuenta de que los potentes circuitos neuronales del cerebelo, que integran información sobre los movimientos corporales, también le permiten gestionar procesos mentales y comportamientos complejos.

Por ejemplo, la complejidad del control motor necesario para hablar. En un plano puramente físico, esto incluye no sólo la compleja gimnasia de la lengua y los labios – para producir el sonido y ajustar el tono y el volumen –, sino también los gestos que acompañan al habla. Nuestras palabras se pronuncian en el momento justo para no invadir las de nuestros interlocutores, y están estrechamente calibradas en función del contexto social. De este modo, se cargan de la emoción adecuada y se guían por la motivación, las reflexiones, la anticipación de las reacciones de los demás y nuestro propio estado de ánimo.

Para coordinar estas diversas funciones, necesitamos recurrir a todas las capacidades del cerebro: desde la regulación del ritmo cardíaco y la presión sanguínea, a cargo de las regiones profundas del cerebro, hasta el procesamiento de la información sensorial y emocional, a cargo del sistema límbico. Pero también a las funciones cognitivas de alto nivel de comprensión, inhibición y toma de decisiones en la corteza cerebral prefrontal.

Para que el cerebelo desempeñe esta función, debe tener conexiones que se extiendan por todo el cerebro. Hasta ahora no había pruebas de ello, pero las nuevas técnicas permiten descubrir estas vías neuronales.

Un centro para nuestra información sensorial

Hace sólo unas décadas, cuando los neuro-anatomistas empezaron a cartografiar el cerebro, no encontraron ninguna conexión directa entre el cerebelo y las regiones cerebrales que controlan la emoción y la cognición, como el sistema límbico y el córtex prefrontal. Esto les llevó a creer que el cerebelo estaba algo aislado y no participaba en estas funciones cognitivas superiores. Pero igual que los bandidos pueden eludir a un rastreador cambiando de vehículo, las señales neuronales pueden saltar de una neurona a otra. Esta acción de infiltración ha puesto a los neuro-anatomistas tras la pista del cerebelo.

Nuevos métodos han permitido a estos investigadores rastrear estas vías desde el cerebelo, a través de puntos de relevo, hasta todo el cerebro. Uno de estos métodos consiste en implantar virus de la rabia en las neuronas para ver con precisión con qué otras neuronas entran en contacto. Los investigadores han modificado genéticamente las proteínas fluorescentes para que parpadeen cuando se dispara un impulso neuronal, lo que les permite observar el flujo de información en los circuitos neuronales. También es posible seguir las huellas dejadas por el tráfico neuronal: visualizar las proteínas producidas cuando se dispara una neurona puede ayudar a identificar todas las células que se comunican en una red neuronal durante la ejecución de un comportamiento específico.



Estos estudios demuestran que, además de controlar el movimiento, el cerebelo regula comportamientos 
sociales y emocionales complejos. Para ejercer esta influencia global, debe ser un centro de procesamiento 
de datos con conexiones en todo el cerebro. Por eso no es de extrañar que tenga tantas neuronas. Para llevar a 
cabo este trabajo de mando y control de alto nivel por sí solo, tiene que ser, de hecho, un pequeño cerebro en sí mismo.




Ver también…


abril 01, 2025

Comer Demasiado Rápido – La Señal de Saciedad Llega Alterada al Cerebro



Una de las claves de una dieta sana es comer lo que apetece: ni mucho ni poco


Problemas digestivos y sensación de saciedad alterada

Cuando comemos muy rápido, ingerimos cantidades que superan nuestras necesidades energéticas reales, dado que la hormona leptina no tiene tiempo de avisarnos de que ya estamos saciados.

Comer demasiado rápido es un hábito común que puede tener un impacto negativo en la digestión y el peso. Al comer deprisa, tendemos a consumir más alimentos antes de que la señal de saciedad llegue al cerebro.

Aérofagia, dolor abdominal, indigestión... comer deprisa es fuente de diversas molestias. Sobre todo, este mal hábito altera las señales enviadas al cerebro que orquestan el proceso de digestión y hacen que nos sintamos saciados.

Nuestro ritmo de vida actual suele relegar a un segundo plano cuestiones tan fundamentales como la alimentación. A menudo desayunamos rápido de camino al trabajo, o comemos con prisa para ganar tiempo y poder ser más productivos, o porque creemos que así es más fácil conciliar nuestra vida profesional y privada.

Al margen de otras reflexiones sobre esta cultura de las prisas, merece la pena sopesar tiempo y salud y pararse unos minutos a valorar las posibles consecuencias de comer demasiado rápido. ¿Sufre a veces de exceso de gases? ¿Sufre a menudo de digestiones pesadas? ¿Cuánto hace que no presta atención a sus sensaciones de hambre y saciedad?


Consecuencias de comer demasiado rápido


Exceso de gases

En cuanto al primer problema, la ingestión excesiva de aire durante y entre las comidas se denomina aérofagia. Puede provocar molestias leves, sensación de pesadez e hinchazón, así como dolor abdominal y distensión abdominal – aumento objetivo y visible del diámetro del abdomen después de comer –.

La cantidad normal de gas en el tubo digestivo con el estómago vacío es de unos 200 mililitros. Si esta cantidad aumenta considerablemente, los mecanismos fisiológicos de expulsión pueden resultar muy molestos. Este volumen depende del equilibrio entre la ingestión y producción de gas y su eliminación, en forma de eructos, flatulencias o a través de su consumo por la microbiota intestinal.

Uno de los principales factores responsables del aumento de la ingesta de aire y de la producción de gases es comer deprisa, aunque también pueden contribuir mascar chicle, fumar y las alteraciones de la microbiota.

Sobrecarga digestiva

Además, cuando comemos deprisa, el tiempo de masticación se reduce y el alimento llega casi entero al estómago, lo que requiere una mayor producción de jugos gástricos para digerirlo correctamente. Este fenómeno, que también requiere un mayor esfuerzo metabólico, está en el origen de la incómoda sensación de pesadez e indigestión que acompaña a las comidas exprés.

Si no masticamos lo suficiente y, por tanto, no permitimos la acción de las enzimas orales, la absorción de los alimentos en el intestino delgado también puede verse afectada. Como resultado, a pesar de los esfuerzos del estómago por compensar, los alimentos pueden llegar al intestino sin haber sido suficientemente digeridos.

Sin señal de parada

El eje intestino-cerebro es responsable, por un lado, del envío de las señales que orquestan el proceso de digestión y, por otro, de la necesidad de buscar alimento o, por el contrario, de ayunar.

Dos hormonas, la leptina y la grelina, regulan respectivamente la saciedad y el hambre. Cuando vemos, olemos y empezamos a ingerir un alimento, la primera tarda entre 20 y 30 minutos en hacer efecto. Cuando comemos demasiado deprisa, ingerimos cantidades superiores a nuestras necesidades energéticas reales, porque la leptina no tiene tiempo de decirnos que estamos saciados.

Síndrome metabólico

El síndrome metabólico – también llamado a veces “síndrome de la barriga” – es una combinación de varios trastornos relacionados con la presencia de un exceso de grasa en el interior del vientre. Los afectados presentan un gran perímetro de cintura – mayor de 94 cm en los hombres y de 80 cm en las mujeres – y al menos dos de las siguientes anomalías: hiperglucemia – exceso de azúcar en la sangre –, niveles elevados de triglicéridos, niveles bajos de colesterol “bueno” HDL y tensión arterial excesivamente alta. Dado que la aparición del síndrome se ve favorecida por la falta de actividad física, el sedentarismo y una mala alimentación, el número de casos no deja de aumentar.

Aparte de las consideraciones estéticas, la grasa abdominal puede convertirse en un verdadero problema: una cintura excesivamente grande, especialmente cuando va acompañada de niveles anormales de azúcar y lípidos en sangre o de hipertensión arterial, aumenta el riesgo de desarrollar diversas enfermedades.

Y aunque permanece asintomático durante mucho tiempo, este síndrome debe tomarse muy en serio. Con el tiempo, aumenta considerablemente el riesgo de desarrollar problemas de salud a veces muy graves: enfermedades cardiovasculares (infarto de miocardio, accidente cerebrovascular), diabetes de tipo 2, enfermedades hepáticas (esteatohepatitis no alcohólica, cirrosis) o renales, apnea del sueño o incluso problemas ginecológicos (síndrome de ovario poliquístico).

Para evitar estas complicaciones, es necesario perder peso mediante una actividad física regular y una dieta equilibrada, a veces complementada con medicación, sobre todo para regular la tensión arterial, la hiperglucemia o los niveles de lípidos en sangre.


Enfermedades cardiovasculares (ECV)

Las enfermedades cardiovasculares son una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en todos los países del mundo. Diferentes factores relacionados con el estilo de vida son fundamentales para aumentar el riesgo de desarrollar distintos trastornos metabólicos y diferentes tipos de ECV.

Varios estudios muestran una relación entre la velocidad a la que comemos y los factores de riesgo cardiovascular, los niveles elevados de triglicéridos y el mayor riesgo de desarrollar síndrome metabólico – que aumenta hasta un 59% – o sobrepeso y obesidad, sobre todo en poblaciones diabéticas.

*
*      *

Asocian Comer rápido con factores de riesgo cardiovasculares clásicos


Científicos de la Universitat Rovira i Virgili, el hôpital Sant Joian de Reus y el Instituto de Salud Carlos III (España) publicaron un artículo, en Nutrients de enero 2019, sobre la asociación entre la velocidad de la alimentación y factores de riesgo cardiovasculares clásicos en adultos que presentan riesgo cardiovascular.

El objetivo de este estudio fue evaluar la asociación entre la velocidad de la alimentación y varios factores de riesgo cardiovascular. Se realizó un estudio transversal en el marco del estudio PREDIMED (ensayo de prevención de enfermedad cardiovascular mediante una intervención con Dieta Mediterránea) con 792 participantes pertenecientes a Reus (Tarragona).

La medida de la velocidad de alimentación y los análisis estadísticos

La medida de la velocidad de la alimentación fue declarada por los participantes del estudio (percepción del sujeto). Para realizar los análisis estadísticos, la medida de la velocidad de la alimentación fue segmentada en tres categorías: lenta, media o rápida. La asociación entre la velocidad de alimentación y los factores de riesgo cardiovascular se evaluó estadísticamente mediante la construcción de modelos de regresión de Cox con un tiempo constante de seguimiento para todas las personas.

Resultados

En comparación con los participantes que fueron clasificados en la categoría de velocidad de alimentación lenta, frente a aquellos clasificados en la categoría de velocidad de alimentación más rápida, éstos últimos fueron un 59% más propensos a presentar el componente de hipertrigliceridemias del síndrome metabólico frente a los que presentaron una velocidad de alimentación lenta.

También fue encontrada en esta misma asociación, un aumento del riesgo del 47%, incluso después de ajustar por diferentes variables confundibles (dependiendo el modelo considerado), como fueron la edad, el sexo, el nivel educacional, el hábito tabáquico, la ingesta energética total, los niveles de actividad física, el consumo de alcohol, la medida de adhesión a la Dieta Mediterránea, el IMC y diferentes componentes individuales del síndrome metabólico.

Conclusión

La medida de la velocidad de la alimentación se asoció positivamente con la prevalencia del componente de hipertrigliceridemias del síndrome metabólico en una población de adultos con alto riesgo cardiovascular.

*      *
*

¿Por qué el hambre nos pone de mal humor?


El cuerpo pide glucosa

Estructura química de
 la molécula de glucosa
Cuando tenemos hambre, las emociones que cobran protagonismo son la fatiga, la confusión o el enojo. El causante de todo esto es el azúcar – concretamente, la glucosa – que circula en nuestra sangre. En el momento en que sus niveles bajan, se desencadena en nuestro cuerpo una serie de respuestas para recuperarlos.

La glucosa es la principal fuente de energía para las células, que componen todos nuestros órganos. Por ejemplo, el cerebro depende casi exclusivamente de su aporte. Sin ella, los 100.000 millones de células nerviosas que lo componen no serían capaces de realizar su trabajo de manera óptima.

Si el cerebro no recibe suficiente glucosa, lo percibimos sintiéndonos débiles, irritables, mareados y con dificultad para concentrarnos. En casos extremos – particularmente situaciones de hipoglucemia grave en personas diabéticas –, cuando el abastecimiento de azúcar escasea por tiempos muy prolongados, podemos entrar en estado de coma.

Cortisol, el titiritero de las emociones

Esos son algunos de los síntomas que sirven como señal de que necesitamos comer para restablecer los niveles de azúcar en la sangre, que sirve como una autovía para que los distintos nutrientes lleguen a su destino: las células esparcidas por todo nuestro cuerpo. Ante esta situación, se produce una cascada de reacciones fisiológicas.

A nivel molecular se liberan distintas hormonas. Una de ellas es la grelina, producida y liberada a la circulación desde las células del estómago. Este compuesto natural estimula el apetito, garantizando que el organismo reciba energía a través de la ingesta de comida.

Pero al desconocer las circunstancias de por qué no estamos comiendo, la grelina estimula de manera indirecta, en paralelo, la producción de la hormona asociada con el estrés: el cortisol, generado por las glándulas suprarrenales.

Para aumentar los niveles de azúcar, el cortisol promueve un proceso conocido como gluconeogénesis. Este se basa en la producción de glucosa a partir de la descomposición de ácidos grasos y proteínas almacenados en el hígado. Así se logra un rápido aporte de energía a nuestro cuerpo.

La presencia de cortisol en la sangre durante estados de hambre afecta el funcionamiento del cerebro, actuando como una especie de titiritero. Altera los niveles de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, relacionados con emociones positivas y la percepción del estrés. La consecuencia de estos efectos combinados hace que nos sintamos irritados o enojados más de lo normal cuando tenemos hambre.

Los humanos no somos los únicos a los que les pasa esto. En un estudio de comportamiento en peces cebra, los investigadores descubrieron que estos animales también se ponen agresivos cuando tienen hambre.

Un comportamiento moldeado por la evolución

Nuestro estado de ánimo es el resultado de muchas interacciones bioquímicas, y hay otra hormona protagonista, se trata de la adrenalina.

Al igual que el cortisol, la adrenalina es producida por las glándulas suprarrenales y está asociada a situaciones de estrés. Se conoce por su papel en la respuesta “lucha o huida” del cuerpo, una reacción fisiológica ante una amenaza. Durante los estados de hambre, tanto la adrenalina como el cortisol afectan conjuntamente a nuestro ánimo, haciendo que estemos más enojados o irritados.

Se cree que hay una explicación ligada a la evolución de la especie: cuando los humanos éramos cazadores-recolectores, para sobrevivir a la escasez de alimentos – y competir con los rivales por estos recursos –, nos habría beneficiado ser agresivos.

Hoy en día, aunque ya no competimos por la comida de la misma manera, conocer cómo reacciona el cuerpo al hambre puede ayudarnos a manejar nuestras emociones. Si identifica que empieza a sentirse enojado o irritado, recuerde que pueden ser los efectos de estar en ayunas.

Llevar consigo un refrigerio saludable no solo le mantendrá con energía, sino que también le ayudará a mantener un estado de ánimo más equilibrado.


La sensación de saciedad



La sensación de saciedad es una señal que envía nuestro cuerpo para indicarnos que ya hemos comido suficientemente. Es un estado fisiológico de “no hambre” que se produce cuando estamos completamente llenos e implica la desaparición total de la sensación de hambre.


Para alcanzar el estado de saciedad, es importante sentir la sensación de hambre antes de comer.

La saciedad se desencadena cuando nuestro cuerpo ha absorbido suficientes calorías y hemos comido lo suficiente. El mecanismo se desencadena con el primer bocado de comida, gracias a la masticación, pero también se mantiene gracias al sabor, el olor y la textura de los alimentos, que transmiten un impulso nervioso al cerebro.

Una vez que la comida ha llegado al estómago, la distensión gástrica y determinados receptores situados a lo largo del tubo digestivo – que captan el contenido de los alimentos, como grasas, azúcares, aminoácidos, etc. – envían un nuevo mensaje al cerebro, que a su vez activa el centro de la saciedad, situado en el hipotálamo del cerebro.

Hormonas que intervienen en la saciedad

Varias hormonas intervienen en la saciedad. Las principales son la leptina y la colecistoquinina.

La colecistoquinina (CCK) es una hormona peptídica que se produce en el intestino delgado y, más concretamente, en el duodeno – la primera parte del intestino delgado – y actúa sobre la vesícula biliar. Se segrega cuando los lípidos y las proteínas abandonan el estómago y llegan al duodeno. Tiene un efecto anorexígeno y reduce las ganas de comer.

La leptina, apodada la “hormona de la saciedad”, es segregada por las células grasas del organismo – los adipocitos –, así como por el estómago, el músculo esquelético y la médula ósea. El estómago empieza a segregar leptina unos quince minutos después de la llegada de la comida. Actúa en sinergia con la colecistoquinina: favorece la absorción intestinal de las proteínas y tiene un efecto anorexígeno al actuar sobre receptores situados en el hipotálamo.

Algunos factores pueden alterar la saciedad

* Leer, desplazarse por las páginas de Internet en el móvil o ver la televisión mientras se come... En resumen, no concentrarse en la comida.
* No escuchar las sensaciones alimentarias durante mucho tiempo o “comerse las emociones”, es decir, ceder a los impulsos de encontrar consuelo en la comida.
* Control excesivo de la alimentación (anorexia nerviosa, dietas restrictivas, ortorexia, etc.).
* Menstruación.
* Embarazo.
* Ciertas enfermedades como Parkinson, Alzheimer o incluso cáncer.
* Toma de medicamentos/drogas.

¿Cuánto se tarda para sentir la saciedad?

Se calcula que la sensación de saciedad se produce una media de veinte minutos después del comienzo de la comida, desde el primer bocado. Es el tiempo que tarda el cerebro en recibir las señales de saciedad. De ahí la importancia de no precipitarse al comer: si come demasiado deprisa, tardará más en sentirse saciado.

Para favorecer la sensación de saciedad: no tarde en comer cuando sienta hambre y tómese el tiempo necesario para masticar bien los alimentos.

Alimentos que ayudan a sentirse saciado

*
 Alimentos ricos en proteínas: carne, pescado, huevos, marisco, etc.
* Alimentos ricos en hidratos de carbono complejos: pan integral, arroz integral, patatas (papas), bulgur, quinua, etc.
* Frutas y verduras, por su contenido en fibra dietética.

El maní produce sensación de saciedad

Los nutricionistas afirman que la carga proteica del maní produce sensación de saciedad. Contiene vitamina A y E, por lo que se le atribuyen funciones antioxidantes y de regeneración celular.

Reduce el colesterol malo y aumenta el colesterol bueno en el cuerpo debido a que contiene grasas mono-insaturadas, especialmente ácido oleico que ayuda a prevenir enfermedades coronarias.

Las personas que comen maní o mantequilla de maní, al menos dos veces a la semana son menos propensas a ser susceptibles a la obesidad que los que no lo hacen.

Los signos de la saciedad

* Menor placer al comer.
* Comer menos deprisa.
* Cansancio ante el plato.
* El deseo de levantarse de la mesa.

Así que vale la pena detenerse un momento, sentarse y disfrutar de la pausa del almuerzo o de la comida con tranquilidad. Mastique despacio y preste atención a su sensación de saciedad. Invierta su tiempo y estará más sano.

¿Cuál es la diferencia entre saciedad y hartazgo?

El hartazgo es precisamente el momento en el que ya no disfruta comiendo un alimento, aunque siga sintiendo hambre. Es el momento en el que ya no tiene ganas de comer.

La saciedad, en cambio, no es una cuestión de apetencia. Es un estado fisiológico: ha comido suficiente y ya no tiene hambre.

***

Bacterias esenciales para una buena nutrición


Un primer ejemplo que ilustra la importancia y el efecto beneficioso de las bacterias en la salud está relacionado con la desnutrición infantil. Podría pensarse que la desnutrición se debe simplemente a la falta de alimentos. Y de hecho, durante muchos años, la única respuesta a la desnutrición fue dar comida a los afectados. Hasta que una investigación sobre gemelos en África reveló algo sorprendente: algunos niños sufrían desnutrición, mientras que sus hermanos seguían gozando de buena salud, a pesar de haber recibido la misma cantidad de alimentos. Más sorprendente aún, si se transferían bacterias de las heces de niños desnutridos a ratones sin bacterias en el tracto intestinal, estos ratones a su vez mostraban rápidamente signos de desnutrición.

Hoy en día, el papel de las bacterias en la comprensión de las causas de la malnutrición sigue siendo poco conocido. Sin embargo, parece que una flora microbiana intestinal normal es necesaria para gozar de buena salud. Los niños que sufren malnutrición tienen una menor diversidad bacteriana – lo que se conoce como disbiosis – y a menudo una flora intestinal inmadura - lo que se conoce como microbiota - con una diversidad muy baja. No basta con darles de nuevo de comer para que recuperen la salud; su microbiota también debe volver a la “normalidad”. Comprender mejor la influencia de la microbiota en el estado nutricional de los niños nos ayudará a diseñar mejores tratamientos contra la desnutrición utilizando estas comunidades de microbios beneficiosas para el ser humano.

¿Pueden ser útiles los microbios?

En un planeta de microbios, todo depende del punto de vista. Algunos ejemplos de los campos de la nutrición, las enfermedades y las plantas para hacernos una idea más clara.

Si, por ejemplo, analizamos el contenido del intestino de un animal, es probable que encontremos una mezcla de microbios que interactúan entre sí y con su “huésped” en interacciones de todo tipo, ya sean beneficiosas, desfavorables o neutras. Vivimos en un planeta de microbios. Hay mil millones de bacterias en un gramo de tierra, un millón de virus en un litro de agua de mar o entre 1.000 y 20.000 esporas de hongos en cada metro cúbico de aire. Animales y plantas están constantemente rodeados de microbios, interactuando con ellos, y muchos de estos microbios son muy útiles.

Bacterias útiles y perjudiciales – según se mire

Mosca tsetsé
A veces las relaciones pueden ser extremadamente complejas, y las bacterias pueden ser útiles o perjudiciales según se mire. La enfermedad del sueño es una enfermedad tropical causada por un parásito, el tripanosoma, transmitido por un vector, la mosca tsetsé. La mosca tsetsé absorbe el parásito cuando se alimenta de la sangre de un animal infectado, y lo transmite a otro huésped – humano o animal – durante una nueva ingesta de sangre.

El bacterioma – la comunidad de bacterias – de esta mosca tsetsé incluye Wigglesworthia glossinidia, el simbionte primario esencial para la supervivencia de la mosca, y Sodalis glossinidius, un simbionte secundario que favorece la infección de la mosca por el tripanosoma, que se multiplica allí antes de ser transmitido durante otra picadura. Sodalis puede ser lisogénico: en otras palabras, ha integrado el genoma de un virus llamado “bacteriófago” en su propio genoma; el genoma viral así integrado se denomina profago.

Por algún mecanismo desconocido, el profago puede liberarse del genoma de Sodalis; entonces utiliza la maquinaria celular de la bacteria para reconstituir el bacteriófago activo, que se multiplica y luego degrada la pared de la bacteria, cuyos residuos estimulan los mecanismos de defensa de la mosca tsetsé.

La bacteria Sodalis está menos presente en el intestino de la mosca tsetsé, lo que reduce su capacidad de infectarse y, por tanto, de transmitir el parásito. De este modo, la Wigglesworthia, útil para la mosca tsetsé, vector de la enfermedad, es desfavorable para el hombre. Sodalis es útil para el parásito y, por tanto, desfavorable para el hombre, mientras que el bacteriófago, que mata a Sodalis, es desfavorable para el parásito y, por tanto, favorable para el hombre. Y éstas son sólo dos bacterias y un virus, cuando muchas otras bacterias identificadas también podrían desempeñar un papel en la mosca tsetsé, la transmisión del parásito y, por tanto, la enfermedad humana o animal.

Simbiosis entre plantas y microbios

Las plantas no se quedan atrás en estas útiles interacciones con los microbios. Hoy sabemos que la aparición de las plantas que viven en el agua, es decir, su colonización de la tierra, tuvo lugar hace unos 500 millones de años gracias a la asociación beneficiosa entre estas plantas y los hongos, permitiéndoles estos últimos extraer agua del suelo cuando aún no tenían raíces. Como ejemplo más actual, las leguminosas, un amplio grupo de especies vegetales entre las que se encuentran las judías (vainitas) y la soya, albergan en sus estructuras radiculares bacterias – llamadas rizobios – que tienen la capacidad de captar el nitrógeno del aire y devolvérselo a las plantas, proporcionándoles un fertilizante natural inagotable que les permite crecer en suelos extremadamente pobres.

Desde hace varios años, numerosos estudios demuestran que las plantas poseen toda una comunidad de microorganismos en sus hojas, en sus tallos o alrededor de sus raíces, cuya presencia conlleva un mejor crecimiento y una mayor resistencia a las enfermedades y al estrés abiótico, a través de numerosos mecanismos fisiológicos y moleculares. Por ejemplo, la especie Capsicum annuum – a la que pertenecen los pimientos y chiles (ají) cultivados – es más resistente a la sequía en presencia de cepas bacterianas de los géneros Acinetobacter y Sphingobacterium.

Los investigadores están probando actualmente la hipótesis de la “llamada de auxilio”, según la cual las plantas atacadas por un patógeno, por ejemplo, son capaces de atraer microbios que les permiten luchar más eficazmente contra el patógeno. La planta modelo Arabidopsis thaliana, atacada en sus hojas por la bacteria patógena Pseudomonas syringae, es capaz, mediante la secreción de ácido málico desde sus raíces, de atraer a otra bacteria, Bacillus subtilis, que le ayuda a resistir a la bacteria patógena. Entender y utilizar estos microorganismos en la agricultura es actualmente una de las vías más prometedoras para reducir el uso de productos fitosanitarios y fertilizantes químicos.

Los microbios rodean y colonizan todos los seres vivos. Algunos son patógenos, muchos no tienen ningún efecto, pero muchos otros desempeñan un papel crucial en la supervivencia y el desarrollo de animales y plantas. Comprender estas interacciones beneficiosas es una clave importante para entender los seres vivos, su evolución y, en última instancia, su supervivencia.

***

Práctica de la atención plena

* La alimentación consciente implica concentrarse plenamente en la experiencia de comer. Esto incluye prestar atención a los sabores, las texturas y la sensación de saciedad.

* Empiece cada comida respirando profundamente unas cuantas veces para conectarse con el momento presente.

Técnicas para reducir la velocidad

*
 Deje los cubiertos. Deje los cubiertos o la comida entre bocado y bocado.

* Mastique bien. Tómese su tiempo para masticar bien cada bocado antes de tragarlo.

* Utilice un minutero. Fíjese un tiempo mínimo para sus comidas, por ejemplo 20 minutos.

Crear el entorno adecuado

* Elimine las distracciones durante las comidas, como la televisión o los dispositivos electrónicos.

* Cree un ambiente agradable para comer que le anime a tomarse su tiempo.

Planificar las comidas y las colaciones

* Planifique comidas regulares para evitar el hambre extrema que puede llevarle a comer rápidamente.

* Si es necesario, incluya colaciones saludables para mantener la energía y evitar los antojos.

Escuche a su cuerpo

* Preste atención a las señales de hambre y saciedad de su cuerpo. Deje de comer cuando se sienta cómodamente lleno, no saciado.

* Reconozca la diferencia entre hambre física y emocional.

Ejercicios de respiración y relajación

* Las técnicas de respiración pueden ayudar a controlar la ansiedad y el estrés, a menudo asociados a la comida rápida.

* Practicar meditación o yoga también puede ayudar a desarrollar una mayor conciencia corporal.



Comer despacio es una parte esencial de una dieta sana y equilibrada. No sólo permite una mejor digestión
 y absorción de los nutrientes, sino que también contribuye a un mejor control del peso. Adoptando estas estrategias,
 puede transformar su experiencia alimentaria, haciendo de las comidas un momento de placer y atención plena.




Ver también…